El equipo de Colunga Team y yo te damos la Bienvenida a nuestra casa. Deseamos que te diviertas y que convivas con respeto y cariño con los demás integrantes de nuestra gran Familia.
Él era un hombre paciente, por mucho tiempo lo había demostrado. Ella una vez más lo ignoraba, ocupándose únicamente de su imagen en el espejo.
Él de a momentos la admiraba por el espejo retrovisor cada vez que podía. La conocía de memoria pero no podía dejar de mirarla. No había un solo día desde que la conoció que no sintiera esa extraña sensación al dejarla y saber que no la vería hasta el día siguiente.
* Otra vez vas muy despacio Darío! Así no llegaremos nunca?
Ojalá! Pensó él. No sabía que le era más molesto que lo llamara así o que lo ignorara.
* Disculpe, pero iba Ud maquillándose?
* Disculpe, disculpe es lo único que escucho de ti.
* Hay mucho tráfico, Señorita.- le dijo firme y al mirarla una vez más por el espejo suavizó la voz para agregar- No se preocupe.
Al no tener nada que objetar ella miro evidentemente molesta por la ventanilla y se recostó un poco hacia atrás. Absolutamente bella pensó. Era evidente que las presiones seguían sino no estaría de tan mal humor. Ella no era asi pero desde que comenzara a trabajar en la empresa de su padre las cosas no parecían ir bien.
* Puedo poner música, Señorita?
* Suave, me duele la cabeza.
Normalmente él escuchaba otra música pero tenía un pendrive para días como este. Lo puso muy suave, y esbozó una media
sonrisa esperando la reacción de ella. Suavemente ella cerró los ojos y suspiró. Él sonrío complacido. Apenas audible ella comenzó a cantar, y el auto comenzó a ir más lento otra vez.
* Súbele!!
* Y su malestar, Señorita?-dijo burlón.
* Deja de hacer el payaso y súbele!!
Más que complacido de que su plan funcionara le dio al volumen. Faltaba poco para llegar. Pronto la dejaría segura en su casa y la vería ocultar su belleza entre cuatro paredes una vez más.
* Darío no quiero volver a casa
Casi al momento el auto estaciono a un lado de la calle.
* Usted dirá dónde vamos.
* Llévame al rio, ahí donde está el recodo y se puede caminar fácil a la orilla.
* Trajo abrigo? En un rato refresca.
* No importa solo vamos aunque sea un momento.
Sin objetar nada más y más sonriente que antes se dirigió al río. Era un viaje de una hora más o menos, así que fue rápido.
* A veces cuando volvemos a casa me olvido que manejas perfectamente. Muchas veces creo que lo haces a propósito y me exaspera.
* Solo tengo precaución por el tráfico Señorita ? mintió- aquí en ruta es mejor tomar velocidad.
* Aún así tengo mis dudas
* Supongo se quejará con su padre. Últimamente está de moda.
* Qué pasó con mi tía? Creí que ella no era parte de tus obligaciones.
* Su padre me pidió la llevara. Pero la Señora es difícil de tratar. A veces pide imposibles y se molesta ante una negativa.
* Hay imposibles que para mi Tía son muy posibles, más si de hombres se trata- lo miro con recelo- que le negaste, Darío?
* Ya estamos llegando Señorita, pondré el auto lo más cerca posible
* Sabía que no me contestarías, eso también me exaspera de ti.
El solo sonrío un poco molesto pero como contarle que su Tía era una loca atolondrada que no se respetaba ni ella misma. Bueno, quizás lo sabía pero no sería él quien se lo confirmase. Se acercó bastante a la orilla, era una parte donde había un poco de arena y no tanta piedra. Ella podría caminar tranquila descalza como tantas veces lo había hecho.
Apenas pararon ella descendió jubilosa, como niña que llevan al parque, ya con los zapatos de tacón en la mano.
- Porque no los deja?- le preguntó viendo que ya no le podría abrir la puerta.
- Porque luego tendría que pedírtelos. No bajes, vuelve en una hora Darío.
Ella muy segura caminó descalza esquivando las piedras pequeñas y pisando las grandes o la arena. Él, lejos de obedecerla se bajó del auto y fue hacia la cajuela. La abrió y saco una chamarra que llevaba en un bolso y un suéter de lana. Ella al escuchar el ruido volteó a ver al momento que se ponía el suéter de espaldas a ella. Lo vió cerrar y sin apuro ninguno dar la vuelta y dirigirse hacia donde ella se encontraba.
* Qué haces??
* Le traigo un abrigo.
* Pero es tuyo.
* Esta limpio
* No era por eso sino que tampoco estás abrigado y además no te lo pedí.
* No hace falta que lo haga- le dijo al momento que colocaba la chamarra sobre sus hombros sin siquiera tocarla. Los ojos de Darío no parecían aceptar un no, así que suspiró molesta.
* Me tratas como a niña chiquita.
* Y eso le exaspera de mí?
* Te pedí que te fueras
* Si, Señorita. Pero me quedo en el auto.
* Has como quieras.
* Si, Señorita
Dieron vuelta uno para cada lado sin poder evitar pensar uno en el otro. Una vez más había un mundo entre los dos. Los pasos de Darío eran lentos como cansados o molestos, más bien frustrados. Aun así no subió al auto, le parecía injusto estar en el cálido interior mientras ella andaba fuera. Ya de por si la cercanía del río refrescaba el aire pero estaba anocheciendo y una brisa de otoño comenzó a hacerse sentir. Pronto refrescaría más, así de cambiante era el clima últimamente. Se apoyó en el auto y se dispuso a esperar pero mirándola.
Ella siguió su paseo mirándolo de reojo cada tanto, a pesar de creer que disimulaba, él era plenamente consciente de cada movimiento que ella hacía para verlo. Cuando ella se alejó bastante cerró el auto electrónicamente y caminó despacio hacia donde la perdió de vista. Cuando la tuvo otra vez a la vista se sentó en un tronco caído.
* Me exasperas ?le gritó ella. Él sonrió seguro de que ella no vería su cara. Ella definitivamente no lo exasperaba, es más hasta en estos días sentía que la amaba cuando lo molestaba de esa forma. Y mirarla era parte de su trabajo, no podría ni por responsabilidad ni por amor dejarla sola.
Ella dejó de alejarse y se sentó recostada en una gran piedra a mirar el río. Turbulento como su humor, revuelto como su pensamientos.
Después de hora y media él seguía paciente quebrando palitos secos mirándola y ella sentada sin moverse. Basta pensó y se paró. Iba a buscarla ya que ahora el frio se sentía más intenso y ambos enfermarían. Ella seguía quieta acurrucada dentro de la chamarra incluso las piernas y con la cabeza sobre las rodillas, dormida.
No pudo evitar enternecerse, tan frágil la veía. Cabeza dura pero frágil como las hojas que volaban secas y amarillas.
-Soy Darío ? le dijo al momento que la levantaba en brazos. Ella apenas se quejó ?hace mucho frío.
-Déjame aquí- dijo apenas en un susurro.
- No.
Y sin dar más razones la llevó al auto. Lejos de protestar ella lo abrazó y se recostó sobre su hombro. Él sentía que el piso le temblaba pero la sujetó más firme, que le pasaría? Se preguntó preocupado. Ella siempre tan alegre y ahora esa tristeza que no la abandonaba.
* Bájame- le suplicó despacio- caminaré lo que falta.
* Está descalza.
* Mis zapatos ¡!- y miró sobre el hombro para donde estaban.
* Luego voy por ellos si los quiere tanto
* Si los quiero ?y al ver la sonrisa de él- tanto como tú amas ese cinto de cuero.
* No creí que se notará- ella se ruborizó al ver la expresión divertida de él.
* Bájame.
* Dije no.
Llegaron al auto y la sentó sobre del capot. Luego sacó las llaves y picó para abrirlo electrónicamente. Ella no le quitaba los ojos de encima y eso lo inquietaba. Sus ojos almendra eran no solo bellos sino hinoptizantes y si te miraban fijo capaces de hacer que te disculpes de lo que no habías echo. Al menos él lo sentía así. Ahora vigilado por esos ojos se sentía así. Abrió la puerta trasera del auto y esperó, pero ella no se movió. Giró para ver que pasaba.
* Suba -le dijo despacio.
* Me traes hasta aquí y luego no me subes??- le gritó molesta.
Él ni siquiera lo pensó solo giró, la tomo de la cintura y la volcó sobre su hombro, como si no fuera más que un bulto. Nada de la delicadeza con que la trajo. Luego la volcó sobre el asiento con el único cuidado de que no se golpeara, metió las piernas sin miramientos y cerró la puerta. Molestó dio la vuelta y se ubicó en su lugar y dio arranque al motor y solo ahí la escucho llorar, suave más bien como un quejido ahogado y bajito.
Apagó el motor y se quedó consternado sin saber que hacer.
-Por favor discúlpeme, me salí de mis casillas y..
-Leo no me lleves a casa? -ese era él, ella le decía Darío solo para molestarlo por una mujer que una vez lo habló en la calle y lo llamó así. Sorprendido más por oír su nombre que por el pedido dio vuelta a mirarla
-Porque?
-Necesitas razones no es suficiente que yo te lo pida??
- Debo saber de que la protejo.
-De mi padre.
- No puedo hacer nada-le dijo pensativo
-Por favor!!
-No
Volvió a dar marcha y salió a la ruta. Estaba seguro que quizás sería la última vez que la llevara de vuelta. Pero no debía exponerla, condujo con el llanto de ella todo el camino, solo llegando ella se calmó un poco y se sentó más cómoda.
* Darío no fuiste por los zapatos.
* Su padre entenderá
Ella se dio cuenta que quizás los escuchaban. Se terminó de arreglar.
Llegaron bastante tarde, los estaban esperando. Su padre nervioso había salido de la casa y apenas estacionó el auto ya estaba allí abriéndole la puerta a su hija.
* Están bien? Porque demoraron??
* Estamos bien, solo fuimos al río. Me gusta en esta época.
* Entra rápido que debes estar helada- luego dirigiéndose a Leandro- contigo hablo luego.
* Seguro señor ?dijo al tiempo que la miraba a ella.
Se quedó mirándola entrar del brazo del Sr Montalvo, seguro de que luego sería despedido y ya no podría verla.
Leandro provenía de una familia de pocos recursos, pero sus padres lo habían educado de un modo impecable, no solo era correcto en sus modos sino en todo lo que hacía.
Debido a que era el hijo mayor y les llevaba más de diez años a sus hermanos menores; siempre se sintió responsable de su familia. Su padre ya estaba jubilado y sus ingresos eras pocos, así que para ayudarlos decidió irse a probar suerte y buscar un futuro para ellos.
Realizó todo trabajo que se le presentó, llego a tener dos empleos y en cierto tiempo, más de siete años, logró juntar lo suficiente para poder matricularlos a ambos en la universidad y luego seguir pagando sus estudios y los demás gastos sin meterse en créditos usureros.
Su padre sentía mucho orgullo de su hijo. A pesar del amor que se tenían no habían podido verse en mucho tiempo. Pero eso cambiaría pronto ya que hacía poco sus hermanos habían terminado sus carreras.
Con nostalgia a veces acariciaba el único regalo caro que su padre le hiciera, una hebilla de plata con detalles en oro, que cambiaba de correa pero que jamás guardaba en un cajón, siempre la llevaba puesta como si así su familia no estuviera lejos.
Hacía tres años había conseguido empleo de chofer en casa de los Moltalvo, vivía ahí y tenía que estar a disposición las 24 horas pero le pagaban tan bien que no necesitaba ya el segundo empleo por ello había aguantado muchos desplantes y problemas, tanto de la hermana de Señor como del propio Moltalvo. Ambos hermanos eran de un carácter caprichoso y
muy tendiente a lo excéntrico. Ella soltera a sus sesenta años creía ser una diva que se vestía como si tuviera treinta y se comportaba como si su adolescencia le fuera eterna.
Él era un hombre poderoso en dinero y empresas, que consiguió de la noche a la mañana, lo que lo había vuelto soberbio y autoritario.
Montalvo estuvo casado pero apenas Leandro comenzara a trabajar en la casa, la esposa falleció después de una penosa enfermedad. Un mes antes de que esto sucediera la única hija del matrimonio llego a quedarse, luego de años de ausencia.
Apenas la vio, Leandro no pudo apartarla de sus pensamientos y ella en silencio le correspondía. Ella se había mostrado siempre vivaz y alegre a pesar de las circunstancias ya que su alejamiento por estudios se había alargado para mantenerse a distancia de las imposiciones de su padre y solo volvió a cuidar a su madre luego de varios intentos frustrados de llevarla con ella.
A pesar de no ser una niña, a sus treinta y tantos aún su padre sabía dominarla con la culpa y la angustia cada vez que quería hacer su voluntad. Ella muchas veces se sentía atrapada en un círculo del que no podía salir y cada que pasaba el tiempo se iba quedando más sola y lejos de la idea de volver a dejar la casa familiar.
Su peor error fue comenzar a trabajar en una de las principales empresas de su padre, desde ese momento el círculo comenzó a ser más estrecho y se sentía prisionera de un mundo que no comprendía del todo pero que poco a poco iba tomando forma.
Comenzó primero a vislumbrar las nuevas formas de imposición y dominación que ejercía su padre hacia su persona y luego los manejos turbios dentro de sus negocios.
Lo primero lo esperaba pero lo segundo la tomó por sorpresa.
Lo único que le daba un poco de paz últimamente era el trayecto que le regalaba Leandro, en el cual lo molestaba a más no poder. Ese ir y venir de sensaciones la mantenía entera pero él casi siempre paciente la miraba como acariciándola y rara vez lograba hacerlo reaccionar de otra manera.
Igual que esa mirada dulce que tenía justo en el momento que salía del despacho de su padre, observándola recto a los ojos sin decir palabra y parado frente a la puerta.
Como de costumbre él la acarició suave sin tocarla y se detuvo en sus pies y se quedó pensativo.
-Entrabas?- preguntó Elena más para romper el silencio .
-Recién iba a tocar, su padre me pidió que hablará con él.
- Ya le explique que yo te lo pedí.
-Ya lo sabe- le confirmó Leandro que los escuchaban sin decirlo. Ella le hizo un gesto como diciendo .. en serio?? Él solo asintió, luego dio un paso al costado para darle lugar que Elena se retire.
Cosa que ella nunca hacia acarició su brazo al pasar mirándolo a los ojos, lo que dejó a Leandro hinoptizado hasta que escuchó el grito de Montalvo que pase.
De todo lo que siguió solo entendió que era un buen empleado y que aún no estaba despedido. Lo demás solo fue la repetición del recuerdo de unos ojos clavados en los suyos y la sensación de la caricia en su brazo.
Al día siguiente, Elena despertó sobresaltada. Le ocurría a
menudo últimamente. Había perdido la paz y eso la afectaba física y
emocionalmente. Se recostó de nuevo sobre la almohada y recordó los ojos de
Leandro, fijos, dulces, incitantes.
Que haría de su vida, como saldría del lío en que estaba metida. Ese socio de su padre no era
trigo limpio y desde que la descubriera verificando esos archivos no había
dejado de acosarla, y ayer hasta la amenazó directamente.
Que tanto sabia su padre de estos manejos y como podría
averiguar de forma segura??
Leandro.
Se asqueo de solo pensar en usarlo para averiguar más, pero
era el único que la prevenía discretamente.
Determinó apurarse y se duchó y vistió en tiempo record.
Cuando fue a su vestidor vio que a un lado estaban sus
zapatos.
Se quedó pensativa mirándolos con cierto recelo. La señora del aseo la sacó de dudas.
-Ya los iba a guardar solo los deje para que supiera que
Leandro los trajo del auto, donde los dejó.
-Gracias- atinó a decir, pero ella sabía que quedaron en el
río, Él fue capaz de volver por ellos en la noche o en la madrugada y abrazando
los zapatos le dijo a la mujer con una sonrisa- deje me los pondré hoy.
La mujer la miró con una media sonrisa y salió de la
habitación con una idea que hace rato se comentaba pero que ella no le había
dado crédito.
No fue hasta media hora después que hizo llamar a Leandro que
la espere listo para salir.
Cuando bajó él estaba encuadrado a un lado del auto para abrirle
la puerta. Caminó hacia él mirándolo a
los ojos, aunque normalmente huía de esos ojos marrones que le decían tantas
cosas hoy debía hablarles ella. Él no le retiró la mirada. Cuando llegó muy
cerca se colocó delante y le tomó del
brazo y le pisó un pie. Él no bajó la mirada. No vería los zapatos, pensó.
-Apuremos Leo, necesito llegar rápido- lo sintió temblar y
volvió a mirarlo- pasa algo??
-No
-Vamos entonces ? y se acomodó en el auto mientras él iba
presuroso a su lugar. No creo que funcione, me impresiona más él a mí que yo a
él. Quizás sea mejor hablarle de frente
y ser sincera, pensó.
A medio camino se recostó sobre del respaldo, y se abanicó la
cara como acalorada. Y se quejó bajito.
Sabía que eso no pasaría desapercibido por Leandro.
Al momento el apagó la música. Ella volvió a quejarse
suavemente y se tapó la frente con la
mano.
-Está bien?
-No, me siento mareada.
-Desayunó?
-No tuve tiempo, crees que sea eso??
-Quizás? quiere volver?
-Hagamos una parada y desayuno algo.
Cuando él le abrió la puerta del auto, ella estaba decidida,
le hablaría de frente. Si la ayudaba o
no dependería de él.
Al bajar ella tomó su brazo, y lo miró a los ojos. Por miedo
a que la escucharan, tomó la mano de él donde tenía las llaves y cerró
electrónicamente. Ante la mirada sorprendida de Leandro lo siguió sujetando de
la mano y lo condujo dentro del desayunador. Fueron ambos en silencio.
Ella ordenó al pasar por el mostrador y siguieron hasta una
mesa, no lo había soltado, es más no quería hacerlo. Estaba internamente extasiada de llevarlo así, apretó su mano con
fuerza y el la tiró un poco hacia atrás, para que lo mire.
-Debo hablar contigo- le dijo y siguió hasta la última mesa
del local. Una vez sentados el colocó las manos de ambos
sobre la mesa, y así quedaron mirándose sentados uno al lado del otro.
-Gracias por los zapatos.
-Fue un placer.
-Nos escuchan?
-Ya no, solo cerca del auto.
-Tengo problemas?
-No sabe si tiene problemas??
-Leandro quien es mi padre? Me refiero a que se dedica..
Él miró sus manos, aún unidas. No era tristeza, era miedo lo
que ella sentía. La recordó el día anterior, tan cabeza dura y tan frágil como
ahora.
-No sé con
exactitud.
Ella de
repente se sintió perdida, vigilada, amenazada y totalmente ignorante de lo que
la rodeaba. Soltó de repente a Leandro y
trató de levantarse sintiendo como las lágrimas le quemaban. Él la aprisionó por los hombros antes de que
siquiera se diera la vuelta.
-No le
miento, pero estoy dispuesto a escucharla.
-Seguro será
peligroso si se enteran que hable contigo.
La camarera
los miraba sorprendida con la bandeja en las manos.
Ella se
relajó y volvió a sentarse.
-Por favor,
sirva tranquila -le dijo a la mujer.
Comieron
poco y Elena habló mucho. Le explicó detalladamente cada cosa que sabia y
Leandro paciente escuchó cada palabra, estudió cada gesto.
Ella sentía
que nunca había hablado tanto y que nadie la había escuchado de ese modo, sin
interrumpirla, sin gestos de desaprobación, con esa mirada cálida y la actitud
paciente que la reconfortaba tanto. Cuando no supo que más explicarle se quedó
mirando las manos de ambos unidas misteriosamente sobre la mesa de nuevo. Él la habría tomado o quizás ella de nuevo?
El
cariñosamente la tomó de la barbilla y la obligó a mirarlo a los ojos.
-Que quiere
de mí?
-Quería
información, pero dices que nada sabes?
-Solo puedo
decirle que lo que sospecha es cierto, se habla mal de ese hombre y tiene algún
tipo de arreglo con su padre. No sé hasta donde pueda estar involucrado. Es más
le confieso varias veces he pensado en renunciar debido a los comentarios y
murmuraciones.
-Porque no
lo hizo??
-Primero
necesitaba el dinero, y luego por Usted- tomó su mano con más fuerza- pero no
se asuste yo sería incapaz de faltarle, solo creí que llegado el momento me
necesitaría. No le podía decir nada pero llevo casi seis meses armado por orden
de su padre. Y el coche tiene un rastreo
electrónico y una cámara con audio. Todo lo que hablamos y hacemos es
monitoreado.
-No le dio
mayores detalles del porque de todo esto?
-He tratado
de indagar pero solo me dijeron que Ud tiene un cargo muy importante y podría
sufrir un atentado.
Ella miraba
pensativa a ninguna parte, y Leandro
como siempre miraba directo a su rostro.
-Que le
preocupa? Que ese hombre cumpla su amenaza?
-Sabes
cuando era joven me fui a estudiar y me aleje por mucho tiempo. Nunca pude
llevarme a mi madre, ella no era feliz sin embargo no podía dejarlo. Ahora
empiezo a comprender su miedo, no sé que me espera, hacia donde podría ir o a
quien recurrir.
-Su padre
sabe que vio esos archivos y que los investigó?
-Sí, hable
con él hace poco más de seis meses.
-Quizás la
protege de ese hombre entonces?
- Se me
extraviaron mis papeles dentro de mi
cuarto, no tengo mis documentos ni mi pasaporte. Tú estás conmigo el día entero
y tienes que reportarte al regreso. Crees que son solo coincidencias? Me ha
costado bastante ser directa y sincera, es más si volvemos y dices todo a mi
padre o si llevas un micrófono encima? - las lágrimas otra vez amenazaban con
salir pero Leandro estaba atento y le tomó ambas manos.
-Puede
confiar que no, yo trabajo para su padre pero no estoy involucrado en nada de
esto que me cuenta. Creo que me mantienen en mi puesto por que Usted confía en
mí y de algún modo eso les conviene.
-Quizás porque
no hablas mucho.. ?él sonrió y ella
también- pero ni falta que nos hace a veces.
-La
amistad se da así a veces, verdad?
-Amistad???- le reprochó en un grito ahogado. Y le retiró
la mano de golpe ?será mejor que nos vayamos, no quiero preguntas hoy.
Ella ya
estaba de pie cuando él pausadamente le dijo
-Que más
podría soñar? Solo eso, para no volverme loco? Si mis ojos le dicen otra
cosa no dude, pero sepa que son más
rápidos que mi razón ?dicho esto se paró y se adelantó al mostrador a pagar el gasto.
Elena se
quedó inmóvil viendo como se alejaba,
sintiendo interiormente una emoción que le embargaba el alma.
Cuando él
regresó le colocó una mano en la espalda para escoltarla al auto, ella siguió
un impulso que muchas veces se había negado y giró hacia él tomándolo del cuello.
-Perdóname,
no sé porque lo dije?
Él le sonrió
pero se notaba que estaba sorprendido.
-Volveré a
preguntarle? que espera de mí?
-No lo sé,
estoy muy confundida.
Él
suavemente la abrazó colocando su cabeza en su hombro, y envolviéndola con sus brazos.
-No
tema ya encontraremos el modo.
Cualquiera
que los viera pensaría en una pareja que se acaba de reconciliar, ella
compungida en el hombro de él y él tierno y protector consintiéndola y
acariciándole suavemente el cabello.
-Todo estará
bien, solo debe ponerse de acuerdo de que quiere hacer?
-Quiero irme
pero algo me dice que no llegaré lejos, que tanto cuidado de mi padre no es
bueno.
-Quiere que
la ayude a irse, es eso?? ?y ella apretó el abrazo.
-Quisiera
pero si todo es como sospecho seria mucho riesgo y no quisiera perjudicarte. En serio sientes
algo por mi?
-Mucho. Pero
eso ya Ud lo sabe, verdad?
Ella se hizo
para atrás y lo miro a los ojos. Estaba serio y la mirada dulce y acariciadora
se había esfumado. La miraba más bien expectante con cierta intriga. Que tonta! Se había dejado llevar sin tener
en cuenta que podría pensar él.
-Perdón-
balbuceo retrocediendo.
-No se
preocupe, encontraremos una solución seguramente. Debemos irnos.
A partir de
ese momento sus vidas volvieron a la conocida rutina y los días pasaron lentos,
sin que ninguno de los dos mencionara nada. Elena no veía la salida pero
todos los días al caminar al auto lo miraba directo a los ojos y él le sostenía
la mirada acariciándola dulce y paciente. Más de una vez ni buenos días se
decían pero al llegar a su lado le
tomaba del brazo para subir pero no sin antes pisarle un pie.
La eterna
adolescente llevaba más de una hora tocando cada quince minutos la puerta del
cuarto de su sobrina.
-Esto ya es
el colmo o me abres o llamó a Leo que tire la puerta abajo, no comprendes que
tu padre está preocupado!-gritó enfurecida. Dicho esto se dirigió a la planta baja a hacer lo que había amenazado.
Dentro del
cuarto fuera de sí Elena ya no sabía que pensar. Su padre la había llamado y le
comunicaba que su socio quería casarse con ella. Que estaba todo listo y que
una vez casados ella estaría segura de las amenazas que Daguerre le había hecho
ya que los dos deberían cuidarse mutuamente. Su padre y ese hombre estaban de
acuerdo y habían planeado su vida a conveniencia de ambos sin contar siquiera
que ella se negara. En su cabeza se
repetía la escena anterior, una y otra vez. Su padre nunca la había querido proteger de ese hombre, solo
la mantenía callada porque estaba de acuerdo con él. Su tía también parecía
estar al tanto de todo ya que estaba presente y apoyó a su padre en todo.
Sintió un
golpe firme pero más suave y los gritos de su tía de que tumbe la puerta sin
más miramientos.
-Elena abra,
solo pasaré yo.-escuchó a Leandro decir.
Un poco con
recelo se acercó a la puerta y quitó el seguro. La puerta se abrió despacio. Y
se volvió a cerrar.
Leandro ante
los empujones de Pilar la volvió a cerrar.
-Me llamó a
mí, verdad? Pues déjeme hablarle y ver si está bien.
Dicho esto
volvió a abrir, pasó y puso seguro.
Elena vio
como él la buscó con la mirada y luego de estudiarla le abrió los brazos. No podía creer que estuviera ahí para
consolarla y en silencio corrió a sus brazos.
-Tranquila,
no se apure-le dijo muy bajito al oído- sé que no hemos hablado pero no hice
oídos sordos a su pedido. No está sola y ya tengo sus papeles, pero nadie sabe.
Bueno solo Marta pero es de confiar.
-Los tienes?
-Si,
seguros. Fuera de esta casa. Puede irse cuando quiera.
-Marta sabe
todo lo que pasa?
-La ayudará,
ella trabajó con su madre mucho tiempo y me tiene al tanto de todo, incluso lo
de hoy. Es una buena mujer y le tiene cariño a Ud.
-Que hago
ahora?-lo abrazó más fuerte sintiendo la desesperación de quien esta condenado
pero aferrado a la mínima esperanza de salvación.
-Deme algo
de tiempo, ya casi vendo mi jeep, una vez que se decida yo también deberé irme
y será mejor salir del país.
-Tengo
dinero, no lo vendas.
-Debo salir
-le dijo mirándola a los ojos- trate de simular que acepta por miedo y gane
algo de tiempo. Yo le aviso cuando todo este dado para que no haya tropiezos.
Ella se
abrazó a él más fuerte de nuevo y hundió su cara en su cuello, inhaló su perfume como si fuera el bálsamo que
necesitaba para seguir viviendo y le soltó. Retrocedió sin dejar de mirarlo a
los ojos y se sentó en la cama.
-Gracias ?le
dijo más fuerte.
-Es un
placer- le respondió él del mismo modo y acariciándola toda con la mirada le
sonrió- dejaré abierto si se siente mejor, no es bueno que deje trabado.
-No quise
preocupar a nadie.
Lento el
destrabó el seguro y salió.
-Mire dejó
abierto- le aclaró a Pilar -pero la Señorita Elena no se siente bien, mejor
hable con ella luego que descanse.
-La viste
bien, Leo?-le preguntó poniéndole una mano sobre el pecho. A lo que Leandro
retrocedió.
-No pero
prometió no cerrar. Me retiro tengo mucho trabajo.
-Con ella
viniste corriendo, no? Porque no vienes cuando yo te llamo a mi habitación?
-Esto era
una emergencia y Usted me lo pidió. Ahora me retiro, debo ver al Sr Montalvo.
-Bueno, te
acompaño.
Elena pudo
oír cada palabra, su tía no cambiaría jamás. Al menos podía confiar en Leandro,
y eso le daba un poco de esperanza. Mucho más que solo esperanza.
A los pocos días se despertó sobresaltada
durante la noche, no era igual que las veces anteriores, sintió gritos,
disparos y corridas. Se bajó de la cama e instintivamente se escondió del lado
contrario al ventanal. Un momento después se abría la puerta. Debió cerrarla e
iba a gritar cuando se dio cuenta que era Leandro.
-Darío! ?le
gritó emocionada y aliviada al mismo tiempo.
-Ni ahora me
dejará de llamar así? Vamos -le dijo molesto ? la sacaré de aquí, debemos
apurarnos y obedezca todo lo que le diga sin protestar, me entendió?
-Si
-No hay
tiempo, solo la sacaré a Usted y a Marta. Nos iremos en el auto que usa Pilar. Y ya no volveremos.
-Debo llevar
un bolso que tengo listo.
-Donde? ? a
lo que ella le señalo un armario y él rápidamente abrió, cargo el bolso y le
extendió la mano.
No volvieron
a hablar, fuera se escuchaban los disparos. Y de vez en cuando los gritos de su
padre y de su jefe de seguridad. Cuando estaban saliendo Pilar los vio de
frente.
-Donde la
llevas? ?le preguntó fríamente y lentamente subió el arma que portaba
apuntándolos- deja el bolso en el piso y
suban ambos las manos?
-Solo la
pongo a salvo, Señora ?le dijo Leandro acercándose a ella.
-Tía, por
favor, no me asustes. Que está pasando?
-El estúpido
de tu padre y su socio deben mucho dinero y han venido a asustarlos.
De pronto
más disparos, unos gritos y el silencio.
Pilar corrió
al balcón al reconocer la voz de su hermano en uno de los gritos y Leandro
automáticamente sujetó a Elena y corrieron afuera donde estaba el auto. Ella no
se resistió.
El tiró el
bolso dentro y ella subió atrás donde Marta la abrazó y le indicó se acomodarán
en el piso. Al verlas abajo él arrancó y salió quemando gomas.
Se
escuchaban los gritos de Pilar y su llanto desesperado.
Quince
minutos después Leandro esquivaba autos a toda velocidad en sentido
contrario y tomaba la autopista, debía
salir de la ciudad.
Perdió
de vista los autos que le venían siguiendo pero aun así no disminuyó la
velocidad hasta mucho después.
Se
desvió por un acceso rural y miró otra vez por el retrovisor, debían estar
aterrorizadas pues seguían abajo.
-Ya
pasó todo ?dijo tratando de parecer sereno- solo me aseguro que no nos sigan.
-Puedes
parar en algún lugar debería cambiarme ?dijo Elena con una voz trémula y
ahogada.
-Estamos
de camino a casa de mi prima?- dijo Marta.
-Si
ya estamos en camino, no falta mucho.
Ya
no quería pensar, estaba exhausta y solo miraba a su Darío conducir, lo veía
seguro y a la vez tan valiente. Había
ido por ella y la había sacado del infierno. Sin que pudiera evitarlo comenzó a
llorar, y no podía evitar dejar de hacerlo. Marta la abrazó y vio que los ojos
húmedos y dulces de Leandro la miraban por el espejo retrovisor.
Ya
había amanecido y pronto todo sería luz. Casi una hora después llegaban a destino. Aurelia, la prima de Marta al
ver el auto a lo lejos ya estaba esperándolos en la entrada sentada en un gran
sillón de madera rustico con bonitos almohadones amarillos.
Al
estacionar el auto la mujer se acercó, y quedó mirando a Elena
-Pero
niña eso es un pijama?
-No
-contestó Marta apresurada- ¿dónde están tus modales? Así usan las jóvenes
ahora, debes actualizarte en las modas Aurelia -le aseguró riéndose de la mentira que estaba diciendo.
Se
saludaron y Marta las presentó. Al momento Elena se dio cuenta la mujer ya
conocía a Leandro al que llamaba muchacho.
-Ven
muchacho. Lo que haces falta aquí y tan difícil traerte ?y lo abrazó con
verdadera cariño. Él la dejó hacer y solo le sonreía abiertamente. A pesar de
la edad de la mujer Elena sintió celos.
Y
un poco incómoda se alejó.
-Elena
quieres descansar? ?le dijo Aurelia.
-Si,
por favor.
-Vente y vamos muchacho acomoda a tu novia, ya está
listo el cuarto que siempre usas cuando vienes.
Leandro
la miró serio y luego le tomó la mano a Elena y callados caminaron dejando a las dos mujeres en el fresco
sentadas en el rústico sillón y pasando al auto por los bolsos.
Leandro
y Marta ya tenían preparados en el auto los suyos. En realidad habían planeado
irse en unos días pero por si se daba antes alguna oportunidad habían puesto lo
necesario en la cajuela cuando nadie los veía, incluso también cosas de Elena.
Sabían
que darse la oportunidad no podrían volver por nada del mundo.
Aurelia
ignoraba todo y Marta no le diría nada pues así habían quedado con Leandro.
Él
cargó dos bolsos en un mismo hombro, tomando un tercero con la mano y le volvió
a tomar la mano. Así caminaron a la casa.
-Dame
uno, te ayudo.
-No
-Porque?
Todavía trabajas para mí? ?la mirada de él la hizo desear no tener voz y se le
humedecieron los ojos de nuevo.
-Ahora
hablamos ? le dijo sereno.
Apenas
entraron a la habitación Elena se tiró en la cama, al ver que la miraba serio,
se acomodó y le dijo cansada
-No
estoy segura de lo que pasó, lo único
que quiero es dormir ?luego lo miró tierna y le suplicó- puedo?
-Esta
bien pero no tenemos mucho tiempo, quiero salir esta misma tarde.
-Mi
padre podría estar muerto, verdad?
-Si
-Quizás
también mi tía ?agregó pensativa.
-No
podía traerla, lo comprendes? ? le dijo en un susurro.
-Si
?le respondió casi llorando.
-Por
favor sé fuerte ?y se sentó a su lado- disculpa si te tuteo pero Aurelia
desconoce toda la historia y no le diremos nada.
Cree
que eres mi pareja por eso nos puso cuarto juntos.
-Me
di cuenta. Te quiere mucho, verdad?
-No
sé, puede ser.
-Tú
la quieres? ?él la miró extrañado por la pregunta.
-Pues
sí ?le contestó algo incómodo y ella se dio la vuelta poniéndose de espaldas a
él. Él sonrió mirándola y demoró un poco en reaccionar.
-Pero
como a una tía o a una madre, algo así diría -se acerco un poco a ella y más
suave le dijo- a Ud la amo de eso si estoy seguro.
Ella
volvió a girarse hacia él y pudo ver su rostro rojo y las lágrimas mojando toda
su cara.
-Son
muchas emociones, debemos descansar ?y le seco las mejillas con las palmas de
las manos. La besó en la frente y se paró para marcharse al tiempo que le
decía- hablamos más rato.
-No
me dejes sola, por favor.
-No
lo haré ?y señalando un viejo sillón- ahí me quedaré mientras duermes. Ella se
acurrucó en la cama y se quedó dormida casi al momento.
Leandro
aprovechó para avisar que Elena se había dormido y también para hacer unas
llamadas.
Un
conocido se llevaría el auto a un desarmadero para venderlo por partes en el
mercado negro, esto ya estaba hablado desde que el mismo hombre le ayudará con
la venta de su jeep. Solo debía venir por el auto ya que no le convenía seguir
en el mismo.
También
aprovechó para confirmar las salidas de los vuelos a Puerto Rico, ya que no
iría a México con su familia, prefería alejarla a un lugar donde ninguno de los
dos estuviera antes.
Cuando
fue a la cocina, Aurelia y Marta estaban blancas de la impresión, habían puesto
el noticiero por costumbre cuando empezaron a pasar imágenes del tiroteo y el
recuento de los hechos.
Leandro
solo guardó silencio mirando el monitor. Seis muertos y una decena de heridos
decía el locutor. Hablaban de un posible ajuste de cuentas. Entre los muertos
estaban los hermanos Montalvo pero no Daguerre, su socio.
Leandro
sintió una mano en su espalda y giró la cabeza temeroso. Elena lo había
escuchado todo y caía desmayada sin que pudiera sujetarla.
Sentado
a su lado todo parecía tan normal. Ella tan linda y él tan enamorado. Sentado a
su lado se sentía el hombre más pleno pero sabía que la ilusión era una burbuja
de jabón que en cualquier momento explotaría.
-Pase
Doctor-dijo Aurelia- aquí está, pase, con confianza, dale lugar muchacho.
-Hace
cuanto está inconsciente?- preguntó a Leandro.
-Inconsciente
solo un momento, ahora está dormida ?dijo serio.
-Volvió
en sí?
-Si.
-Como
se llama?
-Elena.
-Elena.
Elena! ?la habló el médico- debo revisarla.
Ella
solo abrió los ojos y lo miró confusa.
-Aurelia
quiere asegurarse que estés bien, mi amor?dijo Leandro haciendo énfasis en las
últimas palabras- Como el Doctor es su amigo lo llamó.
-Ahh,
gracias! Pero solo estoy cansada, creo ?dijo pausadamente.
-Hay
alguna posibilidad de embarazo, Sra? ?las mujeres miraron a Leandro con los
ojos grandes.
-No
? respondió él rápido y serio. El médico
lo miró y luego la miró a Elena.
-Por
favor esperen fuera un momento.
Las
mujeres salieron pero Leandro se quedó en el umbral sin querer irse del todo.
-Vuelvo
con la pregunta, podría estar en cinta?
-No,
ninguna posibilidad- miró a Leandro- pasa que recibí una mala noticia y este último tiempo pues ha sido lleno de malos
ratos.. por favor deje pasar a mi novio,
lo necesito conmigo.
Antes
que el médico responda él ya estaba parado al otro lado de la cama
extendiéndole la mano.
-Tranquila,
no me voy ?se sentía culpable, si se hubiera quedado velando su sueño ella no
estaría así..
El
médico la ausculto minuciosamente y ellos estuvieron todo el rato tomados de
las manos.
-No
me dijiste que simulaban ser pareja?
-Siempre
fue evidente que se quieren Aurelia
-Y
que hacemos .. le damos otro cuarto al muchacho. Ella tendrá que hacer reposo
de seguro.
-Ya
los viste, no te da pena separarlos.
-Pues
sí, un poco.
-Quizás
contribuyamos a la sobrepoblación mundial pero déjalos juntos.
-Esta
bien, todo sea por el cariño que le tengo a ese muchacho tuyo.
-Creo
que es más de ella- se miraron y se rieron picaras las dos primas.
Al
rato el médico salió solo, ya que Leandro se quedó junto a Elena.
-Como
fue Doctor?
-No
veo nada de cuidado, solo recomiendo mucho descanso y buena alimentación, nada de emociones fuertes y pues quizás aquí
todo eso le sea posible. Ya me han pagado.
-Aquí
tiene su pastel. Lo lleva?
-Si
lo llevo, Aurelia. Debo atender otros pendientes. Mis hijos estarán felices,
gracias.
-Lo
acompaño.
En
la habitación Leandro acariciaba el cabello de Elena.
-Perdóname,
debí quedarme.
-No
eres culpable de nada -y haciendo un esfuerzo evidente le preguntó- Podrías recostarte conmigo?
Él
la miró como a quien le cumplen un sueño
y sin decir palabra se acercó a ella y le besó la frente. La tapó bien y lento se dirigió al sillón y se acomodó.
-Te
aseguro que no me voy, pero por favor duerme un poco. Ya Aurelia sabe la
verdad, no tienes que fingir.
Ella
sintió que el corazón se le rompía en pedazos, ni eso le quedaba. Ni la ilusión
de poder pretender que sea suyo y sintió que el abismo se volvía más grande,
más negro, más real.
Ya
lo había perdido todo y sin él no podría sobrevivir a la realidad. Si quería
ser su amor como la había llamado minutos antes debía convencerlo que ella
también lo amaba desde el mismo momento que él a ella.
No
iba a dejarse vencer. Al menos lucharía.
Se
levantó, fue hacia él y sin dudarlo se sentó en sus piernas.
-No
estoy simulando, yo te quiero, y no hay nadie que necesite más que a ti! -mientras le hablaba acariciaba su cara con
las yemas de sus dedos muy suave y mirándolo a los ojos como él le había enseñado tantas veces- y no quiero que te
abrace Aurelia ni que otra venga a decirte Darío, todo eso, eso quiero hacerlo solo yo!
Él
siempre pensó que el Darío era una burla pero no, eran celos disfrazados pensó.
La sola idea de que lo celara con Aurelia lo hizo sonreir. Le había mantenido
la mirada y al verlo sonreír ella también sonrió. Ella sentada en sus piernas y
dueña de la situación lo tomó por el cuello acercando su mejilla a la de él.
-Nada
de Aurelia? ?le dijo él al oído- la tengo prohibida?
-Si.
-Solo
soy tu Darío, esa mujer me confundió, hasta se disculpó recuerdas?
-Si,
pero no te confundió solo se hizo la confundida para abordarte!
-Ahh
no me dí cuenta. Debí pedirle su número ?agregó pensativo al momento que la
aprisionaba en su brazos pues con la respuesta y conociendo sus reacciones
sabía que ella podría irse.
-Suéltame.
-Noooo.
Ahora eres mía y no te suelto más ?ella le regaló una sonrisa algo cansada pero
con una luz muy especial en sus ojitos almendrados que él tanto miraba.
-Lo
prometes?
-Te
lo juro? y subió su mano por la espalda de Elena explorando con sus dedos cada
vertebra de su columna hasta sostener su nuca y la acercó a él. Suavemente
apoyo su frente en de ella y acaricio con su nariz la pequeña nariz de Elena.
Tan perfecto fue el contacto que ambos cerraron los ojos. Él se deleitó con la suavidad de su mejilla
contra la de él, demorando adrede el beso que ansiaba darle y ella lo dejó
hacer. Nunca habían sentido esa sensación de pertenencia, de placer y de
necesidad al mismo tiempo. Nunca habían sentido que se amaban como ahora. Tan
suave, tan dulce, tan sereno, pensó Elena. Solo sintió su perfume y como había
hecho antes quiso impregnarse de él y pegó su boca a su cuello dándole pequeños y tímidos besos
a la vez que se deleitaba con la fragancia que le era tan conocida. Él seguía
acariciando su cara con su mejilla en pequeños círculos demorando aún más el
beso.
El
beso se dio suave, natural, fresco pero intenso en sentimientos y en
sensaciones. Al contrario de la boca acariciante de Leandro, sus manos exigían
y sus dedos exploraban ansiosos, haciendo que Elena se estremeciera de placer y
suspirara en su boca.
Mientras
estaban así juntos y disfrutándose la puerta se cerró muy suavemente y apenas
se escucharon dos suspiros ahogados.
-No
hubieras cerrado todavía ?le regaño Aurelia a Marta mientras salían al patio- mira si se dan cuenta.
-En
el séptimo limbo iban a mirar la puerta ?además que hacías de mirona- le
devolvió el regaño.
-A
mi nunca me han besado así ? rezongo- me sorprendí nomás de las técnicas del
muchacho, no pretendí espiarlos.
-Te
has casado tres veces, Aurelia.
-Pero ninguno con las habilidades de este muchacho,
te lo aseguro.
Ambas
volvieron a mirarse y a reír a carcajadas. Ya estaban fuera, no las
escucharían.
Huy mi Nati,como no estar celosa con un hombre así. que historia tan interesante y intrigante, estoy en suspenso y como una de ésas viejas esperando detrás de la puerta para ver que pasa,jijiji,
felicidades,abrazos fuertes
Si bien no
cabía en sí de su felicidad, Leandro no olvidaba donde estaban y porque. Con
cariño y dulzura la convenció de dormir
un rato, está vez recostándose con ella en la cama y abrazándola.
Hablaron un
rato de momentos juntos aclarando algunas dudas y riéndose de sus actitudes
pasadas.
-Todavía te
exasperó? ?le pregunto serio. A lo que ella se tapó la cara con las sábanas sin
poder dejar de reír.
-Creo que yo
más a ti ?le dijo sin destaparse.
-Noo eso
nunca, ni cuando yo te exasperaba a ti! ?y la destapó despacio y buscando su
boca la acaricio con su dedo índice.
-Señorita,
aunque me peleé sin razón yo la amo!- le dijo sincero. Ella sintió que el mundo
renacía en la voz de Leandro y buscando sus ojos le sonrió complacida y
absolutamente feliz.
-Puedes
detallarme cuánto?
-Pues por
escrito o solo informalmente?- le preguntó sonriente.
-Preferiría
con besos tatuados en mi piel?
-Te prometo
que así será... pero luego -estaba serio
y ella lo abrazó fuerte como si pudiese escarpársele ? yo quisiera que ese
momento llegara con plena paz para los dos y no en la situación que estamos;
además las testigas podrían volver en cualquier momento?
-Lo dices
por la puerta- se rió Elena- será que nos vieron??
-Sé que yo
no fui ?se rio con ganas-Sabes no
estamos fuera de peligro. Tú eres testigo y te buscarán, es más estoy
intranquilo ya quisiera estar fuera del país, podemos llegar a San Juan de
Puerto Rico desde aquí y después de unos días irnos a Islas Canarias.
-Has planeado
todo ya?
-En papel,
solo quería comentártelo y ponernos de acuerdo.
Él espero
silencioso cuando Elena se alejó y pensativa se sentó en la cama. Ella traía en
su bolso dinero y las joyas que su madre le dejara, los documentos del
testamento donde podría hacerse cargo de los bienes heredados de la familia
materna. Su padre nunca supo que
existían ya que su madre quien sabe como logro que un abogado lo tramitara a escondidas y se los mandó en un doble fondo
de los últimos zapatos que le regaló. En esa caja también había una carta que
se perdió con sus papeles, pero el testamento siempre estuvo en la caja de
zapatos y nunca lo vieron. Al morir su madre su padre solo le entrego las joyas
que le habían pertenecido y que eran de buen valor pero nunca menciono nada del
dinero de su abuelo ni de las propiedades que eran de su madre desde antes del
matrimonio y que nunca quiso vender.
-No tengo
tanto efectivo ?le dijo sincera- aunque podría pasar las tarjetas de crédito.
-Ya tengo el
dinero para todo, solo que no será un viaje de lujo.
-Como tienes
tanto? -le dijo seria
-Te lo dije,
vendi mi jeep y pues también mi moto. También mande a un desarmadero el auto en
que vinimos, pero pensé en dejar que Marta cobre ese dinero porque no podrá
volver al trabajo. Tenía unos ahorros para volver a México y cuando venda la
hebilla del cinto por la que me han prometido mucho más de lo que pensaba, ya
viajaremos cómodos. Pero el dinero debe durarnos porque podría demorar en
conseguir trabajo. Aunque ya voy recomendado por un amigo, pero allá donde
quiero llevarte nadie te encontrará. En realidad había pensado en acompañarte y
luego pues quedarme cerca hasta que estuvieras establecida pero ahora..
-Ahora?
-Me atrevo a
soñar que podríamos quedarnos allá juntos. No quise llévate a México por que
darían fácilmente con nosotros o más bien conmigo y pondría en riesgo mi
familia.
-Yo no traje
ropa solamente en ese bolso. Dime que no has vendido el cinto.
-El valor es
la hebilla, material y sentimentalmente. Pero además es un trabajo artesanal muy cotizado, ya no las hacen así. Y no aun
no lo he entregado.
-Por eso la
usas siempre?
-Mira donde
andaban tus ojitos, no? ?le bromeo pícaro ? me la regalo mi padre, y a él mi
abuelo.
-No lo
vendas, no hace falta.
-No podemos usar dinero de tu padre.
Primero porque lo rastrearan y luego por ética, no te parece.
Entonces
ella le contó la historia del regalo de
su madre, que además de unos zapatos fabulosos arriesgo su vida para dejarla
independiente y lo que no hizo por su vida lo hizo por ella.
-La conocí
poco tiempo ?le dijo un poco emocionado- pero siempre que la vi me trató muy
bien. Me decía hijo siempre y me contaba de ti cuando pequeña. Tuve que
cargarla varias veces porque ya no se sentía bien. Cuando llegaste se le
ilumino la vida, ese último mes contigo fue muy feliz. No no llores te lo
cuento para que sepas que hiciste lo correcto y que era lo que mas
esperaba, solo verte.
La charla se
extendió mucho más. Y ultimaron todos los detalles posibles, nada debía quedar
para después. Elena rendida se durmió al fin y más tranquila a pesar del
momento tan crítico que transitaban.
-No
deberíamos tocarles la puerta??
-Como que
les tocas y yo te echo de tu propia casa! Déjalos en eso quedamos y ya piensa en otra
cosa.
-Como haces?
-Que cosa
hago??
-Pues no
pensar en que hacen ellos. Imagínate solita con el muchacho y sus besotes
?suspiró Aurelia.
-Pues
escucho tus tonteras y los ratones huyen felices a tu cabeza donde tienen
techo, comida, diversión y pensión de por vida.
-Tambien me preocupan otras cosas. Hay que ver
que no han comido, ella ni a desayunado siquiera!!
-No te
preocupes el amor sin pan alimenta mucho más!!
-Ya sabía yo
que tan santa no eras!!
Y vuelta a
reírse las dos!!
Temprano a
la mañana siguiente estaban desayunando y entre risas las dos primas molestaban
a los enamorados que se reían también con gusto. En parte todo esto servía para
distraer a Elena que aunque estoica era humana y todo le había afectado
sobremanera.
La noche
anterior al ir a ayudar con la cena había sido lo mismo, y luego hasta música romántica pusieron cuando se
retiraron a dormir. Ambos, Elena y Leandro no podían evitar las risas al pensar
en las celestinas que les preparaban el ambiente. Se durmieron abrazados sin
más que un beso que le diera Leandro a Elena en la frente. Fue un día de duras
emociones y se hizo sentir en los dos, aunque él tardó más en dejarse llevar
por Morfeo, disfrutando el suave susurro de la respiración de Elena y preocupado por lo que les esperaba.
En esto
último pensaba cuando abstraído en sus preocupaciones sintió que le hablaban.
-Perdón
?dijo incómodo- no sé que me decían?
-Que a qué hora salimos.
-Apenas
vengan por nosotros.
-Quien viene
-Un amigo,
más bien un conocido que me ayudó con los autos y al que le debo lo que sé de
mecánica. Se llama Lisandro.
-Él que vino
por el auto?-preguntó Aurelia y miró a Marta.
-Si, le pedí
que volviera.
- Nos
llevara al aeropuerto y de ahí directo a Puerto Rico -les dijo Leandro- Marta
él luego te dará un dinero, no te preocupes por nada.
La despedida
fue corta pues las tres mujeres lloraban a más no poder. Al final Leandro con
los ojos humedecidos las separó y cargó a Elena al auto y dejo a las primas
abrazadas y consternadas en el rústico sillón de almohadones amarillos. Ya las
había abrazado con fuerza como queriendo llevárselas con él antes de que se
despidiera Elena. Don Lisandro estaba de acompañante y Leandro conduciría.
Marta se
levantó de repente y se alejó luego de
un rato.
-Donde vas?
-A llamar a
un amigo que trabaja en criminalística de la policía. Él nos ayudará. No quise
decir nada pero es mejor que sepa la policía que ella huye de Daguerre.
-Como lo
probaras?
-Elena me
dejo unos pendrives y unos números de cuentas bancarias y otros datos. Además
está mi testimonio de lo que ella vivió en esa casa.
-Testificaras??
-Es un
precio no muy alto si están a salvo.
-Diras que
se van??
-No, no y tú
tampoco. Nunca diré que se donde se fueron tampoco.
-Yo tampoco
aunque a mí para que me preguntarían? Marta primero piensa bien y escribe lo
que dirás, no debes cometer ningún error.
El viaje al
aeropuerto fue largo y bastante silencioso, solo Leandro y Lisandro cruzaron
algunas palabras de vez en cuando.
A Leandro le
preocupaba el tiempo transcurrido y no saber nada de Daguerre. Pero como sería
difícil suponer todo lo planeado porque fue surgiendo de improviso pensó tenían
mucho a favor. Solo pidió a Dios que no
estuvieran buscando a Elena y tuvieran posibilidad de salir del país sin
mayores miramientos.
Una vez en
el aeropuerto Elena se fue a los servicios y los hombres bajaron el equipaje.
Leandro le encargó a Lisandro la venta de las joyas según necesitaran luego, no
quería arriesgarse a declararlas en la aduana ni tener que dar explicaciones, era un riesgo pero menor a ser
detenidos. Elena estaba de acuerdo.
Se
despidieron de Lisandro y se acercaron
al mostrador por los pasajes, a lo lejos una mujer comenzó a observar a Leandro
y luego abrió un archivo y miró unas fotos. Acto seguido llamó por su celular.
Todo transcurrió
tranquilo, podrían salir y no hubo problemas con los papeles de Elena.
Solo les
faltaba dejar el equipaje, y luego ir a la sala de espera.
Estaban en
horario así que viajarían sin contratiempos ya que el clima era favorable les
habían asegurado los empleados de atención al público.
-Elena dejo
todo esto y vuelvo así podemos pasear y relajarnos un poco antes de
abordar
?Vamos los
dos ?le contestó Elena- y deja ayudarte.
-Bueno,
lleva este ?y le dio el bolso más pequeño.
-Leandro
dame otro ?pero él ya había empezado a caminar hacia el despacho de equipaje y
no le quedó otra opción que seguirlo.
Cuando
llegaron él iba sonriente y distendido de las quejas que ella le hacía.
Extendió su
documento así le tramitaban la guía del equipaje y el hombre lo miró fijamente
sin decir palabra y se puso de espaldas a ellos.
-Esto
también ?le dijo Leandro.
El hombre
giró y Leandro dio un paso hacia atrás. Su primera reacción fue buscar a Elena
con la mirada y extender un brazo hacia ella.
-Aaaabajoooo
¡! Gritó pero ya era tarde.
El hombre a más de dos metros detrás del
mostrador donde quedaba visible solo para ellos y los que hacían la cola del
equipaje disparó sin mediar palabra, directo a Elena.
Siguieron los
gritos, las corridas, un caos alrededor de las dos personas tiradas en el piso que en cuestión de segundos
quedaron solas. Elena de espaldas y Leandro herido en el brazo cubriéndola y
mirando a su vez al hombre que fríamente le apuntó de nuevo desde el borde
mismo del mostrador.
APENAS Marta
hablara con su viejo amigo de Criminalista de la Policia, se sintió más tranquila. Pero a los cinco
minutos el hombre la volvió a llamar y
le dijo que le dijera donde se encontraba y lo esperara que necesitaba urgente
hablar en persona con ella y los detectives encargados del caso también irían
con él para agilizar su declaración y la entrega de las pruebas.
La verdad
era que la policía no había podido llegar a ninguna conclusión fuerte y el
hecho había tomado una relevancia política y social y eso tenía entre la espada
y la pared a todos por respuestas.
Marta pensó
rápido y le dijo que ella se llegaría pero el hombre le dijo que ya estaba
rastreado su celular que no se moviera, que ya estaban en camino.
Esto puso
muy nerviosas a los dos primas que no supusieron ni en sueños podría pasar algo
así. Quizás las arrestarían. Deliberaron unos minutos y decidieron esperan y apegarse a la versión
que ambas habían detallado.
No pasaron
15 minutos cuando entró otra llamada pero esta vez al teléfono de casa y no al celular de Marta. Era Lisandro.
De solo
oírlo las mujeres se volvieron locas de la angustia y el dolor. Salieron como estaban dejando toda la casa
abierta, y subieron al viejo descapotable de Aurelia, rogando que encendiera.
Salieron
como diablas por el camino de tierra y al cruzar al empalme que unía a la ruta
que llevaba a la ciudad se cruzaron con dos autos obscuros, sospecharon eran
los detectives pero no pararon, más bien aumentaron la velocidad.
El conocido
de Marta la reconoció de inmediato y los
autos pusieron sirenas y comenzaron a seguir a las dos mujeres por la ruta.
Cuando
oyeron las sirenas, Aurelia le grito a marta
-Esta bien
que nos sigan pero llámalos y explícales
Marta saco
el celular y llamo a su amigo
-Los mataron
?le grito- mataron a mis muchachos!!! LES HAN DADO DE TIROS!! Vamos a
buscarles, les acaban de disparar en el embarque 23 de equipajes de Aeropuerto
Internacional ¡! No estamos huyendo
vamos por los muchachos ¡!
-Esta segura?
-Si, alguien
que esta con ellos me llamo y les disparon , a ella solo un disparo pero a
Leandro tres!! nos mataron a los
muchachos!!
En el auto
policial el hombre ya había repetido lo que Marta le dijera y otro policía
hacia llamadas frenético y ya le informaban era verídico que dos ambulancias estaban en el aeropuerto
atendiendo un llamado por una balacera, que todavía no habían mandado reportes
del estado ni los detalles.
Marta
lloraba desconsolada en el celular y el policía trataba de calmarla y le decía
parte de lo que su compañero le informaba.
Luego de
unos minutos el mismo policía le dijo debían ir al hospital cerca del
aeropuerto que los siguieran porque ya les habían informado donde llevarían a
sus muchachos.
Tanto el
resto del trayecto como la espera fue interminable. Bajar del auto y correr a
pedir datos fue otro suplicio. Dos policías se dirigieron directo a la morgue
sin decir nada pero el amigo de Marta la
tomó por los hombros y la acompaño a la entrada de urgencias donde había un
mostrador de atención.
Apenas
pasaron la puerta vieron a Lisandro, se veía consternado y como si hubiera
llorado desde hace rato. A pesar de ser un hombre mayor ni siquiera por pudor
se había secado la cara y apoyado en la pared rezaba al cielo, afligido y lleno
de angustia.
-Lisandro
?gritó Marta señalándolo y ambas corrieron hacia él.
Se abrazaron
los tres sin mediar palabra y como si se conocieran de toda la vida. El amor y
el dolor unen a las personas que lo comparten y este era el caso.
-Mis
muchachos, mis lindos muchachos ?se lamentó Aurelia.
-Estan
vivos, ambos en quirófano luchan por sus vidas!!?dijo en un susurro Lisandro y
las dos mujeres casi lo tiraron tratando que se explique, tuvo que intervenir
el policía para que se sentaran a hablar los tres.
Hace un
tiempo que llevo las ganas de escribir esta historia para nuestros hijos, en
realidad cada vez que te miro. Quizás solo la leamos tu y yo sentados mirando la playa y a nuestros
bananos aquí en esta maravilla de lugar
que es Gran Canaria.
Debes
mimarme más que cada vez siento más dudas si te amo más a ti o a esta tierra
que nos ha dado tanto cariño y bienestar.
Siento mucha
nostalgia hoy, mi amor. Parece que fue ayer cuando Don Facundo nos recibiera
allá por el camino viejo y nos trajera caminando hasta la casona triste y
deshabitada de emociones. Parece que fue ayer que su gran perro negro se me
acercara y me empujara con cariño. Como sentí a ese perro cuando nos dejo, que ni nombre tenía pero podría decirse que me
hizo suyo desde que me vio. Que poco necesito Don Facundo para confiar en
nosotros creo que nunca leyó la recomendación de Marta, cerrada sigue en su
cajón.
Cada vez que camino por la plantación le
agradezco su cariño y más que nada su confianza. Sabré cuidarle todo bien, así
como el me enseñó a hacerlo aunque sé que no será fácil..
Siento mucha
nostalgia hoy, mi amor, ya te lo dije. Nostalgia de Facundo y sus enojos con el
mundo, de Facundo y sus risotadas conmigo.. Aun lo recuerdo en el camino viejo,
enojado con el tiempo, los pájaros, el aire y tantas otras cosas.
Recuerdas
nos preguntó si estábamos casados y yo le dije que ya había planeado nuestro
casamiento cien veces. Yo recuerdo tu cara, tu sonrisa, recuerdo tu amor esa
noche y las que la siguieron.
Recuerdo
cada sueño juntos, cada juego haciéndolos realidad, recuerdo nuestras ansias de
trabajar y aprender aunque no fuera tan necesario, y no sabes como te lo
agradezco.
El trabajo
nos ha unido y quizás el dinero nos
hubiera separado, para que arriesgarse a perder lo más hermoso, sincero y
gratuito que es tan difícil de encontrar?
Que Marta se
nos fuera, ya me tenía triste y nostálgico.
Tengo que
confesarte que he pensado en ir por Lisandro y traérmelo para acá, pobre viejo,
solo, cuando a mi me es tan valioso.
Desde la muerte de Marta sus cartas no
son las mismas y las de Aurelia tampoco.
Para
compensarte por lo latoso de Lisandro y las horas que pasaré arreglando coches
he pensado regalarte este recuerdo para nuestros hijos, y solo para ti la
transcripción de nuestros mails y mensajes mientras estábamos en el hospital.
Sorpresa!!
No los borré. Los leo muchas veces cuando las cosas se ponen difíciles, pero
dime, mi amor, que sería del amor sin un camino sinuoso de vez en cuando?
Dime que
si? como tantas tantas veces lo has
hecho.
Dime que si
con tu sonrisa bella y tus ojos iluminados.
Prometo
casarme contigo las cien veces, o las noventa y nueve que faltan. Será todos
los últimos viernes de cada mes y la luna de miel durará el resto de la semana.
Esperare tu
respuesta, a la luz de la luna llena con mi segundo si en los labios.
Te amo,
Más que esos
días
Y menos que
mañana?
Tu DarÍo,
Leandro
RESUMEN
DE LOS MENSAJES
CUANDO
ESTABAMOS EN EL HOSPITAL
Quien diría me convertirías en escritor y en
un romántico incurable, pero negare todo si lo publicas.
SOLO GUARDE
LAS PARTES DE LA S TRES CONVERSACIONES
QUE MAS ME GUSTABAN PORQUE ERAN MUCHISIMOS.
TE AMO, MÁS
QUE ESOS DÍAS.
PERO MENOS
QUE MAÑANA.
19 DE MAYO
-como estas
-muriéndome
-tanto te
duele
-no duele?
te extraño.
-Yo también,
al menos ya nos dejan escribirnos.
-menos mal
puedes.
-escribe
Aurelia
-Que hace
Aurelia ahí??
-Me mima.
-Mandame a
Lisandro.
-tienes a tu
policía.
-pusieron
una femenina.
-cambiemos
aquí dejaron un bigotes. No lo cambien a
mi, Aurelia , me gusta el bigotes..
-Aurelia no
leas
Pero escucho
también,
-Bueno no
escuches
-Ok, ni
escucho ni leo ni escribo, mejor lo baño
que hace calor.
-Aureeeeeliaaa
vente para aca que va Marta y es como su madre!!!
30 de mayo
-Me escapo y
voy. Esperame
-No que nos
pillan
-Pero quiero
verte y ya sacaron la custodia
-Dire que
voy al baño y nos vemos a mitad de camino
-Estas con
otra persona
-Si llego hoy. No están cuidándote?
-Si , vino
Aurelia pero duerme
-No te
abandona, no?
-Es que le
tiene celos a la enfermera
-Porque a la
enfermera??
-Viene
seguido a bañarme y eso Aurelia lo toma mal
-Que no te
bañas solo??
-Estoy
enfermito
-Donde te
veo
-Ya te
decidiste!!
-Si que
quiero matarte
-Nos vemos
en la capilla
-Noooo que
mi matarte no es para capillas
-En la
salita después del pasillo
-Ahí pasa
todo el mundo
-Solo quiero
verte
-Estas con
bata??
-No
-Ufa ni
siquiera estas con bata
-Me robo una
bata para la luna de miel. Tu estas con bata?
-No
-Robate una
-Ya pecas
con una robate dos
-Ya estoy en
la salita. No hay nadie
-Ahí Sali .
ya llego amor. Voy despacito porque me duele.
20 de junio
-Porque te
dan el alta primero
-No se,
recién me dijeron
-Y donde
iras
-A casa de
Aurelia
-Solo con
ella??
-No estará
Marta, además pregunte y solo serán unos días más para ti.
-Vienes
antes de irte?
-Por
supuesto, te guarde un beso.
-Uno me
guardaste?? Y los demás?????
-Debía
agradecer a las enfermeras y a Aurelia
-no vengas
-si voy
-si entras
te tiro con? la botella del agua,la almohada la sabana
-nos tiremos
en la cama mejor!!
-Ven rápido
-Me entregan
unos papeles y ahí voy
ESTE ÚLITMO
NO ES DE ESOS TIEMPOS ME LOS MANDASTE AYER
PERO TAMBIEN
LO GUARDEMOS Y OJALA QUE ALGUN DIA NUeSTROS HIJOS LO LEAN.
-Mi amor que
regalo más hermoso y como decirte que no con semejante soborno. Te amo, más que
esos días y menos que mañana. Te amo con mi cuerpo, con mi alma y mi corazón.
Te amo en nuestros dos hijos y te seguiré amando en nuestros nietos si los
tenemos.
Aunque te
confieso que no hacía falta. Y la confesión es grande porque hable con tu
padres.
Hace unos
días les pedí que vinieran, a Lisandro y
a tu Aurelia también. No la abraces mucho, todavía dice mi muchacho.
Espero que
estés esperándome como dijiste por ahí.
Voy con tu
si en los labios. Aun te casas conmigo
las 99 veces que faltan?
-Si, ven
rápido.
-Voy. Voy.
-Se apagan
las velas.
-Vooooy más
rápido.
-Se volaron
las flores.
-Aaah el
viento, igual voy rápido.
Nat, gracias por tu aporte a Cuéntame. He leído todos los capítulos y he quedado en suspenso en todos ellos. Tienes un estilo único y mucha imaginación. Me sorprendiste con los nombres de los protagonistas y el de la isla, que lo tomo como un regalito de tu parte hacia mi persona; gracias por ello. Me imagino lo que te habrás divertido al hacerlo. Nuevamente, se agradece el que hayas sacado tiempo para entretenernos.
Pam, amiga, siempre me sacas una sonrisa con tu sentido del humor. Celosa para nada, este Leo está como debe estar.
Mi enhorabuena a todas las colaboradoras, tanto escritoras como comentaristas. Debemos sentirnos satisfechas, ya que el libro de Cuéntame se está llevando a feliz término, y el mismo contiene relatos de diversos géneros y para todos los gustos. Abrazos colungueros.
Nat, gracias por el bonito regalo, ya lo guardé. De nuevo te agradezco el que me hayas honrado con la mención en tu historia. Los protagonistas de mi relato también se llaman Elena y Leo. ¡¿Qué te puedo decir por la coincidencia?! Nada, mi niña, que estamos conectadas de una manera u otra. Creo que nada es casualidad, todo ocurre porque tiene que ocurrir. Hemos llegado a esta casita por intereses compartidos y aquí seguiremos estrechando lazos de amistad. Un fuerte abrazo.