El equipo de Colunga Team y yo te damos la Bienvenida a nuestra casa. Deseamos que te diviertas y que convivas con respeto y cariño con los demás integrantes de nuestra gran Familia.
Capítulo 7
El bar tenía
luces tenues, el aire estaba viciado por el humo de los cigarros. Sentados a la
mesa apenas podía ver las siluetas de aquellos hombres robustos, lo miraron con
desconfianza. Entonces vio en el fondo del local y lo reconoció.
Con traje impecable y un trago en la mano el jefe narco más
peligroso lo esperaba, uno de los suyos le acercó la silla.
- Inspector Smith, un trago?
- No gracias, estoy bien
- Parece algo agitado amigo.
- No es nada ¿A qué debe este honor?- le dijo con una sonrisa socarrona.
Los matones reaccionaron poniendo sus manos en sus armas y se detuvieron al
instante, ante la señal del jefe.
- Bien, muy bien. Usted y yo teníamos un acuerdo.
- No sé
de qué habla.
- ¿le
refresco la memoria? Daniel torrente
- Que
hay con él.
- Está
en la ciudad.
- Eso es
imposible, ya le dije que murió en aquella balacera
- Mire Smith,
conmigo no se juega, no me gusta perder el tiempo- se levantó y golpeó con
ambos puños en la mesa. El aire se puso peligroso y los hombres mostraban los
dientes complacidos ante la posibilidad de ver al jefe en acción, desplegando
todo su sadismo y maldad.
- ¡ya le
dije qué está muerto!- el jefe hizo una señal y sobre la mesa aparecieron fotos.
Las vio y supo la verdad. Las imágenes
mostraban un hombre joven de unos treinta y tantos años con anteojos oscuros y
gorra, en moto circulando por algunos lugares que él también había frecuentado
recientemente.
Daniel torrente había sido miembro de la
banda narco hace algunos años atrás. Pero su vida dio un giro cuando conoció a Gabriela.
Él supo que ella era la mujer de su vida. Ya no podría vivir sin ella. Ellos se
amaron y planearon un futuro juntos, soñaron juntos formar una familia en otro
lugar donde nadie los reconociera.
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Hizo un trato con Smith intercambiando
información por protección. Pero por azares de destino en aquella tarde
lluviosa, en aquel encuentro, donde las balas trazaban líneas impactando en los
cuerpos, de los narcos y las fuerzas de la ley, fue dado por muerto en un baño
de sangre.
Aunque Gabriela quedó pensando lo peor de él
y sufrió mucho su abandono. Dio a luz con el corazón roto, pero su hija le dio
toda la fuerza y esperanza.
Daniel nunca estuvo lejos de ella y cada vez
que podía le dejaba una rosa blanca, su favorita, muy cerca para que no lo
olvidase. Estos años arriesgó su vida para verla y estuvo presente en el
nacimiento de su hija vestido como enfermero. Esa noche entró en su cuarto y
las beso a las dos mientras dormían.
Lloró de emoción cuando su hijita tan
pequeña le agarró su dedo pulgar.
Entonces se convirtió en su ángel guardián. Las amaba a pesar de todo y siempre
se disfrazaba para estar cerca y emocionarse cuando las veía, aunque a lo
lejos.
- Espero
que yo no esté confirmando mis sospechas Smith y no lo esté ocultando por ahí.
Los traidores son una piedra en el zapato y me encanta capturarlos para
divertirme mientras se van muriendo despacito JAJAJA. Y ya sabe lo que me gusta
hacer con los mentirosos como usted- Walter entendió el mensaje y cuando uno de
los hombres se acercó, saltó de la silla.
- Déjeme
hacerme cargo, lo solucionaré, enseguida. Deme una semana ¡por favor!- balbuceó
con torpeza y los nervios al límite.
- ¡Dos
días! O mis hombres se harán cargo de usted y de ese traidor- se lo dijo con
esa voz rasposa y mirándolo a los ojos fijamente mientras con la navaja le
marcaba la cara. Walter sacó un pañuelo para secarse la sangre y los vio
desaparecer como en un acto de magia.
Hace unos años le había pedido prestado
dinero y a cambio del pago el jefe le ordenó liquidar a Daniel. Pero no pudo,
algo en la historia de Daniel y Gabriela lo conmovió aquellos días. Tal vez en
el fondo de su alma, detrás de su odio había un hombre que conocía el amor, tal
vez.
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En la casa
José Antonio despertó esa mañana complacido,
feliz, hacía tiempo que no dormía tan
bien. Estaba generoso de caricias y besos. Giro su cuerpo buscando con su
sonrisa encantadora el cuerpo de Gabriela y despertó sorprendido pues no la
halló junto a él.
- ¿Gabriela?
¿amor?- la vio en el balcón, su figura lo excitaba y se levantó sin hacer ruido
acercándose a ella despacio para
sorprenderla por atrás con un abrazo, se sentía vigoroso y con deseos de poseerla
- ¡Amor!- le susurró.
Gabriela estaba perdida en sus pensamientos,
distante, tiene el celular en la mano.
- ¡Estás
fría!
Ella respondió a sus caricias mecánicamente,
estaba al borde de las lágrimas, casi histérica. No podía permitir que la viera
así y reaccionó a tiempo para
responderle y dejarse llevar por la
pasión.
- Ven,
ven - la lleva de la mano a la habitación- ven amor tomemos un baño juntos. Te
deseo.
En la ducha, la trae de un tirón hasta su
cuerpo, la abraza, sus manos varoniles están inquietas y la acaricia
intensamente disfrutándola con el tacto y sus ojos de su espalda, sus brazos,
los pechos, los muslos. Su mirada color miel la hipnotiza, la besa.
Gabriela siente su cuerpo temblar con sus
caricias, la piel le quema. Sentir su cuerpo desnudo frente a ella la pone
salvaje. Entonces se libera, lo sorprende, lo empuja, lo aparta y se acerca
para tocarlo, tomando ella la iniciativa. Los vidrios se empañan.
Sobre la cama quedó el móvil de Gabriela con
un mensaje de voz en el buzón.
Luego de un desayuno rápido y José Antonio la
lleva a su casa en su auto. De pronto suena el móvil de Gabriela. Ella está
mirando por la ventanilla, parece distraída. Pero su cabeza es un remolino de
pensamientos y espera llegar pronto a su casa para remarcar ese número.
- ¿No
vas a contestar? ¿qué pasa? Estás como ausente.
- Nada
amor, no me di cuenta, disculpa- le sonríe y busca en su bolso el celular. Otra
vez ese número que la despertó esta mañana. Tiene miedo de contestar. La voz
que le dijo ?hola? le sonó conocida, a tal punto que la paralizó.
- ¿Es tu
mamá? ¿no? ¿Quién es?- la siente tan
ausente que la mira y estudia cada uno de sus gestos con ojos inquisidores
mientras conduce su auto.
- Número
equivocado.
Vuelve a sonar el móvil. José Antonio ya está
impaciente. Entonces Gabriela contesta nerviosa:
- ¿Hola?
- Gabriela,
soy yo Daniel
- ¡Número equivocado!- respondió, colgó y lo
guardó en el bolso. Luego sonrió e inclinó la cabeza en sus fuertes hombros, cerró los ojos y rogó a Dios
no perder este hombre maravilloso. Suspiró y prefirió perderse en su perfume. José
Antonio la besó en la frente con ternura.