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Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 1, 29-34
29.Al día siguiente Juan vio a Jesús que venía a su encuentro, y exclamó: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
30.De él yo hablaba al decir: Detrás de mí viene un hombre que ya está delante de mí, porque era antes que yo.
31.Yo no lo conocía, pero mi bautismo con agua y mi venida misma eran para él, para que se diera a conocer a Israel.»
32.Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu bajar del cielo como una paloma y quedarse sobre él.
33.Yo no lo conocía, pero Aquel que me envió a bautizar con agua, me dijo también: Verás al Espíritu bajar sobre aquél que ha de bautizar con el Espíritu Santo, y se quedará en él.
34.Sí, yo lo he visto; y declaro que éste es el Hijo de Dios.»
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
"Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". Es Dios quien se sacrifica y ofrece su vida infundiendo confianza y mostrando misericordia. Juan no se refiere a nuestras faltas leves o graves, errores y omisiones. El pecado del mundo es la fractura entre Dios y los hombres que fructifica en violencia y muerte.
Jesús recompone ese puente entre lo divino y lo humano, para vencer definitivamente la muerte que sembró ese pecado del orgullo humano.
Jesús nos envía como corderos en medio de lobos, esto no es morir inmolados, sólo indica las dificultades de anunciar el evangelio.
Ser sus discípulos requiere apropiarnos de su manera de ser, imitando sus gestos, sin rechazar a nadie, sin sentir miedo, quitar el pecado del mundo, oponernos a todo lo que quiebre el puente entre Dios y el hombre.
La imagen del cordero: Los judíos que escuchaba a Juan, todos los años celebraban la Pascua sacrificando un cordero. Celebraban la liberación de Egipto (Ex. 12).
La imagen del cordero sintetiza el aspecto culminante de la misión de Jesús: quitar el pecado del mundo.
Este domingo completa la fiesta del Bautismo de Jesús: allí se pone el acento sobre su identidad; aquí sobre su misión.
Por el bautismo todos somos elegidos por Dios y tenemos una misión: el servicio a los hombres para la gloria de Dios. El día de nuestro bautismo Dios Padre susurró en nuestro corazón. Tú eres mi hijo querido (Mt. 3,17). Hoy agrega: Tú eres mi Servidor, por ti me gloriaré.
Los discípulos de Jesús compartimos su misión. No solo debemos ser "corderos inmaculados" -vivir cristianamente- sino también quitar el pecado del mundo a través de las múltiples formas que sugiere la compasión, la misericordia, el amor a los demás.
El pecado más común de los cristianos de hoy es no aceptar la ternura y la humildad del Cordero de Dios, que quitó el pecado del mundo.
Que Dios nos bendiga.