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El equipo de Colunga Team y yo te damos la Bienvenida a nuestra casa. Deseamos que te diviertas y que convivas con respeto y cariño con los demás integrantes de nuestra gran Familia.

CAPITULO 109 (PENULTIMO, CONTINUACION) AMOR REAL

ESTE ES EL PENULTIMO CAPITULO
BUEN FIN DE SEMANA

BESITOS MAGICOS DESDE CUBA

GRISEL



Capítulo 109

 

 

_ Hace días que te noto inquieta, preocupada, ¿pasa algo?- le preguntó Manuel a Matilde

 

Era de noche y estaban juntos en su recámara. Manuel, sin camisa estaba sentado en el lecho, apoyado en los almohadones que había colocado contra la cabecera de la cama. Cerró el libro que leía mientras esperaba que su esposa se le reuniera, y lo colocó en la mesita de noche. Sus manos descansaron en las sábanas que lo cubrían hasta la cintura. Sus ojos seguían a su mujer y notaban su gran nerviosismo.

Mati suspiró profundo. Hacía días de la conversación con su tía y de la que había escuchado en el despacho. Rosarito dormía en su habitación con  su nana y  el ama de leche; por que Matilde no había podido seguir alimentando a su hija: inexplicablemente había dejado de tener leche. Manuel trató de explicarle que esas cosas sucedían  a menudo, pero ella sabía que la intranquilidad que la tenía tan nerviosa era la causa.

Prudencia no cesaba de lanzarle miradas de reconvención cada vez que la veía por no haberse  atrevido a contarle a su marido su secreto. Su angustia crecía día a día y con ellas hicieron su aparición las pesadillas, o mejor dicho, la pesadilla, por que siempre tenía la misma. Volvía  a revivir el intento de violación y despertaba bañada en sudor y temblorosa.

 

Manuel comenzaba a dar claras señales de estarse preocupando en serio y ella empezó a temer la llegada de  la noche.

 

_ No pasa nada- trató de darle un tono alegre y despreocupado a sus palabras- ¿Por qué lo preguntas?

 

Se acomodó a su lado en el lecho y su esposo la miró al rostro

 

_ No me gusta tu aspecto- le dijo- Tienes ojeras, estás muy pálida, casi no duermes y cuando lo haces tienes terribles pesadillas de las que no quieres contarme. Algo te atormenta, lo sé, te conozco, pero si no me lo dices, ¿cómo puedo ayudarte? No quisiera que volviéramos a lo de antes, a la desconfianza que escondía cosas de las que no quiero ni hablar.

_ No me conformo con no poder seguir alimentando a Rosario, es eso

_ Ya te dije que eso sucede con más frecuencia de lo que imaginas, mi vida- la abrazó acercándola a él. Ella comenzó a juguetear con la mano en su pecho- no tienes que sentirte culpable

_ Lo sé pero me hacía mucha ilusión- protestó mortificada mientras seguía haciendo  sus dibujos, inconsciente de los estremecimientos de placer que comenzaba a experimentar él- ¡Es lo más bonito de ser madre!

_ Que no puedas alimentar a nuestra hija no te hace una mala madre, mi cielo- le rebatió él. Tomó su barbilla y la hizo mirarlo. Comenzó a darle besos mientras le decía_ Eres una madre maravillosa; siempre al pendiente de nuestros hijos. Dulce, cariñosa, tierna ¡Te amo, Mati! ¡Eres y siempre serás la única mujer de mi vida!

_ Hazme el amor, Manuel- le pidió contra sus labios- ¡Te amo tanto!

_ ¡Mi Matilde!- susurró él antes de apoderarse de sus labios en un beso apasionado y comenzar a quitarle la bata.

 

 

“_ ¡Suéltame! ¡Suéltame! ¡Suéltame! ¡Suéltame, Adolfo, suéltame!

 

Sentía que se ahogaba. Tenía todo el cuerpo de Adolfo sobre sí. Trató de negarse, pero él la besó violentamente en la boca y al liberarse ella, su boca pasó al cuello dejando un rastro húmedo. Matilde estaba fuera de si del asco. No puede creer que esto le esté pasando.

_ ¡Hace años que me obsesionas! ¡Ahora mismo te voy a demostrar que yo también puedo hacerte una mujer, mejor que él! ¡Sé mía, Matilde! ¡te juro que después los voy a dejar en paz!

_ ¡Ay!¡No, no, no! ¡Suéltame, por favor, suéltame!

 

Pero no se detiene, y ella sabe que algo va mal, que eso no debería estar pasando. Intenta escapar, pero él es mucho más fuerte. Se ha quitado el cinto y con una mano mantiene atrapada las dos de ella y casi la mantiene inmóvil con el peso de su cuerpo. Comienza a rasgarle las ropas.

Matilde siente que la invade la náusea,  un sudor frío corre por su cuerpo. Desesperada, aterrorizada, intenta soltarse retorciéndose.

 

_ ¡No, por favor, no! ¡Suéltame! ¡Suéltame! ¡Suéltameeeee!!!!”

 

 

 Ya no son los brazos de Adolfo las que la sostienen. Es la voz, las palabras de Manuel las que la tranquilizan, sus labios los que secan sus lágrimas y su cuerpo el que intenta hacer desaparecer el frío que siente y los temblores que la sacuden. Poco a poco se calma y se duerme nuevamente en los brazos de su preocupado esposo.

 

 

_ Seferina, ¿el señor ya desayunó?

_ Desde tempranito, señora. Nos dio la orden de que no la despertáramos y la dejáramos dormir- le contestó mientras recogía el desayuno

_ ¿Está en su despacho?

_ Pos, está reunido con el administrador y con Don Silvano

_ Gracias, Seferina, puedes retirarte

_ Con su permiso señora

 

Prudencia entró en el momento en que Seferina salía

 

_ ¡Otra vez tuviste pesadillas!

_ Si, tía- le contestó con gesto cansado

_ ¡Por Dios, Matilde, mírate! ¡Con ojeras y paliducha! No estás durmiendo bien, casi no comes. Tienes a tu marido muy preocupado

_ ¡Ya no puedo más, tía! Le voy a contar todo a Manuel- le confió su decisión

_ Creo que es lo mejor. Así recuperarás la tranquilidad y a fin de cuentas ese hombre está muerto, así que Manuel no puede retarlo a un duelo- la animó ligeramente

_ ¿Y si se enoja? Manuel tiene un carácter  tremendo- le recordó asustada

_ Manuel te quiere, Mati. Se enojará, es cierto, pero no será contigo- la reconfortó- Te quiere demasiado.

_ Ahora está reunido en su despacho con el administrador y Silvano, me lo dijo Seferina, ¿Podrías decirle, en cuanto termine que quiero hablarle?

_ Si, mi cielo, yo lo hago- la besó en la frente sonriente y salió del cuarto

 

 

_ ¿Matilde?- llamó Manuel a la puerta-¿estás ahí?

_ Si pasa, Manuel- le contestó

_ Doña Prudencia me dijo que querías hablarmes- le dijo mientras entraba, se acercaba a ella y le daba un beso en los labios- ¿te sientes mal?

_  ¿Estás muy ocupado?- le preguntó nerviosa

_ Pensaba llegarme hasta los maizales. Hoy comienza la cosecha y quería estar presente. Según Silvano, promete ser muy buena- le informó

_ Entonces esperaré a que regreses- le dijo ella posponiendo el momento cobardemente

_ ¿Qué sucede?- le preguntó suavemente Manuel- ¿pasa algo?

_ No, es solo una tontería mía- negó ella nerviosa- podemos hablar más tarde

_ No, Matilde- notó su nerviosismo- No creo que sea una tontería. Ayer te dije que te notaba nerviosa, preocupada y volviste a tener otra pesadilla. Antes eran muy de cuando en cuando, pero ahora las tienes casi todas los noches. ¿Es de eso de lo que quieres hablarme?

_ Si pero puedo esperar a que regreses- trató de convencerlo

_ No, lo mas importante para mi en este mundo eres tú, tú y nuestros hijos- se rehusó Manuel con vehemencia- ¡Vamos, cuéntame!

 

Se sentó en el sillón junto a la cama y la miró. Al verla vacilar hizo un gesto con las manos y las cejas para darle ánimos

_ ¡Vamos! ¡Te escucho!- le instó sonriente, mas al ver que ella aún dudaba  se inclinó hacia delante y la sonrisa murió en sus labios- ¿Tan grave es?

 

Matilde dio unos pasos hasta la ventana y miró hacia fuera para ganar tiempo. Luego en un impulso se acercó hasta él y se arrodilló ante su asiento. Le tomó las manos.

 

_ Quiero que me prometas que escucharás lo que tengo que contarte sin interrumpirme hasta el final- le rogó con ojos suplicantes

_ ¡Me estás asustando! ¿De que se trata?

_ ¡Prométemelo, Manuel!- insistió Matilde

_ Esta bien, te lo prometo. Dime- cedió

_ Hace tiempo que tengo pesadillas- comenzó a contarle ella- No sé si recuerdas cuando fue la primera. Estábamos en el campamento, justo después de la muerte de tu mamá.

_ Lo recuerdo- murmuró él

_ Nunca he podido decirte que es lo que sueño. Cada vez se vuelve peor. Empeoró después de una confesión que me hizo Antonia antes del bautizo de nuestra hija.

_ ¿Qué fue lo que te dijo?- preguntó Manuel extrañado

_ Me confesó que tú nunca la amaste, que nunca dejaste de quererme. Que…que… que muchas veces cuando estabas con ella en la intimidad era en mi en quien pensabas. Que ella solo fue una forma de tratar de olvidarme.

 

Manuel se sonrojó, todo avergonzado y bajó la cabeza

 

_ Te lo dije- admitió- Tú eres la única mujer que me importa

_ Si y es por eso que he tomado la decisión de contarte algo que tú no sabes: Algo que he tratado de olvidar en vano No me interrumpas, Manuel, solo escúchame, ¿quieres?

 

 Asintió él en silencio y ella dejó que la sentara en sus piernas. Necesitaba estar cerca de él.

 

_ El día que Adolfo me encontró huyendo de ti, para evitar que me llevaras a Ciudad Trinidad, me llevó a su campamento. Me dejó allí al cuidado de unos soldados,  y salio en busca de ustedes. Regresó casi de noche y sin haberlos encontrado, pues solo dieron con el campamento que habíamos abandonado. Me preguntó que había pasado desde la noche de nuestro baile de compromiso y enfureció cuando le dije que lo que había pasado era que tú no estabas muerto y que eras mi marido porque sabíamos que Don Urbano había aparecido y era posible que se comprobara la infamia que habían cometido contigo para despojarte de lo que legalmente era tuyo.

No se como, pero de repente pareció otro, se puso violento, agresivo- Matilde sintió el cuerpo de Manuel ponerse tenso, pero continuó contando- Me empujó sobre un pajar que había en la habitación y trató…intentó tomarme a la fuerza

_ ¡Miserable!- estalló Manuel incorporándose de un brusco salto y sosteniéndola de la cintura. Su tono a media voz era ominoso.

_ Estaba como loco, no atendía a rezones, ni a mis súplicas para que me dejara- prosiguió Mati con lágrimas corriendo por su rostro

_ ¿Abusó de ti?- le preguntó Manuel con voz enronquecida por la furia, tomándola de los hombros. La sacudió levemente- ¡Contéstame, Matilde! ¿Abusó de ti?

_ No, Manuel- le contestó apoyando sus manos en los antebrazos de él y mirándolo a los ojos- no lo hizo. Delfino llegó en ese momento con un despacho de Ciudad Trinidad y él tuvo que salir de la habitación.

_ ¿Qué sucedió después?- la pregunta apenas si escapó por entre los dientes apretados con fuerza

_ Me asusté mucho, encontré unas ropas de hombre y huí por una ventana trasera- le siguió contando- Pasé la noche sola en el campo y al día siguiente traté de de encontrar el camino hacia el nuevo campamento, pero Delfino me encontró. Trató de hacerme regresar con ellos, pero yo prefería cualquier cosa antes de que eso pasara e intenté cruzar el río. Fue entonces que tú apareciste con Lorenzo y los demás, cuando buscabas a Silvano.

 

Manuel dio un golpe violento con el puño contra el tocador de Matilde haciendo temblar su contenido. Sus ojos despedían chispas y apretaba los labios con tanta fuerza que casi se volvían una línea de ira comprimida. Dio varios pasos en diferentes direcciones, totalmente fuera de si

_ ¡Cobarde, canalla, miserable!- gritó ya perdidos totalmente los estribos. Lanzó otro golpe, esta vez contra el marco de la ventana. Parecía una fiera enjaulada.

_ ¡Cálmate, Manuel!-le suplicó Matilde llorando

 

Se volvió hacia ella. La estrechó entre sus brazos, abrazándola fuertemente, apretando su cabeza contra su pecho; su rostro atribulado, mostrando su sufrimiento

_ ¿Me juras, me juras, Matilde que no abusó de ti?

_ Te lo juro, Manuel, te lo juro- se apresuró a confirmarlo elle- ¡Por Dios, tranquilízate!

_ ¿Por qué no me lo dijiste antes?- le reclamó

_ Por que me dio miedo, miedo de que salieras a buscarlo para matarlo o que él te matara- le confesó

_ ¿Y no crees que merecía la muerte?- gritó Manuel- ¡Intentó violarte, por Dios, abusar de ti! Te expuso al riesgo de que te atacara un animal salvaje, un desalmado o de que cayeras al río y morir. ¡Maldita sea, ha pasado más de un año y todavía tienes pesadillas a causa de eso! ¡Con un demonio! ¡Debiste decírmelo para que lo matara como el perro que es! ¡Merecía la muerte!

_ Adolfo no era malo, Manuel- Matilde no pudo escoger peores palabras para justificar su silencio- Fue una víctima de las intrigas de mi madre y mi hermano.

 

Lentamente, con los ojos abiertos de par en par y mirada incrédula, Fuentes Guerra se volvió a ver a su esposa. Respiraba con fuerza, como si estuviera ejerciendo una gran presión sobre si mismo para contenerse. Miró a su mujer

 

_ ¿Todavía lo defiendes?- le preguntó con voz engañosamente suave- Estuvo a punto de violarte, te ha dejado con un trauma que puede que te dure toda tu vida y todavía lo defiendes. ¡No lo puedo creer! ¿Acaso todavía lo amas?

_ No, por supuesto que no- gritó ella aterrada del volcán que había desatado. Quiso componer el error  cometido, pero solo complicó mas la situación- ¡Yo solo te amo a ti Manuel, de veras! ¡Créeme! Pero a pesar de todo Adolfo encontró a Manuelito, te salvó la vida cuando te iban a fusilar….

_ ¡Por Dios! ¡Cállate, Matilde, cállate!- la interrumpió Manuel totalmente desquiciado. Se llevó la mano a la frente- No puedo creer que seas tan inocente, tan noble que no te des cuenta. Todo eso lo hizo para ganarse tu perdón y poder seguir con el papel de héroe salvador ante tus ojos

_ No digas eso Manuel. Adolfo se arrepintió de lo que intento hacerme. ¡Ni siquiera aceptó el trato al que estaba dispuesta para que te salvara la vida!

_ ¡Dios, Dios, Dios!- exclamó dolido- ¿Y crees que hubiese aceptado vivir si tú te ibas con él? ¡No Matilde! ¿Hubiera preferido mil veces la muerte! ¿Con un demonio! ¡No puedo entender que todavía lo defiendas! ¡No puedo soportar que todavía lo ames!

 

Y lanzándole una mirada de profundo sufrimiento, salió de la recámara  dando un portazo que apagó los gritos de súplica de ella, que corrió tras él llamándolo y ahogada en llanto. Bajó como una exhalación la escalera, seguido  por Mati. En su camino se cruzó con Prudencia y solo de milagro no chocó contra ella.

 

_ Manuel, ¿qué ocurre?- le preguntó consternada al verlo así

 

Manuel no se detuvo. Salió al patio y montando en su caballo, le clavó los talones y partió a galope tendido

 

_ ¡Manuel, Manuel, Manuel!- gritó Matilde bajando la escalera tras él

_ ¿Mati, qué pasa? – la sostuvo su tía deteniéndola

_ Se lo dije, tía- sollozó Matilde- se lo dije, pero Manuel piensa que todavía amo a Adolfo

_ ¡Virgen Santísima!- se persignó Prudencia. Sabía muy bien lo que tal creencia significaba- ¡Ampáranos!

 

 

Barranquillas

 

 

_ ¿Manuel?- se sorprendió Don Urbano al regresar de la misa y ver a su ahijado sentado a la mesa del patio y con la cabeza escondida entre sus brazos- Hijo, ¿qué haces aquí tan temprano? ¿Sucedió algo?

_ Necesitaba verlo, padrino, hablar con usted – declaró con voz alterada, ojos atribulados y una lágrima corriendo por su mejilla, levantándose al oírlo

_ ¡Qué sucede?- se preocupó el cura- hace muchísimo tiempo que no te veía en ese estado

_ Acabo de tener una discusión muy fuerte con Matilde

_ ¿Con Matilde, porqué?

_ Es que me contó algo que pasó con Adolfo Solís cuando ella escapo para que no la llevara a Ciudad Trinidad

_ ¿Con Adolfo Solís? ¡Será posible Manuel!- no lo podía creer su padrino- ¡Ese hombre está muerto hace mucho tiempo ya! No puedo pensar que todavía tengas celos de un difunto

_ ¿No tengo celos de un difunto!- le gritó enojado su ahijado

_ ¿No? Entonces explícame qué fue lo que sucedió- inquirió molesto el padre, tomando un poco de agua de una jarra y acercándose para ofrecérselo a Manuel

_ ¡Ese hombre trató de abusar de Matilde!- le dijo encolerizado, dando un puñetazo en la mesa- ¡Trató de violarla!

 

Don Urbano totalmente impactado se dejó caer en una silla mirando a su ahijado fijamente con los ojos muy grandes. Manuel, ya con el genio desatado comenzó a pasearse de un lado a otro

 

_ ¡Trató de abusar de ella, padrino! ¡Y yo creyéndola a salvo, en buenas manos, segura!

_ ¿Llegó a pasar?- le pregunto Urbano y le pidió- ¡Por favor, siéntate, me estás poniendo nervioso!

 

Manuel respiró profundo, tratando de calmarse y tomó aire

 

_ Matilde dice que Delfino llegó a tiempo para impedirlo con una orden de Ciudad Trinidad. Que cuando Solís salió a atender el despacho, ella encontró ropas de hombres se cambió y huyó por una ventana. Estuvo corriendo sola toda la noche, tratando de encontrar el camino al nuevo campamento. ¿Se da cuenta, padrino? Sola, a merced de cualquier bestia.

_ Bueno, hijo, debemos dar gracias al señor que no sucedió nada irreparable. ¿Cómo lograste que Matilde te lo contara?

 

Manuel tomó un trago de agua

 

_ Matilde ha tenido varias pesadillas muy feas. Anoche volvió a sufrirlas y le pregunté que era lo que le provocaba esos sueños. ¡Si usted la viera padrino! Grita aterrada, su cuerpo se empapa en sudor, tiene temblores terribles que le duran durante horas después de volver a dormirse- le contó Manuel

_ Manuel, tú eres médico. Sabes que una impresión así puede tener estas consecuencias- trató de razonar con él- No puedo entender que te molestaras por algo de lo que ella no tuvo la culpa.

_ No, no, no, no, padrino- negó Manuel- ¡Claro que no me enojé por eso! Lo que me revienta es que Matilde lo  defendió al muy canalla. Se atrevió a tratar de justificar su conducta buscando atenuantes para lo que intentó hacerle. ¿Por qué, por qué? ¿Cómo puede Matilde, justificar algo así?

_Bueno, tal vez trata de entender el porqué lo hizo- intentó explicarle su padrino

_ No, padrino. Abusar de una mujer no tiene ningún tipo de justificación y usted lo sabe. Yo mismo casi lo hago la noche de nuestra boda. Intenté tomarla contra su voluntad al principio, pero me detuve al darme cuenta de lo que hacía. Siempre había odiado a mi padre por lo que la hizo a mi madre y yo iba a hacer lo mismo. Entonces traté de hacer que me respondiera, que lo disfrutara y lo logré, lo sentí, lo sé y lo se porque Matilde jamás tuvo pesadillas por lo ocurrido esa noche. Es más creo, tal vez arrogantemente, que eso ayudó a que empezara a verme con otros ojos.

No estoy enojado con Matilde, lo que me enojó fue que ella lo defendiera. Usted me reprocha que tenga celos de un muerto, ¿pero se da cuenta de que ni aún así ese tipo deja de interponerse entre nosotros? Para mi mujer ese hombre es alguien muy bueno y muy desgraciado, víctima de su familia; que a pesar de todo me liberó y ayudó a recuperar a Manuelito

_ ¿Te lo dijo ella?

_ Si

Publicado por angelitafer5
Publicado el 27/03/2009 11:48 - Total Temas: 59 - Total Mensajes: 247

_ Lo que pasa Manuel, es que cualquier cosa que se refiere a ese hombre y a tu mujer te altera demasiado.

_ ¡No es cualquier cosa padrino!- lo interrumpió molesto

_  ¡Tienes razón, no es  cualquier cosa, perdón! Pero te molestaste con la parte inocente. Tal vez ella te lo contó buscando tu apoyo y tu consuelo y tú reaccionaste como un demonio- intentó hacerlo reaccionar- de acuerdo, a lo mejor no debió tratar de justificar a Solís. A ver dime una cosa, ¿te has puesto a pensar que tú mismo puedes haberla obligado a decir lo que dijo?

_ ¿Yo?- preguntó Manuel incapaz de creer lo que oía

_ Si, tú. Es que cuando te enojas, cualquiera quisiera estar lo más lejos posible de ti. En lugar de molestarte debías comprenderla, apoyarla. Si tu mujer te tuvo la suficiente confianza para decírtelo es porque esperaba consuelo, tu comprensión y no un arranque de celos.

 

Manuel escuchaba a su padrino con semblante serio, preocupado. Comenzaba a pensar que tal vez tenía razón y había tenido una reacción exagerada y no precisamente la que Matilde esperaba. Recordó la mirada desolada de ella y los ojos llenos de lágrimas al verlo salir del cuarto.

_ Ese hombre ya está muerto hijo- le dijo Don Urbano colocando una mano en su hombro, que era a la vez consuelo y un llamado a la razón- Si se equivocó, ya Dios debe haberlo juzgado.

Eres joven, apuesto, inteligente. A todos nos consta que tu mujer te quiere por sobre todas las cosas. Bastaba ver su reacción al recibir la noticia de tu muerte, antes de tu regreso. Estuvo una semana en cama con los nervios deshechos- se detuvo y decidió cambiar- Si no olvidas ya a ese hombre volverás a caer preso del demonio de los celos y convertirás en un infierno tu matrimonio, que al fin estaba empezando a ser como Dios manda. Hazme caso hijo, a ver dime algo, ¿dudas del amor de tu esposa? ¿Todavía piensas que está contigo por tu dinero?

_ No, si, no, no lo sé- respondió Manuel mostrando lo confundido que se encontraba

_ Creo que debes sentarte y analizar las cosas con calma. Haz memoria y analiza los hechos, pero si llegas a la conclusión de que fuiste muy duro con tu esposa, debes regresar a San Cayetano, tragarte ese orgullo endemoniado que tienes y pedirle perdón.

 

Manuel lo miró fijamente con las dudas, los celos y algo más: el miedo a haber cometido una injusticia asomando en sus hermosos ojos. Movió negativamente la cabeza y centro la mirada en el vaso que sostenía entre sus dedos. Los hombros caídos, la cabeza baja.

 

Don Urbano lo palmeó en el hombro y decidió darle un poco de tiempo para que pensara. Le hizo señas a la muchacha que lo ayudaba con las labores de la casa para que no lo molestara y salió  hacia la iglesia a oír las confesiones de sus feligreses.

 

 

San Cayetano

 

 

_ No llores más mi cielo, que partes el alma- le suplicó Prudencia a su sobrina mientras revolvía una taza de tila con la cucharita

_ No puedo, tía, no puedo- sollozó Matilde que recostada en la cama abrazaba la almohada de Manuel- no puedo dejar que Manuel piense que no lo amo, o peor, que todavía amo a Adolfo.

_ ¡Tómate esto, anda!-le ofreció la taza, pero ella la rechazó y siguió llorando. Prudencia suspiró impaciente- ¿Cómo se te ocurre justificar a Solís y más viendo  las condiciones en que estaba tu marido?

_ No era mi intención que sonara así- se defendió- Me puse nerviosa

_ ¡Pues buena la hiciste!- la regañó su tía- ¡Deja ya de llorar! Llorar nunca resolvió nada. Anda, tómate esta tila. Te ayudará a descansar. ¡Y te voy a dar un consejo, Mati! No dejes a tu marido con la impresión equivocada. Hoy mismo debes hablarle y explicarle- Se detuvo un momento, como si acabara de ocurrírsele algo- ¿has pensado ya que tu marido puede haber estado sintiéndose culpable de la muerte de Solís?

_ ¿Culpable? ¿Por qué?- no comprendió su sobrina sentándose en el lecho

_ Mi vida, pero tú andas en las nubes ¿No me contaste tú misma que Manuel trató se salvarlo para que no lo fusilaran en su lugar? ¿Porqué crees que lo hizo?

_ Para no dejar que otro muriera en su lugar- cayó en la cuenta con un jadeo de horror, al tomar total conciencia de lo que podía significar- ¿Crees que Manuel se haya estado sintiendo culpable todo este tiempo?

_ Podría ser, Matilde, tu marido es un hombre de honor- le confirmó su tía- ¿Te imaginas que puede estar sintiendo ahora? Por eso no puedes dejar que esta situación se prolongue.

_Si, tía eso es lo que voy  a hacer. En cuanto regrese Manuel voy a hablar con él. ¿Dónde piensas que puede haber ido?

_ Puede que al campo para despejarse y pensar o a Barranquillas a ver a su padrino, quien sabe- opinó Prudencia- Mas tarde cuando se haya calmado, seguro que vuelve y entonces debes hablar con él.

_ Así lo haré tía- acarició la almohada como si lo estuviera acariciando a él

_ Ahora descansa- le sugirió Prudencia- y esta noche te arreglas bien bonita para tu marido. Voy a ver como van los preparativos para la comida.

_ Esta bien, tía, pero no quiero descansar, voy  a ir a ver a mi hijita. Hoy no la he visto- dijo levantándose del lecho. Se paró frente al espejo, arregló la falda del vestido y sonrió- Esta noche me pondré bien bonita para mi marido. ¡Tienes razón, tía, Manuel necesita que le aclare muchas cosas que no hemos hablado todo lo que ha sido necesario! A partir de hoy ya no habrá más dudas en nuestro matrimonio, te lo prometo.

 

 Prudencia sonrió animándola con la cabeza.

 

 Salieron juntas y Mati se fue a la recámara de su hija. Allí esperó a que terminara de comer, le cambió la ropa y sentada en el sillón la durmió mientras le cantaba quedito. La acostó en su cunita, la arropó y le dio un tierno beso.

 

_ Es una criatura preciosa, señora Matilde, - le dijo la nana- Parece un angelito

_ Gracias, ¿se encuentra a gusto aquí?- le preguntó Mati con dulzura

_ Si, muy a gusto y muy bien, gracias

 

 

En ese momento entró corriendo Manuelito seguido de Esperanza

 

_ ¡Escóndeme, mamita!- le pidió a Mati mientras se refugiaba tras ella- ¡No dejes que me atrape!

_ ¿Qué hiciste?- rió ella

_ Nada señora, solo estamos jugando a tu la llevas- le explicó Esperanza

_ ¿Quieres jugar mamá?- le preguntó Manuelito

_ ¡Claro que si!- le contestó.

 

 Manuelito, rápido la tocó y salió corriendo del cuarto gritando:

_ ¡Tú la llevas mamita

 

Matilde corrió tras él hasta el pasillo y de ahí logró verlo correr hasta las escaleras. Se lanzó en su seguimiento y no calculó la velocidad que traía al llegar hasta ellas. No pudo detenerse a tiempo, perdió el equilibrio al dar un paso en el aire y sin poder sostenerse del pasamano rodó escaleras abajo sin detenerse hasta llegar al piso del recibidor donde su cabeza golpeó contra las losas del piso con un golpe sordo.

 

Miles de estrellas estallaron en su cabeza y la negrura más absoluta la envolvió sin que pudiera exhalar un gemido, un charco de sangre empezó a formarse  alrededor de su cabeza, que crecía lentamente.

 

 

Barranquillas

 

 

_ ¡Padre, Padrecito, Padre!

 

Los gritos se escucharon antes de que  el que los diera apareciera en la entrada de la casa del cura.

_ ¿Qué pasa?- preguntó el padre saliendo al encuentro del hombre al que reconoció  como uno de los empleados de su ahijado.

_ ¡Debe venir a San Cayetano, padrecito!- jadeó el hombre sin dejar de mirarlo y respirando con esfuerzo- ¡Ocurrió un accidente terrible!

_ ¿Qué pasó?- saltó hacia el, Manuel, que había salido de su meditación al oír de San Cayetano y accidente

_ ¡Patrón!- exclamó el peón nervioso y asustado

_ ¡Dime que pasó!- Le gritó sacudiéndolo  con voz de trueno

_ La señora- comenzó el peón

_ ¡La señora! ¿Cuál señora?- lo apremió Manuel- ¡Habla!

_ ¡Calma, hijo!- trató de contenerlo Urbano

_ ¡La patrona, patrón! Cayó por las escaleras y se dio en la cabeza. Creo que se la rompió porque había mucha sangre en el piso- dijo el hombre

_ ¡Matilde!- pronunció Manuel y casi sin terminar de oír lo sucedido corrió fuera, montó en el caballo y partió hacia la hacienda.

 

Al hacer su entrada notó el revuelo que reinaba en el patio. Peones se preparaban para salir en su busca y montados en los caballos recibían instrucciones de Silvano, que al verlo salió a su encuentro

 

_ ¿Manuel, menos mal que regresaste! Tu mujer

_ Ya lo sé, Silvano- bajó de un salto y le lanzó las riendas mientras corría al interior.

 

Junto a las escaleras dos criadas limpiaban el piso. El patrón  pasó por su lado sin detenerse, subiendo los escalones de dos en dos y corriendo hasta llegar al cuarto y abriendo las puertas de par en par.

 

Prudencia trataba de contener la sangre que continuaba saliendo de la herida que tenía Matilde en la parte baja de la cabeza mientras una asustada Seferina sostenía una palangana con agua y lienzos limpios. Al oír el portazo se volvió y una expresión de alivio apareció en su rostro.

_ ¡Manuel!- exclamó sorprendida y angustiada- ¡Qué bueno que llegaste!

_ ¿Qué sucedió?- preguntó él acercándose y sentándose a un lado de su mujer en el lecho. Una mano de Matilde descansaba sobre la sábana., Manuel la tomó entre las suyas y el contacto con esos dedos insensibles hizo que un gran nudo subiera a su garganta amenazando con ahogarlo. Se mordió los labios para evitar que un sollozo escapara y tragó en seco para desaparecer el nudo en su garganta - ¿Cuánto tiempo hace?

_ ¡Cayó por las escaleras! Hace más de media hora- le comunicó Prudencia- He tratado de detener la sangre, pero….

_ ¿No ha recuperado el sentido?- volvió a preguntar mientras se levantaba, se acercaba al mueble y se lavaba las manos para hacerse cargo de la situación.

_ No, hijo- sollozó

 

Manuel se inclinó sobre Matilde y con manos suaves, tiernas y gentiles realizó una exploración por todo el cuerpo de su esposa. Sufrió, se estremeció como si le hubiera dolido a él cuando sus dedos flexibles y diestros tocaron la cabeza herida de Matilde. Descubrió que además de la herida de la cabeza, que necesitaba algunas puntadas; tenía dos costillas fracturadas. Debía  realizarle un vendaje para inmovilizarle las costillas. La miró con ojos angustiados. Iba a necesitar ayuda profesional.

 

En ese instante el Doctor Negrete entró en el cuarto. Lo habían mandado a buscar ya que nadie sabía hacia donde había ido Manuel.

 

_ ¡Don Manuel!- se asombró Negrete al verlo

_ ¡Doctor Negrete, qué bueno que está aquí!-le saludó Fuentes Guerra- ¡Necesitaré de su ayuda! Doña Prudencia que traigan agua caliente para que el doctor se lave las manos y limpiar la herida. También necesito unas tijeras para cortar el cabello alrededor de la herida. Después prepare un camisón para cambiar a Matilde. Es preciso moverla lo menos posible. Tiene fracturadas dos costillas.

_ ¡Santo Cristo bendito!- pronunció espantada la señora- Enseguida hijo.

_ ¿Qué sucedió?-preguntó el doctor mientras se quitaba el chaleco y subía las mangas de su camisa para lavarse las manos

_ Yo no estaba aquí- le explicó Manuel- Por lo que sé rodó por las escaleras y se golpeó la cabeza contra las losas del suelo al caer. Ya la revisé y tiene una herida en la cabeza que necesita varias puntadas y dos costillas fracturadas.

_ ¿Quiere suturar usted?- le preguntó Negrete

 

Manuel vaciló por un instante, miró a Matilde y asintió en silencio. Con extremo cuidado cortó los rizos que rodeaban la herida. Por suerte era en la parte baja de la cabeza y el cabello superior lo ocultaría. Con Negrete como asistente realizó la sutura, el vendaje de la cabeza y la inmovilización de las costillas. Luego Prudencia la cambió de ropa con la ayuda de Manuel. El doctor Negrete esperó a Manuel en el despacho.

 

_ Ha perdido mucha sangre- le comunicó a Manuel cuando se le reunió- eso hace más delicada la situación, aunque lo que tiene vital importancia es que recobre el conocimiento. Mientras más tiempo esté inconsciente….

_  ¡Lo sé, lo sé!- lo interrumpió angustiado Manuel- Existe la posibilidad de una conmoción

_ ¡O de algo peor!- aventuró Negrete con una mano sobre el hombro de Manuel para confortarlo- Usted es doctor al igual que yo, señor Fuentes Guerra, conoce todos los riesgos y complicaciones que pueden presentarse y que hacer en cada caso. Si me necesita no dude en mandar por mi a la hora que sea.

_ ¡Gracias, Don Jacobo!- le agradeció con gesto hundido- Lo acompaño

_ No se moleste, yo puedo salir solo

_ No, por favor- negó Manuel y lo acompañó hasta la puerta donde un peón lo acompañó hasta su coche

 

En el salón esperaban Don Urbano, Silvano y el Administrador.

 

_ ¿Cómo se encuentra, Manuel?- le preguntó el padre

_ Mal, Padrino- le respondió- tiene dos costillas fracturadas y le tuve que dar varias puntadas en la cabeza. Perdió mucha sangre.

_ ¿Ya despertó?- preguntó Silvano

_ No, no- y en su tono de voz se evidenció su angustia- ¡Eso es lo más preocupante!

_ Si necesita algo, Don Manuel – le dejo el administrador

_ Gracias Don Mariano, usted y Silvano quedan a cargo de todo- le contestó Manuel- Yo no pienso separarme de mi esposa hasta que pase el peligro. Ahora, si me disculpan, regreso con ella, con su permiso

 

Dicho esto subió las escaleras de dos en dos. Silvano, sombrero en mano se volvió hacia el padrecito.

 

_ ¿Irá a morir?

_  Nuestras vidas están en manos del Señor, Dios no lo quiera y nos la deje por muchos más años.

_ Sería terrible para Don Manuel si la señora Matilde muere- comentó el administrador

_ Pos si- suspiró Silvano- No creo que Manuelito lo soporte

_ Mejor no adelantamos Vísperas. Sólo podemos rezar para que Dios se apiade de ellos- dijo Urbano- lo mejor es que ustedes se encarguen de todo lo referido a las haciendas como les dijo. Estoy seguro que por un tiempo Manuel no tendrá cabeza para esas cosas. Regreso a Barranquillas, pero en la tarde vendré  a saber como va todo.

 

Al entrar en el cuarto Manuel, Prudencia que estaba sentada junto a la cama se volvió a mirarlo con ojos húmedos. Ante la silenciosa pregunta de Manuel de que si había recuperado el sentido, movió negativamente la cabeza y se secó los ojos con un pañuelo.

 

Manuel se acercó y se sentó en el lecho. Se inclino sobre su esposa y le tocó la frente. Estaba fresca. La observó intensamente y el arrepentimiento hizo presa de él. La besó con labios que temblaban sobre los de ella inmóviles. Luego por un momento puso su morena cabeza  junto a la de ella  cubierta de vendas.  Movió la cabeza negativamente y estrechó entre sus manos las de ella. Sin volverse le preguntó a Prudencia en voz baja:

 

_ ¿Cómo sucedió?

_ ¡Hay, Hijito! Después de que salieras, ella estaba desconsolada por el mal entendido que había surgido de la conversación que ustedes tuvieron. No hacía más que llorar y lo que más le preocupaba era que tú pensaras que ella aún ama a Solís. Yo le dije que no podía dejar las cosas así, que tenía que explicarte bien lo que había sucedido y lo que eso había creado en ella.

_ ¡Manuel, Matilde te ama! ¡Puede que guarde un recuerdo de Solís, fue el primer amor y ese nunca se olvida, aunque te aseguro que su recuerdo ya no es tan dulce como antes; pero a ti te adora y puedes estar seguro que el recuerdo más dulce y que más pesa en su corazón hace mucho tiempo que es el tuyo!

_ Usted, lo sabía, ¿verdad? Me refiero a lo sucedido con Solís- le preguntó dolido

_ Lo supe hace unos días- reconoció Prudencia-  cuando Matilde me lo contó y le pedí que te lo contara. Ella no quería hacerlo porque tenía miedo de cómo reaccionarias, temía que no la entendieras.

_ Y yo corroboré sus temores- pronunció Manuel mirando el rostro pálido de su esposa- ¡Soy un bruto, un necio!

_ Matilde te quiere, Manuel y tú la quieres a ella. Estoy segura que arreglarán este mal entendido. ¿Se lo dirás, cuando despierte?

_ Si, Doña Prudencia. Lo que mas quiero en este momento es que despierte, que abra los ojos y decirle que la creo, que la amo, y rogarle que me perdone….

 

Las horas comenzaron a deslizarse silenciosas y no ocurría ningún cambio en el estado de Matilde. Seguía sin recuperar la conciencia y yacía pálida e inmóvil con las largas pestañas descansando sobre los pómulos: Su palidez lucía más impresionante por el contraste con el blanco de las vendas en su cabeza.  Prudencia acababa de salir para supervisar la cena de Manuelito y traer algo para que Manuel comiera, pues no había querido comer nada hasta ese momento.

 

Ella no decía nada pero mientras más tiempo pasaba, más preocupado y ensombrecido se mostraba el rostro de su sobrino político. Manuel se mantenía calmado, sentado junto al lecho; pero ella había llegado a conocerlo y veía su preocupación en sus músculos tensos, en el brillo de sus ojos y en los suspiros contenidos cada vez que revisaba a su sobrina y se convencía que no había cambio alguno. Fue luego de una revisión infructuosa, al segundo día de la caída, cuando Manuel dio un pequeño puñetazo contra la mesita junto al lecho en señal de frustración que supo la gravedad de lo que sucedía.

 

_ ¿Cómo sigue?- le preguntó a Manuel acercándosele y poniendo una mano sobre su hombro

_ Igual- le informó él con gesto cansado

_ Dime la verdad, Manuel, ¿cómo se encuentra?

­ _ Está mal tía- usó por primera vez el parentesco sin darse cuenta- Necesitamos que recobre el sentido lo más pronto posible, que salga de esta inconsciencia que me  está acabando los nervios. Mientras más tiempo esté inconsciente, peores pueden ser las consecuencias.

_ ¿Cuáles consecuencias?- quiso saber

_ Conmoción, pérdida de la memoria o puede… puede que…

_ ¿Qué, qué?- lo apremió Prudencia

_ ¡Puede que no despierte, Doña Prudencia! ¡Puede que no despierte nunca más!

_ ¡No! ¡No Dios mío, no!- lloró la señora- ¡Santo Cristo Milagroso, no la abandones!

 

Manuel la abrazó con fuerza. Al menos ella podía desahogar su dolor con lágrimas. Él no podía darse ese lujo, tenía que enterrar sus temores en lo más profundo de su mente y encerrarlos tras siete puertas. Mantener la cabeza fría y estar atento al menor cambio que la condición de Matilde tuviera. Ordenarle a su corazón que mantuviera sus latidos calmados y no recordar los momentos terribles de la muerte de su Rosario. Confiar en que tendría el conocimiento necesario para evitar que muriera, para evitar perderla como no pudo evitar perder a su madre.

 

 

Hacía menos de una hora que la había revisado sin notar ninguna mejoría y Manuel, que estaba solo en el cuarto, trataba en vano de leer un libro de medicina para no sentir el paso del tiempo, cuando un gemido proveniente del lecho se escuchó. Rápido, dejó caer el libro en el sillón donde había estado sentado y se inclinó sobre Matilde.

 

Colocó una mano sobre su frente y notó que estaba muy caliente. Uno de sus peores temores se confirmó: la presencia de una conmoción agravada por la fiebre que podía ser causa de la conmoción misma o de las costillas fracturadas. Sin demorar un segundo vació el contenido de la jarra de agua en una palangana y mojó varios lienzos, preparando unas compresas que colocó en su frente. Luego tiró del cordón de la campanilla para llamar.

 

_ ¡Resiste mi amor, resiste!- le dijo mientras frotaba sus brazos con uno de los lienzos mojados, con voz quebrada por el llanto no derramado- ¡Tienes que despertar! ¡Por amor de Dios, Matilde, despierta!

 

Prudencia entró al cuarto seguida de Don Urbano y Seferina

 

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Publicado el 27/03/2009 11:51 - Total Temas: 59 - Total Mensajes: 247

_ ¿Qué ocurre?- preguntaron alarmados.

_ ¡Matilde tiene mucha fiebre!- les comunicó Manuel y le ordenó a Seferina- ¡Trae agua lo más fría posible, rápido!

_ ¡Virgen del Cielo!-exclamó Prudencia inclinándose sobre su sobrina y comprobando su temperatura- ¡Tiene mucha!

_ ¡Debemos intentar bajársela!

 

Prudencia comenzó a cambiar  las compresas y Seferina trajo el agua. Don Urbano llevó a un rincón a su ahijado.

 

_ Te veo muy preocupado, ¿Qué temes?

_ La fiebre no es un buen síntoma, padrino. Puede ser causa de una conmoción  o de la presencia de una infección y eso puede traer graves consecuencias. Es vital evitar que siga subiendo y lograr que Matilde despierte.

_ ¿Puedes hacer algo?

_ ¡Eso es lo que me hace sentir peor, padrino! Esto es todo lo que podemos hacer- le respondió enojado- mantener su  cabeza fresca para aliviar los dolores y evitar que la fiebre siga subiendo.

 

Don Urbano miró hacia el lecho donde Prudencia seguía atendiendo a su sobrina. Parecía que Matilde realmente estaba sintiendo dolores, pues se quejaba y movía lentamente la cabeza de un lado a otro, como buscando alivio y sólo mientras la compresa estaba fría dejaba de hacerlo aliviada, pero en cuanto se calentaba por la fiebre volvía a moverse y ligeros gemidos salían de sus labios.

 

_ ¿Puedo ayudar en algo?

_ Gracias, padrino, por favor podría…- calló sin poder seguir

_ No te preocupes, hijo, lo haré- le aseguró su padrino comprendiendo lo que  su ahijado quería pero no se atrevía a decir- Regresaré a Barranquillas, pero vendré mañana a saber como sigue.

_ Gracias, padrino, en verdad necesito  de Su ayuda- le confesó Manuel.

 

Y fue esta casi confesión lo que le dio real conciencia de la gravedad del caso a Don Urbano, y  más aún de lo realmente asustado que se encontraba Manuel

Toda la noche lucharon por bajarle la fiebre a Matilde, pero luchaba contra dos heridas. Los paños se secaban casi al instante de colocárselos en la frente y aunque no profería ni una palabra no dejaban de salir  gemidos de dolor de sus labios. Manuel y Prudencia se afanaban tratando de refrescarla, pero la fiebre no cedía terreno.

Hacia la media noche Esperanza  llegó a preguntar por  la salud de Matilde y para ver si Doña Prudencia podía ir a ver a Manuelito que tenía pesadillas y clamaba por su mamá. Manuel se quedó solo con Matilde y su angustia era tanta que ya no pudo contenerse más tiempo.

 

Desesperado, con dos lágrimas corriendo por sus mejillas miró hacia el crucifijo que había en la habitación y le pidió a Dios:

 

_ ¡Por favor, Dios mío, por favor, no me la quites! ¡No te la lleves! ¡Mis hijos van a necesitar a su madre, así como yo  siempre necesité a la mía! ¡Tú me  la quitaste cuando acabas de dármela! ¡No se la quites a ellos! ¡No es justo, señor! ¿Por qué te has ensañado así con nosotros? ¿Acaso no te es suficiente todo lo que hemos pasado para poder estar juntos? ¿A cuántas pruebas más  nos vas a someter? ¡Ya es suficiente, Señor! ¡Mi familia se merece vivir en paz! ¡Sé que he sido, orgulloso, terco, duro; pero solo así he podido sobrevivir y Tú lo sabes! ¡Me he criado sin afectos, sin familia, añorando la que ahora tengo, no me la quites! ¡Si me ayudas, te prometo que voy a hacer lo que sea, lo que sea, para que Matilde y nuestros hijos sean felices!

 

Acariciando las manos calientes de su esposa, besó sus ojos cerrados, su frente, sus labios y muy junto a su rostro le suplicó:

 

_ ¡Matilde, por lo que más quieras, tienes que luchar! ¡No te des por vencida! ¡Perdóname, por ser un bruto, un necio, por no haberte cuidado más! ¡Quiero que sepas que te creo, que te amo por sobre todas las cosas! ¡Te necesito! ¡Eres la luz de mis ojos, el aire que respiro,  mi corazón, mi alma, mi vida entera! ¡Perdóname mi amor, te juro que nunca más, jamás, volveré a dudar de tu amor, perdóname!

¡Por lo que más quieras, Matilde, despierta! ¡Aférrate a las ganas de vivir por nuestros  hijos! ¡Ellos te necesitan! ¡Vive por ti, por nuestros hijos,  por mí!

 

Notando que la fiebre no cedía, desesperado,  decidió tomar una medida drástica. Llamó con la campanilla y mandó buscar  a Silvano, cuando llegó le pidió que trajeran varios baldes de agua del pozo del patio trasero de la hacienda que era de un manantial subterráneo y que llenaran la tina del cuarto de baño. Le pidió a Prudencia, que había regresado del cuarto de su hijo que hiciera nuevos vendajes pues los iban a necesitar y cuando todo estuvo preparado fue a por Matilde

 

_ ¿Qué vas a hacer Manuel?- preguntó Prudencia asustada al ver que le quitaba las cobijas a su sobrina.

 

Manuel miró a su esposa que tenía fuertes temblores y volviendo la cabeza le explicó

 

_ ¡Voy a meter a Matilde en la tina de agua fría que mandé preparar en el baño!

_ ¿Te has vuelto loco, Manuel?- le gritó espantada-¡La vas a matar!

_ Tengo que hacerlo Doña Prudencia!- le explico vehemente y desesperado- ¡Si continúa subiendo la fiebre, Matilde puede morir! Las compresas no están haciendo ningún efecto. ¡Es necesario hacer algo drástico! ¡No podemos seguir esperando!

_ ¿Has hecho esto antes, verdad?- Prudencia se retorció las manos angustiada

_ No-reconoció Manuel y agregó- Debo tomar una decisión, Doña Prudencia. Se lo que pasará si sigue la fiebre y no hacemos nada, debo intentar otro recurso ahora.

_ ¿Pero podría morir en lugar de mejorar verdad?

_ ¡Si – le contestó simplemente- pero al menos le daría una posibilidad y no pienso perder al amor de mi vida sin luchar!

 

Tomó entre sus brazos a Matilde y se dirigió al cuarto de baño seguido de Prudencia.

 

_ Sosténgale la cabeza y los cabellos para que no se le mojen- le pidió a la tía

 

Al sumergirla hasta los hombros en el agua helada, Matilde tuvo una violenta sacudida y los temblores se tornaron en más violentos.  Manuel comenzó a frotar el rostro con un paño mojado, mientras comprobaba que no se le mojara el vendaje de la cabeza.

 

_ ¿Cuánto tiempo la vas a tener en el agua?- le preguntó la tía

_ Sólo hasta sentirla fresca- le explicó- No quiero correr el riesgo de enfriarla demasiado y que coja una pulmonía.

 

Esperó varios minutos más y envolviéndola con una gran toalla la sacó de la tina y la llevó a la cama. Allí le quitaron el ropón empapado y le cambiaron el vendaje de las costillas. Manuel volvió a vendarla y ayudado por Prudencia le pusieron un ropón limpio y le pidió que continuara colocándole las compresas en la frente para aliviarle los dolores que la conmoción le producía.

 

 

 

La oscuridad era agradable. Al menos en ella no sentía dolor, un dolor agobiante que apretaba su cabeza como si fuera una tenaza de hierro hasta hacer la gemir y buscar alivio. Entonces aparecía el otro dolor, que se clavaba en su costado como hoja de cuchillo y casi no la dejaba respirar.

 

Muy lejos oyó una voz que la llamaba, pero no podía concentrarse para identificarla. Los párpados le pesaban como si estuvieran llenos de plomo y no podía abrir los ojos para ver quién la llamaba tan insistente. El dolor de cabeza se convirtió en algo realmente insoportable. Sentía que la cabeza estaba a punto de explotar y no podía hablar para llamar a nadie que viniese a ayudarla.

 

De repente sintió algo frío y húmedo sobre la frente que le quemaba pero a la vez le aliviaba el insoportable dolor. Otra vez escuchaba la voz llamándola con insistencia; creando en ella la necesidad de abrir los ojos, ver quien le hablaba, pero requería mucho esfuerzo y ella estaba muy cansada. Además la oscuridad le ofrecía descanso y la alejaba de una sensación de sufrimiento, la alejaba del dolor. Era más fácil dejarse llevar por  ella y descansar, no oír la voz que seguía llamándola, descansar.

 

 

_ ¡La fiebre ha comenzado a bajar!- le comunicó Manuel a Prudencia con un suspiro de alivio al comprobar que solo una ligera calentura  se mantenía luego de varias horas de haberle dado el baño de tina.

_ ¡Gracias a Dios!- exclamó Doña Prudencia con alegría y sorpresa

 

Manuel le apretó una mano con una media sonrisa que mostraba su alivio, pero que era un poco reservada. Matilde aún no recobraba el conocimiento, pero que la fiebre  bajara era un síntoma innegable de mejoría. Confiaba en que pronto despertaría.  Miró la hora. Eran las cuatro de la madrugada del segundo día y había sido una noche larga y difícil y tanto él como Prudencia estaban agotados. Tenía los ojos hinchados de sueños y todo el cuerpo engarrotado por la tensión.

 

Prudencia también estaba cansada, pero el ver el ceño distendido de Manuel la tranquilizaba, después de verlo  toda la noche fruncido. Trató de estirarse disimuladamente, pero Manuel lo notó.

 

_ Vaya a descansar, Doña Prudencia- le pidió- Yo me quedo velándola. Está usted muy cansada

_ Tú también lo estás. Ve a dormir un poco, yo la cuido- se negó

_ No sea usted necia, yo soy el doctor y aún no puedo dejar a Matilde. Es cierto que el peligro está pasando y me atrevería a asegurar que despertará pronto. No tiene caso que velemos los dos. Si despierta prometo avisarle

_  ¿Lo prometes de veras?

_ Por supuesto. Vaya a descansar

 

Solo en el cuarto se sentó junto a Matilde para seguir cambiándole las compresas. Notó que hacía un tiempo que no se quejaba, lo cual era otro buen síntoma; quería decir que la conmoción estaba cediendo.

 

_ ¡Despierta mi vida! ¡Despierta amor mío! ¡Te necesito! ¡Necesito tu sonrisa, tus ojos, tus besos! ¡Necesito pedirte perdón y explicarte que te amo, que te creo! ¡Necesito jurarte que nunca, jamás, volveré a dudar de tu amor por mi! ¡Necesito que me perdones!

¡Quiero que sepas que reconozco que soy responsable, que no te cuidé lo suficiente, que tal vez no había entendido lo que significabas  para mi, realmente hasta este momento! ¡Que no estuve a tu lado cuando me necesitabas, que tal vez no te escuché como tú esperabas! ¡Pero quiero que sepas que nunca he dejado de amarte ni por un instante!

Y es este amor que siento por ti lo que me hace perder la cabeza cuando algo te pasa, y ahí voy con mis arranques y mis celos y tratando de evitar que sufras, soy yo quien te provoca más sufrimiento. Y con la noticia que me diste se me olvidó que yo te amaba, que tú eras la victima y en mi furia me descuidé y no te di el consuelo que venías a buscar en mí. ¡Lo siento, amor mío, perdóname! ¡Te amo!

 

 

La voz era agradable, un susurro que la envolvía y creaba en ella una sensación de paz. El miedo que sentía inexplicable apretando su corazón desaparecía ante la voz. Y ya no le dolía tanto la cabeza, aunque el dolor en el pecho se mantenía, pero si respiraba suavemente se volvía soportable. Divisaba una claridad tras los párpados cerrados e hizo un esfuerzo para abrirlos, pero no podía, aún pesaban mucho.

Quería responderle. Sabía que estaba sufriendo. Lo conocía y algo se agitaba en su pecho al oírlo. Trató de hablarle. Sentía los labios resecos y pegados, la lengua seca y áspera. Le costaba mucho pronunciar sonido, pero necesitaba con desesperación hablarle.

Hizo un esfuerzo y logró pasar la punta de la lengua humedecida con  esfuerzo, por los labios y poco a poco logró entreabrirlos. Descansó unos instantes. Volvió a la tarea de humedecer los labios y lentamente moduló los sonidos, roncos y entrecortados que formaban las sílabas de la única palabra que quería  pronunciar:

 

_ ¡Ma…Manu…..Manuel!

 

 

Manuel que no esperaba semejante reacción a sus palabras se inclinó sobre ella, con alegría, emocionado.

 

_ ¡Matilde! ¡Matilde!- le llamó mientras chequeaba sus signos vitales lleno de alegría- ¡Despertaste!

 

Pero Matilde no le contestó, el esfuerzo había sido  mucho y estaba exhausta. Hasta sonreír le costaba un gran gasto de energías, pero logró hacerlo. Manuel sirvió un poco de agua en un vaso y se lo acercó para que bebiera unos sorbos. Ella pudo pasar unos pocos. Trató de hablar pero él no la dejó. Besó sus labios con suavidad y le dijo quedamente

 

_ ¡No, no hables! ¡Descansa ahora! ¡Hablaremos más tarde, cuando te sientas más fuerte!- besó sus manos y agregó- ¡Mi Matilde, te amo tanto! ¡No sabes cuanto te  he extrañado! 

 

 

Un poco después Prudencia entró en la recámara, descansada luego de dormir varias horas. Y dispuesta a obligar a Manuel a que se fuera a descansar unas horas, más  al entrar la imagen que se encontró llenó de ternura su corazón y una tierna sonrisa afloró a sus labios. Se llevó las manos al pecho con alegría.

 

Manuel estaba dormido sentado en el sillón. Su cabeza descansaba sobre su brazo doblado y su otro brazo se estiraba sobre el lecho hasta que su mano sostenía la mano de Matilde, quien ya tenía un poco de mejor color. Se veía relajado, tranquilo.

 

Se acercó sin hacer ruido y comprobó que finalmente la fiebre había desaparecido. Buscó unas sábanas y con cuidado para no despertarlo cubrió a Manuel con ellas y salio de la habitación cerrando la puerta con cuidado

 

Fue hasta la cocina para ordenar se hiciera un caldito de gallina para su sobrina. Estaba segura que más temprano que tarde lo iban a pedir de la habitación de Matilde. Jacinta, Seferina y otras de las trabajadoras de la hacienda estaban sentadas en la cocina, muy juntas y silenciosas. En cuanto la vieron llegar, Jacinta salió a su encuentro con la preocupación reflejada en el rostro y siendo el suyo el espejo de los rostros de las demás.

 

_ Buenos días, señora- saludó a Prudencia- con el perdón de usted, pero todas quisiéramos saber de la patrona.

 

Prudencia paseó la mirada  sobre todas y caminó hasta colocarse en una posición donde todas la pudieran escuchar bien. Les sonrió y les comunicó_

 

_ Mi sobrina se encuentra mucho mejor. La fiebre ha desaparecido y estoy segura que despertará pronto. Por eso mismo  hay que poner manos a la obra y tenerlo todo listo- y comenzó a dar órdenes-  Por favor Jacinta, ponga a hacer un caldito de gallina  para Matilde y tú, Seferina, prepara el desayuno para Don Manuel. Una de ustedes vaya a buscar a Don Silvano y otra vaya por unas naranjas para hacer un refresco. Tú ve a preparar la habitación de huéspedes para que el patrón pueda echarse a descansar.

 

En un momento la cocina, antes tranquila, se volvió un hervidero de actividad y poco después en toda la hacienda se sabía la noticia de la mejoría de la patrona.  Prudencia y Jacinta pusieron manos a la obra. Ambas recordaron como unos años atrás ella había bajado a la cocina con el mismo pedido y juntas había hecho el caldito, solo que esa vez el enfermo había sido Manuel.

 

Prudencia salió al jardín para recoger unas flores para poner en  la habitación de Matilde. Escogió rosas y lirios de suave aroma pensando, con acierto, que flores de un perfume muy fuerte podrían molestar a la enferma.

 

De regreso se encontró con Silvano que ya sabía la noticia.

 

_ ¡Me dijeron que la señora Matilde está mejor!- le dijo él

_ Si, Silvano- le contó Prudencia- Anoche pasamos un buen susto porque la fiebre le subió mucho, pero Manuel resolvió el problema de la fiebre  dándole un baño con agua del pozo y  ya hoy amaneció sin ella..

_ Gracias a Dios- exclamó contento- Mandó usted por mi

_ Si, es necesario que le mande aviso al padre Urbano para que venga.

_ ¿Pasa algo?- preguntó extrañado

_ Quiero que me ayude a convencer a Manuel para que se acueste a descansar. ¡Está extenuado, pero como es muy terco no quiere ir a dormir un poco. Si sigue así entonces tendremos dos enfermos en lugar de uno.

_ Manuelito siempre ha sido terco- sonrió Silvano- Cuando se le mete algo en la cabeza no hay quien le quite la idea. A veces ni el padrecito lograba hacerlo desistir. Solo conozco a una persona capaz de lograrlo.

_ ¿Quién?- pegunto ella

_ Su sobrina- le respondió con llaneza- Se le ha metido en la sangre.

_ Si- aceptó Prudencia- Se quieren. Por eso estoy segura que arreglarán sus diferencias. ¡Dios quiera y sean las últimas que tengan!

_ ¿Y por qué fue el pleito ahora?- inquirió Silvano.

_ Cosas del pasado que no quedaron claras. Estoy segura que sabrán  arreglarse. Ellos se aman.-Afirmó y subió las escaleras.

 

Poco a poco, con mucho cuidado, fue abriendo los ojos.  Ya no era de noche aunque la luz del sol estaba atenuada por las ventanas cerradas y las cortinas echadas.  Intentó mover la cabeza y una fuerte punzada la inmovilizó.  Trató nuevamente, pero esta vez más lentamente. Tenía la vista nublada, pero poco a poco se le iba aclarando y los objetos se fueron definiendo. Notó que algo sostenía su mano y giró la cabeza en esa dirección para ver.

 

Alguien estaba a su lado. Solo podía ver su espeso cabello negro y la cabeza que descansaba sobre un brazo y otro que se alargaba hacia ella y sostenía su mano. La persona, fuera quien fuera, estaba dormida. Podía oír su respiración  tranquila y pausada.

 

No recordaba haber llegado hasta ahí. De hecho no recordaba que había pasado y cuando trató de hacer un esfuerzo por recordar  sintió otra vez la punzada de dolor. Miró las cortinas de encaje del lecho, los muebles, los adornos, el jarrón de flores, pero no reconocía el lugar, de hecho no reconocía a la persona que dormía a su lado sosteniendo su mano.

 

Trató de recordar que había pasado, pero los recuerdos y las ideas eran una masa confusa en su cabeza y no lograba darles un lugar o un orden lógico en su cerebro. Tomó aire e intentó relajarse, pero el miedo se abría paso en su corazón. Hizo un intento para ver cuál era su propio nombre y el pánico la invadió al no poder recordarlo. El dolor de cabeza apareció como una masa de hierro apretándole  la cabeza como un lazo y nublándole la vista nuevamente. Cerró los ojos buscando alivio, pero no lo halló, al contrario, aumentaba en intensidad y desesperada landó un gemido sollozante.

 

Manuel, despertó asustado al oírla. Se incorporó de un salto y se acercó a ella.

 

_ Matilde, Matilde, ¿qué tienes?- le preguntó mientras la revisaba- ¿Sientes dolor?

 

Ella logró responderle, pero sin abrir los ojos. El dolor era demasiado fuerte, aunque el sonido de la voz del hombre le había producido una sensación de tranquilidad, que no sabía explicar, pero que le hacía mucho bien; más el dolor persistía y ya casi era algo insoportable.

 

_ ¡Me duele mucho!

_ ¿Dónde te duele? ¿La cabeza?- le preguntó mientras disolvía unos polvos en un poco de agua, en un vaso. Ella  le respondió afirmativamente.

 

Con mucho cuidado y ternura la incorporó y acerco el vaso a sus labios. La ayudó a beber hablándole suavemente, para calmarla.  La acostó nuevamente y secó con sus labios las lágrimas que se deslizaban para escurrirse en el vendaje que protegía su herida. La medicina la haría dormir, pero ya había despertado y esa era la mejor noticia que había tenido en dos días

 

_ ¡Bebe esta medicina! Te quitará el dolor de cabeza.

 

El dolor comenzaba a ceder, poco a poco, la presión en su cabeza cedía. Y con ello y la voz suave, dulce, tierna del hombre que no se había separado de su lado, se hizo la luz en su cerebro y lo recordó todo. Su nombre, su casa, sus hijos, la caída por las escaleras y la pelea con su marido. ¡Su  marido! ¡Manuel!

 

_ ¡Manuel!- exclamó con alivio y sintió la mano de su esposo sosteniendo y apretando la suya y sus besos en la frente- 

Publicado por angelitafer5
Publicado el 27/03/2009 11:53 - Total Temas: 59 - Total Mensajes: 247

GRACIAS, MUY BUENO. FELIZ FIN DE SEMANA. BESOS. MACARENA

Publicado por macarena
Publicado el 27/03/2009 12:03 - Total Temas: 1930 - Total Mensajes: 43249

El dolor comenzaba a ceder, poco a poco, la presión en su cabeza cedía. Y con ello y la voz suave, dulce, tierna del hombre que no se había separado de su lado, se hizo la luz en su cerebro y lo recordó todo. Su nombre, su casa, sus hijos, la caída por las escaleras y la pelea con su marido. ¡Su  marido! ¡Manuel!

 

_ ¡Manuel!- exclamó con alivio y sintió la mano de su esposo sosteniendo y apretando la suya y sus besos en la frente- ¡Manuel!

_ ¡Calma, tranquila, mi vida! ¡No te alteres, debes descansar!

_ ¡Manuel, debo decirte…!

_ ¡Tranquila, amor mío, no  te preocupes! Se que tenemos muchas cosas por decirnos, pero ahora no es el momento. Todavía estás débil. Hablaremos en cuanto te encuentres un poco mejor.  Solo quiero que sepas que te amo, tanto como tú me amas a mi. Descansa, yo estaré aquí cuando despiertes.

 

Poco a poco la vio relajarse y quedarse dormida, pero aferrada s su mano.  Trató de soltarse, pero Matilde gemía suavemente cada vez que lo intentaba y decidió quedarse junto a ella.

 

 

Suavemente, evitando hacer el menor ruido, Prudencia entró en la recamara seguida del padre Urbano. Una preciosa imagen los recibió. Manuel dormía recostado en la cabecera de la cama protegiendo con su cuerpo a su esposa. Su cabeza ladeada hacia el hombro mostraba en su rostro huellas de cansancio acrecentadas por la sombra de una barba incipiente y la necesidad de un rasurado.  Una de sus manos rodeaba la almohada de Matilde y la otra sujetaba la mano de su sobrina y descansaba en su regazo. También Matilde lucía mejor color.

 

_ ¿Ve lo que le decía, padre?- le preguntó Prudencia al Padre- ¡Este muchacho necesita descansar en una cama como Dios manda!

_ Tienes razón, hija, pero Manuel es más terco que una mula. Si no quiere irse a descansar a otra habitación, no hay  poder humano ni divino que lo logre- le contestó este.

_ Pero hay que hacer algo, padre. No se ha separado de ella desde que llegó anteayer en la mañana. No ha comido nada, ni siquiera ha bebido agua. Ha estado al pendiente de mi sobrina todo el tiempo.- se quejó Prudencia- Necesita descansar un poco. ¡Mírelo, está totalmente extenuado!

_ No estoy tan cansado que no pueda oírlos- se escuchó la voz de Manuel desde el lecho, sobresaltándolos.

 

Manuel abrió los ojos y les sonrió. Con sumo cuidado se incorporó y logró soltarse de la mano de su esposa. Comprobó la temperatura de Matilde y sonrió ampliamente, mirando a su padrino y a Prudencia. Se acercó a saludar a Don Urbano.

 

_ ¿Cómo sigue?

_ ¡Mucho mejor, gracias a Dios!- les informó- Ya recobró el conocimiento, pero como tenía mucho dolor le di unos polvos para que se le aliviara. Ahora esta durmiendo y ya no tiene fiebre.

_ ¡Gracias a Dios!- exclamó Urbano persignándose

_ ¡Gracias a Dios!- dijo Prudencia haciendo lo mismo y preguntó- ¿Has hablado con ella?

_ No, bueno si, solo unas palabras y mi nombre. Luego se quejó del dolor de cabeza.

 _ ¿Y tú como te sientes?- le preguntó su padrino- Ya me estaba diciendo Doña Prudencia que casi no has dormido ni comido en dos días por no separarte de tu esposa.

_ Cierto, Padrino, pero ¿Cómo cree usted que podría comer o dormir cuando la vida de mi mujer estaba en peligro?

_ ¿Pero tan grave fue?

_ Si, padrino. Los golpes en la cabeza pueden ser muy serios, además las facturas de las costillas añadían un peligro más.- le explicó Manuel y le dio una palmada en el hombro- Por fortuna parece que no será nada serio.

_ ¿Por qué no aprovechas que  Matilde está descansando, comes algo y duermes un poco?- le sugirió Prudencia- Yo me quedo con Mati.

 _ La verdad es que estoy cansado, pero no quisiera irme….- dudó Manuel

_ Vamos, hijo, necesitas dormir un poco, darte un baño y comer. Si te desfalleces de la debilidad, no podrás seguir atendiéndola y en lugar de un enfermo tendremos dos.

_ Ni tanto, padrino- negó Manuel

_ A ver, ¿Has visto a tus hijos en estos dos días?

_ No, y la verdad no he tenido cabeza para pensar en algo más que Matilde- reconoció él

_ ¿Lo ves? Tus hijos te necesitan en estos momentos y no puedes ir a verlos así. No seas necio. Anda, date un baño, come algo, ve a verlos y luego ven a ver a tu esposa y si todavía duerme, descansas un poco.

_ Anda Manuel, ve a descansar un rato, yo me quedo con ella,  y si despierta mando por ti.-le aseguró Prudencia- tienes el baño preparado y en la recámara de huéspedes que mandé preparar para ti, te espera una merienda.

_ Gracias Doña Prudencia- accedió Manuel  y le recomendó- Al menor cambio por favor mande por mi- ¿Me acompaña, Padrino?

_ Si, hijo, vamos.

 

 

Un rato después Manuel terminaba de vestirse y se preparaba para ir a ver a sus hijos, luego de darse un baño, afeitarse y comer. Don Urbano le había hecho compañía mientras lo hacía, esperando en la recámara a que terminara de bañarse.

_ Bueno, ahora que tu mujer despierte, ¿qué vas a hacer? ¿Lo dejarás todo por la paz o buscaras tener una conversación sobre lo sucedido como dos personas civilizadas y que se quieren?

_ No, Padrino, voy a conversar con Matilde. Estos dos días y la angustia que los acompañaron me han enseñado mucho. Antes pensaba que solo la maldad de la gente podría separarnos, pero me he dado cuenta que la providencia puede cambiar nuestras vidas en cuestiones de segundos. Además, quiero poner una piedra sobre el pasado, dejarlo atrás definitivamente y para eso Matilde y yo debemos exorcizar los fantasmas que quedan- le contestó

_ ¿Pero le vas a gritar y a no escucharla?- insistió  el padre

_ ¡Cómo cree, padrino! No, solo vamos a tener la conversación que debimos tener hace mucho tiempo.- le aseguró

_ Muy bien, hijo- lo alabó su padrino.

_ ¿Me acompaña a ver a los niños?- le ofreció Manuel al salir al pasillo

_ No, hijo, otro día será. Debo regresar al pueblo para atender a mis feligreses. En la tarde pasaré a saber como sigue Matilde. No te molestes en acompañarme conozco el camino. Anda ve a ver a tus hijos y luego duerme un poco- le dijo

_ Como usted diga. ¡Cuídese, por favor!- se despidió Manuel y se dirigió al cuarto de su hija, donde encontró a Manuelito junto con Esperanza y la nana de Rosario que en ese instante le daba una mamila a la niña.

 

Manuelito al ver a su papá corrió a su encuentro para saludarlo. No parecía preocupado, cosa que extrañó a Manuel. Esperanza se le acercó a preguntar

_ ¿Cómo sigue la señora Matilde?

_ Se encuentra mucho mejor. Ya volvió en sí  y la fiebre se la ha quitado.

_ ¿Mi mamita está enferma?- preguntó Manuelito extrañado

 

Manuel  miró a Esperanza  que le hizo un movimiento negativo con la cabeza dándole a entender que no sabía nada. Fuentes Guerra cogió a su hijo de la mano y se acercó a su hijita La tomó en brazos y le hizo rosquillitas en el cuello con cariño. La nena le atrapó el dedo y lo agarró fuertemente entre su manita, mientras una sonrisa desdentada y a la vez preciosa aparecía en su carita seguida de un feliz gorgueo. Caminó con los dos hasta el sillón donde se sentó. Ayudó al niño a acomodarse en su regazo y le dijo luego de besar la cabecita de la pequeña Rosario.

 

_ Mamá resbalo en las escaleras y se dio un fuerte golpe, pero ya está mucho mejor.

_ ¿Se cayó por mi culpa?- le preguntó asustado el niño

_ ¡No,  hijo, por supuesto que no! Tu mamita se cayó porque no se dio cuenta donde pisaba y resbaló- se apresuró a  tranquilizarlo- esas cosa pasan, por eso debes tener mucho cuidado cuando subas o bajes las escaleras, poner mucha atención y nunca, nunca jugar cerca de ellas. ¡Ah, y cuidar a tu hermanita para que no le ocurra a ella!

_ Si, papá- aceptó su hijo y le preguntó- ¿Puedo ir a ver a mi mamita ahora?

_ Ahora no, porque está descansando, pero te prometo que en cuanto despierte mandaré a buscarte para que vayas a verla junto con tu hermanita-le prometió Manuel. Le dio un beso y se levantó, para salir- Ahora ve a jugar ¿No es hora de tus clases de equitación?

_ Sí, papá- le respondió el niño con desgana. 

 

Manuel de acuclilló frente a él y lo obligó a mirarlo.

 

_ ¿Qué pasa Manuel?- le preguntó a su hijo mirándolo a los ojos

_ ¿De veras mi mamita no tiene nada malo?- le preguntó con lágrimas en los ojos el niño

_ Escúchame bien, hijo mío- le habló de manera segura y despacio, poniendo toda su convicción en lo que decía-  ¡Nunca me atrevería a mentirte en algo semejante! Tu mamá está bien, en estos momentos duerme, pero la verás en cuanto despierte. ¿Confías en tu padre?

_ Si, papito- le contestó firme Manuelito

_ Entonces ve a jugar y a tus clases. Te prometo que si tu mami despierta mandaré a por ti- le secó los ojitos y logró arrancarle una sonrisa y un abrazo bien apretado.

_ ¡Te quiero papá!- le susurró su hijo al oído mientras lo abrazaba

_ ¡Y yo a ti!- le contestó emocionado y casi al borde  de las lágrimas. Le dio unas palmadas en las nalgas mientras lo empujaba hacia su nana- ¡Anda, vete a jugar! ¡Lléveselo, Esperanza!

_ Con su permiso señor, vamos Manuelito-  lo llamó su nana y salieron juntos.

 

Manuel suspiró complacido. ¡Tenía un hijo magnífico! Matilde había hecho una buena labor con él y debía sentirse muy orgullosa por eso, tanto como se sentía él. Se levantó y se acercó a la nana de su hija que estaba  durmiéndola. Le dio un besito a la bebita que estaba ya casi totalmente dormida y salió de la habitación.

 

 

De regreso del cuarto de los niños pasó por el cuarto de Matilde y luego de revisarla y comprobar que seguía durmiendo fue prácticamente expulsado de la recámara por una Doña Prudencia totalmente furiosa que lo mandó como si fuese un crío a la cama y le cerró las puertas de la habitación en sus cara, diciéndole que no lo iba a dejar entrar sino después de que hubiera dormido un poco.

Manuel aceptó con una gran sonrisa. Le había hecho gracias ver a la señora tan esponjada como un buen gallo de pelea y por primera vez imponiéndosele. Lo  agradeció desde lo más profundo. Doña Prudencia le había recordado a su madre. Claro que Rosario no lo hubiera sacado de esa forma de la recámara, pero si habría estado insistiendo hasta que se hubiera ido a descansar.

 

Era de noche cuando despertó. Asustado y molesto por haber dormido tanto se lanzó fuera del lecho y corrió a su recámara. Prudencia tejía sentada cerca de la ventana y sonrió al verlo entrar.

 

_ No te apures, sigue dormida, pero no creo que tarde en despertar- le dijo tranquilizándolo

_ ¿Cómo ha seguido?- le preguntó él mientras se acercaba al lecho, comprobaba la temperatura y besaba a su esposa

 

Prudencia iba a responderle cuando…

 

_ ¡Manuel!- pronunció Matilde abriendo lentamente los ojos

_ ¡Matilde, mi vida!- exclamó contento y emocionado él-¡Despertaste!

_ ¡Manuel!, ¿Qué sucedió?- preguntó ella desorientada y tratando de tocar su cabeza vendada

_ ¡Mati, mi cielo!-la saludó feliz su tía

_ ¡Tía!- exclamó ella y esbozó una ligera sonrisa

_ ¡Calma!- le dijo Manuel deteniendo su mano y evitando que tocara el vendaje- Te caíste por las escaleras, ¿no lo recuerdas?

_ Si- le respondió luego de una pausa ella- Lo recuerdo, pero me duele la cabeza

_ Tienes una herida en la cabeza- le explicó su esposo- a la que tuve que darle varias puntadas y dos costillas fracturadas. Te diste un fuerte golpe en la cabeza y sufriste una conmoción, por eso te duele.

_ Estoy mareada- se quejó Matilde

_ Claro, es que has perdido mucha sangre y  no has comido nada- le dijo su tía

_ Doña prudencia- le pidió Manuel- Por favor podría traer ese caldito de gallina que mandó preparar para cuando Matilde despertara. Es justo lo que necesita para comenzar a reponerse

_ Por supuesto- le sonrió la señora- yo misma iré a traerlo

 

Besó a su sobrina y salió del cuarto. Manuel besó las manos de su esposa y las apretó contra sus mejillas.

 

_ ¡Dios mío, Matilde, no sabes cuan preocupados nos has tenido a todos!

_ ¿Cuánto tiempo llevo aquí?- le preguntó ella

_ Hace dos días- le respondió Manuel- Tuviste mucha fiebre y nos preocupaste mucho.

_ ¿Tú también?- le preguntó susurrante

_ ¿Acaso puedes dudarlo?- le respondió él mirándola a los ojos

_ Pensé que estabas enojado conmigo- le confesó ella- recuerdo que tuvimos una pelea y que saliste y yo, yo tengo que decirte que…

_ Después- la interrumpió Manuel colocando un dedo sobre sus labios para silenciarla- Ahora no es el momento para hablar sobre eso. Te prometo que en cuanto estés mejor lo haremos. Yo también tengo mucho que decirte sobre eso, pero acabas de sufrir una conmoción y es necesario que recuperes fuerzas.

_ Pero, Manuel, necesito decirte- intentó proseguir ella con el tema.

_ No, Matilde, por mucho deseo que tenga de que aclaremos este mal entendido no voy a poner en riesgo tu recuperación.- Manuel fue inflexible, pero agregó acariciando su rostro y besando sus dedos- solo puedo jurarte algo, yo te creo y te sigo amando como el primer día. Confía en mí. En cuanto te recuperes un poco hablaremos

_ ¿Lo prometes?- le preguntó ella sonriendo

_ ¡Te lo juro!- le aseguró él

 

En ese instante regresó Doña Prudencia con un plato de sopa y un poco de pan.

 

_ Aquí esta ya la comida- anunció la señora contenta colocando la bandeja en una mesita.

 

Manuel se levantó para cederle su lugar a la tía y que ésta pudiera alimentar a Matilde. Se volvió para salir cuando la voz de su mujer lo detuvo.

 

_ ¿Te vas?

_ Solo voy a salir unos momentos. Enseguida regreso, no te dejaré sola- le aseguró sonriendo.

 

Cuando salió, su tía la puso al corriente de lo sucedido, contándole todo.

 

_ No sabes lo asustado que estaba Manuel. No te dejó sola ni un segundo, No comió ni durmió hasta que estuviste fuera de peligro. Sólo hoy logré que lo hiciera y créeme, pensé que me echa ría de la hacienda.

_ ¿Por qué?

_ Por que lo corrí de aquí a cajas destempladas para obligarlo a que durmiera. en la habitación de huéspedes Ya no sabía quién estaba más pálido, si él o tú- le contó Prudencia.- No sabes cómo ha estado, desesperado, nervioso, ni cuando te ayudó a atraer al mundo a Rosarito lo vi así, estaba que no lo calentaba ni el sol.

_ ¿Me perdonará tía?- le preguntó Matilde entre cucharadas demostrando su temor- quise que habláramos de lo ocurrido, pero se opuso alegando lo mal que estuve.

_ No es alegar, mi cielo, estuviste muy mal, hasta llegamos a temer lo peor. Manuel tiene razón con decirte que esperes a estar más fuerte. No es una conversación fácil la que te espera y debes tener fuerzas para llevarla hasta el final-le convenció su tía- ¿Ya no quieres comer más?

_ No, tía, me siento llena, ya es suficiente- negó Matilde

_ Está bien- accedió Prudencia y se levanto para colocar la bandeja con el plato medio vacío en la mesita cercana a la puerta.

 Fue  ese momento el que escogió Matilde para tratar de incorporarse. El cambio de posición al bajar la cabeza le provocó una intensa y fuerte punzada de dolor y al mismo tiempo el movimiento hizo que se resintieran sus costillas fracturadas provocándole también un dolor como si le clavasen un cuchillo y se le cortó el aliento. Perdió el punto de apoyo y abría caído hacia delante si en ese preciso instante Manuel no hubiese abierto la puerta y al oír el alarido de dolor no hubiera corrido a sostenerla contra si, para evitar que cayese.

 

_ ¡Matilde!- le dijo mientras la levantaba en brazos y la acomodaba en la cama- ¿Qué intentabas hacer?

_ ¡Mati!- gritó Prudencia

_ ¡Me duele mucho la cabeza y el pecho!- se quejó Matilde entrecortadamente respirando con dificultad

_ Por supuesto. Amor mío, el dolor de cabeza responde al golpe tan fuerte que te diste al caer por las escaleras y el del pecho a dos costillas fracturadas- le explicó Manuel, sentado a su lado- respira despacio, lentamente y no profundo. Toma el aire en intervalos cortos y lentos, así, muy bien, así, despacio. ¿Disminuye el dolor del pecho?

_ Sí, pero mi cabeza- le dijo Mati

_ Te daré a beber unos polvos- le dijo Manuel mientras buscaba en su maletín y preparaba la medicina en un vaso que le alcanzaba Prudencia- Te darán sueño pero te quitarán el dolor de cabeza. ¡Bébelos, por favor!

 

Matilde bebió y Manuel se sentó a su lado en el lecho, pendiente de su menor gesto. Prudencia haciendo honor a su nombre se despidió de ellos y se fue a descansar dejándolos solos.

 

_ ¿Y los niños?- le preguntó Mati

_ Los dos están muy bien. Manuelito estuvo todo el día pendiente de que despertaras para venir a verte y Rosario tan hermosa como siempre- le contó Manuel mientras la arropaba.

_ ¡Pobrecito, debió llevarse un susto tremendo al verme!- recordó ella el momento de la caída

_ No, no lo supo- le dijo Manuel- Esperanza, gracias a Dios pudo entretenerlo y así no supo la gravedad  de lo ocurrido. Solo sabe que caíste de la escalera pero no te vio.

_ Esperanza, siempre tan pendiente de él- agradeció ella.- Fue una bendición que tu mamá la contratara.

_ Si- concordó él y luego le dijo apasionado- ¡Tuve tanto miedo de perderte!

_ ¡Manuel!- Matilde no lo podía creer- ¿Miedo, tú?

_ Si- confesó él escondiendo el rostro en su regazo- Un miedo terrible, que me llenaba de un frío pavoroso el corazón.

_ ¡Manuel! – exclamó dulce y tierna ella mientras acariciaba sus cabellos- Siempre has sido el mejor médico que he conocido, tranquilo, seguro, eficiente, fuerte.

_ Si, pero nunca he tenido en mis manos tu vida de esa forma, nunca había estado tan cerca de perderte. Al verte con tanta fiebre casi al punto del delirio y con esa conmoción que te impidió recobrar la conciencia antes, me sentí impotente y culpable.

_ ¿Culpable porqué?- no entendió Matilde

_ Por no haber sabido cuidarte- repuso

_ Manuel, fue un accidente. Los accidentes ocurren y nadie es culpable- trató de confortarlo

_ ¿Fue un accidente, Matilde, de verdad?- preguntó él mirándola a los ojos

_ ¡Claro que fue un accidente, mi vida!- le aseguró Matilde- estaba jugando con Manuelito y no me detuve a tiempo y pisé en falso. ¿Acaso pensaste que  no había sido así?

_ Por un momento pensé que yo había tenido la culpa. Cuando salí esa mañana de nuestra recámara, me pareció que me seguiste y no me detuve. No sabes cómo me sentí cuando supe lo que había pasado.

_ Pero mi tía debió decirte lo sucedido- se extrañó Matilde

_ Lo hizo, pero no le creí- confesó él- pensé que ella me estaba diciendo una mentira para no hacerme sentir peor.

_ No, Manuel- le confirmó Matilde tomando la cabeza de su marido entre sus manos- nunca escogería la puerta falsa para solucionar nuestros problemas; nunca más lo haré. Lo hice durante mucho tiempo y créeme las consecuencias no han sido nada buenas para nuestro matrimonio. Necesitamos hablar, necesito explicarte y que me escuches.

_ Lo sé mi vida, y te juro que en cuanto te sientas más repuesta lo haremos- aceptó él y la vio tratar de retener un bostezo – Ahora duerme. ¿Se te ha quitado ya el dolor de cabeza?

_ Si, pero quiero que te acuestes a mi lado.  Mi tía me dijo que habías estado durmiendo hoy en otra recámar

Publicado por angelitafer5
Publicado el 27/03/2009 12:04 - Total Temas: 59 - Total Mensajes: 247

Si, pero quiero que te acuestes a mi lado.  Mi tía me dijo que habías estado durmiendo hoy en otra recámara, pero no tienes necesidad de eso, ¿verdad?

_ No, Mati, hoy y siempre dormiré a tu lado- le aseguró Manuel.

 

Dos días después Matilde estaba lo suficientemente recuperada para permanecer semisentada en el lecho. Cada mañana Manuelito y Rosario iban a ver a su mamá y aunque Mati no podía sostener en brazos a la nena era muy feliz de tenerlos a los dos consigo durante casi una hora.

 

Manuel la revisaba cada mañana y siempre le daba las buenas noticias de que las costillas estaban sanando muy bien. Ya casi no sentía dolor, sólo una pequeña molestia que podía evitar si no hacía movimientos bruscos.

 

Esa tarde Manuel decidió que había llegado el momento de aclarar lo ocurrido. Matilde ya no había vuelto a tener dolores de cabeza y parecía que no habían quedado consecuencias del golpe. Tenía muy buen color y se estaba alimentando muy bien, ya no se quejaba de cansancio y los períodos de sueños para recuperar fuerza se hacían menores y cada vez más espaciados entre si.

Mandó preparar un lecho en el rincón del jardín que más le gustaba a Matilde cerca de la fuente, bajo los árboles y cerca de los rosales, pero lejos de oídos indiscretos. Pidió les prepararan un refrigerio y que lo llevaran allí y que en cuanto estuviera listo le avisaran.

 

Matilde en ese mismo instante mantenía una conversación con su tía sobre el tema.

 

_ Mati, ya estás mucho mejor y tienes más fuerzas. Creo que en cualquier momento tu marido te buscará para hablar sobre ese tema y me parece que hay varias cosas que no has pensado.

_ ¿De que hablas tía?- quiso saber Matilde

_ Verás. He estado pensando y haciendo memoria sobre muchas cosa que han pasado y que creo que te han podido servir para confundirte. Mira, hija, siempre has visto a Solís como tu amigo, protector, aquel con el que siempre has podido contar para sacarte a ti o a tu marido de apuros, ¿Cierto?

_ Bueno, tía, Adolfo, siempre lo hizo. Salvó la vida de Manuel muchas veces, tú lo sabes- le recordó confundida Matilde sin pode entender a dónde quería llegar su tía.

_ Sí, pero he estado pensando y Adolfo no fue totalmente  leal en su actuar, hija- declaró Prudencia

_ ¿Qué quieres decir? ¿A qué te refieres? ¡Explícate!- le urgió su sobrina

_ No te alteres- la calmó- solo quiero que pongas las cosas  en su justo lugar. Escúchame y piensa sin interrumpirme. Veamos, Adolfo trajo herido a Manuel a la hacienda cuando la emboscada en el Paso del Coyote. Pudo haberlo matado, pero eso lo habría hecho quedar como posible asesino antes tus ojos; sin embargo  sus heridas eran tan graves que podía morir de muerte natural y él quedar como un héroe a tus ojos. Lo que él no podía saber era que Manuel resultara tan fuerte y se salvara.

Cuando el intento del alcalde Adolfo no pudo matar a Manuel, por que en cuanto lo hubiera hecho ese hombre lo habría matado a él. La única solución era matar a Quintero, aunque con eso revelara su presencia y no pudiera matar a tu marido. Otra vez quedaba como héroe a tus ojos y Manuel volvía a quedar en deuda con él. Además ya había renunciado a ti y sabía que estabas esperando un hijo.

Cuando el lío del disparo el día del duelo, no lo acusó porque conociendo a Manuel como creo que llegó a conocerlo el tiempo que vivió aquí, sabía que era incapaz de tal infamia, pero también supo que sobre tu marido pesaba una sospecha tal, que de ser cierta, te dejaría viuda y él no tendría nada que ver con su muerte. Ésta vez el único culpable de lo que sucediera sería el mismo Manuel. Otra vez no contó con tu amor y los amigos, que harían hasta lo imposible por lograr que salieran ilesos de la amenaza.

Cuando regresaste a casa a buscar a Manuelito, Adolfo prometió ayudarte a encontrarlo, pero nunca te dio una pista de lo cerca que quedaba el fuerte donde Manuel tenía que entregarse. Podías haberle avisado a tiempo e impedir que se entregara por gusto

_ Pero le dio un caballo a Chuy para que llegara a tiempo al campamento y que pudiera evitarlo- exclamó ella

_ No creo que Adolfo haya sido una mala persona, hija. Sólo creo que las circunstancias jugaron de manera extraña poniéndolo siempre en una situación muy difícil y que él solo quiso que guardaras un buen recuerdo suyo, de ese primer amor tuyo que para él fue eterno porque no le dio la posibilidad a ningún otro de florecer en su corazón- agregó al ver la cara seria y concentrada de su sobrina- ¿continúo?

_ Si, tía, por favor- le pidió ella meditabunda

_ Creo que lo pasado esa noche entre ustedes fue producto de la desesperación. Te había creído segura, toda suya y Manuel resurgía de entre los muertos para quitarle nuevamente la oportunidad, reclamándote y peor aún, tú lo recibías con los brazos abiertos.

_ Pero entonces, ¿porqué lo salvó del pelotón de fusilamiento?-le preguntó Matilde- no lo entiendo, tía. Si me quería para él y yo misma me le ofrecí con tal de que salvara a Manuel. No aceptó mi propuesta

_ ¿De veras no lo sabes?- le preguntó su tía con intención- contéstame una pregunta. ¿Adolfo nunca te pidió que te fugaras con él? Quiero decir  cuando tenían relaciones a escondidas antes de casarte.

_ Si una noche luego de que mi mamá le impidiera hablar con mi padre- confirmó Matilde.

_ Y por supuesto te negaste- continuó Prudencia

_ Es que estaba mal tía- exclamó Mati

_ Y sin embargo, años después, para salvar la vida de tu marido le propones algo vergonzoso y estás dispuesta a arrastrar tu buen nombre y el de tu familia sin ningún temor. Tu ofrecimiento fue la certeza absoluta para él de que te había perdido para siempre e hizo lo que había hecho toda su vida, quedar como un héroe ante tus ojos y lo salvó. ¡Piénsalo!

 

El silencio reinó por un largo rato en la recámara. Matilde abrazada a un cojín pensaba en todas las cosa que le había dicho su tía y que cambiaban por entero su percepción de las cosas ocurridas. Recordó los instantes de felicidad vividos con Adolfo y también las angustias sufridas. Y por primera vez vio a su ex novio como un hombre que había cometido errores y que debatiéndose en el centro de una tormenta emocional y moral, no siempre había sabido tomar las mejores decisiones, pero que siempre pensó que hacía lo correcto hasta que la vida se empeñaba en mostrarle lo equivocado que estaba. Conoció al Adolfo humano y con ello pudo perdonarlo y quererlo como el primer amor que queda como un dulce recuerdo, pero que no es un lastre en la vida diaria. Y pudo entender cómo se sentía Manuel con respecto a ese asunto.

 

_ ¡Gracias, tía!- le dijo- tienes razón

_ Si esto que te dije sirve para que puedas ver las cosas como las ve tu marido y puedan entenderse entonces me alegro de habértelas dicho- la besó su tía en las mejillas.

 

Un llamado a la puerta las interrumpió y Manuel entró muy risueño. El rostro de Matilde se iluminó al verlo, cosa que él notó al momento y lo hizo muy feliz.

 

_ Perdón si las interrumpo, pero vengo a secuestrar a mi mujer, Doña Prudencia

_ ¡Secuestrarla!- exclamó la señora riendo de tal ocurrencia

_ Así es, porque he venido a buscarla para que pase el resto de la mañana en el jardín conmigo. He mandado preparar un día de campo, pero como Matilde aún no está en condiciones de aguantar un viaje en coche, he reservado un lugar en el jardín con todas las comodidades necesarias para hacerlo.

_ ¡Qué maravilla!- dijo la señora entusiasmada- es una gran idea

_ ¿Quieres pasar el día conmigo?- le preguntó Manuel a su mujer

_ Si, Manuel, si- accedió contenta- ¿Y como voy a llegar allí?

_Si usted no se opone a que la lleve en brazos- bromeó Manuel- para mí sería un verdadero placer, señora.

_ Entonces espera a que se ponga una bata- le pidió Prudencia pues Matilde solo tenía ojos para su marido y él solo para ella.

_ Doña Prudencia sólo quisiera pedirle un favor- se volvió hacia ella

_ Lo que quieras Manuel.

_ En esta casa,  todos tiene la costumbre de molestar cuando menos oportunos pueden ser. ¿Podría usted, ocuparse de pedir a todos que no nos molesten bajo ningún motivo? Y espero que esta vez no haya robos en Santa Rita ni nada parecido-agregó mirando a su esposa con ojos pícaros mientras la hacía recordar el día a que hacía referencia y lo que estuvo a punto de suceder en el despacho.

_ No te preocupes Manuel, me encargaré de eso. Ustedes salgan y aprovechen el día. Tienen mucho de que hablar.

 

Abrigada con una preciosa bata nueva de satén verde esmeralda de mangas largas en forma de campana y cuello de encaje blanco y abrazada del cuello de Manuel, Matilde fue depositada con sumo cuidado en  el lecho de mantas y cojines que había mandado a preparar y Manuel se sentó a su lado.

 

_ ¡Qué hermoso!- exclamó Matilde al mirar en derredor y sentir la caricia del aire tibio de la mañana lleno de los deliciosos olores de las flores- ¡Es maravilloso estar aquí!

_ ¿Te gusta?- le preguntó Manuel sonriente mientras la arropaba con una manta

_ ¡Manuel, es lo más hermoso que se te podía ocurrir! Tenía muchos deseos de levantarme de la cama. ¡Te lo agradezco tanto!- le dijo entusiasmada.

_ Bueno, organicé esto no solo por sacarte de la cama, sino porque tenemos una conversación pendiente y quería que la tuviéramos  en un lugar tranquilo y lejos de oídos indiscretos- le comunicó Manuel- Pensé que nuestro lugar en el río sería el sitio ideal, pero tus costillas aún no han soldado del todo y no estás en condiciones de aguantar un viaje en coche., pero te prometí que hablaríamos de esto en cuanto estuvieras en condiciones y….

_ Siempre has cumplido las promesas que me has hecho- le dijo ella tomando una de sus manos y sonriéndole- ¡Yo también quiero que hablemos!

 

 

Matilde esperó a que Manuel se sentara a su lado y él al hacerlo le entregó una rosa luego de besar sus pétalos sonriendo y sin apartar los ojos de ella. Mati la recibió y posó sus labios donde mismo habían estado los de su esposo y los dos rompieron a reír.

 

_ ¡Dios! ¡Eres tan linda! ¡Tan linda!- exclamó de repente Manuel al mirarla reír y ver rizos de su cabello revoloteando alrededor de su rostro por la brisa-  Tan hermosa coma la primera vez que te vi. Ibas por la plaza de Ciudad Trinidad con tu hermano. Fuiste a ayudar a un niño que se había caído y lo consolaste hasta que llegó su madre. ¡Eras lo más hermoso que había visto en mi vida y desde ese mismo instante quedé enamorado de ti!.

_ ¡Manuel!- se sonrojó Matilde

_ Tres meses después volví a verte- continuó contándole- Había pasado todo ese tiempo trabajando en San Cayetano y Santa Rita y tu imagen aparecía en mi mente mucho más frecuentemente de lo que quería. Hasta llegué a pensar que había idealizado tu imagen con el recuerdo y la distancia….y entonces te vi.

Ibas saliendo de tu casa. Estabas parada en la entrada de la calle, esperando a alguien y yo pasé en mi coche frente a tu puerta. Estabas mucho más hermosa de lo que recordaba y decidí buscar la manera de conocerte.

_ Lo recuerdas-  susurró ella conmovida

_ ¿Cómo olvidar los dos días  que hicieron que mi vida cambiara para siempre? ¡Eres la visión más hermosa que he tenido; vayas vestida de rosa o de azul!- se extraño él

_ Yo tampoco puedo negar que me impresionaste desde la primera vez que te vi- se atrevió a confesar Mati- Eras el hombre más apuesto de aquella reunión. Al verte sentí un… no se cómo explicarlo,  una especie de presentimiento y no podía dejar de mirarte.

_ ¿De verdad?

_ Si, solo que no podía saber  lo importante que iba a ser ese momento en mi vida.

_ Ahora quiero que sigamos las reglas de un juego que Sixto y yo jugábamos cuando vivíamos en la capital- le anunció Manuel.

_ ¿Un juego?- no entendió Matilde- Creí que querías que habláramos en serio.

_ Es un juego muy serio- le explicó Manuel- Cuando queríamos saber que le pasaba a uno de los dos, siempre lo invocábamos. Tiene reglas muy simples y son de absoluto cumplimiento. Se llama “Verdad o Deseo”.  Antes de hacer una pregunta se pregunta que se escoge. Si escoges verdad, debes decir la verdad sobre lo que el otro te pregunte; si escoges Deseo, tienes que pedir un deseo que el otro pueda satisfacer o entre los dos. Así Sixto me sacó muchos secretos que jamás hubiera sabido de otro modo- recordó él con resignación alegre- ¿Quieres que probemos? Podríamos convertirlo en nuestro juego.

_ Probemos, porque estoy dispuesta a que hoy todo lo que te diga sea una verdad absoluta, que entierre para siempre tus dudas- accedió Matilde- Empieza tú

_ ¿Verdad o deseo?- le preguntó Manuel mirándola seriamente

_ ¡Verdad!

_ ¿Por qué nunca me dijiste que Felipe Santamaría era Adolfo Solís?

_ Al principio porque temía que lo mataras o lo denunciaras a la guardia, después porque mi principal temor era que en un enfrentamiento entre ustedes él te matara o que tú te convirtieras en un asesino y por que temía que no me creyeras cuando te lo dijera y me echaras de tu lado. En aquel momento ya te amaba y por más que le pedí que se marchara no quería renunciar. Se negaba a reconocer que mis sentimientos  hacia él habían cambiado.

Comencé a vivir un infierno de miedos. Mientras no te quería, mientras pensaba que tú habías tomado parte en las intrigas que mi mamá y Humberto habían tramado para separarnos; mentirte me resultaba fácil. No me iría con él, pero tampoco me preocupaba que tú pudieras sufrir. Poco a poco me fuiste ganando con tu ternura, tu amor, las atenciones que siempre tenías para conmigo y eso me hacía sentir más culpable. Trataba de convencerlo de que se fuera, pero no quería creerme, pensaba que me quedaba a tu lado por las apariencias.- le contó ella muy seria y con tono de disculpa.

 

Manuel ahora comprendía el infierno por el que había tenido que pasar Matilde. Al comienzo de su relación ella sólo había conocido de él imposiciones y mal carácter. Habría sido un milagro si ella se hubiera atrevido a decirle lo que sucedía.

 

_ Yo sabía que te ocurría algo, pero tú no te abrías, no me confiabas tus temores.

_ ¿Cómo decírtelo? Tenía miedo a tu reacción. Todos me decían que te lo contara: tu madre, tu padrino, mi tía, pero siempre supe que cuando lo supieras no me entenderías y me echarías de casa.

_ Yeso mismo fue exactamente lo que hice en cuanto lo supe- admitió Manuel arrepentido.

_ Era lógico que lo hicieras. Te sentiste engañado, herido, traicionado en tus sentimientos nuevamente.

_ Es tu turno de preguntar- le recordó Manuel

_ ¿Verdad o deseo?

_ Verdad- escogió Manuel

_ ¿De verdad crees que sigo a tu lado por tu dinero?- le preguntó Matilde

_ Al principio si lo pensé- le confesó Manuel jugando con una brizna de hierba-  Conocer la existencia de Solís para mi fue un duro golpe y luego ver cómo te transformaste para defender ese amor cuando impedí tu fuga con él el día de nuestra boda. Eras todo lo que yo había intuido que serías, pero me sentí traicionado en mi amor, humillado. Luego cuando después de tratar de huir de mi dos veces aquí, fui herido y en mi recuperación leí la carta que tu padre me envió, tú llegaste a decirme que te quedabas conmigo. Inmediatamente uní una cosa con otra. ¿Cómo iba yo a saber que en esos días que estuve más muerto que vivo, tu amor por mí había florecido?

_ No creo que florecieran “en esos días”. Fueron precisamente “esos días” y la posibilidad de perderte los que me abrieron los ojos a esa nueva realidad que era el cambio de mis sentimientos por ti.- le corrigió Matilde

_ Pero hace mucho tiempo que dejé de pensarlo- le  dijo su esposo y le cogió una mano para besársela.

_Es tu turno- le dijo Mati

_ ¿Verdad o deseo?

_ Verdad

_ ¿Por qué si siempre me reclamaste que te había tomado a la fuerza en nuestra noche de bodas, nunca has tenido una pesadilla?

_ ¡Manuel!- se ruborizó Matilde ante la pregunta

_ Contéstame, Mati. Es tu turno de responder y debes decir la verdad- le insistió él

_ Es que,  es que no me violaste, Manuel, no abusaste de mi- reconoció Matilde toda sonrojada- Esa noche, es cierto que tus intenciones eran tomarme a la fuerza, para desquitarte y humillarme como yo lo había hecho contigo. Pero algo cambió en tus besos, en tu forma de tocarme. No me forzaste, Manuel, porque aunque en ese momento no quise reconocerlo no sufrí con tu posesión. Fuiste dulce, tierno, gentil, considerado y a mi…. A mi… me gustó- agregó muy bajito y tapándose la cara roja de vergüenza.

_ ¡Matilde, mi Mati!- la descubrió él llenando su rostro de besos.- ¿Entonces por que me dijiste….?

_ ¡Por que se suponía que en ese momento te odiaba y que amaba a Adolfo! ¡Porque las mujeres decentes no debían sentir lo que tú me hiciste sentir esa noche!- le aclaró ella.- y me odié por haberlo disfrutado y quise herirte, porque tus caricias hicieron que olvidara al hombre al que creía amar. ¿Verdad o deseo?

_ Verdad

_ ¿Alguna vez pensaste en dejarme ir de regreso con mis padres?

_ Si, aunque no era lo que quería y traté de retrasar el momento lo más que pude para ver si lograba hacer que te enamoraras de mi, pero al ver tus continuos rechazos llegué a resignarme. Mi última esperanza era que la carta se perdieran en el correo y nunca llegara a manos de tu familia; por eso cuando me dijiste que tu tía Prudencia estaba en la hacienda, pensé que ya no tenía forma de retenerte a mi lado y que te marcharías. Para mí fue como si el sol hubiera dejado de brillar aseveró Fuentes Guerra- ¿Verdad o Deseo?

_ Verdad

_ ¿Qué sientes por Solís ahora?- le preguntó Manuel sin mirarla, como temiendo la respuesta

_ Hasta hace poco guardaba una imagen de él muy cercana a la que se tiene de un ángel guardián, por todo lo que nos había ayudado, ahora y luego de una platica con mi tía Prudencia, me he dado cuenta que Adolfo sólo puede ser para mi el recuerdo de mi primer amor. Un recuerdo bonito y dulce, pero que no deja nostalgia o dolor, sólo algo tierno.  Incluso traté de perdonar sus errores culpando a los demás, pero hoy tengo que reconocer que fue un buen hombre, que se equivocó y trató de actuar siempre cómo creyó que era correcto, pero que a veces, como puede ocurrir no lo logró-se inclinó hacia su marido y tomando su rostro entre sus manos la hizo mirarla-Adolfo siempre tendrá un lugar en mis recuerdos, Manuel, pero nunca amenazará nuestras vidas, ni el amor que siento por ti y por nuestros hijos. Ya ha muerto y solo Dios puede juzgar nuestras acciones buenas o malas, yo lo perdoné hace mucho tiempo ya.

¿Verdad o deseo?

_ Verdad- contestó Manuel

_ ¿Que sientes tú por Adolfo?

_ Al principio un odio terrible y unos celos irresistibles. Él tenía lo que yo más quería de ti: tu amor. Luego cuando lo conocí como mi administrador, llegue a simpatizar con él y admirar sus buenas cualidades, por eso me dolió tanto conocer del engaño. Cuando estuve con Amadeo, como tenía mucho tiempo para pensar, me di cuenta que de haber estado en su lugar tal vez habría hecho lo mismo y varias veces los dos nos confesamos que de no habernos enamorado los dos de ti, habríamos sido muy buenos amigos Ahora solo siento pena- agregó- En estos días que estuve a punto de perderte pude entender lo que él debió sentir cuando tuvo que reconocer que te había perdido. Era un buen hombre, Matilde, sólo que el destino nos jugó una mala pasada a los dos.

¿Verdad o deseo?

_ Deseo- escogió Matilde- deseo pedirte perdón por haber sido tan egoísta y cobarde, porque con mis miedos solo nos provoqué infelicidad y sufrimientos.  Deseo que confíes en mi y en mi amor.

_ Si, amor mío, confío en ti y nunca volverás a sentir temor de decirme nada- le aseguró Manuel

_Te toca

_ ¿Verdad o deseo?

_ Deseo, deseo pedirte perdón por mis arrebatos, mis celos y mi carácter endemoniado- le pidió Manuel- Deseo jurarte que nunca, nunca más dudaré de tu amor, que siempre confiaré en ti. Deseo pedirte que nunca exista un secreto entre nosotros, que confíes en mi así como yo confío en ti y que siempre,  siempre estaré  junto a ti y a nuestros hijos, hasta que Dios quiera llamarme a su lado.

_ ¡Te amo Manuel, te amo tanto!- le dijo Matilde sentada en las mantas

_ ¡Te amo Matilde! ¡Te amo más que a mi vida!- le declaró él mientras la besaba con pasión y lentamente la reclinaba en las almohadas y cojines sin dejar de besarla.

 

 

Prudencia asomada de lejos los vio besarse y sonrío a Silvano y al padre Urbano que estaban a su lado.

 

_ ¡Lo sabía, hay demasiado amor entre ellos! ¡No hay nada que el amor no logra solucionar!

_ ¡Alabado sea el Señor! Creo que ahora si esos dos testarudos podrán disfrutar del precioso matrimonio que tienen- declaró el padrecito

 

Silvano solo sonrió y levantando la mirada al cielo, susurró bien bajito

 

_ ¡Gracias Rosarito!

 

Publicado por angelitafer5
Publicado el 27/03/2009 12:06 - Total Temas: 59 - Total Mensajes: 247

GRACIAS ME GUSTA MUCHO LO QUE ESCRIBES.

BESOS

JANA


Publicado por JANA
Publicado el 27/03/2009 12:41 - Total Temas: 8511 - Total Mensajes: 51585

GRACIAS!!!!!

BESO´S

INGRISSS

Publicado por ingrisss
Publicado el 27/03/2009 13:48 - Total Temas: 37 - Total Mensajes: 1403

GRACIAS GRISEL ....ES PRECIOSO


Publicado por montse
Publicado el 27/03/2009 16:58 - Total Temas: 85 - Total Mensajes: 7928

gracias es muy lindo lo que escribes

Publicado por XxDiAnAxX
Publicado el 27/03/2009 17:13 - Total Temas: 7 - Total Mensajes: 186

Gracias Grisel...el capitulo esta maravilloso, con tu permiso los tengo todos guardas para cuando termine de ver amor real leerlos y seguir con la historia.... me va a doler mucho que proximamente nos traigas el ultimo porque escribes maravilloso y con este llore...

Saluditos, Neismy


Publicado por narambulaf
Publicado el 27/03/2009 17:15 - Total Temas: 181 - Total Mensajes: 4177

GRISEL .................... DE VERDAD ESCRIBES MARAVILLOSO ...............ESTE CAPITULO ME HA ENCANTANDO

BESOS

PILAR

Publicado por nieva40
Publicado el 27/03/2009 17:53 - Total Temas: 27 - Total Mensajes: 2201

Grisel que belleza!!! Ay no quiero que se termine!!! me encantó el jueguito.... Ufff Verdad o deseo...


Publicado por Patsypath
Publicado el 27/03/2009 19:19 - Total Temas: 40 - Total Mensajes: 3568

GRACIAS POR ESTE PRECIOSO CAP.UN BESO

Publicado por ANA.Z
Publicado el 27/03/2009 20:46 - Total Temas: 13 - Total Mensajes: 4065

Todavia se me salen las lagrimas de la emocion. Que lindo escribes!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Dices que no eres escritora pero, en mi humilde opinion, deberias fomentar ese talento que tienes.

Gracias, Angela

Publicado por libra
Publicado el 27/03/2009 21:37 - Total Temas: 6 - Total Mensajes: 38


BUEN FIN DE SEMANA GRISEL.

MUCHAS GRACIAS POR EL HERMOSO CAPITULO.

HASTA PRONTO .... 

\"\"



Publicado por MAYELA
Publicado el 28/03/2009 00:27 - Total Temas: 110 - Total Mensajes: 5409

Preciosa novela –Gracias por compartirla con todas nosotras- saludos

Merchi

Publicado por MERCHI
Publicado el 28/03/2009 00:29 - Total Temas: 611 - Total Mensajes: 6623

QUE LINDO ESCREBES GRISEL!!!!!ME ENCANTO ESTE CAPITULO COMO TODOS LOS OTROS ...TENGO PENA QUE YA SE ESTA A YEGAR AL FIM...PARA MIN ES UNA GRANDE ESCRITORA Y TE FELICITO ....TIENES MUCHA IMAGINACION ...

GRACIAS POR COMPARTILO

BESOS Y MUCHE SUERTE PARA TI

rosa maria / francia

Publicado por rosa maria aires
Publicado el 28/03/2009 01:02 - Total Temas: 6 - Total Mensajes: 520

Gracias por los capítulos.  Ya había tenido la oportunidad de leerlos anteriormente pero me encanta poder volver a leerlos.




Publicado por mivillu
Publicado el 28/03/2009 03:38 - Total Temas: 130 - Total Mensajes: 2985

muchas gracias grisel es precioso q pena q sea el penultimo un beso.bea

Publicado por betymadrid
Publicado el 28/03/2009 11:35 - Total Temas: 46 - Total Mensajes: 1920

Voy a subirlo, porque está preciosísimo, lo he leído muchas veces!!!



Publicado por Patsypath
Publicado el 28/03/2009 17:54 - Total Temas: 40 - Total Mensajes: 3568

NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

QUE NO ACABEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE

GRISEL CONTINUA, ESTA HERMOSA TU HISTORIA, SIGUELEEEEEEEEEEEEE

 

POR FA ESTA DIVIN0, LO MEJORRRRRRRRRRRRRRRRR

 

SALUDOS.

 

ILIANA

Publicado por ILIANA SARAHI
Publicado el 28/03/2009 22:35 - Total Temas: 10 - Total Mensajes: 112

HERMANITA!!!! SABES QUE DESDE HACE MUCHO TIEMPO LOS TENGO TODOS... QUE HICE UN HERMOSO LIBRO CON ELLOS Y LO TENGO COLOCADITO EN UN LUGAR PRIVILEGIDO DE MI DESPACHO... NO ME CANSO DE LEERLOS. ESTAN ESCRITOS CON TANTO AMOR!!!! QUE TOCAN EL CORAZÓN DE CUALQUIERA...

CREO QUE NO HACE FALTA DECIRTE QUE TE QUIERO MUCHO, QUE HA SIDO UNA SUERTE ENCONTRARTE EN MI VIDA, QUE ERES UNA PERSONA MUY LINDA Y QUE ES UNA ALEGRIA Y UN ORGULLO QUE TU SEAS MI HERMANITA CHICA... CUIDATE. HABLAMOS.

 MUCHOS BESAZOS... PILAR

Publicado por belisacaceres
Publicado el 29/03/2009 06:11 - Total Temas: 10 - Total Mensajes: 546
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