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Santa Verónica Giuliani O.S.C.Cap. |
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Información personal | ||
Nombre de nacimiento | Úrsula Giuliani Mancini | |
Nacimiento | 1660 Mercatello, Italia |
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Fallecimiento | 9 de julio de 1727 Città di Castello, Italia |
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Religión | Iglesia católica | |
Orden religiosa | Orden de Clarisas Capuchinas | |
Información profesional | ||
Ocupación | Monja clarisa capuchina | |
Cargos ocupados | Abadesa | |
Información religiosa | ||
Beatificación | 17 de junio de 1804, por Pío VII | |
Canonización | 26 de mayo de 1839, por Gregorio XVI | |
Festividad | 9 de julio, 10 de julio (en la comunidad franciscana) | |
Atributos | Corona de espinas, estigmas, corazón, cruz | |
Úrsula Giuliani (Mercatello, 1660 ? Città di Castello 9 de julio de 1727) fue una mística italiana que perteneció a la Orden de Clarisas Capuchinas, elevada a los altares de la Iglesia católica con el nombre de Santa Verónica Giuliani
Nació en Mercatello, ducado de Urbino. Sus padres, Francesco Giuliani y Benedetta Mancini, eran de origen noble.
En su infancia, si bien en un principio destacaba por ser traviesa, caprichosa e impulsiva, apoyada por sus hermanas va desarrollando progresivamente gran piedad y espíritu de oración. En este contexto comienzan a aparecer sus deseos de ser monja, los cuales se fortalecían a través del tiempo. Su padre se esforzó por hacerla desistir de sus ideas y que contrajera matrimonio, pero tras varias luchas con sus parientes, con fe y oración Úrsula consiguió ingresar al monasterio.
En 1677 fue recibida en el convento de las clarisas capuchinas en Città di Castello en Umbría, Italia, tomando el nombre de Verónica, en recuerdo de la Pasión. Al terminar la ceremonia de recepción, el obispo que presidía le dijo a la abadesa: ?Le encargo especialmente a esta nueva hija a su cuidado, porque algún día será una gran santa?.
En el noviciado, tuvo pruebas espirituales muy intensas y grandes tentaciones de volver al mundo, pero se sometió obedientemente a la voluntad de sus directores espirituales. A su profesión en 1678 desarrolló un gran deseo de padecer en unión con Cristo para la conversión de los pecadores.
Después de su profesión, pasó por todos los oficios y cargos del monasterio, desde el más humilde hasta el más honroso, siendo sucesivamente cocinera, despensera, enfermera, tornera, panadera, sacristana, maestra de novicias y, finalmente, abadesa, cargo que ejerció once años hasta su muerte.
En 1693 comenzó una nueva etapa en su vida espiritual cuando tuvo una visión en que Cristo le presentaba un cáliz, simbolizando la Divina Pasión que iba a ser revivida por su alma. Al principio no quiso aceptarlo, pero con gran esfuerzo finalmente accedió; a partir de ese momento comenzó a experimentar por el resto de su vida un intenso sufrimiento espiritual y posteriormente corporal. A partir de este año su confesor le ordena registrar por escrito sus experiencias místicas, por lo que inició la redacción de su Diario, que consta de 42 volúmenes, con unas 22.000 páginas en total. A pesar de su intensa actividad mística, también era una mujer muy activa en el convento, por 34 años fue maestra de novicias, guiando a las jóvenes con gran prudencia.
En 1694 recibió la impresión de la Corona de Espinas en su cabeza, siendo las heridas visibles y el dolor, permanente. El 5 de abril de 1697, Viernes Santo, recibió los estigmas de Cristo en sus manos, pies y costado. En julio de ese mismo año, su propia abadesa la denunciaría a la Inquisición. Esto supuso años de humillaciones y pruebas. Se la obligó a llevar un régimen especial de comidas y a intentar curar los estigmas con diversas técnicas médicas, que terminaron fracasando en todos los casos. Se le practicaron exorcismos y el obispo llegó a tratarla de bruja. Además se la incapacitó para ser elegida para ningún cargo de la comunidad así como para votar en las elecciones de otras para cargos comunitarios; se la sometió a estricta incomunicación, prohibiéndole recibir visitas y escribir cartas.
Las pruebas de la Inquisición fueron cesando en número y retirándose poco a poco las prohibiciones. El 3 de junio de 1703 se le devolvió el cargo de maestra de novicias. Entre sus nuevas discípulas se encontrará la Beata Florida Cevoli. El 7 de marzo de 1716 se le permitiría ser elegida abadesa, y así lo hicieron las hermanas el 5 de abril de ese mismo año. Ejerció el cargo hasta su muerte, preocupándose diligentemente de las necesidades espirituales y materiales de sus hermanas.
En 1727 un ataque de apoplejía la postró en el lecho, falleciendo un mes después de este evento la mañana del día 9 de julio de 1727, en el convento de Città di Castello. Sor Verónica había pasado toda su vida en el amoroso costado de Cristo: el corazón de Jesús había sido su celda, su monasterio y su cielo. Como un hecho extraordinario más en su biografía, en su autopsia realizada por el médico Gentili ante autoridades civiles y eclesiásticas, se encontró que su corazón tenía grabada la cruz y los instrumentos de la Pasión de Cristo,[cita requerida] tal y como la santa había relatado en su Diario.
Fue beatificada por Pío VII el 17 de junio de 1804 y canonizada por Gregorio XVI el 26 de mayo de 1839. Desde 1978 hay propuestas para nombrarla Doctora de la Iglesia. Se la representa usualmente coronada de espinas, abrazando la cruz y con su propio corazón en la mano.
La más antigua de las listas de fiestas romanas de mártires, conocida como el ?Depositio Martyrum? y que data de la época del Papa Liberio, es decir, alrededor de mediados del siglo cuarto (Ruinart, Acta sincera, Ratisbon, pág. 631) menciona siete mártires cuya fiesta se celebraba el 10 de julio. Sus restos habían sido depositados en cuatro catacumbas distintas: en tres cementerios en la Vía Salaria y en uno en la Vía Apia. Dos de los mártires, Félix y Felipe, descansaban en la catacumba de Priscila; Marcial, Vidal y Alejandro, en el Coemeterium Jordanorum; Silvano en la catacumba de Máximo, y Jenaro en la de Prætextatus. Junto al nombre de Silvano se añadió que su cuerpo había sido robado por los Novacianos (hunc Silanum martyrem Novatiani furati sunt). En las Actas de estos mártires, que realmente existieron en el siglo sexto porque Gregorio Magno se refiere a ellos en su ?Homiliae super Evangelia? (Lib. I, hom. iii, en P.L., LXXVI, 1087), se indica que los siete fueron hijos de Felicidad, una dama noble romana. De acuerdo a estas Actas, Felicidad y sus siete hijos fueron puestos en prisión a causa de su Fe Cristiana, a instigación de sacerdotes paganos, durante el reinado del Emperador Antonino. Ante el prefecto Publio adhirieron firmemente a su religión y fueron entregados a cuatro jueces que los condenaron a diversas formas de muerte. La división de los mártires entre cuatro jueces se corresponde con los cuatro lugares de su entierro. La misma Santa Felicidad fue enterrada en la catacumba de Máximo en la Vía Salaria, al lado de Silvano.
Ruinart juzgó que estas Actas eran genuinas (ob. cit., 72-74) e incluso distinguidos arqueólogos modernos han considerado, si bien su forma actual no coincide totalmente con el original, que están esencialmente basados en archivos genuinos contemporáneos. Investigaciones recientes de Führer, sin embargo, (ver abajo) han demostrado que esta opinión tiene poco sustento.
La recensión más antigua de estas Actas, editada por Ruinart, no es anterior al siglo sexto y parece estar basada en un original que no es romano sino griego. Además, aparte de la forma actual de estas Actas, se han cuestionado varios detalles. Si Felicidad fue realmente la madre de los siete mártires recordados el 10 de julio, es extraño que su nombre no aparezca en el conocido calendario romano del siglo cuarto. Su fiesta se menciona por primera vez en el ?Martyrologium Hieronymianum?, pero en un día distinto (23 Nov). Sin embargo, es históricamente cierto que tanto ella como los siete mártires mencionados como sus hijos en las Actas sufrieron por la Fe Cristiana. Desde muy antiguo, su fiesta se celebró solemnemente en la Iglesia Romana el 23 de noviembre, porque ese día Gregorio Magno pronunció una homilía en la basílica que erigida sobre su tumba. Su cuerpo, descansó después en la catacumba de Máximo. Todos los itinerarios romanos o guías a los lugares de entierro de los mártires ubican el suyo en ese cementerio en la Vía Salaria, especificando que su tumba estaba en una iglesia sobre esa catacumba (De Rossi, Roma sotterranea, I, 176-77), y que el cuerpo de su hijo Silvano también estaba allí. La cripta donde se enterró a Felicidad fue más tarde ampliada en una capilla subterránea y redescubierta en 1885. Todavía es visible un fresco del siglo diecisiete en la pared posterior de esta capilla, representando en un grupo a Felicidad y a sus siete hijos, y encima la figura de Cristo concediéndoles la corona eterna.
Ciertas referencias históricas a Santa Felicidad y sus hijos son anteriores a las Actas mencionadas, como por ejemplo un sermón de San Pedro Crisólogo del siglo quinto (Sermo cxxxiv, en P.L., LII, 565) y un epitafio métrico escrito por el Papa Dámaso (m. 384) o compuesto poco después de la época en que vivió y sugerido por su poema en alabanza a la mártir: Discite quid meriti præstet pro rege feriri; Femina non timuit gladium, cum natis obivit, Confessa Christum meruit per sæcula nomen (Aprendan cuan meritorio es morir por el Rey (Cristo). Esta mujer no temió la espada y pereció con sus hijos. Confesó a Cristo y mereció fama eterna. ?Ihm, Damasi Epigrammata (Leipzig, 1895), pág. 45) Tenemos por lo tanto la confirmación de una antigua tradición romana, independientemente de las Actas, a los efectos de que la Felicidad que descansaba en la catacumba de Máximo y cuya fiesta conmemoraba la Iglesia Romana el 23 de noviembre sufrió martirio con sus hijos. No hay constancia, sin embargo, de ningún detalle relativo a estos hijos. Puede notarse que la tumba de San Silvano, uno de los siete mártires (10 de julio), estaba junto a la de Santa Felicidad y fue igualmente honrada; es muy posible, por lo tanto, que la tradición haya identificado a los hijos de Santa Felicidad con los siete mártires y que esto haya sido la base de las Actas existentes. La tumba de San Jenaro en la catacumba de Prætextatus es de fines del siglo dos, período en el cual deben haber tenido lugar los martirios, probablemente bajo Marco Aurelio. Si Santa Felicidad no sufrió martirio en la misma ocasión, no tenemos forma de determinar la fecha de su muerte. En un antiguo edificio romano cerca de las ruinas de los Baños de Tito existió a principios de la Edad Media una capilla en honor a Santa Felicidad. Una pintura descolorida en esta capilla la representa con sus hijos tal como en el fresco de su cripta mencionado anteriormente.
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