El equipo de Colunga Team y yo te damos la Bienvenida a nuestra casa. Deseamos que te diviertas y que convivas con respeto y cariño con los demás integrantes de nuestra gran Familia.
Capítulo 110
Varias semanas después de la conversación en el jardín,
Matilde estaba completamente recuperada y ya se ocupaba de sus labores en la
casa. Habían sido semanas de renovación de la confianza y del aire de felicidad
y armonía que se respiraba en la hacienda.
Como había mucho trabajo que hacer con el ganado,
Manuel mandó preparar la casa de la hacienda Santa Rita y dos semanas después
del picnic en el jardín, toda la familia Fuentes Guerra se mudó con muchos
cuidados para allá. Una semana más tarde Matilde, dejaba el lecho y acompañada
unas veces de su esposo, otras de su tía y de los niños, comenzó a dar paseos
cada vez más largos para conocer la hacienda.
La casa de vivienda era más chica de la de San
Cayetano, pero igual de acogedora y pasaron quince días muy tranquilos que
fueron muy beneficiosos para la recuperación de Matilde. Los paseos con Manuel
y los niños primero en el pequeño jardín de la casa y luego, a medida que ella se
fortalecía se hicieron mas largos y a
veces sin los niños. También la relación de pareja se fortalecía. Habían
logrado superar la crisis y su amor había salido fortalecido.
Regresaron pues
a San Cayetano felices y contentos. Se acercaba el cumpleaños de Manuel, y
Matilde pensaba cómo realizarlo. Se dividía en organizar una barbacoa, una
fiesta familiar o algo más grande. Quería que fuera un recuerdo grato, el
primer cumpleaños de Manuel que pasaban
todos juntos como una gran familia.
Amanece. El
campo despierta al nuevo día. Las aves apenas si comienzan sus trinos al ver
los rayos de un sol que apenas si comienza a desperezarse entre los cerros. Los
gallos comienzan a cantar dándole la bienvenida a la mañana.
La capilla de
San Cayetano se encontraba en penumbras y en silencio. Solo se escucha el
crepitar da alguna vela al lanzar traviesa un destello más intenso que el
acostumbrado, tal vez asombrada de ver a alguien tan temprano en la
mañana. El resplandor dorado de la luz
de las velas disminuye las sombras y junto al olor del incienso dan la
bienvenida al visitante, creando una atmósfera acogedora y sensación de calor,
seguridad y paz.
Caminando por
el lateral derecho de la capilla, el recién llegado se detiene para persignarse
delante del altar y luego sigue su camino entrando por una puertecita
disimulada que da paso a la parte trasera de la capilla donde se encuentra la
cripta familiar.
Al llegar se
detiene delante de un nicho con una lápida, pasa sus dedos con ternura,
suavidad y reverencia sobre las letras que conforman el nombre de la persona
que reposa tras la losa de mármol. Lentamente recorre una por una cada letra
mientras pronuncia tan quedo que ni se escucha el nombre: Rosario Aranda.
_ ¡Mamá!-
pronuncia con un sollozo estrangulado y llevándose los dedos a la boca les dio
y beso que después depositó sobre las letras- ¡Te extraño tanto! ¡Te necesito
tanto aquí, a mi lado! ¡No sabes cuánto lamento el tiempo desperdiciado, el
tiempo perdido! ¡No debiste ponerte en el camino de aquella bala, que era para
mi! ¡Sólo necesitábamos tiempo y nos lo quitaron! ¡Nos quitaron tanto!
Al principio no
podía creerlo, no concebía que tú fueras mi madre. No por vergüenza, no, sino
porque siempre crecí creyendo que estabas muerta. Que estuvieras viva era algo
que nunca pensé que sucediera y cuando te tuve delante de mi no supe cómo
comportarme contigo. Siempre he sido un necio, un obstinado; tal vez eso me
hizo salir adelante en la capital, cuando era un bastardo sin apellidos, pero
con muchos deseos de salir adelante y tú con tu ternura poco a poco te me
fuiste metiendo y siempre sabías como hacerme reflexionar.
¡Me gustaría
tanto tenerte aquí a mi lado, tomarte de la mano como tantas veces me pediste
que lo hiciera mientras conversábamos! ¡Me reprocho tanto, tanto no haberte
dedicado suficiente tiempo!
¡La vida fue
muy injusta contigo! ¡Quiero que sepas que no me avergüenzo de ti, que nunca te
culpé! ¡De veras! ¡Si, claro que me
afectó saberlo, pero no por vergüenza ni porque te hiciera culpable, sino porque siempre se
piensa en la madre de uno como un ser intachable y puro. Todo lo que sufriste y todo lo que tuviste
que luchar por salir adelante sola, te hace mucho más valiosa! ¡Te quiero,
mamá, te quiero mucho! ¡Te extraño!
Quiero que
sepas que tu sacrificio te hace mucho más valiosa, aunque hubiera preferido
morir antes que perderte. ¡Me diste la vida y la felicidad dos veces y te lo agradeceré siempre, pero tengo que
pedirte perdón! ¡Perdóname, mamá por no haber podido salvarte, por no haber
tenido los recursos ni los conocimientos necesarios para poder hacerlo! ¡No
sabes cómo sufrí, porque yo sabía que estabas muriendo y que yo, que había salvado
tantas vidas, no iba a poder salvar la tuya! ¡Me sentí tan impotente, con tanta
rabia!
Pero, ¿sabes?,
cumplí la promesa que te hice. Matilde y yo hemos hablado mucho, como tantas
veces me pediste que lo hiciéramos y quiero que sepas que ya nunca más vamos a
tener la sombra de Adolfo Solís entre nosotros y que ya entendí que tenías
razón cuando me repetías que Matilde me quería.
¡Me gustaría
tanto tenerte aquí a mi lado ahora que somos tan felices! ¡Verte con Manuelito,
con Matilde y con tu nieta Rosario Guadalupe! (Matilde la nombró así por ti)
Ver que hubieras formalizado una relación con Silvano, que te ama tanto, porque
todavía te ama, me consta; pero sobre todo que haber tenido tiempo de
demostrarte cuánto te quiero, lo orgulloso que estoy de ser tu hijo y de que tú
hayas sido mi madre. ¡Se que siempre estarás a m lado, cuidando velando por
nosotros y eso me reconforta y me consuela!
Unos pasos que
se acercaban le hicieron saber que ya no estaba solo y asombrado vio aparecer a
Silvano, que venia con un ramo de flores en las manos. Al ver a Manuel se
detuvo y le preguntó:
_ ¿Qué haces
aquí tan temprano, Manuel?
_ Vine a
platicar con mi madre- le contestó Manuel retirándose un poco pero sin dejar de
tocar la lápida con su mano- No podía dormir y sentí la necesidad de hablar con
ella. ¿Y tú que haces aquí?
_ Pos yo vine
como cada mañana a traerle sus flores a Rosarito- le explicó avergonzado sin
saber si seguir caminando o quedarse parado donde estaba. Al final se decidió a
acercarse, quitar las flores mustias del día anterior y colocar las frescas.
_ Creía que eso
lo hacía Matilde- le comentó extrañado Manuel
_ Si, la señora
Matilde viene cada día a traerle sus flores a tu mamacita y las une a las mías-
le explicó Silvano
_ Nunca me dijo
nada de que tú también le trajeras flores a mi madre
_ Yo le pedí
que no lo hiciera- se volvió hacia él Silvano
_ ¿Por qué?- le
preguntó Manuel, colocando las manos sobre los hombros de su amigo
_ Porque no
quería que nadie lo supiera- le contó Silvano- Desde que la enterramos aquí,
cada mañana me levanto apenas el sol asoma y le busco y traigo sus flores.
Pensé que te molestaría tanto atrevimiento de mi parte. Ya se que yo no soy nadie y ella era tu mamacita y que es
mucho atrevi….
_ ¡Silvano!- lo
interrumpió Manuel, que no podía creer lo que estaba escuchando- ¿Pero quién te
has pensado que soy? ¿Como puedes pensar que me molestaría porque le trajeras
flores a mi madre? ¡Nadie más que tú tiene mayor derecho a hacerlo, Silvano, tú
que la amaste toda tu vida, que siempre estuviste al pendiente de ella, incluso
más que yo que soy su hijo! ¿Acaso no me pediste permiso para cortejarla y yo
no te lo di? Estoy seguro que si no hubiera pasado lo que pasó y mi madre
estuviera viva, ya ustedes estarían casados y Matilde y yo muy felices porque así
fuera. Escúchame bien, Silvano, a nadie le habría confiado la felicidad de mi
madre que no hubieses sido tú. Y ella te quería, me lo dijo. De eso estábamos
hablando cuando le dispararon.
_ ¿De verdad,
no me estas mintiendo, Manuelito?- le preguntó esperanzado y con lágrimas en
los ojos el viejo amigo
_ De verdad- le
contestó solemne Fuentes Guerra- No quiero que escondas el amor y el cariño que
sentías por mi madre. Le has hecho honor, y yo te estoy muy agradecido por todo
lo que la quisiste. Y también por todo lo que nos quieres y cuidas a mi familia
y a mi. Has sido mi amigo desde que era un chamaco y siempre estabas
protegiéndome, hasta de la ira de mi padre. Has arriesgado tu vida por mi una y
otra vez y te debo la mía varias veces, nadie mejor que tú para mi madre.
¡Gracias!
_ ¿Pos, gracias
de qué? Le prometí a Rosarito, que Dios tenga en su gloria, que siempre iba a
velar por los suyos y esos son tú y tu familia y lo voy a hacer hasta el día en
que yo me muera o hasta que te canses de mi y de tenerme a tu lado- le aseguró
Silvano con voz firme y baja.
_ Pues será
hasta el día en que mueras, amigo, porque yo no dejaría que nos abandonaras- le
dijo Manuel y los dos se dieron un fuerte abrazo.
Luego se
separaron y Manuel en un gesto de sensibilidad le dijo:
_ Es muy
temprano todavía, creo que querrás estar un rato aquí con ella- le dio una
palmada en el hombro, acaricio la inscripción y se fue.
Silvano lo vio
salir y lo oyó alejarse mientras una lágrima corría por su rostro. Se volvió al
la sepultura y susurró:
_ Pos si,
Rosarito, allá desde el cielo, estoy seguro que usted está mirando a su hijo.
Es muy buen muchacho y ya le hizo caso y arregló sus diferencias con la niña
Matilde. Creo que ya no tendremos más problemas por aquí con esos dos. Aquí le
traigo sus flores, como cada mañana y a partir de ahora ya no vendré a verla y
a platicarle a escondidas. Ya usted oyó que Manuelito me dio permiso y hasta me
dijo que habría estado de acuerdo en que nos matrimoniáramos. ¡La extraño
mucho, mi Rosarito!, pero aquí voy a estar siempre cumpliéndole la promesa que
le hice, hasta que Diosito quiera que nos reunamos allá en el cielo.
Matilde pensaba
en como preparar el cumpleaños de Manuel. Quería que todos sus amigos
estuvieran presentes. Por cartas de Humberto sabía que Renato y Hanna ya
estaban de regreso en la capital y habían tenido una nena preciosa, lo cual
tenia a Renato medio perdido de la dicha, Sixto y Antonia también estaban allá,
así que era cosa de escribirle a todos para que vinieran para ese día y tampoco
podía dejar de invitar a Pilar y a Amadeo Corona.
Estaba en la
bodega, revisando las existencias para realizar el pedido al almacén y pensaba
en su idea. Seferina la acompañaba para llevar a la cocina las cosas
necesarias, tal como tiempo antes la había ayudado su suegra.
_ Tres jabones
perfumados, estropajo, cuatro platos, dos vasos, una cazuela- iba enumerando Mati
mientras iba despachando las cosas de la lista
_ También hace
falta una olla, señora- le recordó Seferina.
_ Si, tienes
razón- agradeció ella y le dio lo pedido- ¡Ya está!
_ Esta usted
muy linda, señora- la alabó Seferina- ¡Qué bueno que ya esta usted buena! ¡La
casa es otra con su alegría flotando por ella!
_ Gracias, si
me siento bien- aceptó Mati- Hace varios días que no me duele nada y el señor
dice que mis costillas ya están completamente curadas. ¡Soy muy feliz! ¡Tengo a
mis hijos fuertes y sanos, mi casa, mi tía conmigo y a mi esposo al que adoro!
_ Y él a
usted-añadió la criada- Nada más hay que verlo
_ Si, Manuel me
quiere- estuvo de acuerdo ella con expresión arrobada y ojos brillantes de
felicidad y enseguida, como si
despertara de un sueño- ¡Vamos Seferina, hay que enviar el pedido para las
despensas!
Cuando llegaron
a la cocina, Prudencia estaba probando la sazón de un guiso que estaba haciendo
Jacinta. Al ver entrar a su sobrina le sonrió.
_ ¿Estabas en
la bodega?
_ Si tía.
Comprobaba lo que había para hacer el pedido al almacén del pueblo y Seferina
trae lo que se necesita en la casa. ¿ Qué haces?
_ Probando la
exquisita sazón de Jacinta- le contestó su tía
_ Cierto,
Jacinta tiene un don para cocinar especial- la celebró Mati
_ No es nada
niña, agradeció los halagos la cocinera- Simplemente mezclo los ingredientes
como me enseñó mi madre y aquí hay de todo para que la comida salga bien.
_ Si, pero
saber mezclarlos- le porfió mati acercándose a ella, abrazándola por los
hombros desde su espalda y dándole un beso en la mejilla, decidida a reconocer
el trabajo de la cocinera- eso no todos lo saben hacer; eso es un arte y usted
lo hace riquísimo y muy bien.
_ Eso es
cierto- concordó Prudencia sonriente
_ Gracias niña-
le agradeció Jacinta conmovida por el beso inesperado y los halagos.
_ ¡Señora,
Señora!- se escuchó una voz
Una chiquilla joven que hacía poco trabajaba
en la casa llegó corriendo a la cocina. Todas se le quedaron mirando
asombradas.
_ ¡Doña, niña!-
se dirigió a Prudencia y a Matilde- han llegado visitas
_ ¿Quién es?-
le preguntó Mati
_ Pos, no se.
Un señor y una señora. Los hice pasar al salón
_ Ve, hija, yo
me quedo viendo cómo están las natillas- le dijo su tía
Mati se levantó
de la mesa donde se había sentado, se arregló el vestido y saliendo por el
patio, se dirigió al salón. Cuando cruzaba cerca de la fuente, vio que Manuel y
Silvano regresaban y se detuvo a esperarlos.
Manuel desmontó
de un salto y se acercó a ella. La abrazó y la besó. Silvano la saludó con el
sombrero y una sonrisa que ella correspondió.
_ ¿Qué haces
aquí?
_ Iba de camino al salón. Me acaban de avisar
que tenemos visitas
_ ¿Quienes
son?- inquirió Manuel mirando sorprendido en esa dirección
_ No lo se.
¿Vienes conmigo?
_ Vamos- Se
volvió a Silvano- espérame en el
despacho, Silvano, ahorita te alcanzo
_ De acuerdo,
no más voy por un cafecito a la cocina y ahí te espero- accedió éste.
Se enlazaron
del talle y caminaron hacia la casa
_ ¿Cómo te has
sentido?- le preguntó Manuel- ¿Has sentido algún dolor o molestia?
_ Bien, y no ya
no me duele- le contestó ella riendo- ¿Todo bien?
_ Si, Don Mariano es una persona muy capaz y ha
demostrado tener conocimientos. Los trabajadores le responden- le contó Manuel
y justo cuando llegaban al salón le susurró al oído- ¡te amo!
_ ¡Y yo a ti!-
le respondió Matilde
Manuel le dio
un beso en el cuello que la hizo lanzar
una protesta, juguetona.
En el salón
estaban dos personas. La mujer, sentada en una de los sillones estaba riendo de
algo que le decía el caballero inclinado hacia ella. Al oír la exclamación de
Matilde se volvieron hacia la entrada.
_ ¡Amadeo!-
exclamó Manuel al reconocerlo contento y asombrado
_ ¡Pilar!-
exclamó Matilde al reconocer a su amiga
_ ¡Manuel!- lo
saludó Amadeo Corona saludándose con un fuerte abrazo
_ ¡Mati! – la
saludó su amiga yendo al encuentro de su
amiga, mientras se besaban y abrazaban con alegría.
_ ¡Qué alegría
verte!- le dijo Manuel mientras se
estrechaban las manos- ¿Por que no me avisaste que venías?
_ Espera- se volvió hacia Matilde y tomó la mano que ella le ofrecía- Es un
placer volver a verla Doña Matilde. ¡Está usted más hermosa que la última vez
que la vi!
_ ¡Gracias
Amadeo, bienvenido!- lo saludó Matilde con una sonrisa calurosa.
_ Doña Pilar,
que gusto volver a saludarla- la saludó Manuel mientras besaba su mano
_ Gracias, Don
Manuel, el gusto es mío- le respondió Pilar
_ Pero
sentémonos por favor- les invitó Matilde tomando asiento en un sillón donde se
apoyó Manuel permaneciendo de pie.
Amadeo y Pilar
se sentaron en el sofá.
_ Decidimos
venir a verlos aprovechando que tenía que hacer un recorrido por la zona, ya
sabes por trabajo- le comenzó a contar Amadeo a Manuel.-Estaremos unos días en
Ciudad Malte y otras cercanas. Entonces
le dije a Pilar “¿Porqué no le damos una sorpresa a Manuel y Matilde y de paso
le contamos las nuevas?”
_ ¿Los dos
juntos?- preguntó extrañada Matilde luego de intercambiar una mirada con Manuel
_ Si, Mati- le
explicó Pilar- Tal vez te enojes conmigo por lo que les vamos a decir, pero
créeme que si alguien queríamos que estuvieran con nosotros en ese momento eran
ustedes. Pero Amadeo tiene una agenda muy complicada y lo mejor fue hacerlo
así.
Manuel miró a
Matilde sin decir nada, pero una idea comenzaba a encenderse en su celebro.
Algo secreto, que involucraba a ambos y el llamarse por sus nombres de pila con
tanta familiaridad, le dio la pista que necesitaba.
_ ¡Se casaron!-
exclamó convencido y sonriente
Amadeo lanzó
una carcajada de asentimiento y levantando la mano de Pilar les enseñó las
alianzas. Matilde lanzó un gritito de alegría y se levantó para abrazar y besar
a Pilar para felicitarla, mientras los hombres se estrechaban las manos y se
abrazaban.
_
¡Felicidades!- le dijo Mati a su amiga- ¡Me alegro mucho por ti y por Amadeo!,
pero ¿Cómo ha sucedido esto?- les preguntó mirándolos a los dos
_ Nos conocimos
el día que ustedes regresaron a Ciudad Trinidad. Los dos fuimos a verlos, pero
ustedes ya se habían ido- contó Pilar
_ Nos
encontramos los dos en el mostrador de recepción del hotel, preguntamos al
mismo tiempo y al ver que ambos los procurábamos a ustedes nos presentamos, la
acompañé a su casa y comencé a
visitarla- finalizó Amadeo
_ ¡No saben
cuánto nos alegramos por los dos- exclamó Manuel
En ese momento
Seferina interrumpió para decir que las habitaciones de las visitas estaban
listas.
_ ¿Porqué no
suben a refrescarse y descansar un poco y nos vemos aquí más tarde, a la hora
de la cena?- les invitó Matilde- Seferina les mostrará sus habitaciones.
Amadeo y Pilar
estuvieron de acuerdo y se retiraron siguiendo a la joven.
Manuel y
Matilde contentos y enlazados por la cintura, los vieron subir hacia las
habitaciones hasta que desaparecieron en el piso superior, entonces se
dirigieron al despacho.
_ ¡Aún no puedo
creerlo!- dijo Matilde entrando y dirigiéndose hasta la ventana para ver fuera.
_Ha sido una
gran sorpresa- exclamó Manuel cerrando la puerta tras ellos y acercándose hasta
detenerse tras ella y abrazarla por el talle besando sus cabellos- ¡Estoy feliz
por ellos!
Si, yo también-
concordó Matilde recostándose en su
pecho y abrazando las manos de Manuel en su cintura- Amadeo es un buen hombre y
la tratará con cariño, amor y respeto; y eso es lo que Pilar necesita.
_ Pilar es muy
dulce y buena, creo que es lo que Amadeo necesita también. Harán buena pareja y
estoy seguro que serán muy felices.
_ Si, pero tanto como nosotros- le susurró ella dándose
vuelta entre sus brazos- ¿Verdad, Manuel?
_ Por supuesto
que no- le confirmó él mientras su morena cabeza descendía y su boca buscaba la
de ella para fundirse en un delicioso y largo beso
_ ¡Te amo
Manuel!- le susurró Matilde acurrucándose en su pecho- ¡Soy muy feliz!
_ ¡Y yo también
te amo, más que a mi vida
A la hora de la
cena se reunieron todos en el comedor y la comida transcurrió en un ambiente
festivo y relajado. Todos estaban
felices por la nueva pareja y brindaron con creciente alegría por su dicha
presente y futura. Prudencia estaba verdaderamente feliz por Pilar y ardía de
estar a solas en su recámara para escribirle una carta a su hermana contándole
las buenas nuevas. Silvano sonreía contento y melancólico al ver tanta alegría
a su alrededor; pues si Pilar y Amadeo lucían felices y enamorados, Manuel y
Matilde parecían rodeados de una burbuja de amor y felicidad. Participaban de
la alegría general, incluso hacían brindis y reían con los demás, pero no
dejaban de buscarse con la mirada, con las manos y emanaba de ellos tanta dicha
que los envolvía en un mundo propio.
Después de los
postres pasaron las mujeres al salón y los caballeros al despacho a tomar una
copa de coñac. Allí, luego de recibir las instrucciones para el siguiente día
el administrador y Silvano se retiraron
a descansar; quedando los dos amigos solos y en posición de contarse lo
ocurrido en todo el tiempo pasado.
Manuel supo que
Lorenzo era el Jefe de Despacho de Amadeo y que se había quedado en la capital
y que Chuy estudiaba medicina en
Mientras,
Prudencia, Pilar y Matilde habían estado conversando sobre la vida en la
capital y el matrimonio.
_Amadeo es tan
diferente a Ramón- les contó Pilar- No solo por como me manifiesta su amor: me
conciente, es atento, cariñoso, me respeta. Siempre está al pendiente de mi,
nota que existo para algo más que atender su casa, me hace sentir importante,
me platica cosas, quiere saber lo que pienso, me tiene paciencia y me explica
cuando no entiendo algo, me hace tomar decisiones.
_ ¡Qué
maravilla, hija!-le dijo Prudencia- cuando hay real armonía entre los esposos,
el matrimonio es una bendición. Así era con mi Fulgencio, que en paz descanse.
Cada día era una fiesta.
Pilar le sonrió
agradecida y volviéndose a Matilde que las había estado escuchando en silencio
le tomó una mano y la confesó:
_ Ahora
entiendo cuando me decías que Manuel era especial y comprendo lo que has
llegado a sentir por él.
_ Si. Manuel
desde un comienzo fue totalmente distinto a todo cuanto conocía, con excepción
de mi padre. Los dos eran bastante parecidos, aunque Manuel tiene ideas mucho
más abiertas que mi papá-reconoció Matilde- mi vida con Manuel es mucho más de
lo que me atrevía a soñar. No lo cambiaría por nada….bueno-rectificó- si
cambiaría algo. No perdería tanto tiempo con rencores inútiles y no me hubiera
separado nunca de su lado. Ahora quisiera pedirte un favor, Pilar. Dentro de
unos días será el cumpleaños de Manuel y quiero realizarle una fiesta sorpresa.
Quiero que todos sus amigos estén presentes y tú y Amadeo no pueden faltar.
Silvano y mi tía me están ayudando a organizarlo todo y ya les mande cartas
a Sixto, Renato, Humberto, solo faltaban
ustedes, pero ya que están aquí no tengo que hacerlo. Las invitaciones de los
hacendados vecinos las está haciendo mi tía y las entregará Silvano. ¿Puedo
contar contigo y con Amadeo?
_ Por supuesto
que si Mati-le contestó Pilar- Hoy se lo diré a mi marido y estoy segura que
accederá
_ ¿De qué
hablaban?- preguntó Manuel entrando en el salón junto con Amadeo. Se acercó a
Matilde, mientras Amadeo se sentaba
junto a su mujer y se miraban con arrobo.
_ De lo mucho
que te amo- le contó Matilde en un arranque apasionado y levantándose con
alegría para enlazarlo por la cintura sin importarle que no estuvieran solos y
mirándolo a los ojos- Y que nunca me separaré de ti.
_ Yo también te
amo y nunca te dejaría ir de mi lado- le respondió abrazándola contra si y dándole un beso que
de veras los hizo olvidarse de todo y de
todos. Una exclamación de Prudencia y las risas de un divertido Amadeo y una
sonrojada Pilar los volvió a la realidad.
_ ¡Por Dios
Bendito! – exclamó Prudencia simulando estar escandalizada, pero riendo
_ ¡Perdón!- se
disculpó Manuel enrojeciendo y avergonzado y Matilde escondió el rostro en su
pecho, apretándose fuertemente contra él
_ ¿Crees que
después de que llevemos tantos años de casados como ellos, estaremos igual de
enamorados?- le preguntó tímida y divertida Pilar a Amadeo
_ Estoy seguro
de que sí- le contestó él mientras la besaba
_ Creo que
mejor me retiro- anunció Prudencia incorporándose y agregó al ver los gestos de
protesta de los cuatro- No se preocupen, ustedes salgan a dar un paseo por los
alrededores. Hay luna llena, luna de enamorados, y podrán disfrutarse
mutuamente sin testigos. Yo me voy a descansar y pasaré por el cuarto de los
niños. Creo que vi subir a Seferina, le enviaré un chal a cada una. Buenas noches a todos.
_ Buenas noches
tía, se le acercó Matilde para despedirse y le susurró al oído todo risueña-
¡Gracias!
Prudencia le
acarició el rostro con cariño, dejó que Manuel le besara la mano y agradeció a
Amadeo y a Pilar. Momentos después Seferina bajaba con dos chales.
_ ¿Entonces
salimos a dar un paseo?- le preguntó Amadeo a Pilar y ella dejó que le colocara
la prenda sobre los hombros, tal como hacía Manuel con Matilde en esos momentos
entre risas y salieron los cuatro.
La luna redonda
y brillante iluminaba los campos y la brisa suave venía perfumada con la
fragancia del jazmín. Decidieron salir por el arco de la entrada y torcer hacia
la derecha caminando lentamente y disfrutando de la noche. Poco a poco y casi
sin darse cuenta se fueron separando. Amadeo y Pilar se sentaron en un muro,
junto a una columna para conversar y compartir besos y Manuel y Matilde
siguieron caminando hasta llegar al pozo del patio trasero, cerca de los
establos.
No hablaban
porque no lo necesitaban. Cuando el amor compartido es tan grande y existe la
confianza necesaria, solo se necesita la cercanía del ser amado, para decirle
cuanto lo amas solo con una mirada. Abrazados miraban la quietud de todo cuanto
los rodeaba. Una contemplación feliz y tranquila solo interrumpida por un beso
profundo, gentil, tierno de vez en cuando y un jazmín que Manuel cortó para
Matilde de la enredadera junto al pozo.
Un poco más
tarde regresaron a la casa. Juntos fueron a darles un beso de buenas noches a
sus hijos y luego a su recámara. Estaban acostados muy juntitos y abrazados
cuando recordaron a sus huéspedes y supusieron al no haberlos visto que se
habrían retirado a descansar..
_ Estoy muy
feliz por ellos- susurró Matilde- Creo que lograrán ser felices. Pilar me contó
que Teresita y Ramoncito los han aceptado muy contentos y que Amadeo es muy bueno
con el niño.
_ Será muy
buena influencia para el niño- le aseguró Manuel- Es un buen hombre y es justo
lo que Ramoncito necesita.
_ Y Pilar es
una excelente madre. Teresita está encantada y me dijo pilar, que saldrá del
colegio muy pronto para regresar a la
casa.
_ Pero ya no
quiero que sigamos halando de ellos- le dijo Manuel
_ ¿De que
quieres hablar?- le peguntó Matilde, que sabía que en realidad él no quería
hablar.
_ No quiero que
hablemos más- le respondió Manuel mientras le besaba un hombro y comenzaba a
deslizar un tirante de la bata de dormir de ella- Ya hemos hablado mucho.
¡Quiero hacerte el amor!
_ ¡Manuel!- rió
deleitada ella antes de entregarse por entero a los deseos de su esposo que
eran los mismos que los suyos.
Amadeo y Pilar
se marcharon al día siguiente y continuaron su recorrido felices y contentos no
sin antes prometerle a Matilde que estarían de regreso para el cumpleaños de
Manuel porque, luego de hablar con Silvano, ya todo estaba marchando sobre
ruedas.
La vida en la
hacienda continuó como cada día. Prudencia y Matilde se ocupaban de que todo
estuviera listo y de los niños que cada día estaban más grandes y hermosos.
Manuel y Silvano, junto con Don Mariano, el administrador, mantenían todo el trabajo controlado.
Manuel, luego
de comprobar que las relaciones del nuevo administrador eran buenas con los
trabajadores, pudo delegar un poco y dedicarse a practicar su profesión en la
hacienda cada día y en el hospital del pueblo dos veces por semana. También
algunos hacendados que se habían enterado de que era médico en algunas
ocasiones le habían solicitado que atendiera a algún que otro familiar y Manuel, no se negaba, siempre que podía.
Una semana
después de la partida de los señores Corona, Manuel decidió llevar a su familia
al pueblo para que participaran de los festejos de la feria. La noticia fue recibida con regocijo y
Matilde decidió que solamente los acompañara Esperanza para ayudarla con los
niños y que María tomara un día de merecido descanso. Prudencia se disculpó porque
había amanecido con una fuerte jaqueca y no quiso salir de su cuarto y también
se negó cuando Matilde quiso quedarse con ella.
Barranquillas
estaba todo engalanado y los puestos lucían muy hermosos con sus adornos. Todos
los habitantes estaban vestidos con sus mejores galas. Varios hacendados
también paseaban con sus familias y en las afueras del pueblo se realizaban
peleas de gallos, rodeos y una zona de picnic. Había música, banderines de
colores, dulces, golosinas, bebidas, en fin, todo estaba listo para pasar un
día de fiesta.
Manuel y su
familia se encontraron con varios de sus trabajadores que aprovechaban las
fiestas, al llegar al pueblo. Nada más bajar del caballo y ayudó a Matilde y
tomó en brazos a Rosario. Manuelito le dio la mano a su nana y a su mamita.
Inmediatamente fueron vistos por el alcalde y su familia y fue por ellos que
Manuel supo que Don Urbano estaba enfermo desde hacía unos días.
_ No es nada,
hijo, un poco de gripa solamente- se quejó el Padre Urbano cuando un preocupado
Manuel se personó en su casa seguido de una no menos preocupada Matilde.
_ Eso lo decido
yo- le contestó Manuel mientras procedía a reconocerlo- lo que no le perdono,
Padrino es que no haya mandado por mi o por el Doctor Negrete para que lo
viéramos.
_ Ya te dije
que es solo un fuerte catarro- se justificó Urbano con un acceso de tos- no
había necesidad de molestarlos.
Manuel terminó
de oír sus pulmones y lo miró serio.
_ No es una
simple gripa, Padrino, es necesario que haga reposo.
_ ¿Qué es,
Manuel?- le preguntó Matilde
_ Neumonía-
anunció Manuel y se volvió a su padrino que había enmudecido- esto es serio,
Padrino. Contésteme algo, ¿se ha estado mojando usted en estos días? La verdad,
Padrino.
_ Bueno, hace
unos días tuve que ir a un caserío que está a varias horas de aquí y si me moje
con la lluvia cuando iba hacia allá.
_ Y se quedó,
usted, con la ropa mojada- concluyó Manuel
_Si- agregó
tosiendo
_ Pues eso es
lo que le ha producido esta neumonía, por eso la fiebre y la tos. Debe guardar
reposo, tomar baños de sol, alimentarse muy bien, tomar muchos líquidos. Pero
sobretodo es necesario que descanse.
_ No puedo,
mañana tengo que oficiar misa- se negó Don Urbano.
_ Escuche
padrino, escoja, ¡o me promete hacer reposo o me lo llevo ahora mismos para San
Cayetano hasta que esté recuperado!- le puso un ultimátum Manuel- Escriba una
nota al párroco de San Miguel, para que venga a oficiar misa, que yo lo mandaré
con un propio.
_ No seas
necio, Manuel- intentó rebelarse el padrecito- No es necesario. Ya hoy no tengo
fiebre y si descanso hoy, mañana podré incorporarme a mis obligaciones.
_ ¡Por favor,
padre, hágale caso a Manuel!- le rogó Matilde
_ Padrino-
Manuel se sentó en el lecho y tomó entre las suyas una mano de su padrino- una
neumonía mal cuidada, puede provocarle la muerte. ¡Sus feligreses, esos mismos
por los que está tan preocupado lo necesitan y yo lo necesito, padrino; ya
perdí a mi madre, no quiero perderlo a usted también!
Don Urbano
comprendió que su ahijado le hablaba con el corazón, como médico, pero mucho
más como un hijo. Sonrió y palmeando las manos de su ahijado asintió mientras
miraba a la pareja.
_ Está muy bien
hijo, seguiré tus indicaciones.
_ Vendré a
verlo todos los días- le aseguró Manuel
_ No es
necesario, hijo, de veras, el doctor Negrete puede atenderme muy bien.
_ No, padrino.
Yo lo haré.
_ Yo también
vendré a verlo- le dijo Matilde- Vendré con mi tía y le ayudaremos en cuanto
necesite.
_ ¡Gracias
hija!
_ Escriba la
carta para el párroco de San Miguel, uno de mis muchachos la llevará- le pidió
Manuel. Se volvió a su mujer- Por favor; Matilde, manda le preparen un caldo a mi padrino.
_ Enseguida
Poco después
regresaba Matilde con la joven que ayudaba en los quehaceres al padrecito y con
la comida. Manuel le explicó el tratamiento que debía seguir el cura y luego de
prometerle regresar al día siguiente, salieron.
En el patio
estaba Esperanza con Manuelito y Rosario.
_ ¿De verdad es
neumonía, Manuel? ¿No crees que estaría mejor en san Cayetano?- le preguntó
Matilde a Manuel porque la media sonrisa que había aparecido en el rostro de su
esposo le había parecido sospechosa
_ ¿Cómo te
diste cuenta que no es cierto?- le preguntó Manuel sonriendo ampliamente
_ He llegado a
conocerte y se que si fuera algo tan serio, no estarías sonriendo- le contestó
Matilde
_ Tienes razón
es solo una fuerte gripa. Nada que descansos y cuidados no mejoren- le informó
_ ¿Entonces por
que le dijiste eso?
_ Porque si no
lo hago, mi padrino es capaz de descuidarse y entonces si puede para en una
neumonía. Además lo noté cansado y unos días de reposo le van a ir muy bien- le
explicó Manuel riendo y ella también estuvo de acuerdo.
_ ¿Cómo se
encuentra el padrecito?- les preguntó la nana en cuanto los vió
_ Está un poco
delicado, Esperanza, pero mejorará con cuidados- le dijo Matilde mientras
tendía los brazos a su hija que enseguida sonrió y se lanzó hacia ella.
_ ¡Gracias a
Dios!- exclamó Esperanza
Manuelito tomó
la mano de su padre y salieron de la casa. Ya en la calle y casi en la entrada
se toparon con un caballero que iba
hacia la casa en compañía de un joven y una muchacha..
_ Disculpe,
caballero- se dirigió a Manuel el hombre mayor- ¿ Sabe usted si el señor cura
se encuentra?
_ El padre
Urbano se encuentra enfermo y no está en
condiciones de recibir visitas- le comunicó Manuel
_ ¡Lo siento
mucho!- exclamó el hombre molesto- ¡Qué contrariedad!¡ Me urgía hablar con él!
_ Lo lamento,
tendrá que esperar a que el padre este en condiciones de recibir- concluyó
Manuel y trató de seguir su camino, cuando una exclamación del joven lo detuvo.
_ ¿Don Manuel
Fuentes Guerra?- inquirió asombrado el muchacho
_ ¡Usted!- le
reconoció Manuel y le tendió la mano para saludarlo- ¿ Qué hace en
Barranquillas?
_ Permítame,
por favor, que le presente a mi padre: Don Juan Carlos de Montalvo y mi hermana
Inés de Montalvo- les presentó el joven que no era otro que el muchacho que
había salvado a Matilde de ser atropellada en Ciudad Trinidad
_ Es un placer
conocerlo caballero. Soy Manuel Fuentes Guerra y la señora es mi esposa Matilde
Peñalver de Fuentes Guerra y Mis hijos, Manuel y Rosario- se presentó Manuel
_ Es un placer
conocerlo, Don Manuel. Le saludó Don Juan Carlos y besó la mano de Matilde- es
un honor bella señora
_ El gusto es
mío, caballero. Saludó Matilde.
_ Señorita, a sus
pies- saludó Manuel a la jovencita que no tendría mas que unos 19 años y
parecía encandilada con la galanura de fuentes Guerra.
_ Es un placer,
señor- le contestó ella
_ Matilde- se
volvió a su esposa, Manuel- este es el joven que te salvó en Ciudad trinidad
cuando te iba a atropellar la carreta.
_ Es usted-
exclamó Mati sorprendida, ya que no recordaba al joven.
_ Ha sido una
inmensa alegría verla nuevamente señora- le dijo Carlos, besando la mano de
Matilde- y ver que tuvo usted a su hijita.
_ Estoy en
deuda con su hijo, Don Juan Carlos. Hace unos meses salvó la vida de mi mujer y
de mi hija que no había nacido.- le explicó Manuel al padre de Carlos- Nunca
podré pagarle suficiente el bien que nos hizo.
_ Me alegra que
mi hijo le haya sido de ayuda, Don Manuel- le agradeció y agregó- y egoístamente es una grata noticia
porque al menos así conocemos a alguien en este pueblo. Verá hace unos meses
compre unas tierras y una hacienda en las inmediaciones y he estado todo este
tiempo poniendo las cosas al día. No he tenido tiempo de socializar con la
sociedad de la provincia. ¡Usted sabe que el trabajo del campo es muy
absorbente!
_ Lo entiendo
perfectamente- concordó Manuel- Sepa
usted que serán bienvenidos en San Cayetano cuando ustedes gusten.
_ Muchas gracias
Don Manuel- le agradecieron padre e hijo y la chica sonrió.
Se despidieron
y Manuel y Matilde regresaron a la hacienda. Al llegar Esperanza se llevó a los
niños para que tomaran un baño, merendaran y descansaran porque venían
exhaustos. Manuel se quedó en el despacho revisando unas cosas y Matilde subió
a su recámara a cambiarse y ver a su tía.
_ ¡Y de veras
no es nada serio lo del Don Urbano? Le preguntó Prudencia mientras la ayudaba a
cambiarse.
_ No tía,
Manuel solo trató de asustarle para que su padrino hiciera caso y descansara-
la tranquilizó Matilde y le preguntó_ ¿Cómo va todo para la fiesta de Manuel?
_ Ya está casi
todo listo. Los invitados llegaran todos
en la mañana y la fiesta será en la noche- le detalló su tía- ahora que no sé
cómo le vas a hacer para que Manuel no se de cuenta. Serán muchos más invitados
que cuando preparamos tu cumpleaños y tu marido de tonto no tiene un pelo-
agregó
_ No te
preocupes que ya lo tengo todo muy bien pensado, eso sí tú tendrás que hacerte
cargo de acomodar a todos según vayan llegando- le dijo Matilde mientras retocaba
su peinado frente al espejo- Yo mantendré lejos de la casa a Manuel toda la
mañana y tú junto con mi mamá y Josefina deberán hacerse cargo de todo para que
cuando regresemos Manuel no se de cuenta de nada.
_ ¿Pero cómo le
vas a hacer criatura?- quiso saber Prudencia que distaba mucho de pensar que
fuera posible mantener ajeno a Manuel de que tenía la casa llena de gente.
_ Silvano y Don
Mariano me van a ayudar. Ellos tienen un plan para que Manuel pase la tarde
fuera justo hasta poco antes de la fiesta- le confió Matilde sonriente y volviéndose
en el asiento para ver la cara de su tía le comunicó_ ¿Sabes a quien vimos en
el pueblo antes de venir para acá?
_ No se
_ Pues al joven que me salvó de morir atropellada en
Ciudad Trinidad. Se mudó a a vivir con su familia a la hacienda que era de la
familia Catalina Heredia- le contó
_ ¿No me
digas?- le preguntó Prudencia asombrada- ¿Y donde lo viste?
_ Cuando
salíamos de la casa del padre Urbano. Iba con su padre y una jovencita que es
su hermana-le dijo Matilde- Creo que debemos invitarlos, ¿no crees?
_ Claro que si-
le contestó su tía.
La mañana
siguiente amaneció lloviendo y Prudencia decidió enseñarles a María a y a
Esperanza cómo se hacían sus famosas natillas, por lo que Matilde se quedó con los niños en el salón. Se colocó
una colchita en el suelo sobre la
alfombra y allí se puso a Rosarito rodeada de juguetes y almohadones. Manuelito
estaba acostado sobre su pecho coloreando en unas hojas y Matilde bordaba
sentada en el suelo entre ellos. Pronto la niña, que era muy revoltosa para su
edad, reclamó su atención y dejó la labor a un lado.
Manuel, al salir del despacho donde había estado
trabajando toda la mañana se encontró tan hermosa escena y dejando a un lado
cualquier otra idea, se quedó mirándolos
sin que ellos lo vieran. Matilde,
vestida de color crema y la nena con gorrito y boticas tejidas, rodeadas de
juguetes de colores vivos y Manuelito, un poquito alejado para impedir que su hermanita
cogiera sus papeles y colores, concentrado en sus dibujos. Solo un rato después,
un movimiento involuntario de Manuel atrajo la atención de la niña que al darse
cuenta de quién era, dejó escapar una risa feliz y exclamó por primera vez:
_ ¡Papá!- le tendió sus bracitos para que la levantara
El asombro fue muy grande y la alegría de Manuel fue
inmensa. Matilde se volvió hacia él con la cara resplandeciente de felicidad y
Manuelito dejó de dibujar curioso. Manuel se acercó rápidamente y tomó en brazos
a la nena que no dejaba de repetir:
_ Papá, papá
_ Manuel, son sus primeras palabras- le dijo Matilde
encantada- ¡Te llamó papá!
_ La escuché, Matilde, y es algo maravilloso oírlo- le
respondió Manuel emocionado y sin dejar de hacer le rosquillitas a su hija
mientras se sentaba en el suelo junto a su esposa e hijo.
_ ¿Y qué tiene de raro decir papá?- preguntó Manuelito
de pronto a quien no le parecía nada extraño semejante hecho- ¡Yo lo hago todos
los días!
Manuel y Matilde se miraron y rompieron a reír.
Matilde le abrió los brazos a su hijo, que corrió hacia ellos y lo abrazó con
fuerza. Manuel los atrajo a los dos hacia si y se abrazaron los cuatro.
_ Claro que lo dices todos los días- le explicó Manuel
a su hijo- pero lo que hace este momento tan especial es que es la primera vez
que tu hermanita habla. Son sus primeras palabras y a partir de este momento ya
comenzara a decir cada vez mayor cantidad de palabras, hasta que sepa hablar
como nosotros.
_ ¿Y cuando fue que yo dije papá por primera vez?- quiso
saber Manuelito- ¿tú también estabas, papito? ¿Te acuerdas?
_ Claro que lo recuerdo- le contestó Manuel, feliz de
también haber podido presenciar ese milagro. Miró a Matilde que lo miraba y luego a su hijo- Fue un día muy especial
para todos nosotros y en especial para ti
_ ¿Para mi?- inquirió Manuelito curioso
_ Si, fue el día de tu bautizo, justo antes de salir
para la iglesia. Tu abuelita te traía en brazos e hiciste lo mismo que tu
hermana, al verme me abriste los bracitos y me llamaste- le contó Manuel
recordando tan feliz momento.
_ Y desde entonces no has parado de hablar- concluyó
Matilde y todos rompieron a reír.
La mañana del cumpleaños de Manuel amaneció
esplendorosa. Un cielo totalmente azul con poquísimas nubes, brisa fresca, sol
radiante.
En la recámara Matilde ayudaba a Manuel a vestirse con
la ropa que le había preparado la noche anterior: camisa blanca de cuello
abierto, chaleco carmelita oscuro, pantalón negro y botas de montar. Frente al
espejo de la recámara le ayudaba a colocarse el cuello de la camisa y entre
besos y caricias en un momento en que Manuel la abrazaba por la cintura bien
apretada contra si, deslizó sus manos para abrazar su cuello y le susurró al
oído
_ ¡Feliz cumpleaños, Manuel!
Manuel que no se esperaba que le dijera eso la separó
de si y la miró a los ojos con el asombro reflejado en su rostro
_ ¿Feliz cumpleaños? ¿Acaso tú sabías que hoy es mi
cumpleaños?
_ ¡Claro que sí!, Me lo dijo tu mamá, pero nunca hemos
estado juntos en esta fecha. Así que hoy que es el primer cumpleaños tuyo que
pasamos juntos quiero que sea un día especial para ti- le dijo Matilde
besándolo suavemente en los labios- Abajo te espera mi regalo y estoy segura
que Jacinta estará preparando la canasta
para que pasemos toda la mañana fuera, solo nosotros dos.
_ Matilde, mi Matilde- la besó Manuel lleno de
felicidad en los ojos, las manos y los labios- ¿te he dicho alguna vez cuánto
te amo?
_ Si, pero puedes volver a decírmelo- le contestó ella
entre risas y besos
_ ¡Te amo! ¡Te amo!- le repitió Manuel feliz mientras la cargaba en alto y daba vueltas
con ella, riendo ambos.
_ Tu regalo te espera en el patio- le anunció Matilde
cuando la depositó en el suelo- Espero te guste.
_ ¿No bajas conmigo?- le preguntó Manuel
_ No todavía tengo cosas que hacer aquí.
_ No demores, aunque estoy seguro que algo que sale de
tus manos será de mi entero agrado, quiero darte las gracias en cuanto lo vea-
le pidió Manuel
_ Esta bien, bajaré enseguida- aceptó Matilde.
Manuel se dirigió hacia la puerta y ya tenía la mano
en el picaporte cuando volvió sobre sus pasos y tomando a Matilde desprevenida
la alzó nuevamente y dio varias vueltas con ella en sus brazos mientras la
besaba apasionadamente. Lentamente la fue dejando sobre sus pies sin dejar de
besarla, hasta que se fue separando poco a poco, con reticencia como
resistiéndose a dejarla. Le lanzó una sonrisa cautivadora y salió de la
recámara sin decir nada.
Matilde quedó aferrada a uno de los postes de la cama,
sujetada a él con ambas manos, pues sentía las piernas como gelatinas y temía
desfallecer. Se sentía como el sobreviviente a una tormenta, que no tenía bien
claro que ya había pasado el peligro y se sentía presa de una sensación de
irrealidad. Cerró los ojos lentamente, saboreando la sensación de los labios de
Manuel sobre los suyos, de sus besos. Se llevó una mano temblorosa a los labios
y los rozó levemente con deleite. Cerró los ojos, feliz. Era un magnífico
comienzo de día.
Cuando bajó al terminar de arreglarse, salió a la
entrada por que estaba segura que alli encontraría a su marido. Silvano estaba
con varios trabajadores parado a un lado, pero Manuel no estaba a la vista.
Matilde se dirigió al viejo, que la saludó nada más verla al igual que los peones.
_ Buenos días, niña
_ Buenos días, Silvano. ¿No ha visto a Manuel? Pensé
que estaría por aquí
_ Si, niña, lo que pasa es que salio a montar- le
explicó Silvano y agregó- ¡Mírelo, ahí viene!
En efecto, Manuel acababa de entrar por el arco
montado a caballo cambiando el paso del animal de un medio galope al trote. Se
acercó hasta donde estaba ella y sin bajar del animal lo detuvo frente a su
esposa. Le alargó la mano y tomó la de ella. Se inclinó y depositó un beso en
su mano.
_ Es un regalo precioso, Matilde, de veras te lo
agradezco
_ Me alegro que te guste- le contestó ella
_ ¡Me encantó!-le agradeció Manuel, desmontando de un
salto y acercándola a si, enlazada por el talle- ¡Gracias!
_ ¿Vamos a desayunar?- le preguntó ella risueña
_ Solo me lavo las manos y te alcanzo en el comedor-
le respondió Manuel mientras entregaba las riendas a un trabajador. Juntos
entraron en la casa seguidos de Silvano.
En el comedor ya los esperaba Prudencia, ansiosa por
saber como iba saliendo todo lo que habían preparado con tanto cuidado. Al ver
entrar a Silvano y a Matilde no pudo contenerse, su cara era una interrogación
en sí misma
_ Buenos días, Doña- saludó Silvano a Prudencia
_ Buenos días, Silvano
_ Buenos días, tía – la saludó Matilde y se sentó
ayudada por Silvano
_ Buenos días, mi cielo. ¿Qué dijo Manuel de su
regalo?- le preguntó curiosa a su sobrina- ¿le gustó?
_ Si tía, le gustó mucho- le contestó Matilde y se
volvió a Silvano- ¿Todo está listo?
_ Si niña- le contestó éste y le detalló- Tengo dos
muchachos en el pueblo para avisarme cuando lleguen los primeros invitados y
Don Mariano esta preparando un imprevisto para mantener entretenido a Manuel
cuando ustedes regresen de su paseo. Ahorita que terminemos de desayunar lo mantendré ocupado por un rato si, usted quiere para darle tiempo a
que todo lo del día de campo esté listo.
_ Eso ya está preparado- le interrumpió Prudencia
alegre- La cesta está lista con la comida que pediste: bolitas de arroz, pollo
frito, natilla de arroz, frutas y vino.
No sé porque pediste esa comida, habiendo cosas preparadas ya para la fiesta de
esta noche
_ No, tía, tenia que ser esta comida- le explicó
Matilde alegre, risueña y feliz- Fue la misma comida que llevamos a nuestro
primer día de campo. Espero que Manuel también la recuerde. ¿ Y los niños?
_ María y Esperanza les están dando de desayunar – le
dijo Prudencia
_ ¿Cómo luzco tía?- le preguntó nerviosa Matilde
acomodándose la blusa.
_ Preciosa, mi cielo- le confirmó su tía.
_ Está usted muy linda niña- le aseguró Silvano
sonriendo
Y era cierto, Matilde había escogido esa mañana un
vestido azul cielo de cuello abierto hasta los hombros, mangas amplias y con
encajes azules un poco más oscuros que el tono del vestido. Llevaba el cabello
recogido en una trenza y con rizos que enmarcaban su rostro.
En ese momento Manuel entraba en el comedor y notó
como todos callaban y sonreían. Le picó la curiosidad y se encaminó hacia su
lugar en la cabecera de la mesa. Al pasar junto a su esposa se detuvo un
momento para darle un beso en el hombro descubierto, tomarla de la mano y
sentarse sin soltarla y sin dejar de mirar con agrado el sonrojo que se había
apoderado de Matilde debido a su acción. La miraba con una sonrisa pícara en
los labios y mirada invitadora. Miró a los demás comensales y preguntó:
_ ¿De que estaban hablando?
_ Le comentábamos a Mati que está muy bonita hoy- le
contestó Prudencia aumentando el sonrojo de su sobrina- ¿No lo crees así;
Manuel?
_ Tiene razón, Doña Prudencia- afirmó Manuel mirando a
su mujer con intensidad y acariciado la mano de ella- Matilde siempre está muy linda, pero hoy está
particularmente hermosa. Pero eso no es algo nuevo, su sobrina sabe que ella es
lo más hermoso de este mundo para mi
_ Ya basta, Manuel –lo cortó Matilde cuyo rostro tenía
el color de la grana- desayunemos por favor
Manuel soltó una risita baja, complacida, besó los
dedos de su esposa y asintiendo con la cabeza la dejó tranquila para desayunar.
_ Por cierto, Manuel, muchas felicidades- lo felicitó
Prudencia- Que todo lo que has pasado Dios te lo recompense en felicidad
_ Gracias, Doña Prudencia- le agradeció él contento
Cuando terminaron de comer Manuel y Matilde subieron
para estar un ratito con sus hijos y permitirles a las nanas desayunar con
calma. Manuel jugó retozando por el suelo con Manuelito, corriendo a gatas con
él y con la pequeña Rosarito, luego jugaron a hacerte rosquillas y de este
retozo ni Matilde pudo escapar. Al final terminaron todos tirados en el piso y muertos de risa. Cuando regresaron las nanas, Manuelito
comenzó con sus deberes y la nena fue atendida por María.
Bajaron las escaleras abrazados. Silvano entretuvo a
Manuel en el despacho casi una media hora y mientras Matilde se arregló y mandó
preparar el coche. Luego, cuando todo estuvo listo se sentó con su tía en el
salón, esperando que salieran del despacho.
_ Vamos a verlo- le decía Manuel a Silvano cuando
salían del despacho. Manda que me ensillen mi caballo, enseguida estoy contigo.
_ ¡Manuel!- lo llamó Mati al verlos- Necesito hablar contigo
_ ¿Ocurre algo? – se detuvo él al verla
_ ¿Vas a salir? – le preguntó ella
_ Hay que ver una cerca caída en los pastizales del
norte y voy con Silvano, ¿por qué, se te ofrece algo?- le dijo
_ Si se me ofrece algo- le replicó ella y se dirigió a Silvano- ¿usted no podría ocuparse solo de eso;
Silvano?
_ ¡Por supuesto que si niña!- le aseguró él
_ Matilde, ¿que te ocurre?- quiso saber Manuel
preocupado
_ Ocurre, que hoy es tu cumpleaños y yo todavía no te
he dado tu regalo. Entonces quiero dártelo ahora- le dijo sencillamente y con
sonrisa angelical.
_ ¿Que no me has dado mi regalo? ¿Y entonces las
bridas y los arreos?
_ Son regalos de tus hijos y míos, por supuesto, pero
yo hablo del regalo que yo tengo para ti.
_ Está bien. Dámelo- le pidió Manuel
_ Vamos entonces- le dijo Matilde tomándole de la mano
y tirando de él hacia la salida y recogiendo de la mesa su sombrero y su sombrilla.
Manuel la miró totalmente despistado y miró al viejo
amigo preguntándole con la mirada que sucedía y viendo que Silvano sonriente le
hacia señas de que se dejase llevar. En la entrada vio el coche preparado y
Matilde le dijo mientras se ponía el sombrero.
_ Quiero que vayamos a comer al campo. ¿Me llevas?
Fuentes Guerra la miró suspicaz, pero la cara de su
mujer era la personificación de la inocencia. Por toda respuesta la alzó en sus
brazos y la depositó en el asiento del coche. Dio la vuelta, montó él y tomando
las riendas se despidieron de Silvano.
_ ¿ A donde quieres que vayamos?- le preguntó cuando
salían de la hacienda.
_ Quiero que vayamos a nuestro lugar del río- le pidió
ella aferrada a su brazo, sus mejillas apoyadas en los musculosos antebrazos de
su esposo y mirándole a los ojos
Manuel lanzó una carcajada feliz y encaminó el
vehículo en esa dirección.
La primavera estaba en todo su esplendor. Los campos brillaban de verdor y por doquier abundaban las flores silvestres.
Manuel llegó al lugar donde debían dejar
el coche. Bajó de un salto y ayudó a
Matilde. Tomándola de la mano y con la
cesta en la otra caminó por entre las malanguitas de grandes hojas que colgaban,
bajando con cuidado hasta casi tocar el agua del río que se desplazaba haciendo
remolinos y blanca espuma en unos pequeños rápidos para luego desembocar en una especie de
estanque natural donde las aguas se aquietaban. Grandes árboles daban sombra y el
aire estaba fresco y perfumado por cientos de florecitas silvestres. Largas
lianas se descolgaban de las ramas formando una cortina de hojas brillantes y
algunas llegaban a tocar el agua. Las malanguitas se habían multiplicado y sus
hojas agrandado
Matilde
lo miraba, todo asombrada de que el lugar estuviera mil veces más hermoso que
la vez anterior, mientras Manuel tendía el mantel sobre un lecho de hierbas tan
cercano a la orilla que solo tenía que estirar la mano para tocar el agua
y la ayudaba a sentarse. Hacía calor,
pero no era sofocante porque tanta sombra contribuía a mantener la temperatura agradable y la brisa
cálida.
_ Todo
está bellísimo- exclamó extasiada Matilde
_ Si,
todo está muy bonito, ¿vino?- estuvo de acuerdo Manuel mientras sacaba la
botella de vino de la canasta para abrirla
_ Si,
por favor, gracias- aceptó Matilde reanudando ella la tarea de sacar la comida de la cesta y colocarla sobre
el mantel.
Terminó
de hacerlo y miró a su alrededor. Sintió el olor de la bebida y vio una copa
llena de vino ante si sostenida por su
esposo. La tomó entre sus dedos y Manuel los cubrió con los suyos. Se llevó la
copa a los labios sin dejar que ella retirara su mano y bebió un sorbo, luego
la acercó a Matilde que bebió sin dejar de mirarlo.
_ ¿Ha…hace
calor verdad?- preguntó Matilde tartamudeando y sonrojada
_ Si-
convino Manuel y agregó mientras se apoyaba en un brazo y se inclinaba sobre su
costado para quedar semiacostado y muy cerca de ella- ¡ No tengo palabras para
decirte cuánto te amo y todo lo que me ha gustado este regalo!
_ ¿Cuál
regalo?- le preguntó Mati sin entenderle
_ Este
paseo; ha sido una idea magnífica
_ ¡Eso!-
exclamó Matilde
_ No
creas que no he notado todas las molestias que te has tomado para que este día
sea especial para mí. Hasta preparaste la misma comida que disfrutamos en
nuestro primer día de campo, el elegir
este sitio que tan hermosos recuerdos tiene, querer que estemos solos- le
detalló él- ¡Gracias, mi amor! ¡Te lo agradezco de veras!- le dijo mirándola a
los ojos
_ No lo
he hecho para que lo agradezcas, Manuel, lo hice porque quiero verte feliz.
Quiero que este sea el primero de muchos otros cumpleaños en familia- le confió
Matilde mientras le acariciaba el rostro, los ojos, las cejas, los pómulos, los
labios. ¿Quieres comer algo?
_ ¡Si!-
susurró Manuel devorándola con la mirada e inclinándose sobre ella, como
pantera sobre su presa, obligándola a recostarse sobre el mantel y buscando sus
labios con ansias- ¡ A ti!
Comenzó a besar su barbilla con ligeros mordiscos, bajó por la curva de su
blanco cuello, desatando las cintas del sombrero y deteniéndose en el hueco de su hombro deslizó
los labios sobre la parte superior de su pecho y comenzó a abrir lentamente los
botones de la blusa del vestido. Matilde mientras, lo acercaba a su cuerpo,
despeinaba sus cabellos y le metía las
manos por el cuello de la camisa a la que había abierto dos botones para poder
acariciarlo a sus anchas.. Los besos eran ardientes, llenaban su cuerpo de una
calor agradable que amenazaba con consumirlos y esta vez Mati cooperaba con
entusiasmo, pues en el fondo éste era el regalo que quería darle.
Manuel
se detuvo y la miró; con su puño le
levantó la barbilla y acarició su nariz con la suya. Ambos se sentaron sobre
sus rodillas frente a frente y
comenzaron a desnudarse mutuamente, lentamente, sin prisas, disfrutando la
sensación de desnudarse, de rozar su piel, del calor de su contacto. Cuando solo estaban vestidos por sus prendas
más intimas, Manuel se levantó y tomó en brazos a Matilde. Se encaminó al agua. Ella asustada se aferró
a su cuello.
_ ¿Qué
haces Manuel? ¿A dónde me llevas?
_ Quiero
que hagamos el amor aquí, ahora, en el agua- le dijo deteniéndose un momento.
_ ¡Pero
yo no sé nadar!- exclamó aterrada.
Manuel
le dio un beso devastador, que casi la dejó sin aliento y muy serio le preguntó
_ ¿Confías
en mi?
_ Si- fue la sencilla respuesta, pero que
llevaba toda una declaración en si misma.
Lentamente,
con mucho cuidado de no resbalar y caer Manuel entró al agua hasta que sus
hombros estuvieron cubiertos. Luego flotó llevando consigo a Matilde y nadando
entre besos y risas y exclamaciones por la temperatura del agua. Y fue en ese momento que Matilde experimentó
una nueva forma de conocer el amor y al intensidad de la pasión de su marido.
Manuel
fue dulce, tierno, considerado, nunca dejó de velar que nada malo les pasara;
pero fue excitante, sensual, devastador, increíble. Matilde ya sabía lo que era
alcanzar el cielo en sus brazos, pero conoció nuevas formas, mas intensas.
Salieron
del agua y nuevamente la llevó en brazos hasta el mantel, la depositó allí con
reverencia y cuidado infinitos. Se tendió a su lado y volvieron a hacer el amor
sin prisas. Era maravilloso ver el amor y el deseo que se tenían mutuamente en sus ojos. Cuando todo acabó se quedaron acostados uno en
brazos del otro. La cabeza de Matilde reposando en el pecho de Manuel,
abrazados, agotados pero inmensamente felices.
Publicado por angelitafer5
Regresaron
a San Cayetano a media tarde. Manuel tomó de la cintura a Matilde para bajarla
del coche y la deslizó al suelo bien pegadita a sí. Le dio un beso en la sien y entraron en la casa. Manuel decidió busca a Silvano y cuando éste
llegó fue con él a ver los arreglos de la cerca. Matilde corrió a la cocina
donde estaban su tía y su madre junto con varias mujeres de la hacienda.
Matilde
corrió a abrazar a su madre, que la miraba asombrada de ver sus cabellos
mojados y luego a su tía. Les contó que el paseo había sido todo un éxito y se
quedó con ellas pues poco después se les
reunían Finita, Hanna y Pilar. La cocina era un hervidero de actividad terminando
los últimos detalles de la fiesta, pero un hervidero lleno de alegría..
Mantener
a Manuel ajeno de que la casa estaba llena de invitados fue una tarea que
recabó de mucha sincronización. Los hijos de los peones de la hacienda estaban
felices de vigilar los pasos del patrón. Así que cuando Manuel, llegó cansado
decidido a darse un buen baño, cenar y acostarse temprano, no encontró nada
raro ni a nadie en su camino. Subió las escaleras, llegó hasta su recámara y se
encontró con que ya el baño estaba dispuesto.
Matilde
se peinaba frente al espejo y lucía un hermosísimo vestido de un rosa, muy
claro con cuello vuelto y de volantes de un encaje finísimo bordado a mano.
_ Tienes
el baño preparado- le dijo- Cuando te bañes bajaremos a cenar
_ ¡Estoy
agotado!- protestó Manuel besándola en el cuello- ¿ Porqué mejor no pedimos que
nos suban la cena y cenamos aquí, los dos solos?
_ No
podemos, Manuel- le replicó Matilde- Hoy es tu cumpleaños ymi tía ha preparado
una cena especial para festejarlo. Ha estado todo el día en la cocina con
Jacinta. No podemos hacerle ese desaire.
_ Tienes
razón- estuvo de acuerdo, dejó caer los hombros con resignación y fue a
bañarse.
Cuando
salió no pudo dejar de comentarle a Matilde al ver el traje de fiesta que
debería ponerse
_ ¿No
crees que sea un poco exagerado?
_ No- le
contestó ella arreglándole la corbata de seda blanca perla- Aunque no hagamos
una fiesta hoy es un día especial. ¡Y ya
no pelees más, vamos que nos están esperando!
_ ¿Puedo
decirte antes que estas bellísima?- le dijo riendo atrayéndole y dándole un
beso.
Bajaron
al salón pero cuando llegaron Matilde recordó que quería recoger algo que había
dejado en la galería y le pidió que la acompañara. Cuando pasaban cerca del
salón para fiestas, Manuel creyó escuchar un ruido. Al fijarse se dio cuenta que por debajo de la puerta se
veía luces en la habitación y sombras que se movían. Se detuvo y obligó a
Matilde a detenerse tras su cuerpo.
_ ¿Qué
pasa?- preguntó Matilde haciéndose la asombrada por su actitud
_
Espera- le pidió Manuel poniéndole un dedo sobre los labios para que guardar
silencio- Me parece que hay alguien en esa habitación.
_
¡Llamemos a alguien, a Silvano!- le pidió Matilde que a duras penas podía
esconder la risa de su voz
_
¡No!¡Quédate aquí, iré a ver que es!- le ordenó y se encamino al puerta,
seguido de Matilde que chocó contra él en la entrada.
_ ¡Por
Dios, Matilde!¡Te pedí que te quedaras!- la regañó
_ Veamos
que sucede- le dijo ella y sin darle tiempo empujó con ambas manos las puertas
para abrirlas de par en par.
Deslumbrado
por las luces, Manuel, no pudo darse cuenta enseguida de que el salón estaba
lleno de gente. Le tomó unos segundos acostumbrarse a la claridad y entonces oyó
repetido por muchas gargantas
_
¡Sorpresa!!! ¡Felicidades, Manuel!
Y
entonces los vio. Allí estaban todos sus amigos, Renato y Hanna, Humberto,
Finita, Augusta, Prudencia, Silvano, Don Mariano, los señores Montalvo, Amadeo
y Pilar, Sixto y Antonia, Lorenzo, Teresita, el Doctor Negrete y su esposa, Don
Urbano; todos que habían ido para compartir con él ese día tan especial.
Matilde que estaba a su lado vio las lágrimas de emoción brillar en sus ojos y
rápida le atrapó el rostro con ambas manos y depositó un beso en cada párpado, absorbiendo
las delatoras humedades y un beso en los labios que escondiera el temblor de
los suyos.
_
¡Felicidades amor mío! -le dijo
La
fiesta fue todo un éxito. Hubo pastel y mariachis y fuegos artificiales.
Inmediatamente de la sorpresa, toda la hacienda se iluminó como si fuera de
día. Manuel fue felicitado, abrazado, besado por todos. Abrió el baile con
Matilde, pero también bailó con Finita, Antonia, Hanna, Pilar, Augusta y
Prudencia. Como festejado tuvo que atender a sus invitados e ir de grupo en
grupo.
Ya
entrada la madrugada, mientras todos dormían, Manuel le agradeció a su esposa
por tan especial día.
_ Ha
sido un día maravilloso, Matilde y todo gracias a ti.- le dijo mientras hacía
un camino de besos por la espalda de su mujer y le prodigaba caricias
atrevidas.
_
¡Manuel! ¡Manuel! ¡Manuel!
Cuando
días después Prudencia, les anunció su deseo de regresarse a vivir a Ciudad
Trinidad, para hacerle compañía a Augusta, Manuel y Matilde comprendieron que
se cerraba una etapa de sus vidas y comenzaba una nueva, con nuevos retos,
nuevas alegrías y también con nuevas tristezas. Pero estarían juntos para
sortear todos los obstáculos, criar a sus hijos, proteger a sus gentes.
Renato y
Hanna se quedaron a vivir en la capital
para estar cerca de Pilar y Amadeo y Sixto y Antonia tendrían su primer hijo.
En el
transcurso de seis años la vida siguió su curso, pero la amistad de todos ellos
nunca sufrió ningún daño. Cada año se reunían varias veces, ya fueran en la capital, en Ciudad Trinidad o en San
Cayetano. Sus hijos se hicieron tan buenos amigos como los padres.
El día que cumplieron diez años de casados, Manuel y
Matilde decidieron renovar sus votos matrimoniales, esta vez hechos de corazón
y en presencia de sus hijos y de toda su familia y amigos cercanos. Decidieron
hacerlo en la misma iglesia donde se habían jurado amor por primera vez y que
el padre Urbano oficiara la ceremonia.
Casi en la puerta de la iglesia a punto de empezar la
ceremonia, Matilde llevó a un lado a Manuel.
_ ¿Qué ocurre?- le preguntó él al ver las maniobras
que ella hacía para lograr hablar a
solas
_ Necesito decirte algo antes de la ceremonia, porque
no quiero hacer nuestros votos teniendo un secreto entre nosotros- le susurró
Matilde mirando cómo los últimos invitados entraban en la iglesias y ellos
quedaban solos en el patio.
_ ¿Qué te ocurre, Matilde, te sientes mal?- le
preguntó preocupado de repente y la sostuvo aunque ella no había dado señales
de debilidad.
Matilde se le quedó mirando unos instantes en
silencio. Después de tantos años debería estar acostumbrada. Ella no sabía
tener secretos para con él. De una forma u otra Manuel siempre los descubría.
_ ¿Ya lo sabes, verdad?- le preguntó, pero era más una
afirmación que una pregunta
_ ¿Saber qué?- le preguntó Manuel, que, aunque en
efecto ya tenía sospechas, no quería privarla del placer de ser ella quien
diera la noticia
_ Sabes que….- Matilde tomó la mano de Manuel y la
colocó suavemente en su vientre- Sabes que vamos a tener otro hijo
_ Tenía mis sospechas- le confió sonriente y
abrazándola bien fuerte le peguntó al oído- ¿Estás segura?
_ Sí- le confirmó Matilde llena de dicha
_ ¡Matilde, mi Matilde!- exclamó Manuel mientras la
besaba lleno de alegría- ¡Vamos a tener un hijo! ¿Se lo has dicho a alguien?
_ No, nadie podía saberlo antes que tú- le dijo ella
_ ¡No lo digas todavía! Disfrutemos este día que con
esta maravillosa noticia se vuelve mucho más especial. ¡Te amo, te amo tanto!¡
Gracias!
_ ¡Gracias a ti!- le respondió ella
_ ¿Entramos?- le preguntó ofreciéndole el brazo, que
ella aceptó.
Así entraron en la iglesia y caminaron por el pasillo
llenos de felicidad y de dicha hasta el altar donde ya los esperaba el
sacerdote.
_ Queridos hermanos- comenzó a decir el padre Urbano-
estamos aquí, para ser testigos de la renovación de los votos matrimoniales de
Manuel y Matilde. El amor puede ser como
un rosal lleno de espinas, doloroso, difícil; pero con una maravillosa
recompensa para aquellos que perseveran. Deben regarlo de ilusiones, sueños,
deseos compartidos.
Esta pareja, ha logrado hacer florecer su rosal y hoy,
después de haber sorteado desgracias, vicisitudes, odios, envidias, celos,
desconfianzas y dudas, están aquí para renovar los votos que hace diez años se
hicieron en esta misma iglesia.
Escuchemos sus votos y hagamos todo lo posible para
ayudarlos a cumplirlos, porque debemos recordar que el sacramento del
matrimonio es para toda la vida.
Urbano hizo una seña a Manuel que tomando las manos de
Matilde las apretó contra su pecho y mirándola a los ojos, con los suyos
brillantes de lágrimas y amor pronunció sus votos con voz emocionada, clara y
firme:
_ ¡Matilde, eres el amor de mi vida, el destino lo
sabía y por eso te puso aquel día ante mí. Cada vez que miro al pasado me doy
cuenta que a tu lado es a donde siempre pertenecí. Tú has llegado a encender
cada parte de mi alma y cada espacio de mi ser!
¡Hoy, ante
Dios, te prometo amor eterno, Ser para siempre tuyo, en el bien y en el mal,
hoy te demuestro cuanto te quiero y juro amarte por siempre, hasta mi final!
Matilde mantuvo una mano de las suyas entre las manos
de Manuel, pero con la otra acarició el rostro de su marido mientras le decía
sus votos con voz firme, donde vibraba el amor:
_ ¡Manuel, hace diez años mis votos no fueron todo lo
sinceros que deberían haber sido, fueron hechos con odio y resentimiento que no
te merecías. Por eso hoy te hago los votos que debería haberte hecho aquel día.
Son votos nacidos del amor y hechos por amor.
¡Te doy mi amor, mis sueños, mis manos, mi voz, mi
alma, mi vida. Hoy solo puedo imaginar verte cada amanecer, despertar cada
mañana con tu voz, a tu lado envejecer.
Hoy te prometo amor eterno, ser para siempre, tuya en
el bien y en el mal, honrarte y amarte siempre hasta mi fina!
_ Manuel- le dijo el padre Urbano con una gran
sonrisa- ¡Puedes besar a tu esposa!
Y mientras eso hacían los novios, se escuchó un gran
aplauso de los presentes, porque todos sabían que esta vez si eran los votos de
dos seres total y profundamente enamorados, jurando amarse eternamente, con un
Amor Real.
FIN
Nota: Hasta aquí los seis años que pasaron en el final
hecho por Televisa, desde la llegada de Manuel en la carreta a San Cayetano y
la fiesta en la plaza de Ciudad Trinidad.
rosa maria / francia