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EL CUERVO Y EL ZORRO
En la rama de un árbol,
bien ufano y contento,
con un queso en el pico
estaba el señor Cuervo.
Del olor atraído
un Zorro muy maestro,
le dijo estas palabras,
o poco más o menos:
?Tenga usted buenos días,
señor Cuervo, mi dueño;
vaya que estáis donoso,
mono, lindo en extremo;
yo no gasto lisonjas,
y digo lo que siento;
que si a tu bella traza
corresponde el gorjeo,
junto a la diosa Ceres,
siendo testigo el cielo,
que tú serás el Fénix
de sus vastos imperios.?
Al oír un discurso
tan dulce y halagüeño,
de vanidad llevado,
quiso cantar el Cuervo.
Abrió su negro pico,
dejó caer el queso;
el muy astuto zorro,
después de haberlo preso,
le dijo : ?Señor bobo,
pues sin otro alimento,
quedáis con alabanzas
tan hinchado y repleto,
digerid las lisonjas
mientras yo como el queso".
Quien oye aduladores,
nunca espere otro premio.
Hay que tener cuidado con algunas palabras, porque las carga el diablo. Entendamos por diablo a todo ideólogo dispuesto a convertir la semántica en un ejercicio de hipocresía.
Los procesos de deformación en el carácter convierten con frecuencia las virtudes en nuestros peores defectos. Una persona amable puede convertirse en un adulador. El mérito corre peligro de desembocar en la vanidad y el egoísmo. El poder lo sabe y actúa.
El ansia de poder se confunde por tradición elitista con la estrategia de convertir al amable en adulador, al prudente en miedoso y al ciudadano de mérito en un prisionero de su vanidad.
Cuando la realidad es que una persona amable no es un adulador, un prudente no es un miedoso y el mérito personal no puede confundirse nunca con el egoísmo.
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Ya Shakespeare en ?Hamlet?(Escena II, Acto Tercero) refleja la actitud del adulador frente al poderoso, en el diálogo entre el príncipe Hamlet y el adulador Polonio:
Hamlet: ¿Veis aquella nube cuya forma es muy semejante a un camello?
Polonio: Por la misa, y que parece un camello realmente.
Hamlet: Yo creo que parece una comadreja.
Polonio: Tiene el dorso de una comadreja.
Hamlet: O de una ballena.
Polonio: Exacto; de una ballena.
No se trata de ?hacer la pelota? sino de una técnica de adulación más sutil y elaborada, que lleva a que el individuo confunda la lisonjería con lealtad.
El adulador utiliza una máscara o apariencia que impide que el adulado le confunda con un tiralevitas.
Normalmente esta conducta se expresa en siete reglas o máscaras:
Máscara de aprendiz. Disfrazar la adulación como si se estuviera buscando un consejo. Por ejemplo, ? ¿Cómo lograste hacer eso tan maravillosamente??.
Máscara de converso. Argumentar antes de mostrarse de acuerdo inmediatamente. Por ejemplo, ?Reconozco que al principio no entendía tu punto de vista pero ahora le veo todo el sentido. Me convenciste?.
Máscara de pregonero. Hablar bien de aquellos que le interesan y de los amigos de éste, esperando que esas palabras lleguen a sus oídos. ? Es alguien excepcional. Vale muchísimo?.
Máscara de discípulo. Envolver el elogio con ingenio para que el individuo no se sienta incómodo. Por ejemplo: "No quiero avergonzarte, ni soy quien para juzgarte, pero tu idea fue realmente de primera categoría. La mejor de todas".
Máscara de incorruptible. Mostrarse de acuerdo con los valores antes de halagar o de aceptar una opinión. Por ejemplo, "Yo también soy persona de principios. Por eso pienso que hay que tomar medidas eficaces".
Máscara de tahúr. Exponer opiniones coincidentes con las suyas, que el adulado no sabe que el adulador las conoce a través de sus contactos que le han escuchado en otros escenarios. (Web, Skype, Facebook, Twitter, etc;).
Máscara de camarada. Hacer referencia a relaciones sociales que se tengan en común antes de halagar o de mostrarse de acuerdo con opiniones. Por ejemplo, "Ayer vi , leí, a fulanito, etc??.. Fabuloso".
A ellas se añaden dos técnicas adicionales:
? La máscara del Correveidile. Criticar a los enemigos del Jefe. Nada une más que los enemigos comunes. Y si se puede intoxicar y contribuir a difundir un rumor negativo sobre el adversario, mejor.
Y La máscara del Comparsa. Arropar al destacado en cualquier ámbito. De este modo, no se siente solo y además el subordinado le allana el camino y evita ?tiempos muertos?.
El destacado en su ego interno lo agradece ya que por razones de propaganda o efemérides, ya que siempre se agradece la mano amiga o la sonrisa de complicidad entre el público.
Lo más curioso de este fenómeno viene dado cuando el sujeto ponderado cae en desgracia frente a quienes, supuestamente tienen más poder que él. En ese momento, el adulador comprende rápidamente (pues su supervivencia depende de ello) que hay que ?hacer leña del árbol caído? y criticarle rápidamente para ponerse a la sombra del nuevo jerarca
En fin, a veces sorprende que se hable de ?management?, ?liderazgo?, ?empatía?, ?indicadores?, etc? pero siempre se olvida la vileza de la condición humana. Se prescinde del dato notorio de quienes se cree superiores y son sensibles a la adulación y de los inferiores que ven en la alabanza el camino hacia el ascenso. Y es que lamentablemente la erótica del poder reside en mandar y en que los demás reconozcan ese mando, y si alguien satisface la vanidad de la autoridad, el orgasmo íntimo está sentido.
Claro que en el pecado va la penitencia, pues finalmente, si el alabado se rodea de aduladores, y no tiene quien le diga la verdad o advierta de errores, estará abocado a un estrepitoso fracaso? Por eso Maquiavelo recomendaba consejeros sinceros para asegurar la longevidad del cargo.
Una de las tácticas más comunes para obtener lo deseado es adular a quien detenta el poder de satisfacernos. Es una práctica universal que casi siempre tiene resultado. Sin embargo, hay quienes están atentos a esta inclinación y pueden escapar del halago interesado.
¿Quién no ha estado frente a uno de estos especímenes en cualquier ámbito del quehacer humano, en la oficina, la escuela, la universidad, seres a quienes muchos consideran como una verdadera plaga?.
Este último verbo viene de la raíz al, que significa "más allá de", de la cual resulta el latín alter, "otro". Si seguimos esta pista etimológica, podría decirse que adular tiene el efecto de "alterar", de llevar más allá de sí mismo al que a la adulación se expone, a quien el adulador primero adultera su propia imagen para manejarlo después a voluntad.
El uso estratégico del elogio excesivo apela al orgullo, al ego y, por ende, a la sensibilidad de alguien para conseguir los fines trazados. En algunas personas este procedimiento se vuelve un vicio que puede causar problemas.
Partiendo del concepto sabemos que una persona que "prodiga alabanzas" a otra es porque desea algún beneficio. Si la persona que adula tiene ese estigma como parte de su personalidad, significa que prevalecerá en ella la falta de sinceridad, de honestidad, de verdad en sus actos y juicios verbales.
Fascinado por el adulador, el adulado "se la cree", y cae, a partir de ahí, bajo el influjo de quien lo manipula como un medio para sus propios fines.
Las "caricias" del adulador corrompen a la víctima y alteran su naturaleza.
Son aduladores aquellos que pueden ser manipuladores(as) de manera objetiva o ?perversa?.
Su actitud refleja entre telones su deseo de poder o beneficio, y en algunos casos les causa satisfacción y placer contar con la aceptación de la víctima. Por esa razón, se manifiesta como un comportamiento en el que interviene el adulador y el adulado.
Los sentimientos de inferioridad y diferentes motivaciones de fragilidad o de falta de capacidad para abordar la realidad con responsabilidad y asumir creativamente cualquier riesgo, incrementan este tipo de manifestaciones.
Algunas personas pueden decir que no les gusta la adulación pero de hecho les gusta. Son individuos que necesitan escuchar de otros halagos para aumentar su ego.
Cuando el adulo es un constante medio para conseguir las cosas, se trata de una persona con un marcado sesgo hacia este tipo de comportamiento. Tendrá características como falta de sinceridad, honestidad, utilizando tretas poco éticas para lograr su objetivo.
Utiliza este tipo de artimañas para conseguir algo, le ha dado suficiente seguridad de que cualquier cosa que se proponga la conseguirá adulando.
A quien le gusta ser adulado, por lo general es vanidoso y soberbio, pues a este tipo de seres nunca les parecerá exagerado el halago, si no algo justo y verdaderamente acertado.
Por lo general, el adulador es una persona que siente envidia de otros y frente al que adula se siente inferior.
Es muy fácil caer en la trampa de la adulación porque eso ?infla? a la persona que, al sentirse complacida, cae en un estado de satisfacción personal que le hace perder la objetividad. Y como advertía Maquiavelo, hay que cuidarse de los aduladores.
Sí Hormi, sobran los comentarios
Perfecta definición Hormi.
Muchas gracias