El equipo de Colunga Team y yo te damos la Bienvenida a nuestra casa. Deseamos que te diviertas y que convivas con respeto y cariño con los demás integrantes de nuestra gran Familia.
Después de tiempo me doy un respiro, la
vida diaria por fin me soltó, y ahora que estoy descansando de la ardua labor
diaria, y a petición de varias, jejejje, me animé a seguir soñando con el bello
Fernando, esta vez, en una nueva historia, donde la ternura y el amor serán
nuestro tema central.
esta historia es muy especial y
particular para mí, porque este mes aquí en mi tierra cobra mucha importancia
la espiritualidad, y sé que es esencial en la vida tanto de nuestro Fer amado,
como para nosotr@s. se me ocurrió la idea hace poco y solo me deje llevar.
espero sea de vuestro agrado.
Antes de empezar la historia, nos
empaparemos de la tradición a la cual haremos mención durante toda la historia
y nos llenaremos del espíritu MORADO que encierra este mes tan hermoso.
es tiempo de leer y estaremos felices
sin Fernando es el protagonista de nuestra propia historia de amor
Lima, Octubre de 1950.
Las calles del Centro de Lima, ya
estaban abarrotadas de gente, las personas de la Ciudad de los Reyes ya se
preparan para reencontrarse con su fe.
Yo escucho a mi patrona,
llamándome, alisto mi hábito y mi cordón, junto con mi velo blanco de encaje,
para seguir a la mar morada que pasaba por nuestra casa.
-Milagros apresúrate!, debes
estar lista- me decía doña Catalina.
-Si Señora, ya estoy casi lista.
-Aquí está el brasero nuevo,
tiene ya carbón y palo santo, solo te falta el incienso y el sahumerio.
-Si Señora ya lo llevo en el
bolso.
Doña Catalina, una mujer viuda
muy generosa, conoció a mi madre de muy joven, cuando llegó de su natal Cusco a
la Capital, mientras trabajaba con ella conoció al chofer de la casa, Jerónimo,
y entre ellos nació el amor, Doña Catalina, aceptó la relación de mis padres y
les brindó todo su apoyo, al enviudar y quedarse sola, porque Dios no le dio la
gracia de ser madre, encontró en mis padres a su única familia. Yo nací dos
años después, siendo la alegría de la casa, pero aquejando un soplo en el
corazón, mis padres, desesperados, me ofrecieron con mucha fe, a la imagen del
señor de los Milagros, poderoso patrón de la Ciudad, me pusieron su nombre y mi
enfermedad menguó casi por completo ese mismo año, y desapareciendo por
completo al cumplir mis tres primeros años, por lo que mi Madre en su promesa,
llevó el hábito morado, para agradecerle la gracia de darme vida y salud.
Dice la tradición que, en la
procesión del Patrón, las damas enviaban a sus criadas con el hábito color
morado, van delante de la Imagen sagrada, mirándolo de frente y purificando su
recorrido con el humo del sahumerio y el incienso. Mi madre lo hacía por su
patrona, y esa tradición pasó hacia mí, tras su muerte. Yo iba siempre con
mucha fe, pidiendo fuerza y salud, para mi padre, y doña Catalina.
Este año, los fieles eran muchos,
y ya la fe había crecido internacionalmente, tanto que gente de otros países
llegaban a Lima, para pedirle favores, y gracias.
Ya vestida con mi habito
tradicional, Sali de mi habitación, hacia la sala de la Casa. Doña Catalina ya
me esperaba, con el brasero nuevo y una sonrisa en el rostro.
-Mi pequeña Milagros, estas muy
bella, ya estas lista?.
-Si Señora, ya la procesión está
cerca.
-Pon esta fruta fresca en tu
bolso, para después del recorrido, y que el Cristo moreno te bendiga, tu madre
estaría orgullosa de ti.
-Lo hago por mi familia, usted y
mi padre son mi única familia.
Yo le dí un abrazo y salí de la casa. en la entrada estaba mi padre, limpiando el coche, le pedí su bendición y fui rumbo a la procesión.
Llegué justo a tiempo, las demás
sahumadoras ya colocadas delante del Señor, con los velos blancos en la cabeza
y llenando el ambiente de un dulce aroma a Santidad. El camino era largo y el
sol calentaba, pero la fe es más fuerte y ver la imagen frente a mi, llenaba mi
corazón de alegría. Con mi brasero alzado en lo alto, mi sahumerio prendido y
adorándolo, era suficiente para seguirlo, hasta el último de mis días.
Ya trascurrido medio día, con la
voz quebrada por haber cantado las alabanzas al Divino nos paramos en un
descanso, y di vuelta hacia la derecha, de entre todos los asistentes, mis ojos
vieron a un joven alto, fornido y guapo, pero que en su mirada llevaba la tristeza,
la súplica de alguien que deseaba recibir una gracia especial, sus ojos al ver
la Imagen de Jesucristo, lloraron con un dolor indescriptible, y yo sin darme
cuenta me enamore de esa mirada. Quien iba a imaginarse que el Señor de Los Milagros,
me estaba mostrando mi destino en aquellos ojos miel llenos de dolor.
Era increíble la manera en la que
este joven veía la imagen, en su mirada había una mezcla de amor, suplica y esperanza,
y en el momento que por un microsegundo nuestras miradas se cruzaron, mi mente
perdió la noción del tiempo, solo lo miraba a él, en medio de la multitud, el
grito del capataz de andas me devolvió a la realidad, la procesión debía
continuar, volví a ver el rostro de Jesús y le iba preguntando mientras andaba
que pudo haberme pasado que esa mirada me haya llamado poderosamente la
atención, empecé a divagar pero reprochándomelo, decidí dejarlo de lado, y
levanté mi brasero para seguir adorando al Señor.
Ya era casi las 6 de la tarde,
faltaba en promedio una hora más para que la Imagen regresara a la Iglesia de
las Nazarenas donde se le venera, las personas poco a poco iban disminuyendo,
cada una retirándose a su domicilio, yo de vez en cuando miraba a los costados,
para ver si ese joven estaba cerca, y lo veía siempre viendo a Jesús, no se le
veía para nada exhausto, a pesar de haber sido una larga jornada.
Yo había olvidado por completo
comer el refrigerio que mi patrona me encargó y los estragos estaban llegando,
en algunos momentos me daba vueltas la cabeza, y mis ojos se cerraban sin
previo aviso. Obviando ese malestar, continué el camino, hasta que no pude más,
mis fuerzas ya no daban para más. Sentí mi cuerpo débil y a punto de caer al
pavimento, me toqué por un momento la cabeza, y no controlé mi cuerpo, esperaba
el duro golpe contra el piso, cuando unos brazos fuertes me sostuvieron.
-Señorita se encuentra bien?
Mis amigas sahumadoras también se
asustaron y pidieron que me auxiliaran,
Me tomé la cabeza por encima del
velo, a ver si no estaba desvariando, esa voz tan linda cerca de mi oído, no
era cierta era una alucinación mía de seguro.
-Señorita está usted bien- me
repitió la pregunta, me ayudó a sentarme en la banqueta, mientras me miraba
preocupado, esos ojos miel volvieron a verme y me llenaron de sentimientos muy
extraños, casi difíciles de explicar.
-Milagros estas bien? -Natalia,
Lorena y Daniela se acercaron con un algodón empapado en alcohol, eran mis
vecinas y amigas y se asustaron al verme mal- Muchacha necia te dijimos que
comieras algo, mira como estas, huele esto y reaccionaras.
-Milagros es un lindo nombre-
dijo él, tratando de animarme.
-Muchas gracias- le dije en un
susurro, aun mareada, pero con todos los colores en la cara, se sonrojaba el
hecho de que un joven tan apuesto me ande piropeando.
-Ya estoy mejor muchachas,
continuemos- traté de levantarme, mis amigas me ayudaron, pero fue él quien me
tomó de la mano con una sonrisa y me ayudó a incorporarme.
-Cuídate mucho Milagros- me dijo,
mientras yo me acomodaba el velo y aun con la cara roja de la vergüenza.
-Qué pena con usted joven muchas
gracias- me di la vuelta para buscar mi brasero, él se percató y me lo alcanzó,
al recibirlo, tuvimos un pequeño contacto, pero fue suficiente para
experimentar la sensación de estarse enamorando.
-No te preocupes Milagros, fue un
placer- me sonrió cálidamente y se alejó, la multitud era abrumadora y yo entre
el humo y los hermanos en procesión lo perdí de vista.
Llegamos a las Nazarenas, felices
por haber terminado bien nuestro recorrido, El Señor Poderoso ya estaba
descansando en su casa y nosotras debíamos retornar a nuestro domicilio.
-Ay Milagros, sí que nos diste un
sustito- Dijo Daniela al salir de la Iglesia- te dijimos que descansaras un
momento, y tu más necia.
-Pero ya estoy bien- le dije algo
fastidiada, ya no quería más reproches, mi mente viajaba en otra dimensión, no
solo por el cansancio sino por ese contacto con el joven de la procesión.
-Ya Daniela, déjala en paz, no
ves que la mujer anda volando en otro planeta- Natalia me defendió, mientras se
quitaba el velo, y apagaba su bracero, ella siempre fue más sensata y me
conocía al derecho y al revés- Pobre, creo que nuestra amiga se enamoró.
-Yo lo haría, ese joven era muy
apuesto- Lorena se reía de su comentario, ella ya había apagado su brasero y
guardado su velo en el bolso- Con una mirada que enamora y unos brazos
fornidos, sí que era muy simpático, pero sus rasgos no son de por aquí, tal vez
sea extranjero, dame yo te ayudo- me pidió mi brasero para apagarlo
-Puede Ser, pero eso no le quita
lo guapo- Daniela se reía, ella era menor que yo, pero muy madura para su edad-
Vamos muchachas o perderemos el tranvía.
Subimos al tranvía y mientras
ellas conversaban amenamente y se contaban los pedidos que le habían hecho al
Cristo Morado, yo estaba pensando seriamente, que me estaba volviendo loca, era
increíble que en cinco minutos me haya podido enamorar de un hombre al que muy
probablemente no volvería a ver jamás. Comí despacio la manzana que mi patrona
me había mandado, a pesar de que el hambre había vuelto a mí con furia, mis
pensamientos copaban todo mi ser esta noche, tal vez sea porque era el primer
contacto que tenía con un hombre, pero sería algo lindo que recordar.
-Llegamos a casa Milagros
acuéstate y descansa por favor, que mañana hablamos más calmadas, fue un día
muy pesado- dijo Natalia al dejarme en la puerta de mi casa.
-Gracias muchachas, en serio se
los agradezco, y por favor ya no me digan más del muchacho que me ayudó, que de
seguro ya nunca más lo volveré a ver- les dije antes de que ellas volvieran a
traerlo a colación.
-Quien sabe amiga, el destino y
nuestro Cristo Moreno a veces hacen cosas que no tienen explicación- me dijo
Lorena. Y las tres se despidieron.
Entre a la casa y pasé a la sala,
allí se encontraba mi patrona, con unas visitas. Por poco y se me cae el
brasero de las manos de la pura impresión, al ver quien estaba ahí.
-Milagros me alegra que llegaras,
mira tenemos visita, te presento a unos amigos mexicanos de mi difunto esposo.
Ellos son Manuela y José Olivares y su hijo Fernando.
Les estreché la mano muy
tímidamente, ellos me mostraron una sonrisa cariñosa, mientras Fernando se me
acercó y tomó mi mano suavemente, volvió a verme con eso ojos color miel, que
hace unas horas habían salvado mi vida.
-Un gusto volver a verte
Milagros- besó mi mano y sonrió, yo había quedado hipnotizada con su mirada.
-Ustedes ya se conocen? -dijo
Doña Catalina extrañada.
-Nos vimos hoy en la procesión,
pero Milagros no se sentía bien, será mejor que descanses- dijo Fernando.
-Que pasó hija- me reprochó mi
patrona.
-No fue nada señora, solo un
pequeño mareo.
-De seguro que no probaste nada,
vamos hija te conozco, cuando estás en la procesión, te concentras demasiado,
tienes que cuidarte, por Dios Hija, mejor descansa.
-No señora no es nada grave,
permítame, me pongo algo más cómodo y les traigo algo de comer -estaba
totalmente sonrojada de la vergüenza y quería salir de ahí lo más antes posible,
Fernando no quitaba sus ojos de mí y me ponía muy nerviosa- Sean bienvenidos
ahorita los atiendo.
Salí lo más rápido que pude,
llegué a mi habitación y cerré la puerta, dejé mi bolso en la cama y el brasero
en mi mesa de noche, no era posible que mi corazón pueda latir tan rápido, era
la primera vez que me pasaba, puse mi mano encima de él, pero estaba
descarriado y luchaba por salirse de mi pecho, cerré los ojos para calmarme,
pero de inmediato esos ojos miel inundaron mi razón.
-Que me está pasando? -dije muy
nerviosa, mientras me tocaba el corazón- sentí mi detente, lo sostuve con
fuerza. -Mi Señor ayúdame, por favor no entiendo que me pasa.
Me puse una ropa más holgada y
raudamente salí hacia la cocina, preparé una cena sencilla y café, con algunos
panecillos, todo lo que mi cordura me permitiera preparar, porque mi mente
estaba volando, no podía creer lo que me estaba ocurriendo.
Doña Catalina hizo pasar a las
visitas al comedor y llamó a mi padre, ella nunca hizo distinciones y siempre
nos invitaba a la mesa junto con ella, yo me quité el delantal y empecé a
servir la cena, pero percatándome que Fernando estaba mirándome muy de cerca.
-Como verán, al hacerme falta mi
amado Francisco, solo los tengo a ellos dos- le decía Doña Catalina a Doña Manuela-
son mi única familia y Milagros es como mi hija.
-El Cariño es mutuo, mi señora-
Dijo mi padre- mi esposa la quiso desde que llegó aquí y nosotros tenemos mucho
que agradecerle.
-Eso es hermoso Catalina y sé que
Dios bendice esta casa- dijo Doña Manuela mirando a su esposo, se notaba que
los Olivares eran gente amable y generosa, eran un matrimonio feliz y eso se lo
habían enseñado a su hijo.
-Y cuéntenme, que los trae por
aquí, desde tan lejos -dijo mi patrona.
-Bueno, Francisco siempre nos
hablaba maravillas de su tierra, teníamos tantas ganas de conocerla- dijo don
José, tomando cariñosamente la mano de su esposa- además estamos aquí por?
-Porque queríamos saber más de
Perú, y tenemos espíritu de aventura no es cierto papá- le interrumpió Fernando,
lo miró fijamente a los ojos como pidiendo que no continuara.
-Así es hijo. -El Señor entendió
la indirecta y cambió de tema- este café esta delicioso, y la cena también.
-Milagros es un buena cocinera-
dijo doña Catalina, mientras todos me miraban, yo sentía que todos los colores
se me subían al rostro.
-Así es- dijo mi padre-Tiene la
sazón de su madre.
-Muchas gracias ?fue lo único que
pude decir, parecía que el mareo me había borrado la capacidad de hablar más de
10 palabras.
Todos salieron a la sala
nuevamente dándome las gracias, Doña Catalina, pidió a mi padre que se quedara,
porque él debía llevarlos mañana a recorrer la ciudad y a hacer algunas cosas.
Mientras yo recogía la mesa, y
llevaba todo a la pileta de agua para lavar los servicios, Fernando dejó a los
mayores en la sala, y se apareció de improviso.
-Joven que hace? -le dije super
nerviosa.
-Ayudándote- estaba llevando las
tazas de café al lavadero- no quiero que me veas como un inútil, y por favor
solo dime Fernando.
-No Joven como cree- le dije
quitándole las tazas sin mirarlo a los ojos, si lo hacía de seguro que hacía
caer toda la vajilla de los puros nervios- yo no puedo decirle eso.
-Vamos solo dime Fernando, además
ya te iras acostumbrando, porque estaré aquí mucho tiempo.
-No joven yo no puedo- me puse a
lavar las cosas, prácticamente sin ver donde estaba el chorro de agua-
permítame tengo muchas cosas que hacer.
-Esta bien, no te interrumpo, ya
mañana hablaremos, tendremos mucho tiempo- noté una tristeza en su voz al decir
esa palabra- que tengas buenas noches, y gracias por la cena, estuvo deliciosa.
-Muchas gracias Joven- Fernando
me movió la mano, luego puso cara de niño a punto de llorar, al verlo por
primera vez desde que lo conocí, le sonreí- lo siento, muchas gracias Fernando.
-Así me gusta Milagros, que
tengas dulces sueños, y sonriéndome se fue.
Era más que seguro que dormiría
muy bien esa noche, y mañana mientras salía a la calle a barrer como de
costumbre, les contaría a mis amigas que ese hombre al que les dije que no
volvería ver, estaba entrando a mi casa y a mi vida de una manera maravillosa.
El día estaba muy bello para
salir a pasear, soleado y cálido, me desperté muy temprano, porque casi no
había pegado el ojo en toda la noche. Necesitaba contarle a alguien lo que
había pasado la noche anterior, porque sentía que si lo contaba, era garantía
de que era cierto y no solo alucinación mía.
Salí a hacer las compras y me despedí
de mi padre, llegué al mercado municipal, y me encontré con Natalia y Daniela,
quienes estaban preparando el recado de sus patronas.
-Mírate Mila, en serio estas mal,
tu cara está demacrada, acaso sigues mareada?- me dijo Natalia.
-No Nati, ya me siento bien, lo
que pasa es que no pude dormir- le dije tocándome el rostro.
-Y dices que estas bien, en serio
Mila que estas loca- dijo Daniela mientras metía en la bolsa de mercado, las
cebollas que estaba comprando.
-Lo que me pasó anoche, es de
locos Dani- le dije, sabía que las emocionaría con eso. -Se acuerdan del guapo
joven que me ayudó ayer?, ¿pues qué creen?
-De qué me perdí?- había llegado Lorena
para acompañarnos.
-Mila va a decirnos que se soñó
con su guapo salvador- dijo Dani.
-No sólo eso, es que resulta que
ese joven, está viviendo en mi casa.
-¿Qué?- las tres dijeron a la
vez.
-Pues asi como lo oyen, se llama
Fernando, es mexicano y es invitado de Doña Catalina, llegó junto a sus padres
desde México.
-Te lo dije, no es de aquí, se le
nota pero ahora nos vas a contar todo- dijo Lorena.
-Primero terminemos aquí lo que
tenemos que hacer y luego les cuento- les dije, y empecé a ver la lista de
cosas que faltaban.
De regreso a casa les terminé de
contar todo, ellas ya estaban alucinando con que Fernando sería mi príncipe
azul de lejanas tierras, yo obviamente no me dejaba llevar, sabía muy bien mi
posición, y aunque Doña Catalina me quisiera mucho no dejaba de ser su sirvienta,
y Fernando era de otra clase social.
De pronto, en la esquina Fernando
ya me estaba esperando.
-Mira quien está ahí? -dijo Dani-
ya llegó tu macho mexicano, se ve que le interesas mucho.
-Vamos no juegues con eso, es
solo el invitado de mi patrona, y se acabó.
-Milagros, no te adelantes, deja
que las cosas caigan por su propio peso, seas empelada o no, eres una muchacha
muy bella y tal vez él vio eso en ti. -Lorena me miró fijamente y sonrió
Fernando se acercaba y yo me
ponía cada vez más colorada.
-Las veo mañana muchachas y
gracias- les dije tratando de alejarme.
-Hola Milagros buenos días,
déjame ayudarte- dijo él muy amablemente.
-No se preocupe joven- cuando me
miró reprochándome se me vino a la mente lo de anoche- disculpe Fernando, estoy
bien.
-Si me tratas de usted, me siento
más viejo, vamos solo dime Fernando, sabes solo quiero ser tu amigo, aquí no
conozco a nadie más que a ti, además me la debes ? Tomó de mi mano la bolsa de
mercado.
-A qué se refiere, con eso
Fernando- le dije extrañada. Ante esa situación tuve que aceptar y dejarlo
llevar la bolsa, solo cargué los panes que llevaba en la mano
-Te salvé de que te dieras un
porrazo en la banqueta.
-Porrazo? -me dio curiosidad la
expresión.
-Porrazo es un golpe, así le
decimos en México.
-Está bien Fernando, aunque me
cuesta trabajo.
-Qué cosa? -me dijo viéndome
directamente a los ojos, habíamos llegado a la puerta de nuestra casa, y yo
solo quería zafarme de esa embarazosa situación.
-Que usted quiera ser el amigo de
una sirvienta como yo, usted es un joven de mundo, ha viajado y se le nota,
instruido y sobre todo de buena familia, yo en cambio?
-Milagros, eso para mí no tiene
importancia, las personas son iguales ante los ojos de Dios, yo no tengo porque
cambiar eso, además me parece que eres una chica hermosa e inteligente, tienes
una estupenda sazón y unos ojos bellos.
-Muchas gracias Fernando- me sonrojé,
entre casi corriendo hacia la cocina y guardé rápidamente todo lo comprado en
la despensa, era un hombre muy tierno y estaba poco apoco conquistando mi
corazón.
Fernando llegó detrás de mí, puso
la bolsa en la mesa de la cocina y se acercó a la despensa, tratando de guardar
las cosas, yo lo miraba entretenida y en eso volteó y me estiro la mano.
-Entonces que dices, amigos?
Estreché su mano y decidí seguir
el consejo de Lorena, dejar que el tiempo decida.
-Está bien Fernando amigos.
-Gracias amiga- él me dio un beso
en la mano, y siguió acomodando las cosas en la despensa, yo me volteé para
empezar a cocinar y no pude evitar sonreír, era verdad que me gustaba, pero no
quería apresurarme, era el primer hombre que me ponía nerviosa y no era para
menos, pero aún me faltaban descubrir su verdadero carácter.
Todos llegaron y disfrutamos del
almuerzo y pasamos la tarde escuchando las anécdotas de mi padre en la Sierra,
en las tierras de mi madre. Los Señores Olivares se retiraron temprano a su
habitación y Fernando me dio un beso en la mejilla como despedida, eso no me lo
esperaba.
En la cocina solo quedamos mi
padre y yo, así que decidí preparan una infusión de manzanilla antes de
acostarnos.
-Papá te puedo preguntar algo?
-Si mi niña dime.
-Mi mamá y tú se enamoraron a
primera vista? -se lo dije sin rodeos, tal vez el pudiera acallar mis temores.
-Pues no lo sé hija, lo único que
es claro es que me gustaba mucho tu madre, por su corazón bello y su amor por
la vida, no recuerdo bien si fue a primera vista, pero desde que ella llegó a
mi vida todo fue diferente y fue bello.
-Y tú crees que exista esa clase
de amor papá?
-Lo dices por el joven Fernando? -mi
padre me dejó boquiabierta, me di cuenta que he sido muy obvia sobre mis
sentimientos.
-Porqué te refieres a él papá?
-Porque he visto como lo miras, y
él a ti también, recuerda más sabe el diablo por viejo, no lo culpo tú eres una
bella muchacha, pero déjame darte un consejo, tomate todo con calma, eres
joven, aun con mucha vida para vivir, y él es guapo pero están separados por la
clase social, yo no quiero que sufras por eso, pero si el Señor de los Milagros
te lo envió, pues el se manifestará, debes tener en cuenta que esta sociedad a
veces es muy cruel y no quiero que nadie te lastime.
-Gracias papá, eres mi vida y te quiero
mucho- me acerqué y lo abracé, mi padre tenía mucha razón.
-Y yo a ti mi Milagros, yo te
quiero más
Los días iban pasando y yo cada
vez más me encariñaba con Fernando, todos los días, aparecia en la cocina, me
preguntaba sobre la comida del dia, y como se preparaba, miraba respetuosamente
todo lo que hacía y me hacía reir, después de cada almuerzo, nos sentábamos en
el pequeño patio de la casa, junto al jardín que mi padre cuidaba, y él
contemplaba por largo tiempo el atardecer, se quedaba absorto y sin decir
palabra y yo sentía que el anhelaba algo. Quería saber que es.
-Dime Milagros, porque te llamas
así?- me preguntó una tarde, antes del atardecer.
-Por lo que sé, yo tuve un
problema cardíaco congénito, y mis padres desesperados ofrecieron mi vida al
Cristo Morado, me pusieron su nombre y pasado unos meses, la enfermedad
desapareció.- lo miré sonriendo, y noté que el puso su mano sobre su corazón-
al menos eso me contó mi Madre cuando era pequeña.
-Que linda historia, y porque
llevas el vestido color Morado?- él seguía tocándose el corazón, su semblante
cambió de repente, se puso triste.
-Porque en la promesa que mi
madre hizo al Señor, le decía que llevaría el hábito Morado hasta el día de su
muerte, y de ahí la tradición pasaría a mi. Ya llevó el hábito 5 años.
-Hermosa tradición, además te
sienta bien el color Morado.
-Gracias Fernando, y dime en
realidad que te trae por estas tierras.
-Mis Padres tenían asuntos
pendientes, y yo siempre he sido muy apegado a ellos. También soy hijo único.
-Y allá en México a que te
dedicabas?.
-Era abogado, había terminado la
Universidad y estaba trabajando en un bufete muy importante en el Distrito Federal,
pero? - su tristeza crecía mientras hablaba- hay cosas que suceden y.. decidí
dejarlo todo, me dediqué a viajar y aquí estoy.
La picardía que lo destacaba
desaparecía mientras hablaba, por primera vez desde que lo conocí su mirada se
tornó lúgubre, se puso de pie, siempre tocándose el corazón y se dirigió a su
habitación.
-Me permites un momento princesa,
debo hacer algo en mi habitación.
-No te preocupes- le dije.
Lo vi irse y me preguntaba si tal
vez hice algo que se incomodara, jamás me perdonaría que esa alegría que le
caracterizaba pudiera desaparecer, era lo que más me gustaba de él.
Llegó la hora de la cena y
comimos casi todos en silencio, tras desearnos las buenas noches, me fui a la
cocina algo apenada, cuando Fernando se apareció.
-Milagros quiero ofrecerte una
disculpa.
-Porqué Fernando?
-Por como te dejé en el jardín
esta tarde, disculpa mi falta de educación.
-No es necesario, discúlpame tu a
mi, tal ves fui muy indiscreta al preguntarte sobre tu vida, no quiero
incomodarte.
-No es eso, sino que hay cosas
que aún duelen en mi alma, pero son tonterías mías, que te parece si el sábado
salimos a pasear por la ciudad, de paso me llevas a conocer.
-No lo sé, no creo que sea
correcto.
-No digas eso, ya te dije eres mi
amiga, y los amigos pasean y se divierten, anda di que sí.
-Esta bien Fernando, acepto.
-Estupendo, entonces ahora si ya
me voy a descansar, que tengas buenas noches Milagros- me miró y sonrió, me
alegraba ver de nuevo esa sonrisa.
-Buenas noches Fernando- lo ví
salir de la cocina y mi corazón empezó a acelerarse, iba a salir con él, la
gente me vería paseando en la Plaza con el hombre más guapo del planeta.
-Señor mío, que estás intentando
decirme?- le decía a la imagen del Cristo que tanto amaba, parecía como un
sueño hecho realidad, ya rezaba porque sea sábado.
Lo más raro pasó al día
siguiente, me levanté temprano y me percaté que mi padre y los huéspedes habían
salido temprano, no vi a Fernando hasta la hora de la cena, y ya lo extrañaba,
nuevamente todos en silencio tomamos los alimentos y nos dispusimos a dormir.
Otra vez se notaba un ambiente lúgubre en la casa, y estaba cada vez más
asustada.
Otro amanecer más, me fui al
mercado a comprar el recado del día y mis amigas también notaban que algo raro
pasaba en mi casa.
-Y Fernando ya no te visita en la
cocina?- dijo Lorena.
-No, estos días lo he notado muy
decaído y cansado, en el almuerzo estamos solo Doña Catalina y yo, ella también
esta algo extraña, y parece que quisiera llorar cuando me ve, Fernando y sus
padres llegan casi para la hora de la cena, y mi padre tampoco me quiere decir
a donde van.
-Eso es extraño, mira mañana es
el día de vuestra cita, tal vez te lo cuente. -dijo Natalia.
-Se que no tengo derecho a
preguntarle nada, solo soy una sirvienta, pero siento que todos están
ocultándome algo y me siento fatal por eso.
-Esperemos a mañana y ya sabes que
nos tienes a nosotras- dijo Daniela.
-Gracias muchachas- al despedirme
de ellas, me sentí más aliviada, dicen que desahogarse con alguien es bueno, y
eso estaba funcionando.
El sábado había llegado, estaba
muy ansiosa por saber que podría pasar en la tarde al verme con Fernando,
temblaba de solo pensar que lo que siento por él pudiera salir a flote estando
a solas, me puse a lavar la ropa muy temprano y pasé una a una por cada
habitación para pedir la ropa sucia, al momento de pasar por su cuarto, alguna
fuerza extraña me empujó a abrir su puerta sin tocar antes, al entrar, descubrí
que no estaba, entré sigilosamente y vi que era un joven muy pulcro y ordenado,
en su mesa de noche estaban la imagen de la Virgen de Guadalupe, junto con una
foto de sus padres, y unos libros, que de seguro estaba leyendo, al acercarme a
su cama, ya percibía su aroma, mi olfato se acostumbró a esa fragancia
peculiar, pero que era única, nadie en el mundo la tenía, encontré un par de
camisas en el borde la cama, al parecer sucias, pero dobladas perfectamente,
las tomé y las empecé a oler, como si se tratara de él, las abracé con todas
mis fuerzas, así su olor se impregnaría en mi ropa y en mi alma.
-Hola Milagros, buenos días- su
voz tan varonil me asustó. Dejé de abrazar la ropa y la solté rápidamente.
-Disculpa Fernando- los colores
estaban nuevamente en mi rostro- que pena contigo, estaba aquí para? yo estaba
aquí para?
-Para llevarte la ropa sucia?- me
dijo, al verlo directamente, noté que la playera que llevaba hoy, hacía notar
más su cuerpo trabajado, los brazos fornidos se veían más ya que sus mangas
eran cortas, y al verlo sentía la misma
mirada pura de siempre- ya me di cuenta que vas a lavar la ropa, pero no te
apenes, así que mejor termina ya tus deberes que más tarde paso por ti, te
parece a las 2pm, mis padres invitaron a Doña Catalina y a tu padre a comer
fuera, así que tendremos más libertad para caminar.
-Está bien, nos vemos a las dos.-
aun colorada salí de su cuarto, cuando él me volvió a llamar.
-Milagros, te olvidas de algo-
estaba sosteniendo sus dos camisas y las movía amenamente.
Yo con mucha más vergüenza, las
tomé y me di la vuelta, cuando él tomó mi mano, me aferró a su cuerpo y me dio
un beso chiquito en la mejilla- Nos vemos a las 2 princesa- y se metió a su
recamara.
Yo me tomé la mejilla y toque su
beso, estaba feliz, por fin sentía algo de él tan cerca mío, fue muy
emocionante y pensar que algo así volvería a pasar más tarde.
Al terminar mis quehaceres y
dejar todo en orden, me fui a mi habitación a arreglarme para la cita, me puse
un vestido lila, el más bonito que tenía. Unos zapatos de tacón negros, mi
mantilla blanca para cubrirme la espalda, y recogí mi pelo con un gancho de florecillas
lilas, haciendo una media cola, puse rubor en mis mejillas y algo suave en mis
ojos y labios, me dispuse a abrir la puerta de mi habitación, cuando lo vi con
el puño arriba apunto de tocar mi puerta.
-Princesa ya estas lista?- al
verme se quedó mudo, después de un buen rato dijo- Estas preciosa Milagros, de
hecho que seré la envidia de los muchachos.
-Gracias Fernando- colorada no te
atreví a mirarlo a los ojos.
-Jamás agaches la cabeza
princesa- me tomó del mentón y clavó sus ojos con los míos- eres hermosa, y
digan de muchos piropos, que nadie te haga sentir mal. Ahora si vamos.
Salimos de la casa hacia el
centro de Lima, me llevaba orgulloso del brazo, por el Jirón de la Unión, el
paseo Colón, y la Plaza San Martín, caminamos y comimos dulces, subimos al
tranvía y conversábamos en el trayecto. Yo le contaba algunas historias
relacionadas con las calles y plaza, y el me contaba sobre las similitudes con
el Zócalo del Distrito Federal.
Luego se animó a pasear por
Malecón de Miraflores, ahí nos compramos una Malteada, y de un solo vaso compartimos,
mirándonos como cómplices.
-Me gusta esta vista- dijo
Fernando después de un rato de estar nada más mirándonos.
-Es bellísima- le dije
-Igual que tú- dijo- Milagros que
piensas hacer en adelante. Me refiero a tu futuro, que deseas, que anhelas.
-Bueno no sé, buscar un empleo a
medio tiempo, o estudiar, me gustaría estudiar Enfermería, poder sobresalir y
darle una mejor vida a mi padre, y a Doña Catalina, ya viste que somos su única
familia.
-Yo lo sé, y me alegro que
pienses así.
-Y tú Fernando, que piensas hacer
en el futuro?
-Yo no pienso en el futuro -lo
mire extrañado, él me sonrió- pienso en el día a día, y trato de vivir ese
instante al máximo. La Vida me ha enseñado que puede que mañana ya no esté
aquí, que te llevas sorpresas, decisiones y verdades que cambian tu vida, sólo está
en ti aceptarlas y continuar o seguir llorando, yo les digo sonríe, se feliz,
porque no sabes si habrá un mañana.
-Fernando es fue muy bonito- le
dije, él me sonrió.
-Gracias preciosa, y créeme estoy
viviendo la mejor etapa de mi vida a lado tuyo, y le agradezco a Dios que me
haya traído aquí.
-En serio?- le pregunté ansiosa.
-Si Milagros, siento que mi
destino era estar aquí, contigo.
Terminamos la malteada y me
ofreció su mano, yo miedosa la tomé, nos pusimos de pie, y caminamos por el
malecón, con una vista increíble al mar.
Fernando no me soltó mientras
caminamos, parecía que quería decirme algo, pero no se atrevía, lo cual me
extrañaba porque él era muy elocuente. De pronto, se paró en seco, se dio la
vuelta y muy tiernamente me tomó en sus brazos, yo estaba impresionada que sólo
me deje llevar.
-Milagros, yo te vi ese día en la
Procesión, tan linda con tu velo, parecías una muñeca, desde ese instante
cambiaste algo en mi.
-Fernando, yo?
-Te suplico que me dejes continuar-
me dijo, tomó mis manos y puso su frente sobre ellas- Milagros, has despertado
sentimientos que ya tenía olvidados, me has dado una razón para vivir.
Yo estaba impactada, quería decir
algo, que se detenga, quería que me dijera que era una broma y que alguien me
despierte, pero no, estaba pasando, no sabía si podía decirle algo, solo que lo
amaba, que en mi también había cambiado todo, que sentía su alma tan similar a
la mía, pero mi lengua estaba quieta, sin reacción, lo único que hice fue
llorar, mis lágrimas salieron de emoción, de felicidad. Él levantó la mirada, y
seco mis lágrimas con las yemas de sus dedos con mucha suavidad, me tomó de la
cintura y me acercó a su cuerpo, tomó mi rostro con la otra mano, y sus ojos se
desviaron inmediatamente a mi labios, poco a poco se acercó y con un suave roce,
los besó, yo simplemente cerré mis ojos y comencé a soñar, su contacto era
suave, cálido, el inicio fue exquisito, pero la intensidad aumentó era como si
quisiera dejarme sin aire, su mano saltó hacia mi nuca para ejercer control, yo
me dejé controlar y mis brazos rodearon su cuello, el aire se iba acabando
entre nosotros, pero mi mente ya no quería dejar de besarlo, sentía que estaba
tocando las nubes, me sentía feliz, eran días que anhelaba sentir su aroma
inundar mi olfato, y estaba ocurriendo.
-Me Gustas Milagros- dijo al
dejar pasar el aire ates de volver a la faena- me gustas, eres la mujer que
esperaba, no llores mi niña, no habrá más lágrimas para ti, porque lo que
sentimos es real, y se que también te gusto. No lo niegues- volvió a tomarme de
la cintura, dispuesta a seguir besándome, esta vez yo no me dejé.
-Lloro de felicidad, no negaré
nunca que me gustas Fernando- respiré hondo, me dolía decirlo, pero era mejor
hacerlo ahora- Pero entre tú y yo hay un abismo. Yo soy una muchacha pobre, sin
estudios, sin alcurnia, sin distinción alguna, no tengo nada que ofrecerte.
-Eso a mí no me importa Milagros-
tomó mi mentón con su mano y levanto mi mirada hacia sus ojos miel- Lo único
que quiero es estar contigo, ya te lo dije, ante Dios todos somos iguales, y si
él me puso en tu camino, es porque sabe que tu alma es buena y tu corazón noble
y sabrá cuidar el mío.
-Pero y tus padres?- las lágrimas
volvieron a salir.
-Mis padres siempre han respetado
mis decisiones, y saben que lo mejor para mi es una mujer que me ame, nada más,
y esté conmigo siempre, que sea mi compañera, ellos saben lo que siento por ti,
y no se opondrán.
Me dio un beso pequeño en los
labios. Y me abrazó, en ese abrazó me dio todo su amor y también sus ganas de
decirme que estaba solo y quería estar conmigo, que nada más yo importaba en su
vida, me abrazó con ganas de que jamás me alejara de él, como pidiendo que no
lo dejara. Entonces yo correspondí a ese abrazo, diciéndole exactamente lo
mismo.
-Milagros, quieres ser mi novia?-
me preguntó mientras me seguía abrazando, luego me miró y beso mi mano esperando respuesta .
Yo ya no podía seguir huyendo de
mis sentimientos, era la primera vez que mi corazón latía así por un hombre, y
me gustaba mucho esa sensación.
-Si Fernando, quiero ser tu
novia- lo vi con la sonrisa más linda que me pudo haber regalado desde que lo
conocí, besó mi mano otra vez y me abrazó.
-Jamás dudes cuanto te amo, te
amaré hasta mi último aliento, hasta que este corazón deje de latir, te amo mi
niña, y prometo hacerte feliz.
Dejamos de pasear y regresamos a
la casa, tomados de la mano, Natalia estaba saliendo de su casa, y al vernos me
sonrió, y me guiñó un ojo, yo sabía que debía contarle todo en cuanto pueda
porque de hecho se lo diría a las demás.
Lo que me preocupaba era cómo
reaccionarían en casa, y al parecer Fernando ya tenía todo preparado, entramos
a la sala y mi padre, Doña Catalina, Don José y Doña Manuela, esperaban vernos.
Cuando entramos de la mano, las señoras empezaron a llorar, mi padre me miraba
orgulloso y don José tenía una mirada radiante y llena de esperanza.
-Milagros, muchas gracias- Doña
Manuela se me acerco y besó mi frente, no habíamos tenido mucho acercamiento, pero
hoy era distinto- has hecho a nuestro hijo muy feliz- acaricia el rostro de
Fernando y lo miró con dulzura- gracias porque verlo feliz es mi mayor dicha.
-Señora me abruma, yo creí que ..
-No pienses eso Milagros- dijo
don José- mi hijo tomó una sabia decisión, eres hermosa y buena y es lo único
que importa en la vida.
-Hijita, estoy muy orgulloso de
ti- mi padre me abrazó y estrechó la mano de Fernando- le entrego joven mi más
grande tesoro, si mi esposa estuviera aquí, estaría más feliz que yo.
-Milagros lo es todo para mí
Señor- le dijo Fernando- tenga la seguridad que daré mi vida por ella si es
necesario.
-Entonces pasen al comedor que
preparé una cena especial- dijo Doña Catalina, que también estaba feliz.
Pasamos y disfrutamos de una
agradable cena, todos reímos y nos contamos muchas cosas sobre el amor, yo aún
no caía en cuenta que estaba en el tope de mi felicidad, era para no creerlo.
Levanté el servicio al final, y dejé todo limpio, estaba subiendo a mi
habitación, cuando Fernando me interceptó.
-MI niña, te amo y quiero
agradecerte de una forma especial. ¿Mañana es la Procesión verdad?
-Si- le dije impresionada. Fernando
tenía una memoria excelente, yo le había comentado lo de la procesión unos días
atrás.
-Vamos a ir los dos, hay que
agradecerle a Dios que estamos juntos por él- besó mi mano y se fue.
Yo estaba seguro que estaba
soñando, por si acaso me di un pequeño pellizco, al sentir el dolor sonreí,
porque o era una alucinación, ese hombre estaba enamorado de mí, y no evité las
lágrimas de felicidad, mi vida era pura dicha y felicidad.
Fernando se despertó muy
temprano, al parecer igual que yo no pudo dormir, teníamos emociones a punto de
estallar ese día, lo vi aseándose y mi mente me decía que me acercara y lo sorprendiera
con un beso, pero fue el primero quien notó mi presencia.
-Mi niña, buenos días- al
voltear, lo vi algo decaído, la mirada algo agotada, y el semblante algo
demacrado.
-Fernando estás bien mi vida?- le
dije muy preocupada.
-Nada de qué preocuparse- me vio
y me tomó la mano para besarla- no dormí bien eso es todo. A veces olvido que
el clima es algo fuerte para mí.
-Porque lo dices?
-Por nada mi amor, y me alegra
que ya me llames ?mi vida?, creo que estoy soñando- me besó la mano de nuevo.
-Y como no llamarte así, si eres
mi vida, mi existencia era monótona hasta que te vi en esa procesión. Y hoy que
vamos juntos a agradecer a mi Señor, estoy radiante de felicidad.
Le toqué el rostro y él cerró los
ojos, me dio un beso en los labios y me sonrió, me fui a preparar el desayuno y
esperamos a los demás, noté a Doña Manuela también desvelada, y me preocupé,
terminando el desayuno, le pregunté si se sentía bien.
-No es nada hija, tuve una
pesadilla y me sentí mal, eso nada más- me dijo dándome palmadas en la
espaldas- hija alístate y por favor, en tus oraciones pide por nosotros, lo
necesitamos mucho.
-Así lo haré Doña Manuela, ahora
son mi familia también, y le prometo que cuidaré de su hijo igual que usted.
-Lo sabemos hija- Don José me
tomó de la mano, se notaba que su hijo tuvo un buen maestro- mi hijo sólo
necesita ser feliz, y tú eres su felicidad.
-Es hora de irnos- Fernando me
tomé de la cintura y me guio hacia la puerta, me despedí de mi padre y de Doña
Catalina y enrumbamos a la procesión.
Me puse el velo blanco y prendí
mi brasero. Fernando me ayudó con la flama y puso incienso y sahumerio encima,
y llegamos al descanso donde la imagen de Jesús daba bendición.
-Estaré siguiéndote mi niña- me
dijo Fernando dándome un beso.
-Te amo Fernando- le dije, ya no
aguanté el deseo de decirle que lo quería mucho
-Y yo más Milagros, yo más que
nadie.
Nos abrazamos y entré en la
procesión junto con las demás sahumadoras, encontré a Natalia y a Lorena ya
sahumando al Moreno, mientras caminamos de espaldas a Jesús Natalia me
preguntó.
-Es verdad lo que vi ayer?
-Qué viste amiga?- Dijo Lorena.
Daniela se unió a nosotras.
-Si Nati, ayer Fernando me pidió
que fuera su novia, y le dije que sí.
Ellas al no poder gritar de
júbilo solo sonrieron, estaban felices por mí.
-Te lo dije, nuestro padre Morado
te lo puso en el camino por algo- dijo Lorena- pero ya sabes, todo con calma.
-Y como reaccionaron sus padres?
-dijo Daniela.
-Pienso que Fernando ya había
hablado con ellos, me agradecieron, y mi padre le agradeció a él.
Dejamos de hablar por un momento,
porque empecé a buscar con la mirada a Fernando, lo ubiqué a mi derecha, estaba
rezando mirando directamente al Señor, con esa mirada suplicante, con la que lo
conocí. Se tocaba el pecho en el lado del corazón, y sentí por primera vez que
él pedía algo más, quería saber exactamente que era, pero decidí hacer algo
más.
-Señor mío Jesucristo, en tu
noble corazón, alberga la súplica de mi Fernando, lo que él te pida
concédeselo, lo pusiste en mi camino y me diste la oportunidad de amarlo y cuidarlo,
por favor te suplico atiendas su ruego, te pido por mi familia como siempre,
pero esta vez te pido por él. Fernando es mi vida Señor, lo amo, y fue aquí donde
lo conocí, te agradezco en el alma y no te pido nada para mí, sino para él,
dale lo que anhela su corazón, te lo ruego Señor de los Milagros.
Terminé mi oración con lágrimas
en los ojos, y levanté mi brasero, quería que el humo aromático llegara a Jesús
junto con mi plegaria, avivé la llama y volví a orar en silencio, junto a los
demás caminamos lentamente al compás de la marcha procesional, y veía de vez en
cuando a Fernando, lo vi llorando, y al cruzar las miradas, me sonrió, estaba
algo intrigada por ese comportamiento, y sentía que me ocultaba algo.
Era la última procesión del año,
e iba a dar la bendición final en la entrada de su Santuario, las Sahumadoras y
los Cargadores nos abrazamos antes de terminar y cada uno se dispersó, yo me
acerqué a mi novio y lo abracé, él, como un niño en busca de los brazos de su
madre me tomó en sus brazos, nuestro abrazo duró un largo tiempo y nos besamos
antes de recibir la bendición.
SI DESEAS VER LA ESCENA DE LA GUARDADO DEL SEÑOR DE LOS MILAGROS, PRESIONA AQUI
La gente conmocionada, llantos,
suplicas, cantos, el humo de los braseros de miles de mujeres, ante la marcha
que tocaba la música de bendición, todos éramos una sola alma suplicante y El
Señor de los Milagros emprendió la retirada, Fernando y yo, nos tomamos de la
mano y cerramos los ojos, pedimos la bendición para nuestro amor y la salud
para nuestra familia.
Llegamos a casa, cansados, pero
siempre tomados de la mano, al vernos Doña Manuela se acercó preocupada.
-Hijo estás bien?- miró a
Fernando, tocó su frente y el rostro- Estás pálido.
-No es nada mamá, solo cansancio.
Yo también lo había notado, pero
no se lo había dicho, tal vez por miedo.
-Acuéstate Fernando, te hará
bien, caminamos mucho hoy- le dije.
-Mi acompañas a mi habitación?-
me miró con mirada suplicante. No podía objetar nada, así que lo llevé a su
habitación.
-Gracias por acompañarme mi amor.
-Mi niña, te lo dije teníamos que
agradecer a Dios por nuestro amor, sólo él sabe cuánto te amo.
-Yo también- le di un beso en los
labios, me miró y besó mi frente. Luego se entró a su habitación.
Al retirarme vi a Doña Manuela y
Don José conversando muy apenados con Doña Catalina, hablaban muy bajo y no
entendí nada, de ahí vi a mi padre entrar a la sala y unirse a la charla,
parecía triste y se comprometió a llevar a la pareja a algún sitio. Yo me
retiré a mi habitación, pensativa, porque ese secretismo, sentía que todos me
ocultaban algo, porque siempre dejaban su charla a medias al verme, e incluso
Fernando, que cambiaba de tema y miraba a sus padres como reprochándoles algo.
Decidí dejar mis cavilaciones para el día siguiente, sólo me quité el hábito y
el cordón guarde mi velo blanco y puse mi detente en la mesita de noche.
Pidiéndole paciencia y comprensión a toda esta situación.
Al día siguiente me enteré que mi
padre había llevado a Los Olivares al Centro de Lima muy temprano. No volvieron
hasta el almuerzo, Fernando ya tenía mejor semblante, pero sus padres estaban
algo tristes.
-Mi vida- me dijo Fernando
terminando de almorzar- mañana te tengo otra sorpresa.
-Fernando dime la verdad- le dije
mirándolo a los ojos- hay algo que no me este diciendo?, te noto desmejorado, y
tus padres muy tristes, Doña Catalina no me quiere decir nada y mi padre me
dice que no es asunto nuestro, pero siento que me ocultan algo.
-No es nada mi niña, sólo me puse
mal, creo que fue algo que comimos en la procesión, eso es todo, no te
preocupes- cuando Fernando sonreía, todo lo malo se borraba, su sonrisa
trasmitía paz y ternura que era imposible negarlo algo- Te amo mi niña, y eso
nada más basta.
-Que sorpresa tienes para mí?- le
pregunté cambiando de tema ya que él no diría nada más.
-Pues que iremos donde un
conocido de Doña Catalina, que te conseguirá una beca para que estudies
Enfermería.
-De veras?- lo besé llena de
alegría, este hombre era mi hombre ideal- te quiero, te amo mi Fernando.
-Y yo a ti mi niña.
Fuimos al día siguiente a ver
sobre la beca, me la dieron casi enseguida, y yo emocionada empecé a estudiar.
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Así pasaron los días, semanas y
meses, Fernando estaba empezando a trabajar en un bufete de abogados modesto,
Doña Manuela y Doña Catalina, se encargaron de mi trabajo en casa y Don José
buscaba financiamiento para abrir un negocio. Durante varios meses estuvimos
todos a mil por hora, pero en las noches era nuestra tertulia familiar, nos
contábamos nuestras experiencias diarias y nos despedíamos con cariño.
Fernando y yo salíamos cada
sábado a dar el paseo y a caminar por el malecón, nuestro lugar favorito de
todo Lima, él me presentaba orgulloso a sus compañeros abogados y me llevaba a sus
reuniones, yo por mi parte, lo presenté con mis amigas del Instituto de
Enfermería, y a mis queridas Natalia, Lorena y Daniela, que eran como mis
hermanas.
Lo que me tenía preocupada, es que,
en algunas ocasiones, escuchaba las conversaciones de mi suegra y mi patrona,
sobre el médico que atendía a Fernando, él nunca lo mencionaba y cuando trataba
de preguntarle, me cambiaba de tema o me evadía, lo sentía cada vez más
decaído, pero él como siempre, con su sonrisa me hacía olvidar cualquier duda.
En uno de eso días de verano, los
compañeros del bufete de abogados, invitaron a Fernando a un paseo en la casa
de playa del jefe, era el paseo anual y podían llevar acompañante. Sin dudarlo,
me pidió acompañarlo, a lo que dije que si casi al instante.
-Te divertirás mi niña.
-Pero me preocupas tú, no te he
visto bien estas semanas.
-Yo estoy bien- su mano se posó
directamente en su corazón- quiero que nos relajemos unos días, esta semana es
muy pesada. Me miró, me tomó de la cintura y me besó.
-Así jamás diré que no mi amor.
-Te amo mi niña, y te amare hasta
el final.
-No hay límites mi vida, más allá
del final. Nos reímos y nos abrazamos.
Al día siguiente salimos de viaje
junto al grupo de abogados, hacia la playa Punta Hermosa, un hermoso balneario
lejos de la ciudad gris, la casa de playa era grande y con muchas habitaciones,
los compañeros de mi novio iban con sus esposas, todas ellas damas de sociedad,
algunas me miraban por encima del hombro, pero otras eran sencillas y humildes
y me acogieron en sus conversaciones. Toda la mañana nos pasamos en la playa
tomando el sol y viendo a nuestros hombres reír y jugar en la orilla.
En la tarde, Fernando me sacó de
la amena platica y me llevó a un lugar apartado, donde no había mucha gente.
-Sabes que te amo verdad?- me
preguntó
-Si mi vida y yo a ti- le dije
sonriéndole. MI timidez ya había desaparecido y era mas efusiva, deseaba en
secreto que me tomara en sus brazos, pero mi pudor aún no me dejaba expresar
mis deseos.
-Pero también te deseo Milagros-
me miró fijamente, luego me besó y continuó- Soy hombre y no puedo reprimir más
lo que mi cuerpo desea de ti, así que preparé algo para este día, ven te
llevaré.
Me tomo de la mano, me llevó a la
casa, y a nuestra habitación, la cual estaba arreglada con flores y velas,
teníamos una vista privilegiada y justo estaba cayendo el sol en el horizonte,
una vista de fotografía era en fondo de una gran pasión.
-Es hermoso mi Fer- le dije casi
llorando de emoción, el momento había llegado- te has convertido en lo mas
importante en mi vida.
-Mi niña, no me lo tomes a mal,
estos meses a tu lado, han sido maravillosos, siento que no necesito nada más
que a ti, pero si no?
-Ya sé a lo que te refieres mi
vida- le dije sonriente, puse mis manos en su rostro y lo atraje hacia mí para
darle un beso, a él lo tomó por sorpresa, pero luego tomó el control de mi
cuerpo
Me besó con pasión quitándome el
aire, yo También estaba ávida de deseo, pasión y amor, y no dejé que se me
escapara, lo besé con fuerza, lo tomé del pelo en la nuca, no lo solté, él empezó
a desvestirme.
-Te amo mi niña, te amo Milagros,
y te quiero cerca mio siempre.
- Yo también te amo Fernando, te
amaré por siempre-
Al besarnos llegamos al centro de
la habitación, me di la vuelta para ver el horizonte, ese atardecer estaba
preciso para el amor, Fernando rodeo mi cintura con sus brazos, y empezó a
besar mi cuello suavemente.
Seguimos jugando con nuestras
manos, y nuestros cuerpos, cada vez más desnudos, Fernando me tomó suavemente
en sus brazos, y con ternura me puso en la cama, mi bikini había desaparecido y
terminé de desnudarlo a él también. Nos besamos con pasión, mientras las
sabanas eran testigos de nuestro amor, el sol ya había caído y las velas eran
las únicas luces del lugar, pero Fernando era el centro de mi universo, llegué
al cielo de su mano, y él llegó conmigo también, nos entregamos al amor
pasional más bello y tierno y los besos y caricias fueron nuestros cómplices.
-Te amo niña mía, te amo te amo-
me daba besos con cada frase.
-Ahora somo uno Fer, te amo, te
amo. Y deseo estar así entre tus brazos siempre.
-Siempre. Asi será mi niña- Y nos
quedamos dormidos al caer la noche, llenos de amor, y sobre todo juntos.
Despertamos al día siguiente,
abrazados y felices, éramos ya una sola persona, nos amábamos y nos deseábamos.
Desayunamos temprano y decidimos dar una
caminata por la orilla del mar.
-Eres lo mejor que me ha pasado
mi Milagros, eres el milagro de vida que tanto he pedido.- dijo Fernando,
-Y Tú el mio- le dije, estar a su
lado era mi mayor obsequio.
Nos detuvimos antes de llegar a
la casa de playa, lo que habíamos pasado la noche anterior, estaría grabado a
fuego vivo para siempre. Y ver esa casa llena de recuerdos, me hizo llorar de
la emoción.
-Porque las lágrimas mi amor, ya
no debes llorar, o te arrepientes?- me dijo serio, tomando con su mano mi mentón
y dirigiéndolo hacia sus ojos.
-No me arrepiento de nada
Fernando, lloro porque tengo miedo de que esto acabe algún dia.
-Sigamos juntos, eso nos ayudará
a sobrellevar todo, desde hoy ya eres mi mujer, solo mia, así que te haré una
promesa- puso mi mano a la altura de su corazón- este corazón es tuyo, late
gracias a ti, te juro que este amor que siento ni la muerte podrá borrarlo.
Yo empecé a sentir algo extraño y
tuve un mal presentimiento. Puse la otra mano sobre su corazón.
-Y yo te juro también, que a
pesar de lo que digan, jamás dejaré morir nuestro amor, solo no hablemos de
muerte, que me eriza la piel.
Él me sonrió y seguimos caminando
rumbo a la casa.
-Te das cuenta de lo hermoso del
mar mi Fer- le dije mirando la inmensidad del océano.
-Si mi niña,- Fernando aletargó
la marcha, se tocó el pecho a la altura del corazón y hizo una mueca de dolor.
-Te sientes bien mi vida?- le
dije empezando a preocuparme, nunca lo había visto así.
- Si mi niña, no es nada, creo
que el viento me hizo daño, será mejor que regresemos, ya el grupo se va.
Fuimos a la casa de playa junto
con los demás y regresamos a la ciudad, en le trayecto le volvió el malestar a
Fernando, y empecé a angustiarme, mi mente se llenó de miedos al verlo tan mal.
Llegamos a casa, lo llevé hasta
su habitación, para que descansara un rato.
-Estaré bien, mi niña- me dijo al
verme al borde del llanto.
-Te veo muy mal, voy a llamar al
médico- le dije aterrada.
-Solo llama a mi mamá por favor.
Salí del cuarto, estaba por bajar
las escaleras hacia el patio, cuando se oyó un ruido extraño en la habitación,
como de un bulto cayendo en el piso de madera. Entré a ver que pasaba, lo que
vi me llenó de terror.
Fernando, sin conciencia, estaba
tirado en el piso, me acerqué rápidamente a tomarle el pulso, sus latidos eran
escasos y lentos.
-Fernando, Fer mi vida despierta-
empecé a hacer las maniobras de primero auxilios, sin respuesta- Fernando vamos
reacciona, mi amor reacciona.
Las lágrimas ya salían en abundancia,
estaba nerviosa, traté de reanimarlo y sólo atiné a gritar.
-AYUDA!!! AUXILIO!!! POR FAVOR
QUE ALGUIEN ME AYUDE!!!
Llegaron mi padre y Don José, me
ayudaron a subirlo a la cama, él aún no reaccionaba, Doña Manuela entró al
cuarto y llorando me preguntó.
-Milagros que pasó? ¿Cómo es que
pasó esto?
-No sé, estábamos bien hasta
ayer- entre sollozos empecé a contar lo sucedido ? de pronto hoy, despertó normal,
pero se tocaba el pecho, el malestar empeoro durante el viaje, y llegamos aquí hace
unos minutos, me dijo que lo dejara solo y que la llamara a usted, salí a
buscarla y al percatarme que hubo un ruido lo encontré asi.
-Tranquila hija- Don José se
acercó y puso su mano en mi hombro- vamos a ver que dice el doctor. Por favor
Manuela, llama a su cardiólogo, a ver que dice.
Mi padre recibió al Doctor López
a los 30 minutos, pidió que desalojáramos la habitación, solo se quedó su mamá,
yo estaba destrozada, sin saber que hacer, mi padre me abrazaba mientras
esperamos, las caras de los demás era de resignación, era como si esperaban
esta situación y yo estaba más desesperada.
El Doctor salió y movió la cabeza
como diciendo que el destino ya estaba escrito. Yo no aguanté más y salí
huyendo de ahí, no podía quedarme a escuchar lo que decía el doctor, era increíble
como en un abrir y cerrar de ojos mi felicidad, nuestra felicidad estaba hecha
trizas, completamente destruida.
Llegué a mi habitación, y tomé mi
detente del Señor de los Milagros, lo besé y me arrodillé delante de mi cama.
-Señor por favor te suplico que
me escuches, te ruego que no le pase nada, no entiendo en que momento todo se
echó a perder, Dios mío por favor te suplico me escuches, por favor que vuelva
en si, que reaccione, que vuelva a mi, hoy más que nunca lo necesito.
Estuve así orando más de una
hora, cuando mi padre entró a mi cuarto a decirme que Fernando ya había
reaccionado, y que quería verme. Me sequé las lágrimas y salí de la habitación,
cuando estuve en la puerta, me di cuenta que estaba entreabierta, y escuché una
conversación agitada, entre Fernando y su madre. Algo me impidió entrar y me
limité a ver desde la rendija de la puerta.
-Hijo debiste decirle- Doña
Manuela estaba sentada en una silla, y Fernando ya de pie dando vueltas- si la
amabas debías contarle todo. Estuvimos varias veces a punto de decirle, no es
justo que calles algo tan importante
-¿Decirle qué mamá, que la amo
más que a mi vida, pero que estoy condenado a perderla? No mamá, no puedo
hacerlo. ¿Decirle que la verdadera razón porque la que estoy aquí en Perú, es
porque tengo un mal cardiaco congénito, que está en estado avanzado, y que el
mejor cardiólogo, y el más recomendado esta aquí en Lima?. ¿Que varios médicos
me han desahuciado y por eso deje mi vida en el df, y si no encuentro la cura
moriré en unos cuantos días? ¿que estos malestares son porque mi enfermedad ya esta
en fase terminal, y que pronto dejaré de verla y amarla? Que más le digo mamá
que tengo pánico de morir sin ver sus ojos otra vez?.
-Tu no te vas a morir- Doña
Manuela empezó a llorar- El Doctor López dijo que con un trasplante de corazón
lo podrías lograr.
-Mamá, no nos engañemos, la lista
de espera de trasplante es larga, tanto aquí como en México. El doctor fue muy
amable y nos ayudó todos estos meses, pero sin éxito. Yo ya había entendido que
tenía que partir, y por eso dejé todo para disfrutar y dejar que mi corazón
descanse, que sus últimos latidos sean llenos de felicidad y paz, cuando de
pronto en esa procesión?
Fernando se arrodillo delante de
su madre, y las lágrimas salieron con fuerza de sus ojos.
-Ahí la vi, tan linda, tan
especial, y este enfermo corazón empezó a latir, este corazón quiso dar batalla
y se enamoró, Milagros con su ternura, su fuerza, su timidez, le dio una razón a
este corazón de seguir latiendo y con fuerza, este corazón que nunca había
amado por temor a ser rechazado, se arriesgo mamá y se dejó encandilar por la
dulzura de Milagros, pero también tenia miedo.
-Miedo de qué mi niño- dijo Doña
Manuela.
-De que Milagros me rechazara,
miedo de contarle y que no me crea, de que piense que jugué con ella, tengo
miedo de que ella no siga a mi lado, todo este tiempo aquí, todos los días le
he pedido a Dios que le da más tiempo a mi corazón, puse mi fe en El Señor de
los Milagros, al que tanto cariño le tiene Milagros, pero este corazón solo me
sirvió un tiempo, hoy se cobra la cuenta y me deja sin vida. Ya escuchaste al
Doctor, ya no me queda tiempo mamá, y ahora más que nunca tengo miedo mamá- se
puso a llorar nuevamente, puso su cabeza en las faldas de su madre, pidiendo
consuelo.
-Tengo miedo de perder el amor de
Milagros, mi corazón no lo resistiría, - seguía llorando amargamente en el
regazo de su madre, que también lloraba- La amo demasiado mamá, y tengo miedo
de decirle. Mamá por favor ayúdame, Dios escucha el noble corazón de las
madres, dile que me ayude a vivir, quiero vivir, por ella, por Milagros, la amo
mamá, la amo no puedo seguir sin ella.
Mi llanto aumentaba con cada palabra suya, Dios no podia alejarlo de mi lado, él significaba todo para mí, y verlo suplicante ante los ojos de su madre me destrozó el alma, no me controlé y abrí la puerta. Los dos se sorprendieron al verme ahí, miré a Fernando directamente a los ojos, la terrible verdad estaba ante mí, mostrando su lado más cruel, sólo atiné a darle la espalda y salir huyendo de ahí
-Milagros, espera, por favor-
Fernando aún llorando me pidió que no me fuera, oí sus gritos hasta la sala, yo
abrí la puerta y salí sin rumbo conocido, aunque mi mente sabía exactamente a
donde tenía que ir.
-Déjala hijo, de seguro escuchó
la plática- dijo Doña Manuela- debes dejarla que lo asimile, es un trago amargo
que los dos deben pasar.
-No Mamá, le debo una
explicación- Fernando estaba apoyado en la pared de su habitación, la cabeza
reclinada en señal de desesperación- tengo miedo mamá, ahora más que nunca.
-Fernando espérala aquí, luego le
cuentas todo, ella te ama, lo entenderá.
-No puedo quedarme aquí sin saber
nada de ella mamá, debo buscarla.
-Pero a donde irás?, no sabes a
donde fue.
-Si lo sé- Fernando sabía dónde
ella podía haber ido, su refugio secreto y personal, tenía que ir.
Tomó su chamarra y se dispuso a
salir. Doña Manuela, lo tomó del brazo.
-Hijo que haces, aun no estás
bien, hazme caso.
-No Mamá, tengo que arreglar las
cosas.
-Pero y si recaes?
-No me interesa mamá, ella es más
importante.
-Hijo te lo ruego, quédate,
cuando ella regresa tendrás todo el tiempo de?
-Tiempo es lo que me falta mamá-
Fernando le increpó, estaba empezando a alterarse- no tengo tiempo, si no se lo
digo, ella pensará que sólo jugué con sus sentimientos. Por favor déjame
hacerlo.
Doña
Manuela soltó su brazo y lo dejó partir.
La Iglesia de las Nazarenas,
lugar donde se cuida al Señor de los Milagros, es un lugar que siempre
representaba paz y amor para mí. Pero esta vez, el panorama era distinto. En mi
alma no había rabia ni rencor, sólo una inmensa desolación.
Entré y me arrodillé en la banca
de la Iglesia, no había mucha gente.
-Señor que pecado pude cometer
para darme tremendo castigo? ¿Por qué quitarme lo que más amo?, ¿Por qué
negarme la oportunidad de Ser feliz?- llorando dirigí la mirada a la imagen del
muro del altar mayor- te lo ruego, por favor no te lo lleves, por favor- mi
llanto era grande, incontenible.
No sé cuanto tiempo estuve ahí,
pero sentí una mano puesta sobre mi hombro. Fernando estaba ahí, algo agitado,
tal vez hizo una carrera para llegar hasta aquí, respiraba entrecortado, y
tocándose el pecho. Me acerqué, lo único
que quería era sentirlo mío, su corazón palpitando cerca de mi.
Al tenerlo en frente mío, lo
abracé, él simplemente dejó que lo hiciera.
-Perdóname mi vida, te amo tanto
que tuve miedo de que me dejaras, te quiero siempre a mi lado, y le pedí a
Jesús que sane mi corazón- terminó llorando, abrazándome y besando mi frente-
perdóname fui un cobarde.
Yo solo lo abrazaba, no quería
escuchar nada, más que los latidos de su corazón, quería cerciorarme de que
seguía ahí vivo, y latiendo para mi. Las lágrimas no dejaban de caer, la gente
empezaba a mirarnos, porque nos quedamos así varios minutos, hasta que Fernando
al parecer extrañado me preguntó.
-Mi niña di algo por favor, te
suplico me digas algo, tengo miedo de que no me creas.
-¿Por qué enterarme así Fernando?
-No tuve el valor para decirte,
creo que no quería que me vieras con lástima, como lo han hecho la mayoría al
saber mi verdadero estado, allá en el df, la gente a mi alrededor me miraba con
pena, al saber que no había esperanza para mi. Pero tú fuiste clave, él te puso
en mi vida- volteó para ver al Señor del altar mayor- no podía presentarme con
todos esos antecedentes, por eso pedí silencio en casa, Doña Catalina sabe del
problema, tu padre lo debe intuir, ellos callaron porque yo se los pedí.
Perdóname soy un cobarde, pero no quiero dejarte.
No sabía que contestar, era un día
lleno de emociones fuertes, no soportaba algo más.
-Prométeme algo Fernando delante
de Jesús- le dije abrazándolo aún más- prométeme que vas a hacer todo lo
posible por vivir, yo no quiero que te mueras, te suplico de seas fuerte, y yo
seré fuerte, yo estaré contigo, y aquí ante El Señor de los Milagros, le
entrego mi vida entera, por verte sano y bueno.
-Milagros!!
-Eres mi vida, si no estas aquí
ya no hay nada para mi, y hoy delante del señor, hago la promesa, de llevar
habito el resto de mi vida y sahumar su camino hasta que él me recoja a su
lado, con tal de verte sano y bueno.
Vi a Fernando llorar como un
niño, me abrazó, me besó en la frente, y yo sólo quería verlo bien, ese abrazo
nos unió más, era una sensación de paz dentro de tanta tristeza.
Dejamos la Iglesia después de
rezar, él presentaba otra vez dolor en el pecho, se tocó el corazón varias
veces.
-Estás bien amor- le dije al
verlo quejarse.
-Si estas a mi lado cualquier
dolor se supera mi niña- me dijo él- solo necesito descansar.
Llegamos a casa, donde nos
esperaban preocupados. Doña Manuela, al ver a su hijo decaído me ayudó a
acomodarlo en su habitación.
-Mamá me dejas a solas con
Milagros, por favor.
-Si ni niño- le dio un beso en la
frente y acomodó sus almohadas, al verme me puso la mano en el hombro y me
sonrió, en señal de agradecimiento y salió del cuarto.
-Gracias mi niña por creerme, por
no abandonarme- Tomó mi mano y la besó- te amo.
-No podría dejarte Fernando,
ahora menos que nunca, aquí estoy para ti y te cuidaré.
Busqué una silla cómoda, para
colocarla junto a la cama.
-¿Qué haces preciosa?- me dijo
-Cuidándote, desde hoy tienes
enfermera privada- le miré sonriente- Ahora descansa.
Le di un beso en la frente y dejé
que se quedara dormido.
Sabíamos que el reto era difícil,
así que lo asumimos juntos. Fuimos al día siguiente al chequeo de rutina con el
Doctor López, yo ahora lo acompañaba a cada visita que tenía, y lo cuidaba por
las noches, el retomó sus actividades normales, aunque siempre se aquejaba de
dolor en el pecho.
Yo mientras tanto, llevaba más
cursos para poder enterarme más sobre los problemas cardiacos y como ayudar a
los pacientes, llevaba cursos extras y no me daba tiempo de nada.
-Mila casi ya no te vemos- me
dijo Daniela un día viernes, que no tuve clases en el Instituto y tuve unas
horas libres, Fernando y su madre había salido a dar la vuelta, ya que el
doctor había recomendado algo de ejercicio.
-Si Dani, he estado ocupada con
las clases extras, discúlpame.
-Te entiendo, y ¿como sigue
Fernando?
-Está estable, el doctor indica
que es normal pero que su corazón no resistirá mucho tiempo más- me puse triste
ante esa verdad.
-O sea amiga que en cualquier
momento, el puede irse?
-Si, y es lo que más me aterra,
pero tengo fé, entregué su vida al Cristo morado, y sé que él nos ayudará.
-Sabes que cuentas con nosotras
para todo.
-Gracias, y las chicas, ¿no veo a
Lore y a Natalia?
-Ellas ya vendrán tenían una
kermes en el colegio de los hijos de sus patrones, y tenían que llevan comida
para compartir, ya sabes, todas esas cosas, pero me parecen que ya deben estar
aquí.
En eso llegaron Lorena y Natalia,
algo agitadas.
-Milagros, amiga, Fernando estaba
llegando a tu casa y se le notaba enfermo, tu suegra nos vio y nos pidió que te buscáramos-
dijo Natalia.
Me levanté enseguida de la banca
del parque y fui corriendo a la casa. Doña Manuela, estaba socorriendo a
Fernando, quien estaba agitado, no podía respirar con normalidad y se tocaba el
pecho.
-Fernando vamos, relájate, trata
de respirar con calma- le decía su madre. Al verlo ahí de inmediato fui a la
sala en busca del botiquín de emergencia, pero ya era tarde, Doña Manuela pegó
un grito.
-HIJOOOO, DESPIERTA- Fernando se
cayó al piso sin conciencia otra vez, fui a tratar de reanimarlo, puse alcohol
en un pedazo del algodón para hacerlo despertar y no dio resultado. Hice las
maniobras de primeros auxilios, sin respuesta.
En eso llegaron mi padre y Don
José. Lo levantaron con dificultad y lo subieron al coche. Don José se lo llevó
al hospital. El Doctor, nos había indicado que podía pasar algo así en unos
pocos días, y debíamos internarlo. Al llegar a emergencias, el médico de turno
le dio también los primeros auxilios, pero fue inútil, Fernando no reaccionaba.
-Tuvo un paro cardiorrespiratorio,
¿el paciente tiene algún mal cardiaco?
-Si Doctor- le dije- es paciente
del Doctor Ignacio López.
-Está bien lo vamos a llevar a
urgencias, para poder reanimarlo, haremos todo lo posible Señorita.
Vi al doctor llevárselo en la
camilla y desaparecer de la sala y mi mente se llenó de desesperación. Me senté
ne una de las sillas junto con Don José que lucía tan desesperado como yo.
Mi padre, más tarde trajo a Doña
Manuela y a Doña Catalina, al verme tan triste, ellas me abrazaron por un
momento, mientras esperábamos alguna razón de su estado.
-José llegó una carta de México
para ti- Doña Catalina le entregó un sobre sellado, Don José, lo miró y estaba
a punto de abrirlo, cuando el Doctor López salió a la sala de espera.
-Como está doctor?- le pregunté
ansiosa.
-Sabíamos que este momento iba a
llegar, deben ser fuertes, él ya lo sabe y está tranquilo, ya reaccionó, pero
quiere ver a su novia.
Doña Manuela empezó a llorar,
Doña Catalina la abrazó, mi padre me abrazó, y a buena hora lo hizo, sino yo hubiera caído ahí en el piso de la
impresión, estaba destrozada, el amor de mi vida se iría para siempre, no podía
soportarlo. Miré a mi suegra y ella con la mirada me dijo que debía entrar.
Seguía al doctor a la habitación,
Fernando tenía la mirada cansada, pero increíblemente llena de paz, al verme
sonrió, tenía apoyo con el oxígeno, ya que se agitaba al hablar. Yo me acerqué
a su lecho, y no pude evitar llorar.
-Mi niña no llores, ¿sabes que te
amo verdad?- tomó con sus dedos mi mentón y dirigió mi mirada a sus ojos, esa
mirada me seguía fascinando
-Y yo más a ti, no te vayas mi
amor.
-Sabíamos que esto pasaría, pero
déjame decirte, que fuiste el mejor regalo que el Señor de los Milagros me haya
dado, te amo Milagros- besó mi mano y algunas lágrimas salieron de sus ojos.
Yo me acerqué y lo besé, quería
que vida se pasara a su cuerpo, que eso le diera más fuerza para seguir
viviendo, no quería perderlo, no podía perderlo.
Don José entró de improviso, con
un semblante más alegre.
-Hijo me acaban de escribir de
México, dicen que hay posibilidad del trasplante, que debemos ir allá para
determinar si el corazón es compatible- lo miraba con mucha ilusión, era su
único hijo- unos amigos me han ayudado ya para embarcar lo más antes posible.
Doña Manuela apareció contenta
junto con mi padre y Doña Catalina que entraron en la habitación, yo no podía
negar que estaba feliz porque había una posibilidad de que Fernando se salvara.
Pero me dolía saber que se iría.
-¿Por favor me dejan hablar con
Milagros a solas?- me dejó perpleja ese pedido. Ellos lo vieron y aún felices
salieron de la habitación.
-¿Qué pasa Fernando?- le dije al
verlo algo triste.
-No quiero dejarte Milagros, no
quiero apartarme de ti.
-Pero debes hacerlo, tu vida es
primero, yo no tengo los medios para solventarme un pasaje en avión a México, y
sé que tus padres no podrían costeármelo, además tu salud es primero. Sólo
prométeme algo Fernando.
-¿Qué mi vida?- me tomó la mano,
yo saqué de mi bolsillo el detente del Señor de los Milagros que llevaba
conmigo, desde esa noche en la que supe la verdad.
-Prométeme que te cuidarás, que
serás fuerte y que vivirás para mi. Y que regresarás a mi.
-Te lo juro, y tu prométeme, que
me esperaras, pase lo que pase, yo viviré para ti, te lo juro.
Nos dimos un beso para sellar
nuestro juramento, lo miré y me lastimaba saber que tal vez no volvería a verlo
con vida, pero mi fe era más fuerte, sabía que Dios no nos iba a abandonar.
Los Olivares, al día siguientes
partieron rumbo a su país, yo veía la avioneta alzar vuelo, y mis lágrimas no
dejaban de caer, mi padre y Doña Catalina estaban conmigo, me abrazaban porque
sabían que se estaba yendo la mitad de mi corazón con ellos, sabían que mi vida
sin Fernando era el inicio de mi propio calvario.
Mis días pasaban sin esperanza,
me faltaba la sonrisa de mi Fernando, no supimos nada de los Olivares hasta una
semana después de su viaje, Don José escribió una carta, en ella nos decía que
la primera opción de trasplante no era compatible, y debía esperar unas semanas
más, eso me ponía triste, tal vez en esa espera, él ya no podía resistir. Según
mi suegro, él estaba estable, pero internado en el hospital, porque debía
dejarlo en observación, al final escribió que Fernando extrañaba a su enfermera
personal y no veía las horas de regresar a Lima.
-Hija ten fe- me decía mi padre, él
sabía cuánto estaba sufriendo y trataba de consolarme.
-Mi fe está ahí papá, y sé que
Dios me ayudará, pero mi miedo es mayor, no quiero perderlo- abracé a mi padre
como una niña que necesitaba consuelo, él me abrió los brazos, sabía que su
amor me ayudaría a continuar.
Mientras tanto, yo seguía
estudiando, pero dejé los cursos extras para poder ayudar en el quehacer de la
casa, y estudiaba solo algunas materias por la noche. Mis amigas del Instituto,
me ayudaban con los trabajos grupales. En el barrio, Lorena, Natalia y Daniela,
eran mis confidentes, sólo con ellas me ponía a llorar, porque no quería causar
más dolor en casa.
-Vamos Milagros, ten fe, él va a
volver con bien, y si no se quedan aquí, te va a llevar a México, vamos sólo
ten fe -me decía Natalia, ella me veía más decaída de lo normal.
-Lo extraño mucho- le dije.
-Y de seguro él a ti también-
dijo Lorena- pero esta clase de prueba, es la que fortalece el amor, la
distancia ayuda a fortalecer las relaciones,
-Y si no lo vuelvo a ver, no lo
resistiría- me puse a llorar, así descargaba mis miedos.
-Vamos anímate, cualquier cosa ya
te hubieran dicho algo, tus suegros están luchando por su vida, así como lo
hubieras hecho tu- me dijo Daniela. Me puse de pie, y las abracé
-Gracias muchachas, no sé qué
haría sin ustedes- Ellas me sonrieron y me acompañaron a casa.
Desde esa carta, no recibimos
muchas noticias de Fernando, y pasaron los días y los meses, yo más preocupada
que nunca, sin saber si estaba bien o mal, solo iba a consolarme a la Iglesia,
donde habíamos hecho nuestra promesa de vida.
Arrodillada ante el altar, pedía
todos los días por una muestra de fe.
-Mi Señor de los Milagros, mi corazón
te tiene mucha fe, pero está destruido por la duda, no sé nada de mi Fernando y
han pasado 6 meses, temo por él, pero sé que tu infinita bondad, lo ayudaras a
sobrevivir, por favor déjalo vivir más y que viva para que lo pueda amar, te lo
ruego- terminaba mi oración con lágrimas y con la certeza que Dios escuchaba
mis ruegos.
Estaba a la puerta el mes de
Octubre, y la Iglesia ya se alistaba con los colores tradicionales de la Fiesta
del Señor, mi vida había cambiado radicalmente en estos últimos meses, y mi
plegaria ya no era la misma, recordé con dolor ese día de procesión donde
conocí al hombre de mi vida, y era posible, que él ya no estuviera con vida para
compartirla conmigo.
En este año nuevo de procesión,
mi espíritu y a no estaba expectante de los ritos propios del mes Morado, mi
alma y pensamiento estaban puestos en Fernando, y mi cabeza tenía un remolino
de interrogantes. Decidí solo entregar mi corazón al amor misericordioso de
Jesús y él era dueño de mi destino, así que me alisté nuevamente con mi hábito
morado, mi velo, y mi brasero, para purificar el camino de Cristo.
-Hija, te quiero mucho y no
quiero verte así, por favor ten fe, y pídele a Cristo que ilumine tu camino- me
dijo mi padre al verme salir de mi habitación, ya lista para la procesión, me dio
un beso en la frente y abrazó- te ves hermosa, igual a tu madre.
-Gracias papá, yo también te
quiero.
-Vamos hija, aquí mando en la
bolsa tus alimentos y el incienso para el brasero- Doña Catalina, también se entristecía
con mi dolor- sabes que eres una hija para mi, y ya veras que esta vez si
tendremos noticias sobre Fernando.
No aguanté y la abracé,
necesitaba hacerlo, ella también lo hizo y me dio un beso en la mejilla.
Me encontré en la calle con
Lorena, Natalia y Daniela, cada una con su hábito morado y sus braseros listos,
me sonrieron con el fin de decirme que estaban conmigo, y yo me sentí
tranquila, porque sentía que no estaba sola, pero mi corazón solo tenía ganas
de ver a mi amado.
Llegamos a la procesión,
nuevamente el olor a sahumerio, incienso y el llanto de la gente suplicante,
eran el remanso para mi dolor, las andas plateadas del Señor avanzaban a paso
lento, y mi oración era silenciosa, porque Dios sabía que sólo tenía un deseo,
poder ver a mi Fernando Vivo de nuevo.
Ya era más de medio día y mi
brasero tenía la flama muy débil, le pedí ayuda a Lorena para que lo sostuviera
por un momento mientras sacaba más sahumerios e incienso, estaba colocándolos
dentro del brasero cuando escuché una voz.
-Si quieres te ayudo con la flama
mi amor- me dijo él, esa voz tan sensual y tierna era inigualable
Al voltear mi semblante cambió
por completo, ver a Fernando parado ahí en medio de la gente y sonriéndome, era
la más grande alegría de mi vida. Dejé lo que estaba haciendo, rompí la fila de
Sahumadoras y me acerqué a abrazarlo, como niña recibiendo su juguete de
Navidad, puse mis brazos sobre su cuello, y él me tomó por la cintura y me
elevó en el aire. Todos vieron nuestro reencuentro y algunos mirando
extrañados, mis amigas sonreían emocionadas.
-Mi Vida no sabes cómo te
extrañé- me dijo Fernando, besándome todo el rostro- no había día en que no
pensara en ti en estos 6 meses, parecieron un siglo.
-Mi Fernando, no sabes cómo te
amo, no puedo creer que estés aquí conmigo.
-Como la primera vez que nos
conocimos, frente a él- miró al Señor de los Milagros con dulzura y felicidad.
-Yo sabía que él te iba a salvar,
lo sabía, él te dio la oportunidad del trasplante- le dije abrazándolo.
-Mas que eso mi niña, no hubo
necesidad de trasplante, las primeras semanas reaccioné favorablemente al
tratamiento del Doctor, allá en México, me dijeron que había riesgo en el
trasplante, pero que mi evolución estaba siendo asombrosa, pasaron unos meses
más de pruebas, en ese periodo no dejé el hospital, y tenía tu detente siempre
en mis manos.
-Entonces quieres decir que- le
dije entre lágrimas de felicidad.
-Estos meses estando en
observación, detectaron que mi corazón estaba volviendo a su estado saludable,
hace unas semanas, el Doctor López fue al DF, y me dijo asombrado, que mi
enfermedad había desaparecido por completo, era de nuevo un hombre sano y nadie
se explicaba la razón. Mis padres y yo estallamos de alegría y decidimos
preparan nuestro regreso. Yo ya no podía vivir un día más sin ti.
-Y yo tampoco mi Fernando- me di
la vuelta para ver a las andas del Señor- Gracias mi Dios, escuchaste mi
suplica, te lo agradezco en el alma.
-Los dos debemos agradecer mi
amor- Fernando me miró y le pidió mi brasero a Lorena, le aumentó la flama y
puso más incienso, el amor era delicioso y era propicio para nuestra muestra de
fe.
- Gracias Dios mío, porque me
regalaste a un ángel, gracias a ella tengo vida y salud, y pasaré el resto de
mi vida amándola.
Ambos seguimos todo el recorrido
del Señor hasta dejarlo en su Iglesia. Fernando, la chicas y yo regresamos
felices a nuestra casa, y al llegar a la puerta, Fernando se detuvo, me tomó en
sus brazos y me atrajo a su cuerpo, ese cuerpo que tanto extrañaba.
-Te amo Milagros, has llegado a
mi vida para darle luz, y llenas mi alma de un aroma celestial, así como con tu
brasero, abres el camino de Jesús- Sacó una cajita de su bolsillo, dentro de
ella estaba un hermoso anillo de compromiso- ¿quieres ser mi esposa?
Yo lo miré asombrada, feliz y
dichosa, todo mi dolor había desaparecido solo con ver eso ojos miel que ahora
me miraban llenos de vigor.
-Claro que acepto mi amor, te
amo.
Puso el anillo en mi dedo, con
mucha delicadeza, y me besó, entramos a la casa y sus padres, y mi familia nos
recibieron con alegría, ya nuestra tristeza había desaparecido.
Las semanas siguientes solo fuero
de dicha y felicidad, Fernando estaba muy feliz y yo también, saberlo vivo y
fuera de peligro, era lo más grandioso, debíamos agradecer a Dios por este gran
Milagro.
Las Señoras de la casa se
encargaron de nuestra boda, mi suegra sonriente me abrazó un día en que hablábamos
del vestido de novia.
-Gracias Milagros- la miré algo
asustada, Doña Manuela no era muy efusiva conmigo en todo el tiempo en que la
conocí- gracias a ti hijo esta vivo, él me contó tu promesa a Jesús, y mira
todos estamos felices por ustedes. No quiero que pienses que no te quiero, pero
la situación de mi hijo me tenía muy tensa.
-No se preocupe yo la entiendo,
fue un momento duro, pero ya se acabó, Yo amo su hijo Doña Manuela, soy pobre y
lo púnico que puedo darle es mi amor.
-Es más que suficiente hija mía,
y bienvenida a la familia, Señora de Olivares.
Nuestra unión fue en algunos meses
posteriores, donde se reunieron todos nuestros seres más queridos, ese día Dios
celebró y bendijo nuestra unión y por fin me dio el más grande de los regalos.
-Eres feliz mi niña- me preguntó
Fernando al salir de la Iglesia- eres feliz a mi lado?.
-Eso no lo dudes mi amor- soy muy
dichosa. Y tú?
-No hay palabras que expliquen la
dicha que tengo hoy, aquí hoy empieza nuestra verdadera aventura, y gracias a
ti tengo vida para poder disfrutarla a tu lado.
-Te amo mi mexicano adorado.
-Te amo más mi bella Sahumadora.
El beso que nos dimos en la
puerta de la Iglesia, fue la más grande prueba que nuestro amor duraría para
siempre. Dios nos regaló lo más grande. La dicha de amar más allá del tiempo,
de la distancia y sobre todo venciendo a la muerte, porque gracias a Fernando,
mi esposo, aprendí el valor de la vida y del verdadero amor.