Tema número 100.

Hoy por fin llegué al tema 100 en esta tu casa, este tema es súper especial para mí; lo voy a dedicar para compartir la historia del proyecto Cuéntame. Es una historia de amor que disfruté muchísimo al escribirla, porque justo cuando escribo es cuando más cerca te siento, cuando más te imagino. Gracias por darme estos espacios en tu casa; también gracias por la firma que utilizaré con mi nombre, para mí vale oro... ¿La reconoces?

Quiero también agradecer a mi Kathy, por todo el apoyo y las porras, un gustazo que me permitan ser parte del proyecto Cuéntame.

*Entre ravioles apasionados y cartas inesperadas* está ambientada en la época actual, en Florencia, Italia, un lugar mágico e increíblemente hermoso.

Quiero imaginar que esta historia es una película o cortometraje bosquejado, porque algunos aspectos están obviados  :)

Mil gracias mi FER, gracias de nuevo a tod@s y arrancamos con el tema 100 y con el capi 1 :)

...Y antes de ese día, jamás vi a un tomate más allá de lo que es, pero a partir de ese momento supe que los tomates se apasionan, se llenan de magia y ¡de qué forma lo hacen!...

Todo empezó a principios del verano...

Mi año sabático en la Toscana itálica era un sueño hecho realidad, al fin estaba ahí, con el cambio de horario colgado debajo de mis ojos, arrullándose con el sol vespertino, con una sensación de felicidad y libertad que no me cabía en los bolsillos. Estaba en ese territorio soñado, con sus campos bañados de sol, sus viñedos y toda esa magia del arte y de lo bello que rodea a ese rincón de la Tierra.
 
       

Llegué a mi departamento, o más bien habitación... mi nuevo hogar medía apenas unos 45 metros cuadrados; pero eran más que suficientes, considerando que tenía un balcón lleno de flores, desde donde se veía gran parte del lugar y de los valles, no podía pedir nada más. Para mí, desde aquella ventana del balcón, podía ver la magia del mundo entero.  

                       

Doña Silvana, era la rentera y por el momento yo era su única inquilina, aunque tenía dos habitaciones más, independientes entre sí y disponibles para renta.

-Dentro de poco se ocupará el otro cuarto, llegarán probablemente durante la semana entrante-me dijo.

El idioma no lo dominaba, pero de alguna forma lo entendía, y me daba a entender como podía, finalmente por ser lengua romance no era tan diferente al español.

Esa era mi primera noche en Florencia, llegué a mi cuarto, me hice bolita en mi nueva cama mullida y sumamente confortable, casi podía sentir que el colchón me abrazaba... y desde mi nuevo refugio cálido, podía ver las estrellas y la luna asomándose por la ventana a través de la cortina vaporosa que volaba con la brisa fresca que la empujaba juguetona, y entre esa sensación de alegría y paz por estar ahí, en aquel lugar, recordé a Frank, ese hombre interesante que conocí apenas unas semanas antes de emprender mi viaje, el haberlo conocido me entusiasmó el ánimo, él me gustaba, aunque no habíamos quedado en nada, salvo que nos escribiríamos por medio de cartas en papel, ambos acordamos que el romanticismo del lugar ameritaba esa magia del papel escrito a mano.

Yo quedé de escribirle primero y en esa carta enviarle mi dirección... Frank era físicamente muy atractivo, interesante en su plática, se encontraba en sus cuarentas y tenía su vida casi resuelta, no es que yo estuviera buscando un hombre, pero mi poca suerte en el amor, estaba empezando a pesar en mis días y a veces en mi soledad. En esas últimas semanas él me regaló su compañía para tomar un café o ver la película en turno en el cine, no había pasado nada entre nosotros, salvo caminar tomados de la mano y bueno al final, ya para emprender mi viaje, un gran beso de despedida, ¡vaya que hubo química!, pero no pasó de un beso, no me sentía lista aún para dar los siguientes pasos, ni con él ni con nadie.

Al día siguiente me levanté muy temprano,  y al tratar de utilizar la ducha, descubrí que solo salía agua fría de la regadera, no había agua caliente. Me bañé lo más rápido que pude, casi esquivando el agua helada, que al contacto con mi piel, me tensaba los músculos del cuerpo.

Posterior a mi baño "despierta muertos", me dispuse a tomar un café en la terraza toscana del primer piso de la casa, estaba rodeada de flores y follaje de un tono verde vida, corría una brisa matinal con olor a casa a antigua, parecía que ésta viajaba cargada de amores pasados, susurrando en cada soplido un poco de las historias de quienes ahí habían vivido.
 
      

-Doña Silvana, buenos días. Quiero comentarle que no sale agua caliente en mi baño, solo fría.

-Ah sí, ya llamé al plomero pero estoy en lista de espera, por ahora él está de viaje y no hay muchos plomeros de confianza aquí en la zona. Lo vieras, es un hombre tan guapo, tan atractivo, no niego que hasta me gusta que se descomponga algo en la casa para hablarle a él y verlo mientras arregla las cosas en desperfecto, ¡tiene unos músculos en los brazos y una espalda fuerte, es guapo guapo, parece un adonis! 

                        

-¡Doña Silvana! ?le dije con un tono de picardía

-Pero lástima, es muy joven para mí... cuando regrese de su viaje vendrá  a arreglar las llaves de la regadera.

Lo agradecí, pero pensé para mis adentros, ¡vaya, en dónde me he metido!

Más tarde, ese día me dirigí a la universidad en donde tomaría mi curso de edición fotográfica y alguno  otro que encontrara en el catálogo de extensión.

En esa primera semana en Florencia, caminé mucho por sus calles, todo lo encontraba hermoso, desde las losas agrietadas de algunas casas, hasta el río, ese río imponente que cruzaba la ciudad llenándola de romance, de cuentos, de leyendas.
 
           

La caminata se estaba volviendo mi nuevo pasatiempo, y bueno, mi mote de turista era evidente, porque tomaba fotografías a todo lo que encontraba a mi paso.

Así transcurrieron varios días de descubrimientos, de nuevas rutas, de sol toscano, de comida italiana y de música de acordeón, la que le daba al lugar ese toque especial, que estaba segura no olvidaría nunca, nunca.

Aquella tarde había estado más fresca que los otros días, llegué de mi recorrido diario y lo único que quería era tomar un baño de agua caliente, relajarme, meterme en la cama y ponerme a leer alguno de mis libros favoritos, de esos polizontes que viajaron dentro de mi maleta.

Llegué y ese día no había nadie en la casona, preparé mi toalla y mi ropa, y decidí aventurarme por primera vez a  utilizar la regadera del departamento de un lado, estaba harta del baño de agua helada y ese día mis ganas no estaban para soportar algo frío...  solo quería agua caliente, mucha agua caliente, que me reconfortara.

Y después de entrar sigilosamente al departamento de un lado y cerciorarme de que seguía sin ser alquilado, me metí al baño...
 
                           

Por fin estaba bajo aquel torrente de agua que corría con fuerza, calientita, deliciosa, el jabón perfumaba todo el ambiente y mientras disfrutaba ese baño de agua caliente que había extrañado por tantos días, pasó lo que jamás hubiera esperado, la puerta de aquel pequeño baño que no tenía ni cortina ni cancel en la regadera,  se abrió de golpe y ahí quedé, expuesta ante aquel extraño que osó abrir la puerta sin tocar previamente, en ese momento grité y me tapé con los brazos, con el shampoo y con lo que pude...

-¿Quién es usted? Salga de aquí -hablé con cierto temor

-Señorita, una disculpa, no sabía que había alguien aquí- lo decía con un tono sorprendido, y sin quitarme la vista... el extraño hombre estaba que no sabía ni cómo reaccionar... o tal vez sí sabía y se estaba haciendo como que no.

 
    

-Por favor ¡salga inmediatamente! -se lo dije de la forma más enérgica y con la voz más fuerte que pude, tratando de intimidarlo, aunque la intimidada era yo, pero tenía que disimularlo, no sabía ni quién era, ni cuáles eran sus intenciones, como pude me estiré para tomar una toalla de la mesita.

-Sí, sí, disculpe...  -me dijo, y al salir y querer cerrar la puerta, ésta se atoró en el piso, debido a la hinchazón de la madera, provocada por la humedad del baño, quedando así la puerta entre abierta; él jaló varias veces la perilla y la puerta no cedía, y mi desesperación aumentaba, aunque habían transcurrido apenas segundos, a mí me había parecido una eternidad, así es que salí corriendo de la tina-regadera para tratar de empujar la puerta desde adentro, pero en mi desesperación, no contemplé que las losas del piso antiguo estaban húmedas, y eso provocó que resbalara y cayera al piso...   en ese momento hubiera deseado que se abriera un hoyo gigante en la tierra y que me tragara sin posibilidad de retorno, pero no fue así, al caerme, él entró de nuevo al baño a tratar de auxiliarme.

Con la caída, la toalla había volado solo Dios sabe a dónde

-¡Nooo, váyase, déjeme sola! -le dije gritando

-Está bien, como usted diga.

Y al tratar de incorporarme se volvió a asomar...

-Voy a tratar de cerrar de la puerta.

Y jaló la puerta con tanta fuerza, desafiando la hinchazón que ésta tenía, hasta que por fin cedió y se cerró quedando casi sellada, la chapa tronó y todo volvió al silencio.

En ese momento me vestí, rompiendo récord de velocidad, me puse la ropa así con la piel toda mojada, era tanta la adrenalina que no sentía ni el dolor del golpe por la caída, lo que quería era salir e irme a mi habitación; pero al tratar de abrir la puerta, ésta se había atorado y no abría, moví la chapa una y mil veces, y ni la chapa ni la puerta reaccionaban, estaban como congeladas.

-¿Hay alguien ahí afuera que me pueda ayudar? Me quedé encerrada y no puedo salir del baño.

Después de un rato escuché que algún tipo de fierro o herramienta hacía ruidos en la chapa, hasta que ésta se colgó dejando a la puerta ya sin chapa, él la abrió, yo salí de aquel baño a toda prisa; hubiera querido ser invisible, sin verlo al rostro solo le dije *gracias* y salí corriendo sin mirar atrás, corrí a refugiarme a mi departamento.

Ya en el interior de mi cuarto, hasta risa me dio el incidente que acababa de tener, pero a la vez un tipo de pena pudorosa me invadía, supuse que el hombre ese era el plomero que había ido a arreglar las llaves del agua.

Me metí en mi cama y traté de perderme en la lectura en turno, había sido tanto el estrés que me provocó la situación en el baño, que me quedé dormida de forma casi inmediata y no desperté hasta el día siguiente.

Al despertarme, recordé la anécdota del día anterior y no pude evitar carcajearme de mi propia torpeza, esperaba no volver a ver nunca a ese bendito hombre, al más inoportuno entre los inoportunos.

Me bañé con los cubos de hielo que salían de mi regadera y cuando estuve lista bajé a desayunar al comedor principal de Doña Silvana, que era amplio, fresco y con muebles antiguos, con un aire tan acogedor, que recordaba la casa de la abuela; ahí me preparé un café mientras revisaba unos folletos sobre unos cursos nuevos que estaba ofreciendo la universidad. Estaba disfrutando tanto ese momento, cuando de pronto escuché pasos que bajaban por la escalera de caracol que a su vez conectaba con el vestíbulo que se encontraba a un lado del comedor.

-Buenos días señorita...  ¿Se encuentra usted mejor?

Ahora resultaba que era mi vecino, uffff, lo que me faltaba. Un hombre guapo, al parecer educado y para acabarla que ya me conocía de todo a todo, por lo menos a nivel físico... ¿Dije guapo? Bueno, a ciencia cierta no lo vi bien, solo lo vi de reojo, era alto y fuerte, creo.

Me apresuré a tomar mi bolsa y salí casi trotando con rumbo a la universidad, no por prisa, sino porque me sentía a disgusto al estar en compañía de aquel hombre.

Transcurrió el día, sin cambio en mi rutina deliciosa que el lugar me invitaba a seguir con tanta ilusión.

Ese día en la tarde, tocaron a la puerta de mi habitación.

Abrí y me sorprendió que fuera él, me le quedé viendo, con una sensación extraña, ¡cómo estaba guapo, ahora que lo veía de frente!, pero mis mecanismos de defensa, me forzaron a poner una de las caras más serias de mi repertorio de caras serias hacia extraños.
 
                            

-Señorita, vengo a ofrecerle una disculpa por lo que ocurrió el día de ayer, yo no sabía que estaba en la regadera, de lo contrario no hubiera entrado, ya me explicó Doña Silvana que por el momento solo mi baño tiene agua caliente y vengo a comentarle que si desea bañarse o llenar alguna cubeta, mi baño está a su disposición y si lo desea me puedo salir por algunos minutos para que pueda ducharse con toda libertad.

Nos despedimos y cerré la puerta. Después de un rato, volvieron a tocar.

-Soy yo de nuevo, vengo a traerle una cubeta con agua caliente.

...

Pasó una semana desde aquel incidente, varios días nos encontramos en el comedor, pero hacía hasta lo imposible por evitarlo, básicamente lo saludaba e inmediatamente me retiraba, ¿la razón?, no la sabía con precisión, tal vez era que me sentía como inquieta a su lado, no había olvidado la forma poco ortodoxa que tuvimos para conocernos y eso me hacía sentir incómoda.

...

Ese día iniciaba otro de los nuevos cursos bimestrales en los que me había matriculado: fotografía cinematográfica.

Llegué puntual a mi clase, el maestro aún no llegaba, tenía compañeros con algo de experiencia  en cine, yo tenía poca, pero era una buena oportunidad para aprender... De pronto por fin llegó mi flamante maestro, al verlo no me quedó más que morderme los labios, el maestro era nada más y nada menos, que Fernando, mi vecino. 

No sé bien de qué trató esa primera clase, no me pude concentrar, observaba atentamente cada uno de sus movimientos y cada explicación, se veía imponente y muy seguro ahí de pie frente al grupo, explicando con total dominio los temas que veríamos durante el curso. Por primera vez estaba dándome a mí misma, la oportunidad de ver su rostro, su estructura física, sus manos... él hablaba no solo con su boca, hablaba también con sus manos, con sus ojos. Había una pasión en todo lo que explicaba.

Y entre tanto alumno que formaba parte del grupo, no se había dado cuenta de que yo también estaba inscrita de esa clase, hasta que en una de esas volteó, me vio y levemente sonrió mientras me veía y después continuó con la clase...
 
                          

Regresó con sus ojos en más de una ocasión a cerciorarse de que los míos aún seguían ahí, pendientes de él. Me gustó que me mirara, que me tuviera presente... no sé ni porqué, pero me gustó.

Mi pensamiento del primer instante cuando él entró por primera vez al salón, había sido dar de baja la materia, pero después de ese análisis detallado que hice de él durante esa primera sesión, lo único que sabía era que sería un placer escuchar su clase a diario, aprender de él, disponer de una hora por día para observarlo con todo detalle, sin tener que buscar ninguna excusa, porque el pretexto ya estaba dado, yo era su alumna y lo apropiado era poner mi atención en él, observarlo y disfrutar de su conocimiento y de su compañía diaria en aquella clase de fotografía cinematográfica.

 

                                                              Continuará...

Lorena, siempre me ha gustado tu estilo de escribir y sabía que me deleitarías con tu historia.

Por el comienzo de tu escrito y los puntos suspensivos, noto que la estructura del relato es una historia dentro de otra, y que algo ha ocurrido antes. Eventualmente sabremos a quien se dirige la narradora y por qué medio; pienso que es por carta "desde Florencia con amor", por el título del capítulo, pero no quiero adelantarme.

Me gusta cómo estableces el ambiente con descripciones detalladas y cómo la narrativa fluye con los acordes de guitarra de fondo. Me gustó muchísimo lo rápido que se mueve la escena del baño y el sentido del humor que le impartiste; también, la sorpresa del salón de clases me resultó coherente.

De una romántica empedernida a otra, ¡gracias, Lore! Ya me enganchaste, veremos con qué nos sorprendes mañana. Abrazos colungueros.

Lorena, ni pienses que no estoy leyendo.  Lo estoy haciendo  aguantando la respiración y gozando cada momento, en la expectativa de lo que vendrá después. Continúa, mi niña, que me enganchaste desde la primera parte y me llevas de la mano a espacios románticos desconocidos. ¡Qué manera de escribir! Abrazos colungueros.

Lore, ¿qué pasa? Has manchado el carácter de Fernando. No somos ni puramente buenos ni malos, como Eladio, pero el engaño y el egoísmo son características deplorables en un individuo. Lo que hizo Fernando es una violación a la confianza de "alu" y a su privacidad. Por más amor que diga sentir, fue una acción baja, baja, difícil de justificar, y si "alu" lo excusa, siempre se sentirá molesta al recordarla. Sospechaba de la integridad de Fernando desde su conversación con "alu" sobre Frank y el contenido de las cartas en un capítulo anterior. Quedo esperando la próxima entrega para ver cómo se endereza este entuerto. Abrazos colungueros.

Lorena, ¡qué lindo escribes! Me quitaste el mal sabor del capítulo anterior. Parece que el amor lo perdona todo y "Alu" volvió a creer en Fernando. Al compararlo con Frank, Fernando salió ganando con creces; además, Fernando le promete siempre decir la verdad. Gracias por una bella historia excelentemente escrita. Me gusta mucho tu estilo y admiro tu creatividad. ¡Me quito el sombrero! Abrazos colungueros.

P.D. De ahora en adelante, los raviolis tendrán un significado especial.