El jardín secreto. Sueño 2

Sueño 3: Por primera vez con los cinco sentidos...

Un cielo grisáceo como techo... el ideal para estar a tu lado...

Sin hacer nada, solo sentada junto a ti en el piso del porche de aquella cabaña... Sintiéndote ahí... Después de muchos meses de no vernos... Con la timidez invadiéndome por no saber ni de qué hablar contigo...

-Te extrañé mucho- te lo digo desde ese rincón del corazón en donde guardamos los recuerdos más dulces y los amores más grandes.

-Yo a ti más... mucho más.

Disfrutamos del silencio... nuestra cercanía y la tibieza que intercambian nuestros cuerpos al estar uno al lado del otro, es la mejor conversación de todas. Empezamos a escuchar a la naturaleza que muere por contarnos sus historias de agua...

Lentas, rápidas, frescas, esas historias van invadiendo cada uno de nuestros sentidos.

La lluvia nos enamora y nos hace suyos, la vemos saltar entre la hierba o llegar a reencontrarse con el agua del lago, la olemos a través de la tierra mojada, la escuchamos como una orquesta afinada de sonidos naturales que golpetean a su antojo todo lo que se cruza a su paso...

Entrelazas muy suave tu mano con la mía y así permanecemos juntos, hablando sin hablar, solo escuchando... después de un rato invitas a mis manos a cruzar junto con las tuyas el umbral del techo que nos resguarda, para sentir la frescura del agua que se cuela en los recovecos no habitados que hay entre nuestras manos. Estoy sintiendo de nuevo tu piel mojada, pero para mí es como si fuera la primera vez que te tocara... acaricias mi mano mojada, con ternura, pero también con esa sensualidad tan tuya, como si me estuvieras escribiendo en ella una invitación al amor...

 
Conecto contigo, con tus pensamientos, con tu mente, con tu corazón... Solo nos falta percibir la lluvia con un sentido... Y me regalas una mirada juguetona y traviesa, me invitas a descubrir esa sensación juntos...

Me tomas con fuerza de la mano y empiezas a correr hacia el torrente de agua, yo te sigo con una fe ciega, con un romance que no me cabe en la mente y que se humedece al contacto con el agua, y veo como una vez más, aparece ese hombre-niño que me encanta... abres tu boca hacia el cielo, recibiendo esas gotas que viajan desde lo alto... yo hago lo mismo, al principio por imitación, después porque redescubro el placer de sentir esa agua bendita en mi boca y las caricias tintilantes que caen inquietas sobre mi rostro, esas gotitas que caen y caen, que refrescan y nos mojan más que la ropa... nos mojan la piel, las emociones, el corazón y el instinto...

De pronto me miras y te veo completamente mojado, natural, espontáneo, con la masculinidad desbordándose a través de tu mirada, la sensación de esa mirada se clava en el centro de mi pecho, tus ojos me buscan, observan mi boca, escurre agua por todo tu rostro, tu camisa deja entrever la pared de músculos que guardan celosamente a tu corazón y como en un arrebato, igual que el de la lluvia, me acercas a ti con fuerza y me regalas un beso en los labios con sabor a lluvia, es una sensación tan fresca, tan acuosa, tan deliciosa, que nos perdemos en ese beso húmedo... percibo una energía especial en mi cuerpo al sentir tan cercano al tuyo... y te sigo besando mientras de forma casi inconsciente te desabotono la camisa con la intención de que no te resfríes... nos reímos cuando te digo que esa fue la razón por la que te la quité

-Pero si estamos debajo de la lluvia...

-Pero te puedes resfriar si traes la ropa mojada...

Nos reímos como niños por la justificación científica e inverosímil que brindo... y mientras nos besamos con un calor subido, me vas quitando la mía...

-Es para que no te resfríes- me dices con una sonrisa ambigua entre tierna y pícara.

-Me da frío al estar así en la intemperie, además siento un poco de pena- te lo digo casi en secreto, sin dejar de ver tu boca, pero sonrojada a la vez?

Me abrazas cubriéndome... y me llevas hacia la cabaña... Cierras la puerta.

Tomas la cobija sobre la que estábamos sentados, nos envuelves a los dos en ella y con una de nuestras manos, detenemos nuestro nuevo refugio, el más privado, cálido e íntimo que pudimos construir con una cobija... y nos seguimos besando... y por primera vez, las manos de ambos se van deslizando más allá, descubriendo, quitando, recorriendo... hay entre nosotros una humedad de lluvia cada vez más tibia, acercándose a una temperatura cercana a la ebullición, hasta que nos ganamos a nosotros mismos y el amor nos hace volar, levitar, perder la gravedad, mientras tu cuerpo y el mío se van haciendo uno, hasta que la frontera que nos separa, desaparece y se difuminan nuestras líneas... entonces el silencio de un inicio, se va convirtiendo en una respiración agitada que alcanza el cielo entre secretos llenos de ternura, y frases que salen desde las profundidades de nuestras almas...

La lluvia sigue cantándonos su canción, entre caricias, amor y una cobija silenciosa que ahora yace en el suelo, cómplice de este amor que cobra vida con la humedad del agua, con el sonido de las gotas, con tu mirada y tu cuerpo de hombre... todo bajo un techo de nubes coloreadas de gris.

                                                              Lorena S.