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El equipo de Colunga Team y yo te damos la Bienvenida a nuestra casa. Deseamos que te diviertas y que convivas con respeto y cariño con los demás integrantes de nuestra gran Familia.

EN CONTACTO... CON FERNANDO ( VI )

 

 

 

 

 

 

 

 

 JUNIO..., CON GANAS DE DIFRUTAR CONTIGO.
  
Querido Fernando.
Un placer estar aquí e iniciar este mes a tu lado, en contacto.
Con ganas de disfrutar de junio..., contigo.
 Os deseo lo mejor a ti y tu familia. Un beso. Buenas noches.
PD: Dejo lo escrito hasta ahora de "Amor entre viñedos", y lo dejo tal cual como surgió, con sus aciertos y su errores; aunque estos últimos en otro momento con tiempo los corregiré aunque no traiga aquí la corrección, solo es a modo de información...jaja. Obvio me refiero a esa letra, signo... de más o de menos.  
Atardecer  01/06/2018. 
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AMOR ENTRE VIÑEDOS  
La llamada que hacía un momento acaba de recibir había sido la gota que colmara el vaso. Ya no podía más, era un tema con el que llevaba batallando hacía un par de meses. Hasta entonces solo había intercambiado con aquel sujeto unos escritos mediante carta desde la oficina, pero la llamada inesperada que le hizo, amenazándola de demandarla e ir a juicio si se empeñaba en seguir siendo tan frívola con dicho tema, ya la superaba además de que había acabado casi con su ilusión respecto a lo que tenía previsto. Eso unido a las complicaciones diarias surgidas últimamente en el trabajo, hizo que tomara la decisión de adelantar sus vacaciones. Estaba decidido, hablaría con su padrino que era el dueño de la compañía y marcharía, emprendiendo viaje hacia algún lugar.
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Mientras preparaba su equipaje, seguía pensando en el consejo de su padrino, el Sr. Armando, de que dejara por un tiempo aquel empeño suyo con ese tema, con el que le había dejado libertad por lo interesante que resultaba para ella, pero que tenía que desconectar y descansar, pareciéndole buena idea de que viajara. Le tenía mucho aprecio, como ella a él, de ahí que decidiera hacía unos años, también por la amistad que le unía a sus padres, de aceptar aquel trabajo que le ofreció a su lado.
El sonido de su teléfono por la llegada de un mensaje, le hizo recordar que Mario igual seguiría insistiendo en que siguieran viéndose, a pesar de haberle dicho meses atrás de que su relación no podía ir a más. La pasaban muy bien juntos, pero no podía pasar de ser informal, pues por parte de ella faltaba algo... para poder continuar como a él le gustaría. Era un hombre estupendo, se seguía diciendo... pero faltaba ese algo, para completar. Ese "algo" que para ella era tan importante para dejarse llevar del todo y de verdad, a la hora de formalizar una relación. No era de él, pero si trataba de ponerse en contacto con ella, le haría saber que había decidido viajar sin más.
Y aunque no estaba muy segura hacia donde ir, al final se decidió por aquel lugar, guiada por su corazón, aprovechando además el ofrecimiento que un día su padrino le brindara para ir hasta allá cuando lo deseara.
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El vuelo había llegado apenas sin retraso y todo iba yendo como ella había programado. Una vez en sus manos el coche, que por primera vez había decidido alquilar, pensando en que resultaría más cómodo no sólo para desplazarse desde el aeropuerto hasta la zona donde iba a hospedarse, sino que una vez allí podría venirle bien para ir a todos los lugares que le apeteciera sin preocuparse del transporte publico que allá pudiera encontrar.
Había optado por un vestido camisero de media manga, de suave tejido floral y agradable caída, que le llegaba un poco más arriba de las rodillas, con cinturón anudado a la cintura, acompañado de unos botines de media caña de la temporada. Y aprovechando el sol y la brisa primaveral que hacía aquel día, dejó el techo del todo terreno abierto, dispuesta, con su melena al viento y sus gafas de sol colocadas, a disfrutar y a no perderse ni un ápice de la aventura que recién comenzaba y de aquel interesante recorrido que sin saberlo, le esperaba. 
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Había recorrido aproximadamente la mitad de camino cuando seguía deleitándose con el hermoso paisaje que llevaba de compañía, además de su equipaje y la agradable música que había sintonizado y sonaba en la radio. Ensimismada en lo que veía a su alrededor e ilusionada con poder disfrutar al máximo de aquel viaje, es que no se había percatado que entre algunos de los vehículos con los que se cruzaba, en ese momento justo detrás la alcanzaba alguien manejado una preciosa moto. En segundos se había acercado, pues instantes antes, ella no había visto nada.
El gusto por la motos, a pesar de que no solía montar por respeto a las mismas y temiendo el peligro ya que le gustaba la velocidad, hizo que no pudiera evitar seguir observando de más a través del espejo, viendo minutos después como se disponían a adelantarle.
Una delicia más del paisaje se decía para si, pensando en ese disfrute que sería verlo  acelerar colocándose delante de ella, pudiendo apreciar mucho más la moto. Pero para su sorpresa, en un principio eso no sucedió, sino que vio como la moto se mantenía a su lado, a su misma velocidad, percatándose de que el piloto se la quedó mirando... Ya iba a juzgarlo de descarado, cuando lo vio mirar hacia la parte de abajo del coche, a la vez que se acercaba más a ella, mientras trataba de decirle alzando la voz que debería de parar pues había visto algo raro en una de las ruedas traseras.
Aquello le inquietó, más porque no era el coche suyo y no conocía como pudiera reaccionar. Y a punto estuvo de aceptar la invitación de él en ayudarla con ello, si no hubiera sido porque vio en la sonrisa que le ofreció cierta picardía o eso le parecía, creándole más incertidumbre el hecho de que aquel desconocido tratara de aprovecharse de la situación, e incluso haber inventado aquello, pues ella no había notado nada raro desde que venía conduciendo.
Así que sin más, le agradecía a voces para que pudiera entenderla, de que no era necesario, que en nada llegaba a destino y ya averiguaría en algún taller mecánico. Tras escucharla, él insistió en que era importante que revisara la rueda. Ahí es que ella, le contestaba entre atrevida e inquieta, diciéndole que lo que pensaba es que su interés no era tanto el peligro que ella pudiera correr, ni revisar la rueda... sino aprovechar para revisarla a ella. Sin más, tras escucharle decir eso, él se volvía a incorporar al carril izquierdo y acelerando la adelantaba.
Ella vio como se alejaba, no pudiendo evitar sentirse mal. Tal vez su comportamiento apresurado había sido absurdo, ya que podría haberle dicho cualquier otra cosa para que marchara si no se fiaba, además de que sin ser su intención, hasta podría haber resultado creída. Qué interés podría tener aquel hombre, en revisarle nada a ella... se decía, cuando comenzó a notar un ruido raro al coche notando que se movía raro.
No le dio tiempo a pensar nada más, ya que rápido tuvo que reaccionar controlando la dirección sin poder impedir que el coche saliera de la carretera, quedando en el arcén en sentido contrario al que llevaba. Con un susto tremendo en el cuerpo, es que se cubría el rostro con las manos, pensando en lo que hacía a penas unos diez minutos aquel motorista le había sugerido, acordándose mucho más de él de lo que se hubiera imaginado instantes atrás.
Se colocó el chaleco reflectante, dispuesta a poner la señalización necesaria y después hacer una llamada para que el servicio de grúa o quien fuera la ayudara, ya que la rueda había estallado y no tenia idea de como poner la de repuesto, entre otras cosas, no se había puesto a aprenderlo, porque le asustaba la idea de no dejarla bien ajustada pudiendo ser peor el remedio.
Justo se disponía a coger el teléfono móvil cuando escuchó de nuevo, aquel agradable sonido, el de la preciosa Harley Davidson último modelo, que hacía un rato la había adelantado. Vio como quedaba aparcada delante del coche, a la vez que ella quedaba impresionada cuando el dueño de la misma, se desprendía del casco y con el mismo en la mano se acercaba hasta ella. Sin duda alguna, lo que sus ojos veían moverse, formaba parte de la belleza natural del paisaje.
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Lo observó caminar hacia ella. Aquellos pasos seguros, decididos... equilibrados con su gran altura y fortaleza, la cual percibía a través de los vaqueros desgastados que llevaba puesto y la cazadora de montar, no impidiendo dichas prendas percatarse de la atractiva silueta de su cuerpo.
No estaba segura cuanto de descarado pudiera ser, pero sin duda aquel hombre era bien guapo y casi podía adivinar con solo ver su presencia, que además debía ser interesante. A medida que avanzaba, menos lo dudaba. Con su mano libre, iba peinándose de unas pasadas, su bonito y oscuro pelo revuelto. Estando listo cuando llegó a la altura de ella, quien en ese corto espacio de tiempo lo había visto detenidamente, olvidándose totalmente del problema con el coche, siendo él al hablar quien la hizo reaccionar
- Hola... ¿siempre es así de cabezota y desconfiada?.
- ¿Eh... cómo dice?. No... no lo soy. Pero... ¿Y tú?... ¿siempre eres tan descarado?.
- ¿Descarado yo?... jaja. No sabe bien cuánto puedo llegar a serlo... si me sigue provocando, igual lo sepa y de paso hago que deje de ser tan creída.
- ¿Cómo te atreves... ?. Pensándolo bien, más que al servicio de grúa, quizás deba llamar a la policía.
- Deja de decir tonterías. En ningún momento lo he sido, al contrario, demasiado considerado creo que estoy siendo, al reducir la velocidad y no viéndola, volver para atrás, para cerciorarme de que aún sigue viva. Y ahora, por favor, déjame el chaleco pues no llevo en esta moto y apártese más allá donde no corra peligro ni sea visible. 
- Disculpa... por mi osadía y gracias de veras por su ayuda.
Él la miró con tal intensidad, que algo dentro de ella la hizo temblar, como cierto escalofrío, muy agradable por cierto. Y alejada de la zona, pero con visibilidad suficiente, se percató de cada uno de sus movimientos y de la destreza a la hora de cambiar una rueda. Se percató de como dejó caer su casco en el interior de su coche, como se quitaba la cazadora, viendo sus fornidos brazos y su pecho ajustado a la negra camiseta de mangas cortas que llevaba. Como seguido se colocaba el chaleco que no llegó a abrochar y tras pedirle permiso para coger las herramientas necesarias del maletero, hizo el cambio de ruedas en apenas tiempo, deleitándose ella con cada uno de sus movimientos. 
Cuando había terminado, ella comenzó a acercarse. Él se desprendía del chaleco entregándoselo a ella, quien al ver sus manos algo engrasadas, le ofreció unas toallitas refrescantes que llevaba en la guantera del coche para que se limpiara. Aprovechando él, el gesto de ella, para percatarse de sus torneadas piernas mucho más arriba de la curvatura de sus rodillas, cuando abriendo la puerta se estiraba para acceder hasta la zona donde se encontraba el envase que las contenía.
Le agradeció preguntándole hacia donde se dirigía.
- Un pequeño pueblo, ya no muy lejos de aquí... o eso creo.
- Veo que sigues desconfiada conmigo.
- No es eso, se llama...
- No, no te preocupes... sólo bromeaba. Probablemente no coincidamos de nuevo.
- Le agradezco mucho y de nuevo te pido disculpas por mi reacción inicial.
- No, nada que disculpar... es normal que reaccionaras con cierta desconfianza, viajando sola y por un lugar que no conoces, porque es lo que he deducido. Ahora tengo que marchar, te deseo buen viaje. ¿Me acercas mi casco y mi cazadora, si no te importa, por favor?.
Y ella con una sensación de culpabilidad que no entendía muy bien, tal vez por esa desconfianza que había mostrando sin querer hacia él y cierta tristeza que comprendía aún menos, al saber que se marchaba y que igual ya no se volvían a encontrar, pues él seguro que viajaba mucho más lejos, es que decidida estiraba de nuevo su cuerpo hasta coger las pertenencias de él, quien sin inmutarse al ella voltearse, lo encontraba con una picara sonrisa observando fijamente de nuevo sus prietas piernas. Había hecho que cogiera sus cosas solo para eso.
- Veo que sigue tan descarado como al principio o más...
- Jaja... no, no es cierto. No es descaro... es placer, créame. Cuídate.
Y así, con casco y cazadora en mano, es que lo observó detenidamente de espaldas marchar, percatándose del movimiento de su espalda y su trasero. No, aquello tampoco era descaro... era un auténtico placer. Vio como al llegar a la Harley se colocaba su cazadora y antes de ponerse el casco, le dirigió una sonriente mirada... tal vez al verla aún de pie sin haber entrado en el coche, siendo consciente de que lo había seguido con su descarada mirada, algo que al parecer no le molestaba para nada. Colocándose el casco aceleró fuerte, produciendo un agradable sonido, a modo de saludo y en un sorprendente giro, se incorporó a la carretera donde mirando por su espejo ella pudo ver como la observaba aún en la distancia, alzando la mano antes de que dejara de verlo, pues la velocidad que alcanzó no era para menos.
Era... para desaparecer cuánto antes y que no influyera en ninguno, aquellos sentimientos encontrados que sintieron.
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Cuando dejó de verlo por completo, con una sensación que desconocía hasta ese momento es que volvía al coche y con cuidado se incorporaba de nuevo la carretera. De cualquier forma pensándolo bien, había sido un encuentro agradable el surgido con aquel guapo motorista. Fuese lo que fuera que le surgiera más en su aventura, solo con el precioso paisaje que observaba de aquellos campos plantados de vides y el sol comenzando a ponerse sobre ellos en la tarde, era un gustazo.
Y con el pensamiento en él, siguió el camino, recordando su grave y agradable voz mientras le contaba a medida que solucionaba el problema de la rueda, que algo clavado en el interior al parecer desde hacía tiempo, pudiera ser el motivo de ello.
Casi una hora después llegó a su destino. La casa donde se hospedaba estaba a las afueras, rodeada de viñedos, a unos kilómetros antes de llegar al pueblo, el cual ya visitaría pues en ese momento solo pensaba en dejar las cosas y descansar. Antes de abrir con las llaves que le había dado el Sr. Armando, prefirió llamar pues su padrino le había hablado de María, una mujer que conocía desde hacía muchos años, y con la que hablaría para que estuviera pendiente de que en la casa no faltara nada y todo estuviera en orden cuando ella llegara.
Tras dar unos toques y no contestar nadie, es que se adentró en la misma. Nada más entrar quedó encantada con lo que aquella luminosa y acogedora casa le transmitía. O tal vez fuera su cansancio pensó, como fuera lo que sintió al entrar le agradó. Dejándose llevar por la luz anaranjada de la puesta de sol que entraba por los amplios ventanales de lo que sería el jardín, es que dejó su equipaje y fue hasta allá para observar el hermoso paisaje no solo de la zona ajardinada de la casa sino de los viñedos que al fondo se percibían en todo su esplendor, acariciados por los brillantes rayos de sol.
Tras deleitase unos minutos, entró de nuevo en la casa. Buscó una habitación para dejar sus cosas. La primera que abrió le gustó, debía de ser la principal por la cama de matrimonio que había, la cual era muy amplia y cubierta de sabanas blancas. Tanto la decoración como el amplio ventanal que daba al exterior le agradaba, así que sin más dormiría allí. Sin ver más nada de la casa, fue hasta el baño, se lavó las manos y seguido se dirigió hasta la cocina, donde vio unas naranjas con muy buena pinta sobre un recipiente en la encimera, así que decidió prepararse un zumo. Tras tomárselo, abrió el frigorífico, comprobando que María en la mañana lo habría dejado previsto de todo lo necesario. Al día siguiente la vería, pues vivía en el pueblo
Tras mandarle un mensaje a su padrino para que no se preocupara, diciéndole que había llegado bien, es que abrió su maleta para sacar simplemente su neceser y algo cómodo para dormir así como sus zapatillas para andar por la casa. Ya se ocuparía de colocar todo al día siguiente. En ese momento solo le apetecía limpiar sus dientes, darse una ducha y dormir en aquella enorme cama sin preocuparse de más nada.
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Era tal su cansancio, que enseguida se quedó dormida sin extrañar su cama. La verdad que aquella era tan cómoda y sus sábanas recién puestas olían tan bien a limpio que era una delicia, ayudando eso a sentirse como en casa. Tan profundo era su sueño, que ni siquiera percibió cuando la puerta de la entrada se abrió en la noche.
Alguien entraba dejando la prenda que traía en la mano en la percha que había en el recibidor y se dirigía a la cocina a beber agua fresca sin dejar de notar un olor diferente en el ambiente. Seguido fue hasta el baño para darse una ducha. Tras terminar se dirigió hasta su habitación. Al prender la luz, a punto estuvo de dejar caer la toalla que llevaba por la cintura, al ver lo que estaba viendo. Con el pulso acelerado y el corazón a punto de salírsele de lo inesperado o de lo que estaba viendo, ya no sabía, es que solo pudo susurrar: "¡Joder! ¿que significa esto?".
Aquellas piernas desnudas entre las sabanas... ya inconfundibles para sus ojos, el oscuro cabello cubriendo parte de un rostro que podía adivinar. Miró a su alrededor, percatándose del vestido que había sobre el respaldo del sillón y las botas al lado de éste. Sin duda alguna, se trataba de ella.
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Dormía profundo, no queriéndola molestar, más que nada para que no se sobresaltara ni se asustara de ver alguien allá. Mejor averiguar en la mañana qué estaba sucediendo. Sigiloso, abrió unos de los cajones de la cómoda que tenía al lado sacando un pantalón de dormir de algodón azul y una camiseta blanca de manga corta, no cogiendo nada más, al día siguiente sería otro día.
Una vez se vistió, volvió al cuarto de baño, percatándose mejor de lo que allí había. Pero no encontró rastro de nada que le hubiera podido hacer sospechar. Igual cuando fue a la cocina, que aunque solo paró para tomar agua, en ese momento veía que estaba también todo ordenado.
Fue al salir al porche del jardín, que se percataba de una amplia toalla, de las que había en la casa, sobre una de las sillas, probablemente para que se secara. Por lo que veía, apenas se dio una ducha cayó rendida, pues había percibido también su maleta a medio deshacer con un neceser sobre ella, de ahí que intuyera que ni se hubiera percatado de su ropa en los armarios ni del resto de cosas de la casa en general.
Lo único que le tranquilizaba algo, es que aparte de él, solo dos personas más tenían la llave de esa casa y ambas eran de confianza. Alguna de ellas se la habría facilitado. Como fuera ya se enteraría, ahora trataría de dormir, si era capaz... en alguna otra cama o en el sofá. De momento, se quedaba sentado en el que había en el jardín, tratando de asimilar aquella situación mientras observaba el cielo cubierto de estrellas. Pensativo, más... porque no imaginaba que con aquella mujer se volvería a encontrar y mucho menos, acostada en su cama. Imagen que en su mente aún rondaba, sin serle indiferente para nada.
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Pasado un tiempo, decidió entrar y tratar de conciliar el sueño tumbándose en la cama, no pudiendo evitar al pasar por el pasillo, mirar la silueta que se entreveía de su cuerpo con el reflejo de la luz de la luna.
No fue fácil para él conciliar el sueño.
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Pasado un tiempo decidió entrar a la casa y tratar de dormir tumbándose en la cama de la habitación que estaba al lado, no pudiendo evitar al pasar por el pasillo, mirar la silueta de su cuerpo, que se entreveía con el reflejo de la luz de la luna que entraba por las rendijas de la persiana.
No fue fácil para él, conciliar el sueño.
En la mañana, se levantó temprano y tratando de llevar la situación con la mayor normalidad posible esperando se resolviera de la mejor manera, decidió preparar el desayuno. Ella comenzó a removerse en la amplia cama, percibiendo un agradable olor a pan tostado y a algo más que en ese momento no sabía distinguir, sonriendo al pensar en degustar aquello que fuera que estuviera preparando la señora María.
De buen ánimo se levantaba, subiendo la persiana y abriendo la ventana, comprobando que de día, si cabía, aquella habitación resultaba más bonita y acogedora todavía. Luminosa y con una decoración muy agradable, con muebles de madera en blanco envejecido mezclados con otros materiales como la forja y tejidos suaves, decorado todo con estilo entre moderno y rústico.
Apenas pasó por el baño para refrescarse la cara, pues no quería demorar más en saludar a aquella señora de la que tan bien le había hablado su padrino y agradecerle por su interés en que todo estuviera en orden para cuando ella llegara. Pasando sus manos por el pelo a falta de haberlo peinado, siguió el delicioso aroma hasta la cocina, saludando con cierta emoción antes de llegar a la misma. 
- ¡Hola, señora María...!, umnh... que rico huele.
 La sorpresa se la llevó cuando entró y comprobó que quien estaba de espaldas a ella, dándole vuelta a lo que fuera que hubiera en el fuego, no era una mujer. Era un hombre... cuya espalda no era desconocida para ella. Paralizada sin poder reaccionar ni articular palabra, se quedó aquellos segundos hasta que vio como él se giraba, no pudiendo visualizarlo de arriba a abajo, con el pelo revuelto, la camiseta blanca y aquel pantalón de algodón azul que tanto le confesaba en ese instante, percatándose rápido de que en ese momento no le acompañaba ropa interior.
Él, tras coger respiración, al verla allí de pie, con aquel suave camisón blanco de finos tirantes, cubriendo parte de su femenino cuerpo, sin impedirle apreciar sus definidas curvas, comprobando además sus bonitos rasgos recién levantada y sin gafas tras las que ocultar sus lindos y oscuros ojos, es que sonriendo saludaba, haciendo que ella reaccionara.
- Buenos días.
- ¿Tu...?.
- Como ves... no soy la señora María.
- Si ya veo... pero, ¿se puede saber qué haces aquí?.
- Eso te pregunto yo a ti... porque esta es mi casa.
Muerta de vergüenza al escuchar aquello, es que trataba de cubrirse rodeando con sus brazos la zona de su pecho al percatarse además, en ese momento, de que no se había cambiado de ropa al salir de la habitación, con la emoción y pensando en que sería María la que la recibiría. Todo ello ante la atenta mirada de él, que seguía sonriente, arqueando las cejas expresivo cuando la vio que apurada, se cubría.
- Pero no te preocupes, no hay nada que no se pueda arreglar con un buen desayuno, ¿no te parece?.
Volvió a mirarlo de arriba abajo, sin saber como iba a terminar aquella situación, pero estando segura de algo, que no iba a impedir disfrutar de aquella deliciosa comida en compañía de aquel interesante hombre. Luego después averiguaría y ya vería lo que hacía.
La puerta que daba de la cocina al jardín estaba abierta, colándose una ráfaga de viento que la hizo sentir un escalofrío. Fue en ese momento que reaccionó y pidiéndole disculpas, se retiró a por una rebeca fina de igual color que el camisón con la que seguramente ante él se sentiría más segura, el cual se dejó puesto por no hacerlo esperar y quizás por lo que él bromeando le había dicho, que si ella se lo quitaba, él en pijama estaría en desventaja.
Una vez sentados, hubo un momento en que les invadió el silencio. Ella con cierta inquietud por estar allí desayunando con aquel hombre, que solo conocía de horas antes haberle hecho el favor de cambiarle la rueda de su coche. En lugar de averiguar que hacía allí, desde cuando llevaba en la casa, si la habría visto en la cama... con cierta inquietud, si... pero sin temor de estar en ese lugar a solas con él, pues aunque increíble pareciera que lo conocía de toda la vida.
Con cierta timidez, por sus dudas tal vez... por la intimidad de aquel momento quizás, es que trataba de prepararse lo que iba a tomar, sin poder evitar preguntarle algo sin mirarle a los ojos.
- ¿Desde cuándo llevas aquí?.
- Desde anoche... Si lo que quieres saber es si te vi acostada, si... y para serte sincero fue agradable volver a observar tus piernas.
- Ya veo que sigues con tu descaro, se me había olvidado por momentos.
- Y qué me dices del tuyo entrando en casa ajena...jaja.
- Yo no...
Ella comenzó a hablar, pero no pudo seguir haciéndolo, pues cuando alzó su mirada se encontraba con el espectáculo de verlo morder un trozo de pan tostado cubierto de huevos revueltos. El verle mover la mandíbula de aquella manera entre ruda y sensual, en medio de su bonita sonrisa, era para ella una delicia que la dejó con la boca entreabierta y sin poder hacer otra cosa que observarlo.
- ¿Fue la señora María quién te invitó a venir?.
La hizo reaccionar volviendo de nuevo a la conversación.
- No, a ella pensé que la vería en el día de hoy. No la conozco aún. Fue el Sr. Armando, que hace tiempo me ofreció que podría venir cuando quisiera sin problema. Ahora necesitaba unos días de descanso y le comenté, de que me apetecía venir hasta este lugar. En un principio pensé en hospedarme en alguna casa rural o un hotel, pero al decirle de venir hasta aquí, insistió en que sin problema me viviera.
Notó que la expresión de su cara, había cambiado. La sonrisa en él se había desdibujado justo cuando había mencionado al Señor Armando, apareciendo su semblante serio.
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Comenzó a sentirse incomoda y por primera vez desde que llegara, algo extraña en esa casa, de la que tanto le había hablado su padrino. No quería molestar y decidida dando por terminado el desayuno, es que se levantaba de la mesa decidida a recoger sus cosas y marcharse.
- Aún no has terminado el desayuno...
- Ya no me apetece más. Lo mejor será que vaya recogiendo mis cosas antes de que sea más tarde. Igual puedas recomendarme un sitio para...
- Por favor, vuelve a sentarte. Discúlpame, pues igual al bromear pude hacerte sentir incómoda y no era mi intención. No te preocupes. Si es cierto que te vi acostada, bueno y tus piernas, pero nada más. Pero fue al entrar a la habitación a coger mi ropa, cuando al darle a la luz te vi.
- O sea, que además pillé tu habitación... Pensando en que estaba sola no miré nada más, solo quería descansar y no me percaté de...
- No importa, yo tampoco me percaté de tu presencia hasta que te vi pues no vi nada antes que me hiciera sospechar. Luego al verte y darme cuenta de tu ropa sobre el sillón, supe que eras tu. De ahí que no llamara a la policía ni nada de eso...jaja.
- Siento de verdad haber interrumpido...
- Nada... No tienes por qué marchar, lo haré yo... si tanto te molesta mi presencia.
Se la quedó mirando de tal manera al decirlo aquello último, mientras pegaba un nuevo bocado, que a penas pudo continuar hablando.
- No... por favor, lo haré yo... y no es que me moleste, sólo que no quiero incomodarlo quitándole la privacidad a la que tiene derecho.
- A ver, no suelo estar en estas fechas por aquí. Suelo venir algo más adelante. Pero he venido a hacer unas gestiones y arreglar unas cosas, por lo que estaré solo unos días. No tiene sentido que vayas a hospedarte a ningún otro lado.
Ella inquietándose mientras más lo observaba y lo escuchaba, es que se levantó para dirigirse a la habitación.
- No me importa, ya te digo que era una opción que había pensado... gracias.
Él levantándose, llegó a alcanzarla cogiéndola por el brazo. La intensidad con la que la miró, junto a aquello que sintió cuando lo vio de nuevo de pie, con aquel aspecto interesante que le daba su revuelto pelo y aquella escasa barba de un par de días, esa camiseta y aquellos pantalones, que ahora mucho más les confirmaba que no llevaba nada más puesto bajo de ello que no fuera suyo propio y natural, es que no pudo evitar sentirse atraída y a la vez nerviosa al tenerlo tan pegado a ella.
- A penas pasaré por aquí, vendría más que nada a dormir. Pero te digo, que pillo mis cosas y me marcho pues tengo otros sitios donde quedarme. Pero tu como invitada, debes quedarte aquí. ¿Ok?. Más siendo una invitada del Sr. Armando. Quédate con total confianza.
Ella asintió y tras mantenerle la mirada unos segundos más... es que se apartó yendo a la habitación. Al llegar a la puerta, se quedó parada sintiendo aún la mirada de él al otro lado del pasillo. En un instante pensó desde que se lo encontrara, lo que hizo por ella, no podía permitir que se fuera a otro lado. Apenas se verían, además era su casa... No sabía porque pero no quería irse a otro sitio que no fuera esa casa... y tampoco que él lo hiciera. Se giró y sin pensarlo mucho más:
- Preferiría que no fueras a otro lado, pues es tu casa... y bueno, yo como invitada, pues aquí me quedaré.
- Está bien...
Se quedó pensativo cuando la vio entrar en la habitación. Tenía que hablar con Armando, y que le aclarara lo de ella como invitada, pero eso no era lo que le inquietaba. No... lo qué se preguntaba era por qué no le apetecía irse de allí. De tratarse de otra persona la que se hubiera encontrado como invitada, le habría hecho saber de su presencia en la noche y sin más hubiera cogido sus cosas marchándose tras haberle confirmado Armando que era alguien de confianza. La voz de ella, lo sacó de sus pensamientos.
- Por cierto, la señora María...
- Ella se fue de viaje ayer en la mañana y no volverá hasta dentro de un par de semanas, creo.
- Ah... pensé que estaba aquí. El Sr. Armando me dijo...
- No te preocupes, estando yo aquí no te faltará nada.
- Gracias...
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Al entrar en la habitación no pudo evitar hacer lo que no había hecho la tarde anterior cuando llegó. Revisar el interior de lo muebles. Se quedó sorprendida con la sensación que tuvo al ver sus prendas de vestir colgadas en el armario, así como su ropa interior en los cajones. Sería por no molestarla que no accedió hasta la misma o es que había momentos en el día que le gustaba estar sin ella. Más se sorprendió al darse cuenta de que seguía con aquella idea o mejor dicho, visión en la cabeza.
En ese momento sonaba su teléfono móvil. Era su padrino.
- ¡Hola!.
- ¡Hola ahijada querida!. ¿Qué tal?.
- Bien... aunque estaba pensando en llamarte porque....
- Si... imagino que por lo de María.
- Bueno... si... en parte, pero...
- Sabes, no contestó a mi llamada y mensaje hasta hoy temprano, diciéndome que justo ayer en la mañana salió de viaje. No sabía nada de tendría pensado viajar, pero supongo que no habrás tenido problemas con nada...
- No... solo que, más que nada...
- Oye, discúlpame, pero me está entrando una llamada por la oficina y no se si será la que espero urgente. Luego te llamo... disculpa.
En ese momento aprovechó para salir y ver donde estaba él. Dirigiéndose por el pasillo regresó de nuevo a la cocina. Al ver que no estaba allí, fue hasta la puerta que daba para el jardín, viéndolo andando por el césped. Parecía que hablaba por teléfono. Sonrió con una agradable sensación en su interior de saberlo allí, no sabía por qué, pero le gustaba lo que sentía y sin darle más importancia se entró, terminando lo que faltaba por limpiar, pues él había recogido prácticamente todo lo del desayuno.
Mientras tanto, él hablaba con Armando, al que había llamado a la oficina, justamente cuando estaba haciéndolo con su ahijada por el móvil, solo que sin él saberlo, claro. Aquel no se esperaba su llamada. 
- Si, dígame...
- Buenos días. ¿Qué tienes que decirme de esa invitada tuya acá, es que no se supone que deberías haber avisado?. O sea, me cedes este lugar, pero para qué si...
- Antes que nada me bajas la voz. Lo siguiente esa invitada de la que hablas es alguien a que le tengo cariño y a la que debes dirigirte con respeto. Además no sabía que tu estuvieras en estas fechas por allá, no sueles hacerlo.
- De cualquier manera. Si un día me cediste esta casa, también podrías consultarme, digo yo.
- Si, pero también lo hiciste con la condición de que siguiera siendo tan mía como ahora lo es tuya. No querías aceptarlas sino era así, con esa condición, ¿no es cierto?. Y ante eso accedí. Así que no se por que te importa tanto mi invitada, que ya le ofrecí la visita desde que esa propiedad era exclusividad mía.
- Lo dices de esa forma, que voy a arrepentirme de haberlo hecho. No debí acceder a tu insistencia.
- Deja de decir tonterías. Sabes que lo hice por la importancia para ambos de ese lugar. Mira, últimamente andas algo contrariado conmigo, por lo que no voy a tomar en cuenta tus palabras. Además no tenía ni idea de que estuvieras por allí, te pensaba bien ocupado con tus proyectos por Nueva York.
- Si, pero he tenido que venir por unos asuntos... Discúlpame, no es que me moleste ella, pero tampoco sabía quien era. Me la encuentro de pronto...
- Ya sabes que es alguien importante para mí, así que te pido estés pendiente de ella ahora que supe que María no está por allá y procura no hacer nada con lo que se sienta incómoda ¿me oyes?.
- ¿Algo más?.
- No me hables en ese tono. 
- Pensé que también éramos amigos.
- Si, pero no olvides lo que soy antes que eso. Mira, creo que hace tiempo, tal vez demasiado, que no nos vemos. No estaría mal que un día de estos vinieras por acá.
- Si, puede que algún día de éstos lo haga... Y no te preocupes por tu invitada, la atenderé bien. 
- Mas te vale... 
Se frotó la cara tras dejar el teléfono y se acercó andando hasta el interior de la casa. Ella lo había estado divisando por la ventana mientras limpiaba, y aunque no había escuchado la conversación no había podido evitar observar sus gestos y el movimiento de su cuerpo en aquel tiempo.
Él no pensaba encontrarla allí, por lo que venía aún con el rostro algo contrariado. A ella eso le hizo sonreír, pues además de guapo le daba cierto toque divertido, más observando aquel cuerpo grande y fornido. Sin más le sonrió cuando se percató de ella.
Su rostro le cambió rápidamente, correspondiéndole con una amplia y bonita sonrisa. Sin duda alguna, aquella mujer era una delicia en si misma. No entendía por que el cabreo con su padre, si agradecía tanto aquella agradable invitada y su llegada. Tal vez era eso lo que temía, lo mucho que le agradaba... y el no saber que lugar ocupaba en la vida de Armando, de ahí su inexplicable cabreo por no haberle dado más explicación sobre ella y él por orgullo, no preguntarle.   
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Tras mirarse unos segundos fijamente, es que él le comentaba de entrar a retirar sus cosas de la habitación para que ella pudiera utilizarla a su gusto y antojo. Ella le preguntó si le ayudaba, él con una linda sonrisa aceptó encantado. Fue un momento divertido además de agradable para ambos, pues rieron cuando él le acercó un montó de camisas para que llevara al otro armario de la habitación de al lado.
Seguido él se dio una ducha mientras ella colocaba sus cosas, no sin antes preguntarle de forma pícara si le echaba una mano, a lo que ella le decía que no era necesario, con una divertida sonrisa.
Mientras ella en la ducha, el marchó... dejándole una nota sobre la cama, donde le deseaba feliz día y seguido anotado su teléfono móvil, por si necesitaba cualquier cosa.
Y el día fue transcurriendo para cada uno por separado. Él gestionando algunos asuntos, haciendo algunas visitas a amigos en el pueblo y yendo a algunos de los terrenos que tenía a las afueras del mismo.
Ella relajándose y disfrutando de cada detalle de aquella bonita casa, organizando y dando algún paseo por el pueblo, aprovechando para hacer algunas compras.
En la tarde disfrutando de un agradable atardecer sentada en uno se los sillones del jardín, donde sin saber por qué... comenzaba a echarlo de menos a él.   
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Recordó que no había reanudado la conversación con su padrino. Él no la había vuelto a llamar... y ella no había querido insistir pues no quería molestarlo. Ya hablarían, pensó, a la vez que se preguntaba que relación tendría Armando con él. Él... volvía a repetirse, percatándose de que ni siquiera sabía su nombre y lo extrañaba como si lo conociera de toda la vida.
Viendo que comenzaba a anochecer y él no llegaba, se dispuso a preparar una ensalada, la cual, degustó a solas, tras haberlo esperado un tiempo más. Se recordó aquello que le dijo, de que él casi no estaría por allí, que apenas iría a dormir.
Tras ir al baño y cambiarse de ropa, se tumbó en la hamaca que colgaba del techo en el porche de la zona ajardinada, aprovechando mientras reposaba lo ingerido, para introducir entre sus contactos, uno nuevo... ÉL   
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Intrigada, no pudo evitar acceder hasta su perfil una vez lo incluyó entre sus contactos en su teléfono móvi
Publicado por atardecer
Publicado el 02/06/2018 00:51 - Total Temas: 301 - Total Mensajes: 11947
PUES NADA... NO PUEDO HACER LO QUE DESEABA QUE ERA TRAER TODA LA HISTORIA ESCRITA HASTA AHORA.
AL COPIARLA DEL FORMATO, NO ME DEJA... NI TAMPOCO DEJARLA EN EL CUADRO DE TEXTO Y LUEGO COPIARLA.  
MIS DISCULPAS. No valido. Gracias. Atardecer.
Publicado por atardecer
Publicado el 02/06/2018 00:54 - Total Temas: 301 - Total Mensajes: 11947
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