QUE TE LLUEVA COSAS BUENAS...

 Al principio solo fueron unas cuantas gotas, que recibí con el rostro mirando al cielo, sonriente... susurrándole aquellas palabras que me llevaban a mi niñez: "que llueva..., que llueva".

Pero las nubes fueron cerrando cada vez más la tarde, el rugido de la tormenta se escuchaba avanzar a lo lejos y la lluvia comenzaba a caer con más rapidez y más fría. Sin perder la sonrisa, aceleré el paso correteando entre los árboles, dejando atrás aquel parque para atravesar la calle empedrada y resguardarme bajo la cornisa de una antigua cafetería que había justo enfrente.

Con las carcajadas aún en la cara, tras haber esquivado a un joven que montaba en bicicleta mientras divertido me saludaba, es que sacudía las perlas de agua impregnadas en mi camiseta y removía mi pelo húmedo acercándome al ventanal viéndome a mi misma en el reflejo del mismo y detrás la lluvia que ya era casi un diluvio, por lo que decidí entrar al haber observado una mesa libre pegada al cristal.

Cuando entré, un escalofrío me sobrecogió y frotando mis brazos caminé hacia el rincón donde se encontraba la mesa, pero para mi sorpresa estaba ocupada... La silla que yo había visto, estaba libre... pero no me había percatado de que hubiera alguien al otro lado de la misma, yo juraría que no era así... aunque su postura y el recoveco que hacía en aquel espacio la pared, hacía que pasara desapercibido.

Me quedé parada, sin saber que hacer... quise poner la vista de nuevo en el precioso paraje que acababa de dejar y que justo ahora me caía al otro lado de la calle. Pero fue imposible disimular, pues la belleza ahora la tenía justo allí, en el rostro y en el porte de aquel hombre. 

Su aspecto permanecía serio y sus rasgos marcados junto a su piel fornida acentuaban su atractivo. Me penetró con su mirada desde un principio, como si me estuviera esperando... pensé, hasta que caí en la cuenta que perfectamente me habría estado observando y escuchando desde que crucé del otro lado.

Sentí el calor en mis mejillas, el bajó un instante su mirada... y de nuevo me fulminó con su mirada. Traté de marchar, pero como no dejaba de mirar, mi impulso me llevó a hacer lo contrario a lo que me dictaba mi mente. Así que sin más me acerqué a él, y para su sorpresa, le pregunté si me podía sentar. El apenas asintió y giró la vista hacia la ventana. Cuando ocupé el asiento, se volvía hacia mí con una voz fría más que el agua que caía cada vez con más fuerza:

- Sólo que... hoy no soy buena compañía.

- No se preocupe, nada más necesito un poco de espacio... y un chocolate caliente.

A aquellas palabras, le siguieron un extenso silencio... que solo era interrumpido por el sonido de la lluvia... pues el resto de la gente había desparecido de nuestro pensamiento. Solo estaban nuestras miradas, nuestros gestos... y aquellas palabras que fueron entrelazándose poco a poco entre nosotros. Escasas, pero con mucho sentido. Pronunciadas intensamente, como si no fuéramos dos desconocidos. Palabras que podrían ser triviales, pero expresadas y recibidas con profundidad.

Palabras que aparecieron por el bello espectáculo que disfrutábamos a través de aquel ventanal, unido a los sentimientos y sensaciones por las que atravesaban nuestro interior y a las que le siguieron una cita oportuna para apaciguar, una pintura para comentar, canciones en las que coincidían nuestros gustos, el cine... y el teatro.

Palabras concisas, pero muy precisas entre los dos. Y el silencio volvió... y ya sin discreción, volvía a apreciar cada uno de sus rasgo, su elegancia y su atractivo, así como lo interesante de él en cualquier sentido. Me bastó aquel breve espacio de tiempo para apreciarlo.

Antes de que marchara sin decir más nada, como intuí que sería su intención, con un bolígrafo que tenía sobre la mesa y una servilleta, juguetee con unos números ante su fija atención y seguido le pintaba una sonrisa con un gracias y unas palabras... "que te llueva cosas buenas".

Me levanté y al hacerlo, cogía mi mano... y con una medía sonrisa me susurraba: "que llueva, que llueva".

Ahí supe... que me había observado desde mucho antes de que cruzara la calle, y yo no dejaría de hacerlo desde entonces... porque se quedó impregnado en mi corazón y en mi retina.

01/10/2018 - Atardecer.

     EMPAPARME DE TU SONRISA...

 Al salir de aquella cafetería sentí que parte de mí se quedaba allí. Más cuando al ir a cruzar la calle, giré y me encontraba de nuevo con su intensa mirada. La brisa fresca recorrió todo mi cuerpo y eché a andar deprisa. La lluvia había cesado y desee que regresara y me llevara de nuevo con él. Pero no podía retroceder el tiempo, simplemente caminar hacia delante, con la agradable sensación que él me dejó aunque con un vacío inexplicable en mi interior.

En la noche venía a mi el recuerdo de cada gesto suyo, de cada palabra compartida... escasas pero tan significativas. De mi alegría antes de cruzar, de su atractiva seriedad. De mi osadía y su leve sonrisa al final. Del sonido de la lluvia y el de su voz.

Pensamientos que regresaban al día siguiente en la mañana y que traté de apaciguar cuando me disponía a salir de la casa rumbo al trabajo. Pero desaparecieron sin más, cuando lo vi frente a mi. Un cosquilleo recorrió todo mi cuerpo. No sabría decir si había pasado la noche en un lujoso hotel o en el asiento de su coche. De cualquier forma mantenía su elegancia, pero algo distinto reflejaba su cara.

El sol comenzaba a aparecer con timidez, pero no era eso. Era su expresión, fueron aquellas palabras que susurrantes me pronunció:

- Quiero que la lluvia me pille contigo... de ahora en adelante.

- Y yo... empaparme de tu sonrisa toda la vida.   

02/10/2018 - (Atardecer).

     SU SEGURIDAD...

 Iba a toda prisa por unos de los pasillos, cuando alguien se cruzó y accidentadamente volcó su café sobre mi. Tratando de que no manchara el expediente que llevaba en ese momento en mis manos, no pude evitar que se derramara sobre mi camisa sin mangas de seda blanca que llevaba puesta y lo peor que no tenía otra para sustituirla.

Cuando levanté la vista de mi ropa manchada, con una risa nerviosa, pues no sabía si reír o echarme a llorar, ya que no sabía como lo iba a solucionar pero tenía que ser ya, es que me encontré con aquel hombre de frente. No se que cara se me quedaría pero la risa se me cortó, casi diría que mi respiración y las manchas de café paso a un segundo plano, al menos en mi pensamiento, por unos instantes... lo que duró la impresión mientras me percataba bien de él, de su porte y elegancia, de su atractivo y la seguridad que desde aquel instante ya me transmitía, hasta que su voz entre grave y aterciopelada me llevaba de nuevo a la situación en la que estaba.

- ¿La puedo ayudar...?.

Y viendo como llevaba su mano hacia su costado, le respondí con rapidez y sin pensar ni en lo que decía, pues mi cabeza ya no respondía a mis indicaciones. .

- La verdad, no se cómo... pues el café ya se derramó, ¿verdad?.

En ese momento me ofrecía un pañuelo para que me limpiara, a la vez que en mis mejillas notaba un calor que me subía, más al pensar en que se habría percatado de todo lo que había pasado, incluido mi grito casi histérico y mi risa nerviosa, cuando aquel chico chocaba conmigo.

Aunque no quería echarle a perder el pañuelo, él insistió en que me quedara con él.

- Gracias, se lo haré llegar... en recepción lo dejaré una vez limpio, ahora si me disculpa tengo mucha prisa.

- No se preocupe, puede quedárselo.

En ningún momento llegué a verle sus ojos, pues se ocultaban tras sus gafas oscuras, pero eso no impidió que sintiera y percibiera que me miraban con profundidad, algo que me llegó a inquietar mucho más.

Una vez en mi despacho, traté de solucionar aquel contratiempo, pero por más que quise limpiar aquellas manchas no se iban, obvio. Pero algo era cierto, aquel pañuelo llevaba impregnado el aroma a él... a su seguridad. Cuando por el teléfono me avisaban, cerré los ojos y sin más tuve que actuar rápido... Mientras trataba de componer mi ropa, en el pequeño y discreto baño que había en la parte de archivos, escuchaba a mi compañera al otro lado de la puerta indicándole a alguien a la vez que escuchaba el sonido de la puerta.

Tras haberme quitado la camisa y abrochado la chaqueta hasta donde había botones para hacerlo, es que salía para atender el siguiente caso. Aún iba limpiando con el pañuelo lo pegajoso que aquel líquido había dejado mi escote, cuando al alzar la vista de nuevo me encontraba con él... y con su seguridad, solo que esta vez... y para más inquietud para mí, sus ojos estaban visibles.

Su mirada penetrante y saber que al parecer era el agente de FBI, con el que tenía que tratar un caso tan delicado como aquel, por un momento me hizo flaquear... pero cogí fuerzas y le pedía que se sentara. Una vez lo hizo, tras un "buenos días" tan seguro como estaba él, fijaba su mirada en la mía de nuevo, tras haberlo hecho previamente sobre su pañuelo que sin darme cuenta aún llevaba en mi mano, seguido de mi escote, que por más que quise tapar... no pude evitar que se viera un pequeño filo de mi lencería negra ni que él no sospechara que no llevaba debajo más nada, pues a para mi pesar en aquel momento, había sido quien me había socorrido por así decirlo.

La seriedad del tema a tratar, me llevó a olvidarme de lo sucedido fuera de allí minutos antes.

- Veo que es usted, más que puntual... se adelantó a la hora de la cita.

- Disculpe, de haber sabido que era usted la persona con la que tenía que tratar, le hubiera dado un tiempo más... para que recompusiese su camisa.

La forma en que me miró... me hizo tragar saliva, pues con discreción y sin siquiera proponérselo me hacía perder mi control interno a pesar de trataba de evitar que así fuera.

- Aclararle que si no cambia su postura se le podría abrir un expediente... y créame que mi intención es que no sea así, pero si...

- No voy a cambiar mi...

- Comprenda que se saltó las normas, no puede hacer...

- Se trataba de una menor... y lo volvería a hacer.

Los argumentos que me dio me hacían entender su postura, además de ser testigo de la gran elocuencia que poseía... pero yo también tenía que mantener la mía. Y hubo un momento en que el tono sin quererlo se nos fue de las manos, y nuestros puntos de vista chocaron. 

- Creo que es mejor que me marche... Tal vez hoy no era buen día. De todas formas, le sugiero que tratemos este tema antes en otro sitio... fuera de estas paredes, tal vez así podamos ver las cosas desde otro punto de vista.

Cogía su pañuelo, mientras me miraba con intensidad... sin flaquear en ningún momento su seguridad.

- Preferiría devolvérselo cuando estuviera limpio...

- No se preocupe... además, nada más limpió el café de su camisa, ¿no?.

Bien sabía él que no era así... pero hasta aquel instante hizo que resultara agradable, sin perder en ningún momento su saber estar y profesionalidad.    

03/10/2018 - (Atardecer).

     SU PORTE ELEGANTE...

 Había más casos que tratar, pero habían pasado dos días y aún seguía en mi pensamiento lo sucedido aquella mañana con aquel agente. No solo por el caso en si, sino por todo lo que me transmitió. Y aunque no quería reconocerlo, diría que más allá de lo profesional. El querer saber más de él, el extrañar aquellos instantes a pesar de como se dieron, su voz... la seguridad que demostró en todo momento.

Tendría que volver a citarlo...  Era un caso que me habían delegado y desde el primer momento me intrigó. Tenía que hacer más averiguaciones e informarme como lo solía hacer. Pero sin poder evitarlo, algo diferente sucedía en relación a éste, de ahí que quisiera dejar pasar unos días, dedicándome a otras cuestiones que inspeccionar desde el departamento.

Tras una llamada me reuní con uno de los compañeros referente a un tema que estaba llevando. Se encontraba en aquel momento en unas de las pistas en la zona donde estaban los helicópteros. Escasas veces había aparecido por allí, pero el sonido de las hélices y los motores me hacían recordarlas. Me acercaba hasta el lugar grupo de personas hacia el que me dirigía, entre el ruido y el aire que revoloteaba a mi alrededor, cuando algo dentro mío hizo que girara la vista hacia el otro lado, donde me percataba de él, que caminaba con paso seguro hacia uno de los helicópteros junto a otro agente.

Su porte elegante no lo perdía, aun llevando aquel uniforme, que no podía negar que le quedaba para no dejar de mirar. Podría asegurar, que él también me había reconocido a mi, por como me mantuvo la mirada aún en la distancia.

Unos metros más adelante llegaba a mi destino y tras hacer el pertinente saludo, no pude evitar voltear hacia atrás percatándome de que me observaban. No podía saber que conversaba por el ruido de fondo, pero casi podría adivinar, que algún comentario respecto a mi seguro habría... por como estaban mirando. Igual sólo una pregunta... ¿Quién es ella? o sería ¿Desde cuando lleva en el departamento de inspección?. Y por la insistencia de sus miradas... prefería no pensar que habría algún comentario más... menos relacionado con un café derramado.

Pero sonriendo al pensar en la confianza que me transmitió desde el primer momento en que me ofreció su pañuelo, regresaba a la conversación que yo mantenía y de la que me había desviado unos segundos... pero muy intensos, tratándose de aquel agente tan interesante, seguro... y de porte elegante, apreciando en él algo especial.

Y con quien aún tenía un tema pendiente que tratar...    

04/10/2018 - (Atardecer).

     SU PODER DE TRANSMISIÓN...

 La urgencia de otros casos prevalecieron sobre aquel, que sólo se trataba de un toque de atención si no derivaba en nada más, hizo que durante unas semanas estuviera algo alejada del mismo, aunque fuera del horario de trabajo era el único caso que seguía conmigo, en mi pensamientos... y todo era por aquel hombre, por su poder de transmisión.

Y aquella mañana de domingo, lo llevaba más presente aún. Tras ponerme la ropa de deporte, había decidido salir a pasear por la orilla del mar, sin más. Necesitaba respirar aire fresco, desconectar... reflexionar. Dejar que la brisa me acariciara el rostro, que removiera no solo mi cabello sino también todo aquello que durante días llevaba por dentro, permitiéndole salir.

Caminaba tranquilamente, buscando el abrazo de los cálidos rayos de sol sobre mi cara, sobre mi cuerpo, cuando algo al otro lado llamaba mi atención. En cuanto giré, me percaté de él. En ese instante sentí como me interior se alteraba... se inquietaba de emoción. Más cuando vi como él permanecía parado, mirando hacia mí.

Era como si se hubiera paralizado el tiempo alrededor nuestro, manteniendo nuestras miradas en silencio, durante unos largos segundos. Hasta que reaccioné y decidí dirigirme a él. Había apreciado aquel gesto suyo al verme, en modo de saludo.

Al acercarme, un cúmulo de emociones se agolparon en mi piel y también muy dentro mío, cuando sin decirnos nada, seguimos mirándonos con intensidad el uno al otro. Las sensaciones que provocaba la cercanía entre nosotros ante la ausencia de palabras, hizo que mi corazón se acelerara sintiendo cada latido en mi oído, sobre todo porque percibía que también le sucedía a él.

Tras un susurrante "hola" entre ambos, me invitaba a compartir nuestro tiempo, bajo la sombra de una palmera. Sentados contemplamos un rato el mar, dejándonos acariciar por el sonido... por su color, adentrándonos en el horizonte como minutos después lo haríamos en aquella interesante y agradable conversación que surgió entre los dos.

La calidez en las palabras que fluían entre nosotros, las risas que mi espontaneidad les provocaba y las mías que su sentido del humor reforzaba. El entendimiento y la complicidad entre los dos a medida que la charla intimaba... y lo hacíamos nosotros. Es desarrollo de su punto de vista entrelazándose con el mío. Su capacidad de transmisión, haciendo que a través de aquella conversación yo pudiera comprender muchas cosas de las que aquel día no se hablaron en mi despacho y que había sugerido hacerlo fuera del mismo.

En aquel momento, sin pretenderlo... sin desviar la conversación hacia el tema en concreto, su poder de convicción hacía que pudiera comprender mucho mejor, me hacía ver su opinión sin desplazar la mía. 

A medida que lo escuchaba, que lo miraba... más me cautivaba su interior y su poder de transmisión. 

La forma en que me hizo ver que apreciaba mi punto de vista, la atención que prestaba cuando le hablaba, su capacidad de escucha... me atrapaba cada segundo. Y tras aquel momento algo más serio... por el caso tratado, regresó el silencio... la complicidad de nuestras miradas, nuestra respiración y el latido acelerado de nuestro corazón, la brisa que nos acariciaba a los dos, la misma y a la par, el sonido del mar... el horizonte.

Y volvieron las risas, haciendo que nos tumbáramos con las mismas, tras un comentario divertido de él... sobre remar juntos, que a medida que pasaban los segundos más calaba en mi, por la forma en que me miró tras decirlo... y el silencio que de nuevo se hizo cuando recostados sobre la fina hierba nuestros ojos se buscaron... así como nuestras manos.

Ahí sentí, que no sólo quedaba pendiente una cita en mi despacho... que se resolvería, sino una mas agradable entre nosotros cada día de nuestra vida.  

05/10/2018 - (Atardecer).

     MI DESEO DE ABRAZARLO...

 No sabía que le sucedía, ignoraba lo que le preocupaba..., pero al verlo, sólo sentí mi deseo de abrazarlo. No dudé en acercarme a él. Lo que fuera que le atormentara acaparaba su atención sin percatarse de mis pasos hacia él, pues seguía cabizbajo contra la pared.

No importaba que llevara poco tiempo en aquella casa, tampoco que fuera quien alisara sus sábanas cada mañana tras levantarse con la alborada extrañando compartirla con él, me bastaba con la mirada con la que me contemplaba desde el primer día en que me vio, sus palabras y su trato amable en alguna ocasión que coincidimos.

No sabía si era correcto o no, solo deseaba hacer lo que me dictaba el corazón. Y sin más, dejé la canasta con las manzanas que acababa de recolectar en la zona de atrás de la casa, junto al establo, donde había crecido un hermoso manzano... Me deshice igual de la que venía saboreando por el camino. Mis manos y mi boca, estaban impregnadas de su jugo, pero no importaba... en aquel momento mi único deseo era abrazarlo.

 Tímidamente caminé despacio hacia él, mis manos comenzaron a acariciar su espalda tratando de calmar la furia que percibía llevaba por dentro. Seguido bordeaban su cintura sin poder evitar que subieran hacia el torso, donde sentí el fuerte latido de su pecho que se hacía más fuerte a medida que lo acariciaba.

Apoyando mi mejilla sobre su fornida espalda, sentía su respiración cada vez más agitada, y la mía como se entrecortaba tragando saliva, mientras el silencio nos acompañaba en aquel momento de intimidad que nos invadía y a la vez nos unía, sorprendiéndonos a ambos aquel encuentro entre nuestros cuerpos... y además gratamente.

Necesitaba mirarle a los ojos, observar su rostro. Despacio comencé a retirar mis manos de su pecho y deslicé las mismas delicadamente por su brazo. Rocé sus dedos con los míos en un gesto cariñoso y entrelazándolos me abría paso hacía él, que sin poner resistencia levantaba su cara recibiéndome con una profunda mirada.

Ahí mi osadía comenzó a temblar, comenzando a hacerlo todo mi cuerpo. Volvía a tragar saliva reteniendo la intensidad de sus ojos sobre los míos, viendo como se entregaban, como se acariciaban compartiendo aquel dolor. Observé en ellos alivio... a medida que él se acercaba a mí, permaneciendo a escasos centímetros. Tratando de mantenerme en pie, cerré un segundo mis párpados y un agradable escalofrío me recorría cuando sentí el cálido roce de su mejilla sobre la mía, y sin más ambos nos fundíamos en un fuerte e intenso abrazo.

Su cuerpo me agradecía el que estuviera allí y el mío el deseo de abrazarlo. Ambos nos necesitábamos más de lo que pensábamos, aquel momento nos sirvió para comprobarlo. Nos teníamos el uno al otro, lo demás no importaba... juntos lo afrontaríamos.

Poco a poco fuimos separándonos, dejando una escasa distancia entre nosotros. Y al volver a mirarme, vi en sus ojos como la preocupación y la furia, habían dado paso al deseo. La comisura de su boca rozaba suave la mía... y entre susurrantes gemidos, nuestras mejillas volvían a acariciarse y nuestros cuerpos se acoplaban aun más en un nuevo y profundo abrazo.

Hice muy bien en seguir mi instinto, la intuición de mi corazón... y mi deseo de abrazarlo.

Ambos lo sabíamos... y los dos lo agradecimos.

06/10/2018 - (Atardecer).

     ME ENCANTAS, MUCHO... TODO TU. 

 Y mientras más te miro a los ojos...

más lo se, más lo siento.

Me gustas... y no hay vuelta atrás,

sólo seguir de frente, adelante... 

con mi sentimiento, con tu encanto.

Con la emoción al mirarte,

el placer de escucharte,

el deleite al verte interpretar...

y sin dejar de soñar.

Percibir tu esencia y apreciar tu talento.

Quedar atrapada por lo interesante en ti,

por tu personalidad,

tu atractivo y tu profesionalidad.

Me atraes, me embelesas,

me seduces, me agradas.

Me cautivas, me diviertes,

me fascinas, me hipnotizas.

Con tu forma de ser, con tu valer,

con tu carácter, con tu misterio, con tu magia.

Con lo que me transmites, con lo que me haces sentir.

Como persona, como actor...

y como hombre... también.

Me encantas, mucho... todo tu.

Y no hay vuelta atrás... sólo hacia adelante.

07/10/2018 - (Atardecer).

     PLACER EN SI MISMO...

 Eso eres, cuando te escucho y te miro... placer en si mismo.

Cuando la sensibilidad de tus palabras y tu sencillez, me atrapan.

Y tu agradable sonrisa me llega al alma...

Cuando tu corazón entre susurros me llama y te sigo sin más.

Eso eres... placer en si mismo. 

08/10/2018 - (Atardecer).

     SU COMPAÑÍA... MI MEJOR APRENDIZAJE

 Nos acabábamos de conocer, yo había llegado algo tarde pues el bus donde viajaba se había quedado en mitad del tráfico y al llegar a la clase me senté en el primer asiento libre cercano a la puerta que visualicé. Lo segundo fue a él, unos asientos más adelante... volteado como el resto para ver quien había llegado... algo tarde, sólo que de todos, él me llamó la atención por la bonita sonrisa que su rostro desprendía.

En el tiempo del descanso y tras haber sido testigo del apuro que había pasado con algunas de las preguntas que el profesor me había realizado con la intención de pillarme, se me acercó cuando iba hacia la cafetería por el pasillo.

Presentándose se ofrecía para ayudarme con la materia, álgebra creo que le escuché... no sabría decir muy bien, pues la única materia a la que en aquel momento yo me aferraba era a la de su cara, lo que me producía la expresión de sus ojos y de su boca mientras me hablaba.

Enseguida calé su inteligencia, también su amabilidad y simpatía... sin pasar desapercibido ese toque pillo en él, pero sin duda intuía que el tiempo compartido a su lado sería mi asignatura preferida y su compañía mi mejor aprendizaje. 

09/10/2018 - (Atardecer).

     SU HERMOSO RECUERDO...

 Hacía años que no le veía, pero conservaba su hermoso recuerdo, no sólo en mi mente también en mi corazón.

Por ello cuando llegué a la finca, tras saludar a mi madrina, enseguida le pregunté por él. Al decirme que se encontraba allá por unos días, salí corriendo hacia la zona de la laguna que era donde me indicó que podría estar.

No era un trayecto corto, pero no me importó... mi ilusión podía más. A pesar de que uno de los peones se ofreció a acompañarme hasta el lugar, siguiendo indicaciones de mi madrina, yo me negué, pues simplemente quería correr hasta él.

Emocionada, mis piernas volaban con el pensamiento en él que era interrumpido por el sonido de fondo de mis propios pasos y mi respiración agitada de la propia emoción y la silenciosa risa que me provocaba la bonita situación.

Cuando comencé a verlo, me paré en seco y entusiasmada no pude sino llamarlo a gritos por su nombre. Cuando me percaté de que se giraba, tratando de ubicar de donde le llamaban es que eché a correr de nuevo, tan deprisa como pude.

A unos metros de él paré. Estaba allí, tan él y tan diferente a la vez, con su bonita sonrisa y su hermoso recuerdo. Pero más guapo, más atractivo... más maduro, ya no era aquel jovencito con el que tanto me reía, ni yo la adolescente a la que le hacía cosquillas a cada nada.

Y eso lo noté en su mirada, en la expresión de su cara, entre alegre y sorprendido al verme, pues era yo... pero convertida en mujer.

Pero fueron unos instantes de timidez, sólo eso... pues cuando caminé un poco más, corrió hacia mí y yo hasta él, fundiéndonos en un fuerte abrazo que nos supo a recuerdos, a hermosos recuerdos... entre cosquillas y risas, pero a la vez, la agitación de nuestro interior nos indicaba que algo había cambiado al contacto de nuestros cuerpos y en la reacción de nuestro corazón respecto a ello.

Simplemente nos miramos conscientes de lo que sentíamos en aquel momento y nos abrazamos aún más fuerte, entre nuevas emociones y su hermoso recuerdo.  

10/10/2018 - (Atardecer).

     SU TOQUE DIVERTIDO...

 Necesitaba hacer algunas compras, pues se aproximaba la fecha de un nuevo evento. Y es algo que me gusta, salir de compras, siempre que no se haga pesado, pues si en un tiempo prudencial no encuentro lo que busco, prefiero dejarlo para otro momento, aunque a veces como era este caso, ya escaseaba el tiempo para demorarlo. Pero con él es diferente, pues con su toque divertido hizo de ello una fiesta.

Sin más, ajustaba su agenda, para esa tarde salir conmigo de tiendas. Y bendita tarde, pues no paré de reír. No importaba si no encontraba los zapatos que quería en la tonalidad deseada para que me combinara con el vestido que entre carcajadas ya me había probado ante su atenta mirada. No importaba, pues su toque divertido era lo que en ese momento más deseaba y junto a él, seguro que los zapatos adecuados llegaban.

Pero antes, decidió que hiciéramos un alto en una heladería cercana. Aquella expresión en su cara, el humor en sus palabras mientras yo carcajeaba doblada de la risa por los comentarios que en aquel momento hacía, embriagada a su vez por su atractivo, por lo interesante en él, por su fornido cuerpo y ese conjunto de camisa blanca y pantalón negro que tanto me gusta en él.

La risa para nada me impedía observar todo ello, de ahí que en el momento que me erguía y me cogía de la mano para seguir caminando, me puse frente a él. Y tras mirarlo intensamente hasta hacer que su respiración se entrecortara teniendo que tragar saliva cuando me acerqué a él, le besé.

Fue un beso impetuoso y sensual, que él no tardó en corresponder de forma pasional, dejándonos llevar por aquellos instantes en lo que nada alrededor existía para nosotros, sólo nuestro amor y el deseo entre los dos.

Sentí como sus fornidos antebrazos, (esos con los que ya me había deleitado con solo mirarlos gracias a esa camisa arremangada que tan bien le quedaba), me atraían mucho más hacia él hasta sentir la caricia y el roce intenso de su cuerpo.

Me encantaba en él, su toque divertido al hacerme reír y su seriedad cuando se trataba de hacerme sentir.

Y evitando interrumpir el paso a las personas que transitaban por la acera, es que sin dejar de besarme me dirigía hacia la pared más próxima y ahí sentí como su mano libre me acariciaba la nuca y tras dejar caer, sin poder evitarlo, los folletos que llevaba en la otra, la deslizaba por mi espalda haciéndome estremecer.

A aquel intenso momento, le siguió un cálido abrazo y unas suaves sonrisas entre el susurro de insinuantes palabras, que hacía abrazarnos más.

Con su frente pegada a la mía, besaba sonriente mi nariz y yo su bonita boca, atrapándome de nuevo, hasta que nuestras risas volvieron de nuevo para traernos a al presente. Recogiendo los folletos del suelo, con la otra mano cogía la mía y rodeándome la cintura caminamos sin más, ya daba igual si en busca de unos zapatos o unos helados, pues junto a él y su toque divertido... cualquier cosa se volvería interesante.

11/10/2018 - (Atardecer).

     A TI... Y MIS DEDOS PARA ESCRIBIR

 Es lo que preciso,

para expresarte en palabras,

todas esas emociones que en mí provocas,

porque tu eres ese amor que por ti siento.

Eres la lluvia que me hace estremecer aún sin llover,

eres el sol que me susurra al atardecer,

el mismo que me alegra al verlo despertar cada mañana.

Eres el mar que me adentra en sus olas,

y la brisa que me acaricia al sentirla,

así como el frescor de los arboles del bosque,

y el oxígeno que respiro.

Eres la madrugada que me acoge en silencio

entre los pliegues de las sábanas,

y la luna que me alumbra por la ventana.

Eres talento, placer y magia,

sonrisa bella y cautivadoras miradas.

Eres personalidad, delicadeza y coraje.

Fuerza, sensibilidad y carácter.

Eres abrazos, besos y deseo.

Caricias, gemidos y risas.

Eres el corazón y el alma que me hacen sentir,

y el cuerpo que me hace vibrar de emoción y pasión.

Eres tanto y mucho más por descubrir,

eres todo para mí.

A ti... y mis dedos,

es lo que preciso para escribir.

12/10/2018 - (Atardecer).

     AFERRARME A SU CUELLO...

 La tarde avanzaba y las nubes comenzaban a cubrir el cielo, a medida que algunas gotas empezaban a azotar sobre los cristales del ventanal del salón. Aunque me había adentrado en el libro que estaba leyendo, al ir pasando el tiempo cada vez lo echaba más de menos y sólo deseaba aferrarme a su cuello.

Volví a ver la fotografía que me había mandado a través del móvil, y sonreí feliz pues a pesar de extrañarle me alegraba que lo estuviera pasando bien en aquel evento con sus compañeros.

Las gotas en minutos se convirtieron en flechazos de agua contra los cristales deslizándose a toda velocidad y el cielo cada vez oscurecía más, por lo gris del mismo y por lo avanzado de la tarde.

Me incorporé del sofá y cruzando mis brazos en un intento de protegerme de no sabía qué, es que me levanté hacia la ventana y miré sin más el precioso espectáculo, mientras le pensaba y mis recuerdos se iban a aquella tarde en que nos había cogido la lluvia por las calles empedradas de aquel pintoresco pueblo que visitamos y a carrera pudimos llegar al hotel, eso si empapados y partidos de la risa, por el rato divertido y agradable que pasamos.

El fuerte sonido de la lluvia me trajo de nuevo al momento presente, divisando al fondo el acompasado movimiento de los árboles y algunas de sus hojas caer, sintiendo en aquel instante un leve escalofrío, el cual se disipaba cuando lo vi a él tras bajarse del coche que aparcaba con el impresionante manejo de siempre.

Lo vi cruzar el escaso trayecto hasta la puerta de la entrada, con sus andares seguros y rápidos a la vez, evitando que el agua le calase, dejándolo de ver. Seguía contemplando la lluvia con la imagen de él aun en la retina, cuando escuchaba el sonido de la cerradura.

Me giré lentamente, cuando lo sentí parado al otro lado del salón. Ambos nos quedamos mirándonos fijamente, durante unos segundos largos, en silencio... con la agradable música que la lluvia nos regalaba como único sonido de fondo.

Comencé a reaccionar para dirigirme a él, pues mi deseo de aferrarme a su cuello se estaba convirtiendo en una necesidad, cuando con un susurro me pedía por favor, que me quedara allí un instante más. Y a medida que caminaba hacia mí, me explicaba el motivo en un susurro:

- Te ves preciosa y es un deleite mirarte junto a la lluvia caer.

El placer era mío, al verlo avanzar pausado apreciando su gran atractivo a través de aquella sencilla camiseta y sus desgastados vaqueros, atrapada por su mirada... y el deseo de aferrarme a su cuello, cautivándome aún más al acariciarlo con mis dedos mientras jugueteo con la cadena que lo rodea.

A escasos centímetros de mí, se queda parado y desnudándome con la mirada, me sonríe, y le correspondo de igual manera, percibiendo en él su belleza implícita.

Y sin más nuestros cuerpos siguen el impulso de nuestro sentir y nos abrazamos, y nuestro latir se acelera, así como nuestra respiración... no pudiendo evitar soltar un pequeño gemido cuando aferrada a su cuello me dejo acariciar por el agradable aroma y el tacto suave, de su piel. 

Mientras las caricias de sus manos y la presión de su fornido cuerpo que me elevan hasta donde sólo él sabe hacerlo.  

13/10/2018 - (Atardecer).

     HAY VECES...

 Que sin más los dedos se detienen a propósito y las palabras se paralizan aun pudiendo salir, porque prefieren que sean mis ojos los que dicten y mi interior el que escriba, en secreto... donde cuyas palabras se queden en el silencio compartido entre tu y yo. Otras veces, sucede sin pretenderlo... el pensamiento escribe callado lo que el corazón le dice, porque la respiración se entrecorta. Y es que no es para menos, Sr. Colunga.   

14/10/2018 - (Atardecer).

     EL REGALO DE TU SONRISA...

 Observaba a través de los cristales de aquel mayestático salón, cuando me acerqué hasta él para revisar que todo estaba bien y dar los últimos retoques precisos antes de que entraran en acción las cámaras y los fotógrafos, cuando al sentir mi presencia se volteaba haciéndome un comentario divertido al cual correspondí bromeando pero decisión con un toque de humor característico en mi, que algo escondido a veces aparece y que no se esperaba en ese instante, ofreciéndome a cambio aquel despliegue de expresiones al reír siendo puro deleite para mí y un placer el sentir la caricia de sus ojos y de su boca con sólo mirarme. Ahí ya no pude retarle y solo pude expresarle con apenas un hilo de voz:

- Es una auténtica maravilla el regalo que me haces con tu sonrisa.

Lo que seguido a ello me susurró al oído, me llegó al alma... y ahí sigue conmigo.   

15/10/2018 - (Atardecer).

     ESA SENCILLEZ TUYA...

 Esa sencillez tuya que me emociona,

y hace que de una cosa me vaya a otra.

Que el mirarte se convierta en delicia,

y escucharte en una dulce caricia,

que agradecerte y desearte lo mejor,

brote continuo de mi interior,

sintiendo que te quiero cada día más.

Que tu voz me acerque aún más a ti,

y al escucharte siga aprendiendo contigo,

no sólo con tus conocimientos,

con tu opinión y puntos de vista.

Esa sencillez tuya que me emociona,

llevándome de una agradable sensación a otra,

abrazada siempre por tu humildad.    

16/10/2018 - (Atardecer).

     MI ESTRELLA, MI CAPITÁN...

 Mi estrella que ilumina mi caminar, mi aventurero... mi capitán, que me guía por las olas del mar y mucho más allá, día tras día con su gran personalidad y magnífica profesionalidad, con su talento y sabiduría, con su sonrisa y expresividad, con su luz y el susurro de sus palabras aún en la distancia.       

17/10/2018 - (Atardecer).

     SUBLIME...

 Con la grandeza admirable y elegancia que esa palabra conlleva.     

18/10/2018 - (Atardecer).

     ACAPARÓ TODA MI ATENCIÓN...

 Había aceptado encantada, cuando unos compañeros de trabajo me habían ofrecido la invitación de acompañarlos a uno de los circuitos de moto que se realizaba anualmente a unos doscientos kilómetros de allí, ya que sabían lo que disfrutaría con ello.

Dos conocidos suyos también nos acompañaban junto a las parejas de ambos, sólo que hacían el trayecto en moto y nosotros, mis dos compañeros y yo, iríamos en coche.

Una vez llegamos al recinto, tras haber dejado el coche bien estacionado en las zonas habilitadas para ello y haber recorrido andando un gran trayecto hasta encontrarnos con el resto de compañeros, nos adentramos entre el gentío siendo impresionante la gran concentración de motoristas que había en aquel lugar y el sonido que desprendía los motores era pura emoción.

Más, cuando una sensación interior hizo girarme y me encontraba con la mirada de Él, quien acaparó toda mi atención.

Por un momento se hizo el silencio, donde el poder de aquellos ojos y la respuesta de los míos, era la única conversación que yo escuchaba y la única que en aquel instante me resultaba interesante.

Las risas de mis compañeros y la mano de uno de ellos tirando de mí, comentando que seguíamos hacia las zonas de acceso hasta las pistas, me sacaba de mi ensimismamiento, dejándolo de ver entre la gente.

No sabía como explicarlo, pero sentí que todo el interés de aquella carrera se quedaba con él y una parte de mi también. Pero gracias a mis compañeros, ajenos a todo aquello que acababa de sucederme, con sus bromas y charlas hicieron que volviera de nuevo al momento presente y a disfrutar de aquel circuito entre las gradas.

Aunque la sorpresa más especial estaba por llegar cuando al finalizar, nos dirigíamos hacia uno de los restaurantes que había en el recinto para tomar algo, y uno de los conocidos de mis compañeros saluda efusivamente a alguien. Enseguida reconocí aquellos ojos que volvían a mirarme en la distancia y que poco a poco comenzaron a acercarse.

El corazón estaba a punto de salírseme cuando con paso seguro y casco en mano, se acercaba hasta donde estábamos. La profunda mirada que me ofreció antes de saludar entre risas y abrazo al compañero, nuevamente acaparó toda mi atención.

Lo que le siguió a todo aquello, las presentaciones y saludos, las conversaciones y degustaciones, las miradas... los pequeños gestos, fueron sucediendo como a cámara lenta deleitándome con su presencia y lo interesante en él, pero tan rápido a la vez que no quería que terminase.

No sabía exactamente como sucedió, pero terminamos uno al lado del otro manteniendo una conversación sólo los dos, cuando tras contarle mi atracción por las motos y la velocidad le escuché decir: "Acompáñame en el viaje de vuelta...".

Aquella proposición me pilló de sorpresa y él lo notó, de ahí la sonrisa que me regaló, con la que me cautivó aún más. Con la inmensa emoción que me embargaba y cierta timidez, entre risas nerviosas le explicaba que no tenía la ropa apropiada para montar, a pesar de que llevaba vaqueros.

Pero eso no era problema, me respondía. Y una hora después, con el visto bueno y la alegría por ello de mis compañeros, que sabían que iba bien acompañada, me encontraba en una de las tiendas de alrededor para adquirir un casco y una cazadora apropiada, compra que mi acompañante no permitió que pagara.

La sensación que sentí cuando me monté detrás dé él acaparó toda mi atención, como la mirada que me ofreció cuando se giró al notar mis manos en su cintura y el calor de su cuerpo unido a la emoción que me proporcionaba estar junto a él, como había sucedido desde que le vi y nuestras miradas se encontraban.

El viaje fue pura adrenalina y pasión, sentimiento y emoción. Pero lo más interesante era que aquella experiencia y aventura, se repetiría.

Él con su mirada me lo decía mientras sus brazos aferraban mi cintura. Él, que de nuevo acaparó toda mi atención y lo haría por siempre.      

20/10/2018 - (Atardecer).

     LO EXTRAÑABA...

 Llovía como lo hiciera aquella fría tarde en que el barco en el que viajábamos mi ama de llaves y yo arremetió contra el acantilado. De ella no volví a saber y cuando fui consciente y abrí mis ojos, me encontraba sobre el camastro de un camarote desconocido, con solo mi ropa interior y una amplia camisa blanca cuyo olor impregnado fue lo más agradable que sentí en aquel instante ante aquel lugar desconocido y el dolor que padecía mi cuerpo por las heridas que pude divisar en todo mi cuerpo, el cual tenía cubierto por cálidas mantas.

La añoranza que sentí cuando no vi cerca mío a la persona que me acompañaba en mi viaje, me hizo pensar en lo peor. Intenté levantarme, pero el dolor y el profundo mareo que sentí al incorporarme me hicieron desistir. Comencé a llamarla desesperada, pero no apareció. En ese momento comprendí que había tenido peor suerte que yo. Lloré desconsolada durante largos minutos que se me hicieron eternos, hasta que apareció él, aquel desconocido que con solo mirarme me confirmaba mi sospechas.

Aquel desconocido que me había salvado la vida, quien me había curado las heridas en silencio y me había atendido mientras yo apenas podía reaccionar y quien lo siguió haciendo durante días hasta que pude levantarme de aquel camastro.

Además fueron sus palabras, a veces escasas, pero que me llegaban como bálsamo curando a la vez no sólo mi cuerpo sino también mi alma, pues ayudaba a que aquella tristeza que sentía por todo lo sucedido, se alejara.

Hasta que un día no apareció por allí en todo el día y sentí que lo extrañaba. Mi mejoría me permitía valerme por mi misma y comencé a levantarme dando paseos cortos por aquel escaso espacio donde me encontraba.

Sus visitas fueron escaseando, así como sus cuidados... ruborizándome al pensar en aquellos primeros días en que hasta me llegó a asear sin yo apenas ser consciente de ello, despojándome de mi ropa. Cuidando mis heridas con tal delicadeza que ahora lo echaba de menos, tanto como lo extrañaba a él y sus palabras.

Así los días que continuaron a penas nos veíamos, sólo cuando salía fuera y lo encontraba entre el resto de la tripulación, a veces cruzábamos unas palabras preguntándome como me sentía y yo a él cuanto quedaba para llegar a tierra conocida. Otras eran sus intensas miradas y sus sonrisas al preguntarle algo curiosa o simplemente al verme.

Pero sentía cada vez más que me evitaba... y yo sin querer, cada vez me fui apartando de él, sintiendo una tristeza distinta, no tanto por lo sucedido que lo fui superando gracias a su ayuda, sino porque no lo tenía a él. No sólo se trataba de su atractivo, porque era un hombre con una guapura especial de la que emanaba tanta fuerza como existía en su cuerpo, aportando a la vez una sensibilidad y una seguridad, que sentía que con él nada malo me podría volver a pasar. Pero también eran sus palabras, su personalidad y esencia, de la que también me había percatado en aquellos dos meses que ya habían pasado desde la tragedia.. y aquellos dos días en los que tras decirme que tenía que ausentarse forzosamente navegando en una pequeña embarcación, sentía que se me rompía el corazón.

Lo extrañaba... y sentía que él también a mi. De ahí que aquella misma noche que supe que había regresado pues lo sentí ya que apenas pude dormir como desde que se fuera, no pude evitar ir hasta su camarote.

Toqué a la puerta y sin necesidad de que dijera adelante, me adentré... pues sentía que me esperaba. Lo supe cuando vi su intensa mirada la cual traté de sostener, por más que quería refugiarme entre sus brazos y su fornido torso que por primera vez veía al descubierto.

La alegría de saberlo bien se unieron a mi deseo de mujer, y sin más corrí hasta él, quien me cubrió con sus fuertes brazos y el calor de todo su cuerpo, el cual iba reaccionando a medida que sentía el mío.

Lo extrañaba... pero aquella noche hizo que mis heridas físicas desaparecieran con sus besos y caricias, asegurándose con su amor... de curar mi alma para toda la vida.

La lluvia volvía a aparecer sintiendo agradable su sonido de fondo, apenas perceptible entre los latidos acelerados de nuestros corazones y los gemidos que el goce de nuestros cuerpos emitían de placer.         

21/10/2018 - (Atardecer).

     LA CONFIANZA QUE EN TI TENGO...

 A la confianza que en ti tengo,

es a lo que me aferro,

y en lo que creo... de lo que escucho y veo.

Solo la melodía que de ti suena,

la que tu me quieras tocar,

es la que aprecio y valoro,

la única que deseo escuchar,

  ya que es la que encanta a mis oídos,

pues es la que viene repleta de belleza y verdad.

La confianza que en ti tengo,

la que me proporciona tu esencia, tu rostro y tus manos,

tu magia, tu corazón y tu alma,

hace que sea la melodía de tus palabras,

la que me interesa y me cautiva,

la que me ilusiona y me entusiasma,

la que me alivia y me da esperanza,

la que con su especial sonido,

me hace vibrar por dentro.

La confianza que en ti tengo,

se aferra a la tuya entre abrazos, sueños y besos,

siendo tu melodía la que deseo escuchar,

la única en la que creo,

aportando felicidad a mis sentidos.

22/10/2018 - (Atardecer).

     HOY NO PRECISABA MÁS...

 Que la explosión de tu risa, que es magia y vida. Embriagarme con el sonido de tu carcajada, empaparme de la expresión de tu ojos y tu boca. Deleitarme con tu alegría que es la mía. Mirarte... hasta sonreír embobada, al dejarme llevar por la fuerza de tu cuerpo y la fibrosidad de tu cuello, pensando en comerte a besos.

Hoy no precisaba más..., que reír contigo.  

23/10/2018 - (Atardecer).

     GARRA INTERPRETATIVA...

Con la que disfruta de su capacidad de actuación

y con la que atrapa al espectador.

Fuerza que atrae y emociona,

haciendo suyo el sentimiento del personaje,

consiguiendo trasmitir a través del mismo,

una vorágine de sensaciones.

Garra interpretativa...

que sabe encauzar de maravilla,

con talento y profesionalidad,

con delicadeza, pasión y majestuosidad.

Convirtiendo cada escena en un magnífico espectáculo,

que te hace emocionar.  

24/10/2018 - (Atardecer).

     OBRA DE ARTE...

Desde que crea al personaje...

hasta que lo inmortaliza.

Desde que lee su historia,

hasta que comienza a hilarla,

con talento, pasión y dedicación.

Seduciendo la personalidad de aquel,

mientras lo que realiza le seduce a él.

Transformándose en el mismo,

con gran profesionalidad y exquisitez.

Con inteligencia y calidad,

sin dejar detalles atrás.

Obra de arte...

cada personaje que interpreta,

cada proyecto que realiza.

Dedicándole lo mejor,

realizando un magistral trabajo,

cautivando al espectador.

Obra de arte...

cada interpretación que haces.

Obra de arte...

 Fernando Colunga... eres tú. 

26/10/2018 - (Atardecer).

     BENDITA CONFUSIÓN...

Salí a toda prisa de aquel edificio, algo cabreada por el tiempo que me habían hecho esperar para nada, porque ahora tenía que ir a otro lugar a que arreglaran aquellos dichosos documentos y la tarde avanzaba y posiblemente a la hora necesaria no llegara. Para más fastidio cuando fui a cruzar el portal mi teléfono sonaba, comprobando a la vez que llovía a mares ahí fuera, asombrada ante aquel aguacero, porque una hora antes no había probabilidades de ello.

Tratando de atender la llamada en ese momento y agachando la cabeza para resguardarme mínimamente del agua y proteger la carpeta que llevaba en mi otra mano, bajé corriendo los escalones de la entrada del edificio hasta la parada de taxi que había justo a la terminación de los mismos en esa misma acera. Con suerte había uno, pues debido a aquel temporal lo más normal es que en ese instante no hubiera ninguno libre.

Abriendo rápido, entré de igual forma al interior del coche. Tras saludar e indicarle al taxista la dirección de mi destino, es que seguí hablando con la persona que había dejado pendiente al teléfono siguiendo con la conversación mientras observaba por la ventana caer la lluvia. La voz de aquel hombre la escuché de fondo mientras decía: "Disculpe señorita pero yo no..." interrumpiéndole al comprobar que aún no había arrancado: "Por favor, me urge llegar a tiempo a la dirección que le he indicado. Salgamos de una vez, se lo suplico".

 No quedaba lejos, de haber hecho bueno ni siquiera hubiera pillado un taxi porque hubiera adelantado más corriendo, ya que el tráfico estaba denso. Sintiendo el coche en movimiento, una atracción interior hizo girarme, encontrándome con su intensa mirada por el espejo retrovisor.

Era en ese momento que me percataba de aquel hombre, de sus bellos ojos y de su atractivo, por lo que podía apreciar desde el asiento de atrás al lado contrario de donde él se encontraba.

Le mantuve unos segundos su intensa mirada, desviándola enseguida pues no era mi intención ser descarada, ni tampoco perder la concentración que en esos momentos necesitaba, siguiendo inmersa en la conversación telefónica que me interesaba, pues era necesario para lo siguiente que tenía que tramitar. Minutos después apagaba mi teléfono, mientras miraba la hora, desesperando al ver que seguíamos parados en un semáforo.

Sin poderlo evitar, de nuevo sentí aquella atracción y con disimulo mientras removía con los dedos mi húmedo pelo, miré hacia él, que para mi sorpresa e inquietud sus ojos estaban esperándome de nuevo reflejados en aquel espejo, lo cual me ponía aún más nerviosa.

Algo mosqueada conmigo misma y tal vez con la actitud de él, es que continué mirando por la ventana. Lo que había provocado en mí, me impedía articular palabra para romper aquella tensión creada en aquel interior. En una situación normal, igual hubiera cruzado alguna que otra palabra aunque hubiera sido del mal tiempo para hacer más ameno el recorrido, pero aquel desconocido era distinto.

El sonido de su agradable voz me sacaba de nuevo de mi ensimismamiento. No quise voltear, cuando sin más, trataba de calmarme con algún que otro comentario simpático, en que lo que fuera que tuviera que gestionar podría solucionarlo. Y lo peor, es que estaba consiguiéndolo. Mi preocupación se tranquilizaba a medida que me hablaba. Y digo lo peor, porque mi inquietud interior aumentaba, no pudiendo evitar buscar de nuevo su mirada.

Y de nuevo la encontré, esta vez además con una bonita sonrisa. Quería llegar cuanto antes, aquel pequeño recorrido debido a las inclemencias se estaba alargando, pero además estaba resultando más intenso de lo que yo imaginaba, o a menos eso me indicaba mi pensamiento, siendo a la vez contradictorio con la sensación de mi cuerpo por dentro, deseando que aquel agradable momento no terminara.

Enredando con mi teléfono y mi pelo, continuaba observando por la ventana, mientras contestaba con alguna escasa palabra, tratando de no resultar antipática, pues aquel hombre no sabía bien, lo que en mí estaba provocando con sus interesantes palabras y sus miradas, ya que sin apenas hablar me estaban transmitiendo y diciendo mucho.

Nos acercábamos a la dirección. En ese momento volvía a sonar su teléfono y tampoco lo cogió, trayéndome aquel sonido a la realidad. Debería decir "por fin" y alegrarme por ello, pero no era así. No sólo porque me esperaba el tramite pesado de una documentación sino porque era el final de aquel agradable recorrido. Era contradictorio todo lo que estaba sintiendo, pero así era, por más que me cabreara por ello. Porque mi cabreo regresaba a la par que el coche se paraba en el lugar.

Buscando en mi bolso la cartera, le preguntaba algo nerviosa cuánto era. "Nada"... le escuché decir. "No, no... ¿cómo que nada?", le contestaba mientras hacia el me giraba, encontrándome con su mirada, pero esta vez frente a mí, haciendo que tuviera que tragar saliva para poder continuar.

Se había volteado hacia atrás, entregándome a la vez una tarjeta, suponía que con el numero de teléfono del taxi, pues no la llegué a mirar, insistiéndole en que me dijera: 

- Por favor, ¿cuánto es?.

Y sonriéndome, es que me decía:

- "Es que no lo se...".

- ¿Cómo que no lo sabe?... ¡Pues mire el taxímetro!.

Reaccioné de inmediato, tratando de mirarlo yo misma, cuando comprobaba sorprendida que no había ninguno, ni ningún otro aparato que me indicara que aquello era un taxi. Y no me había dado cuenta hasta ahora.

Mi cara debía ser un poema, a mirar por su sonrisa que aumentaba. En ese momento, comencé a decir todo lo que se me vino a la cabeza, desde que era un descarado hasta que no tenía ningún derecho de haberme secuestrado. Lo cual le provocó la risa, escuchando sus carcajadas entremezcladas con el fuerte sonido de la lluvia al abrir la puerta para intentar salir.

Me decía que me esperara, pero yo no atendía a nada. Al salir, me lo encontré frente a mí con un paraguas abierto y una atractiva mirada que me congeló hasta el alma. Pude percatarme de su cuerpo al completo y de su altura, dándome aún más coraje el ver la guapura y atractivo de aquel hombre, además de reconocer su simpatía.

- Debió de haberme avisado, no tienen ningún derecho...

- Traté de hacerlo, pero me lo impidió... Y si a derechos nos vamos, no tenía ninguno de montarse en mi coche sin mi permiso...jaja.

- Estaba en la zona de taxi... algo prohibido, déjeme decirle.

- Tenía las luces de emergencia encendidas, iba a ser solo unos minutos, mientras esperaba a que mi amigo bajara, a quien no he atendido por traerla a la dirección que me suplicó... Y discúlpeme si la he molestado por ello, pero tal como la vi de preocupada no pude negarme a ello, pues tampoco era mucho el trayecto. Imaginaba que podría soportarlo, pero viendo su reacción... debería pensar que no...jaja.

Aquella carcajadas regresaban pero para nada me molestaban, al contrario, me provocó hacer lo mismo, pero sin poder reaccionar simplemente sonriendo, suspiré. En ese instante, siendo consciente del escaso tiempo del que yo disponía, con un pequeño gesto de su mano en mi cintura y con la otra sosteniendo el paraguas, me abría paso, caminando deprisa ambos hacia el edificio. Fueron unos segundos, pero el sentirlo tan cercano, hizo que se convirtieran en eternos cuando nuestras miradas se cruzaron de nuevo a escaso milímetros en la intimidad de aquel resguardo con la hermosa música que la lluvia nos dejaba a su paso y al nuestro.

Me acompañó hasta el interior, donde me pedía disculpas, cuando era yo la que tal vez debía hacerlo, o sin más, ninguno de los dos, por lo que podía apreciar en su sonriente mirada con la que se despedía mientras yo le agradecía.

- Gracias.

- A ti, ha sido un placer... y lo volvería a hacer, por más imprudente que pudiera parecer.

- Fui yo la que debí mirar bien... y aunque ahora me alegre de no haberlo hecho, le pido disculpa por mi confusión.

- Bendita confusión...

Con aquellas palabras que acababa de expresarme resonando aún en mi mente, es que me fui alejando. No pude evitar mirar para atrás comprobando que aún permanecía allí.

Avancé entre la gente. Minutos más tarde cuando de disponía a esperar mi turno, es que sonreía por lo sucedido, por aquellas llamadas a su teléfono que seguro eran de su amigo al que había dejado de atender, por mi. De pronto se me vino a la mente la tarjeta que me entregó. Si no era taxista...

De pronto no recordaba donde la había puesto, desesperada comencé a buscar por todos los apartados de mi bolso, entre los papeles, sorprendiéndome aún más mi desesperación por no encontrarla. Igual se me había caído, ya no estaba segura si la llegué a guardar cuando me la dio, recordando que fue justo a la hora en que le intentaba pagar. Sonriendo, cogí mi cartera y allí estaba... Un bonito nombre, seguido de sus apellidos, que no lo eran menos, aparecía acompañado de un teléfono.

Ya no importaba el tiempo que tuviera que esperar para el tramite de aquellos documentos, que curiosamente, un rato después, se resolvía sin problemas. 

27/10/2018 - (Atardecer).

     AY!!, QUÉ CARA...

Qué cara... y qué expresión,

con esa mirada que de entrada,

te deja sin respiración.

Que al mirarla te derrite,

te atrapa, te deleita,

te hipnotiza,

robándote el corazón.

Ay!!, que cara...

y cómo provoca mimarla,

con ternura, con pasión,

susurrándole,

a risas, a besos,

con caricias... con amor.

Ay!!, qué cara...

qué belleza, qué primor.

28/10/2018 - (Atardecer).

     ENTRAÑABLE...

El sólo mirarte..., el sentir lo mucho que tu interior me transmite al observarte.

29/10/2018 - (Atardecer).

     HAGAMOS UN TRATO...

Si, mi guapo... hagamos un trato,

sigamos soñando.

No dejemos de hacerlo,

con ilusión, con entusiasmo.

Cada día...

Si... mi guapo, sin trucos...

acepto tu trato.

Y además propongo otro,

seguir celebrando la vida,

juntos, cada día... 

brindando con tu dulce sonrisa.

31/10/2018 - (Atardecer).