El equipo de Colunga Team y yo te damos la Bienvenida a nuestra casa. Deseamos que te diviertas y que convivas con respeto y cariño con los demás integrantes de nuestra gran Familia.
CAPÍTULO 108
Si una carga de dinamita hubiese estallado en medio de
la habitación no hubiera creado una conmoción tal. Durante unos instantes se
hizo el silencio, mirándose azorados y de repente todos comenzaron a hablar y a
levantarse al mismo tiempo desatando una confusión terrible. Fue Doña Prudencia, que ya tenía todo preparado desde
el día anterior por órdenes de Manuel quien los detuvo en seco antes de que
alcanzaran la salida del comedor.
_ Todos deténganse un momento- les exigió- Así como
locos no ayudaremos, al contrario lo único que haremos será molestar.
_ Silvano, por favor, diga en la cocina que tengan
agua caliente lista y que suban un poco a la recámara de mi sobrina para lo que
necesite Manuel- le ordenó Prudencia
_ Si, Doña, con su permiso- salió a cumplir el encargo
Silvano
_ Finita, quedas al pendiente de los niños. No te
preocupes aquí serás de mayor utilidad- le aseguró al ver que quería protestar-
Mantener tranquilo a Manuelito no es tarea fácil, te lo aseguro.
_Humberto y usted, padre Urbano, por favor díganle a
todos lo que está pasando y luego esperen en el salón.¡ Los hombre en estos
casos sobran!
_ Augusta, tú y yo vamos a ayudar a Manuel- le dijo a
su hermana.
_ ¡Vamos, pronto!- la urgió Augusta encaminándose
hacia las escaleras
_ ¡Matilde! ¡Matilde!- la llamó Manuel al entrar en la
recámara y correr a sostenerla mientras tenía una contracción
_ ¡Ma…..Manuel!- jadeó ella aferrada al poste de la
cama- ¡Ya viene! ¡Nuestra hija ya quiere nacer!
_ ¡Calma, tranquila…, no te pongas nerviosa mi vida!-
le aconsejó mientras esperaba que pasara la contracción- ¡Respira! ¡Así, eso
es! Aprovecharemos la pausa entre los dolores para cambiarte y prepararlo todo-
le aseguró.
_ ¿Mi mamá y mi tía?- preguntó Matilde entre jadeos
_ Estarán aquí enseguida. No te apures- le contestó él
mientras la alzaba en brazos
Cuando llegaron al cuarto Doña Prudencia y Doña
Augusta, ya Manuel había ayudado a Matilde a cambiarse y la había acomodado en
el lecho. Rápidamente las dos se hicieron cargo, dándole a Manuel el tiempo necesario
para buscar su maletín, quitarse el
saco, el chaleco, la corbata y quedarse en camisa. Se subió las mangas y se
lavó las manos en el agua caliente que había subido Seferina.
Manuel le realizó un reconocimiento a Matilde, notando
que el proceso se iba desarrollando muy bien y estaba avanzado. Mentalmente
calculó que ella debía haber estado todo el día con molestias sin decir nada a
nadie y que el romper aguas había acelerado más la situación. Contando el
tiempo entre las contracciones se dio cuenta que el momento decisivo estaba
cerca.
Los minutos pasaban con una lentitud espantosa
convirtiéndose en horas. Augusta sostenía las manos de Matilde y sufría terribles apretones cuando tenía
dolores, pero no se quejaba, al contrario, le sonreía a su hija y le dedicaba
palabras de aliento; aunque en el fondo los nervios la mataban y no entendía
cómo Prudencia estaba tan calmada. Hasta la propia Matilde se mostraba serena.
Cuando tenía una contracción se concentraba en Manuel. No parecía oír o ver a
nadie más que a él, concentrada en respirar como él le indicaba. Prudencia la
sostenía y de cuando en cuando secaba el sudor de la frente de su sobrina.
_ ¡Ayyyyy!- gritaba Matilde
_ ¡Respira! ¡Así! bien profundo, para que sientas
alivio y recuperes fuerzas- le decía Fuentes Guerra a su esposa- cuando tengas
el dolor respira lo más rápido y seguido que puedas.
_ ¡Me duele mucho, Manuel!- jadeó Mati
_ Lo sé mi vida, lo sé, lo estás haciendo muy bien- le
decía Manuel- ¡Ya falta muy poco!
Las horas seguían pasando. Fuera en el patio de la
hacienda, al pie de la ventana del cuarto de los patrones, todos los
trabajadores esperaban. Una calma total invadía todos los rincones, se
conversaba en voz baja en los grupos formados por hombres y las mujeres rezaban en la capilla, para que todo saliera bien.
En el salón Humberto y Don Urbano habían casi agotado
todos los temas de conversación. Josefina y Esperanza entretenían a un
intranquilo Manuelito, que no hacía más que preguntar cuándo iba a nacer su
hermanito y se quejaba por la demora Finita había hecho servir una ligera
merienda, ya que nadie había querido
almorzar.
_ Está tardando mucho- comentó Humberto mirando el
tiempo transcurrido en el reloj.
_ Estas cosas suelen tardar- le respondió el padre,
depositando su taza de chocolate vacía en la mesita.
_ Sólo espero que Matilde no tenga ninguna
complicación- dejó escapar sus temores Humberto. Aunque no lo parecía quería
mucho a su hermana.
_ ¡Ni lo mande Dios!- se persignó fervorosa Finita que
recordaba muy bien el nacimiento de su
ahijado.
_ No se preocupen hijos- los tranquilizó Urbano- Yo he
visto a Manuel en estos menesteres y puedo asegurarles que sabe bien lo que
hace. Lo he visto realizar alumbramientos en que han peligrado la madre y la
criatura y salir airoso. Además confiemos en Dios y en su infinita bondad. Todo
va a salir bien.
Hacía más de una hora que el sol se había puesto
cuando Manuel supo que el momento había llegado. Cerró los ojos, agradecido.
Los dolores eran tan intensos, largos y seguidos que ya Matilde empezaba a dar
muestras de agotamiento. La miró mientras descansaba entre las contracciones
con los ojos cerrados y luego a su suegra y a Prudencia. Se entendieron con la
mirada. Prudencia le ordenó a Seferina que se fuera en busca del agua caliente
y lienzos limpios.
Manuel se arrodilló junto al lecho, quedando su rostro
justo a la altura del de Matilde. La observó detenidamente: estaba pálida y
sombras oscuras comenzaban a aparecer bajo sus ojos. Respiraba fatigosamente; le tomó las manos. Ella abrió los ojos y le
sonrió.
_ ¿Cómo te sientes? -Le preguntó preocupado y tierno
_ Estoy bien, solo un poco cansada- le respondió ella
y lo observó hacer un gesto contrariado al oírla- ¿Algo va mal?
_ No mi amor- se apresuró a calmarla- Es solo que te
noto algo más que “un poco cansada” y aún falta lo más difícil. Me preocupa que
las fuerzas no te alcancen
_ Manuel, estoy cansada es cierto, pero tengo muchos
deseos de conocer a nuestro hijo. Ya pasé por esta una vez, ¿recuerdas’
_ Lo sé, pero no puedo dejar de preocuparme- le
contestó él- no quiero que corras ningún riesgo
_ ¡Confío en ti!- Le aseguró ella y apretó sus manos
_ Lo has hecho muy bien, amor mío. Estoy muy orgulloso
de ti, pero ya ha llegado la hora, ¿Estás lista?
_ Si- le susurró ella- Estoy lista.
_ ¡Traigamos a nuestra hija al mundo!-dijeron ambos.
Manuel le dio un beso apasionado y ocupó su lugar. Prudencia y Augusta
sostuvieron a Matilde para ayudarla.
Matilde aprovechó cada contracción, cada pujo para
empujar con fuerzas. Con las gotas de sudor corriendo por su cuello y empapando
la bata, algunos mechones de su cabello que habían escapado del pañuelo que
cubría su cabeza, empapados y pegados al rostro.
_ ¡Vamos, mi cielo, un poco más!- la animaba Prudencia
que a medida que se acercaba el final se acongojaba más.
_ ¡Puja, Mati, puja!- le pedía Augusta
_ Un poco más, Matilde, un poco más- la urgía Manuel
_ ¡Ahhhhh! ¡No puedo más tía, no puedo más!- le dijo
Matilde
_ Un último esfuerzo, mi cielo- le rogó Prudencia mientras
las lágrimas caían por su rostro
_ ¡No puedo más! ¡No puedo más!- gritó Mati casi
exhausta
Manuel lanzó en ese momento un grito de júbilo
_ ¡Ya veo la cabecita! ¡Un último esfuerzo mi vida!
_ ¡No puedo, Manuel, no puedo!- le contestó ella con
un hilo de voz
Manuel la miró unos segundos y le habló con voz
cargada de emoción.
_ ¡Matilde, mírame,
mírame! ¡Sé que estás agotada, casi al límite
de tus fuerzas, pero necesito que hagas este último esfuerzo! Sólo tú puedes
ayudar a nuestro hijo. Si te dejas vencer ahora por la fatiga pueden morir los
dos. Estoy aquí contigo, listo para ayudarte, pero en este momento nuestro hijo
te necesita a ti más que a nadie de los que estamos aquí. ¡Ayúdalo! ¡Te
necesita! ¿Podrás hacerlo?
Mati asintió con la cabeza y le sonrió, apretó los
dientes. Manuel la miró poniendo todo su amor en esa mirada.
_ ¡Ya casi está fuera, Mati!-le informó
_ ¡Vamos hijita, un último esfuerzo! –le rogó Augusta
_ ¡Ánimo mi cielo, ya falta muy poco! -La animó
Prudencia
_ ¡Matilde!- la llamó Manuel- En cuanto sientas los
dolores, puja mi amor, puja bien fuerte! ¡Ayudemos a nuestra hija! ¡Puja!
_ ¡Ahhhhhyyyyyy!- el grito de Matilde resonó en la
recámara
Varios minutos después el llanto fuerte de un bebito
se escuchaba por primera vez en la habitación.
_ ¡Es una niña, Matilde! ¡Una preciosa niña!- exclamó
Manuel alborozado con lágrimas de alegría corriendo por sus mejillas, mientras
le daba la nena a Doña Augusta que reía de la emoción.
_ ¡Una niña- gritó Prudencia con alegría- ¡Una niña,
Mati!
_ ¡Una niña!- susurró feliz Matilde, exhausta por el
esfuerzo y agregó mientras dos lágrimas de gratitud y felicidad rodaban hacia
sus sienes- ¡Gracias Rosario, gracias!
Fuentes Guerra terminó de asistir a su esposa y se
lavó las manos.
“Gracias a Dios todo salio bien, fue un buen parto
aunque largo y extenuante. “- pensaba
Dejó que Prudencia aseara a Matilde y cambiara las
sábanas del lecho y fue a revisar a su hijita a quien atendía Doña Augusta. Era
una bebita sana y fuerte, con pulmones muy bien desarrollados como demostraba
su llanto.
Cuando el cuarto volvió a tomar su aspecto normal y su
esposa estuvo lista, tomó a su hijita de los brazos de su suegra y se la enseñó
a Matilde.
_ ¡Aquí tienes mi amor, nuestra hija!- con
cuidado depositó a la bebé en brazos de su mamá.
_ ¡Qué hermosa es!- susurró Matilde mientras miraba la
carita sonrosada, los mechones de cabello oscuro, las pequeñas manecitas cada
una con los cinco deditos correspondientes, la naricita fina y la boquita
pequeña que en esos momentos hacía un puchero seguido de un grito y rompía a
llorar- ¡Es preciosa, Manuel!
_ Si, es tan
hermosa como su madre- estuvo de acuerdo Fuentes Guerra y agregó con voz
emocionada- ¡Gracias, Matilde!
_ No, gracias a ti-negó Matilde-¡Gracias por estar aquí por ayudarme a traer al mundo a
nuestra hija!
_ ¡No existe ningún otro lugar sobre la tierra donde
hubiese preferido estar!- le susurró al oído y la besó en la oreja.
Prudencia y Augusta sonrieron felices mientras los
miraban embobecidos a su nena.
-¡Dios, no les hemos avisado a los demás!- exclamó
Prudencia
_ ¡Es cierto! Vamos, vamos a darles la noticia- la
instó Augusta empujándola hacia la puerta y saliendo sin hacer ruido.
Manuel y Matilde, más felices que nunca, observaban a
la pequeña que había encontrado un dedito de su mano y lo chupaba
tranquilamente.
_ ¡Mírala, igualita
a Manuelito!- exclamó Mati
_ ¡Tienes razón- recordó Manuel- Manuelito también se
chupaba el dedito- se quedó mirándola unos momentos y le preguntó a su esposa-
¿Qué nombre le pondremos?
_ ¡Rosario!- declaró con firmeza y dulzura Matilde
mirándolo a los ojos- ¡Quiero que se llame Rosario, como tu mamá!
Los ojos de
Manuel brillaron y una lágrima de
emoción se deslizó por su mejilla, sin importar los esfuerzos que trató de hacer
para evitarlo. El día del entierro de las cenizas de su madre, ella le había
dicho que si un día tenían una niña, le gustaría llamarla así; pero pensó que
era debido a la emoción del momento.
Siempre supo
que entre su madre y su mujer se había logrado una comunicación, un
entendimiento mayor incluso que el suyo con su propia madre y que el de ella con su tía, que se habían querido
como madre e hija. Que Matilde mantuviera su idea le llenaba de un calor muy
grato el corazón.
_ ¿Estás segura?- le preguntó con voz entrecortada
_ Si, Manuel.
Yo quise mucho a Rosario, la quise como si fuera mi madre. Ella fue amiga, confidente,
consejera. Nos entendimos desde la primera vez que nos vimos, ¿recuerdas?, el
día que me encontraste cuando me subía al coche en las afueras de Barranquillas
huyendo de ti.
_ Lo recuerdo muy bien- respondió Manuel acariciando
su mejilla con un dedo y con un movimiento de cabeza mientras una media sonrisa
afloraba a sus labios con el recuerdo y pensando- “Como no acordarme”
_ Los mejores consejos para que aprendiera a
comprenderte me los dio ella. No sabes, como te miraba, cómo estaba al
pendiente de ti. Cuando te hirieron, me refiero a la primera vez, aquí, su
sufrimiento, sus cuidados fueron tales que fue lo que me hizo sospechar que
podría ser tu madre. – Siguió contándole Mati- Nos turnábamos entre las tres
para cuidarte, mi tía, ella y yo, pero ella nunca estaba lejos de ti mucho
tiempo, su amor y su angustia la multiplicaba y le daba fuerzas para seguir a
tu lado. ¡Le habría gustado tanto conocer a su nieta! En Manuelito, creo que
recuperó un poco de tu niñez.
_ Es posible- la interrumpió Manuel, recordando- Una
vez le pregunté si se parecía a mi y me contestó que si, pero que yo daba mas
lata cuando tenía su edad y que era igualito a mi.
_ Te quería, Manuel, te quiso siempre más que a nada
en el mundo. Tu felicidad era lo más importante para ella- le aseguró Matilde
apretando su mano contra su mejilla- Se arrepintió mucho de la vida que tuvo
que llevar en Maravillas, pero pensó que nunca más volvería a verte. Regresó al
pueblo cunado se enteró de la muerte de tu papá.
_ ¡También a ti te quería mucho! En sus últimas
momentos me pidió que te pidiera perdón y que te cuidara y a nuestros hijos y
que te dijera que te quería mucho.- le contó él
_ ¡Quisiera que nuestra hija fuera como ella! Dulce,
amable, tierna, pero también valiente, decidida, fuerte.- aseguró Matilde
_ ¡Matilde, mi Matilde!- pronunció él casi al límite
de la emoción- ¡Gracias, gracias! ¡Si pudieras siquiera imaginar cuánto te amo!
¡Lo feliz que me haces!
De repente sonidos como disparos se escucharon y un
gran clamor se alzó por los aires. Manuel en acción refleja miró a su esposa e
hija y las apretó contra si mientras miraba hacia la ventana, que había
comenzado a iluminarse.
_ ¿Qué pasa?- quiso saber asustada Matilde
_ Espera, déjame ver- le pidió Manuel y levantándose
se dirigió a la ventana para ver al exterior. Se volvió a su mujer_ ¿Están bien
abrigadas tú y la niña?
_ Si, ¿pero que pasa?
Manuel no le respondió. Sonriendo abrió las ventanas
para que su esposa pudiera ver desde el lecho los fuegos artificiales que
alumbraban el cielo de varios colores: rojos, azules, verdes, dorados;
explotando de mil formas y creando al caer una lluvia de estrellas.
Los trabajadores al verlo comenzaron a gritar
nuevamente de alegría, demostrándole así la felicidad que les producía el
nacimiento de su hija. El patrón, conmovido, los saludó desde el balcón y se
los agradeció con una gran sonrisa, mientras los cohetes seguían explotando en
el cielo.
Matilde miró a la nena que dormía en sus brazos y a su
esposo que volvía a su lado dejando abiertas las ventanas para que siguiera
viendo los fuegos. Unas lágrimas de dicha resbalaron por sus mejillas y fueron
enjugadas por los labios ardientes y apasionados de su marido.
Así los encontraron los demás miembros de la familia
cuando irrumpieron en el cuarto para felicitarlos y conocer a la nueva recién
nacida.
_ ¿Y Manuelito?- preguntó Mati por el niño asombrada
de no verlo ahí.
_ Se quedó dormido. Estaba muy cansado- le contestó
Humberto mientras admiraba a su pequeña sobrina en brazos de Josefina.
_ ¡Es preciosa, Matilde, es preciosa!- alabó a a la
nena, Finita que no dejaba de admirarla.
_ ¡Felicidades cuñado!- le deseó Humberto a Manuel que
permanecía sentado junto a Matilde
_ Gracias
_ ¡Yo también les deseo muchas felicidades! Y le doy
gracias a Dios que todo haya salido bien – le comunicó el padre Urbano- ¿Y cómo
se va a llamar?
_ Rosario- les anunció Mati mientras apretaba la mano
de su esposo que cubría la suya sobre la cama_ Se llamará Rosario, como la mamá
de Manuel.
Todos entendieron el porqué de la decisión y la
aceptaron con alegría. El más gratamente Sorprendido fue Silvano, que
asintiendo comprensivo se secó una lágrima silenciosa y furtiva que sólo fue
vista por Manuel.
L a niña comenzó a llorar con fuerza, por lo que
Finita se la entregó a Matilde que se dispuso a alimentarla con la ayuda de
Augusta, mientras Prudencia corría a todos los hombres del cuarto y Josefina
cerraba las ventanas siguiendo sus instrucciones. Cuando bajaron a tomar una copa y brindar por la niña,
Manuel, decidió que no lo hicieran ellos solos, sino que salieron al patio a
compartir con su gente que cantaba y bailaba con total dicha.
Cuando la fiesta terminó y todos se fueron, Prudencia
encontró a Manuel sentado en su despacho.
_ ¡Manuel!
_ Diga, Doña Prudencia
_ ¡Estás cansado, hijo!
_ Un poco, es cierto- estuvo de acuerdo
_ Mandé preparar una habitación para que duermas- le
comunicó muy diligente
_ ¿Porqué –se detuvo extrañado él cuando salía hacia
la escalera
_ Bueno, estás cansado, hijo y querrás dormir. Matilde
necesitará alguien que la cuide y la ayude con la niña, por eso mandé preparar
una habitación para que duermas y Augusta y yo nos quedaremos con Mati, para lo
que pueda necesitar.
_ No es necesario, Doña Prudencia, yo dormiré con
Matilde en nuestra recámara. Usted y Doña Augusta pueden dormir en sus
habitaciones. Si es necesario yo atenderé a Matilde. No necesito otra
habitación.
_ Pero no es lo acostumbrado- alegó perpleja la
señora- En estos casos los hombre buscan dormir en habitaciones separadas a las
recién paridas por todas las molestias que trae un alumbramiento a la mujer y
son las mujeres las que ayudan a la recién parida
Una carcajada cansada y divertida salió de los labios
de Manuel. Así pasaran los años jamás se darían cuenta que él era muy diferente
a los demás. Tomó por los brazos a su tía política y le dio un apretón cariñoso
_ Doña Prudencia, ¿olvida usted que yo soy médico?
_ No, claro que yo no lo olvido- denegó ella- ¿pero
que tiene eso que ver?
_ Es muy sencillo- le explicó Manuel sonriente- Cuidar
de mi esposa, que acaba de hacerme padre por segunda vez no es nada que yo no
haya hecho antes por otros enfermos. Le aseguro que se tratar a parturientas y
bebés recién nacidos. Además así podré velar que todo esté bien con las dos
como doctor. Créame, nada me dará más placer que atender y ayudar a Matilde. Pero
le prometo algo, si llego a necesitarlas a usted o a Doña Augusta mandaré a
buscarlas.
Publicado por angelitafer5
Prudencia se le quedó viendo en silencio unos
momentos. La admiración que sentía por Manuel crecía dentro de su pecho como la
corriente de aire cálido de la primavera. Cediendo a un impulso, se acercó a él
y tomando una de sus manos se la besó, reteniéndola al tratar Manuel de
retirarla asombrado.
_ ¡Gracias, Manuel! ¡Gracias por querer tanto a
Matilde!
_ No tiene que agradecer nada- le respondió él
besándola en la frente y acariciando su mejilla- Yo soy el agradecido con ella.
Por haber aceptado casarse conmigo y haber aprendido a amarme, a pesar de todo-
le confesó
_ Está bien. Entonces, buenas noches hijo. ¡Por favor,
si nos necesitas no dejes de llamarnos!
_ Así lo haré. Hasta mañana
La mañana llegó trayendo consigo un cielo azul
despejado y sol radiante. La brisa un poco fría y perfumada refrescaba el ambiente. Las faenas se hacían como cada día y
en el campo los peones trabajaban en los sembrados.
En la recámara principal de la hacienda, Matilde
despertó. Todavía un poco adormilada buscó a su esposo, pero estaba sola en la
cama, aunque la huella de su cabeza estaba en la almohada a su lado. Con
cuidado se incorporó buscando a su hijita en la cunita que se encontraba a su
lado, pero estaba vacía.
_ ¡Mi hija!- exclamó asustada y tratando de
levantarse.
_ Está conmigo, no te asustes- oyó la voz de Manuel y
lo descubrió cerca de la ventana, con el bultito de pañales lleno de encajes y
cintas que era su hijita. Se dejó caer en las almohadas con una sonrisa llena
de amor y dulzura.
Manuel se encaminó hacia el lecho, caminando despacio
y haciendo esos sonidos que todos los padres hacen cuando quieren calmar a un
bebé que comienza a dar señales de que tiene hambre e impaciencia. La colocó en
los brazos de Matilde y le dio un beso a su mujer.
_ Es una niña preciosa, Mati y está muy sana- le
aseguró encantado
_ ¡Gracias por estar conmigo anoche, por hacer que
todo saliera bien!- le agradeció ella con una manecita de la nena entre las
suyas.
_ ¡Perdóname por no haber estado a tu lado cuando
nació Manuel!- le rogó él- ¡Debí estar junto a ti! Fue mi orgullo el que cerró
mi cerebro. En el fondo de mi corazón yo sabía que Manuelito era mi hijo, pero
me negué a oír las palabras de mi padrino, que me decía que confiara, que era
mi hijo, que debía estar a tu lado.
_ ¡Shhhhh!- lo silenció Matilde con un dedo en los
labios de Manuel- No quiero que recordemos las cosas feas del pasado.
_ Si, pero pudieron haber muerto tú o el niño o los
dos- se negó a aceptar el consuelo que ella le ofrecía
_ Lo importante es que estuviste aquí anoche y que lo
estarás siempre- volvió a tranquilizarlo Matilde
_ Quiero confesarte algo- besó su mano y la acarició
llevándola hasta su mejilla- He asistido varios alumbramientos, algunos más
difíciles que otros y es hermoso ver y ayudar a nacer a una criatura, pero
ayer….¡traer al mundo a nuestra hija!....¡Ha sido lo más maravilloso de mi
vida! ¡Nunca había sentido una emoción semejante!
Matilde iba a contestarle, pero la pequeña Rosario
escogió ese momento par demostrar que tenía hambre con su potente llanto. Ambos
padres rompieron a reír y Mati se preparó para alimentar a su hija, que dejó de
gritar en el mismo momento en que encontró la fuente de alimento.
Manuel observaba a su mujer y a su hija. Las dos
lucían felices. Mati, toda sonrojada dividía su atención entre la bebita y su
esposo, mientras alimentaba a la niña. Era un instante de intimidad que aunque
nunca se lo confesó a nadie, siempre había anhelado compartirlo con Manuel.
Su marido se levantó del lecho y caminó hasta la
cómoda, abrió su cajón, tomó algo y escondiéndolo tras de si regresó junto a
ella
_ Matilde- llamó su atención- no hemos hablado de algo
muy importante
_ ¿De qué?
_ No hemos decidido quienes serán los padrinos de
Rosario
_ ¡Es verdad!- se acordó Matilde. Acomodó a la niña,
que siguió alimentándose como si de ella no se tratara- ¡Tú has pensado en
alguien?
_ Sí, no, no estoy seguro de lo que pienses- titubeó
él
Mati lo miró interrogante durante unos minutos. Tenía
una idea sobre quien pensaba su esposo y ella estaba de acuerdo, por eso sonrió
y le dijo
_ Creo que sólo hay una pareja que pudiera ser buenos
padrinos para nuestra hija: Sixto y Antonia
_ ¿Estás segura?- le preguntó él asombrado de que ella
hubiera adivinado lo que él estaba pensando
_ Si, Sixto es tu mejor amigo, casi un hermano para
ti: Es noble, justo, honesto y sobretodo leal y trabajador. Antonia ha tenido
que aprender de la manera más dura lo que les sucede a quienes no guardan la
debida compostura. Estoy segura que aprendió la lección y que dará un buen
ejemplo a su ahijada y a los hijos que Dios quiera mandarles a ella y a Sixto-
le explicó Mati
_ ¿De veras piensas así?- le preguntó Manuel
_ Creo que Antonia todavía te quiere. No, no, no, no-
se apresuró a decir al ver que Manuel iba interrumpirla para negarlo- No dije
que te ama, sino que te quiere, como se quiere a un amigo. Creo que está
verdaderamente enamorada de Sixto y además recuerdo todo lo que hizo para que
recuperaras lo que legalmente era tuyo. Estoy segura que no traicionará mi confianza y que será una buena
madrina para Rosarito
_ ¡Amor mío!-exclamó Manuel- Gracias, pero creo que
para los demás será difícil entender que los hayamos seleccionado a ellos
precisamente.
_ Tal vez al principio, pero cuando tengan tiempo de
reflexionarlo, estoy segura que lo entenderán.
_ Mati, ayer ya no tuvimos tiempo de muchas cosas-
comenzó diciéndole él. Tomó a la niña que se había dormido luego de haber
sacado el aire y la colocó en la cunita- Con todo lo que sucedió ya no tuve tiempo
de darte mi regalo de cumpleaños
_ ¿Más regalos de cumpleaños? Además de la fiesta, la
sorpresa de traer a mi familia, el mariachi, el nacimiento de nuestra hija, ¿me
quieres regalar algo más?- le enumeró ella-No es necesario, ya me diste
suficiente
_ Quería dártelo en la noche, bajo las estrellas,
cuando estuviéramos solos, pero creo que este es un mejor momento- con cuidado
y despacio le entregó el estuche que contenía el collar con los pendientes y
brazalete a juego- ¡Felicidades, amor mío!
Matilde lo miró cohibida por unos segundos, cogió
despacio el estuche y lo abrió. Sin
palabras, ahogada de la emoción deslizó su dedo índice sobre la superficie del
corazón rosado del collar
_ Preferí que fuera un diamante rosado y no un rubí
rojo como la sangre porque ya en este matrimonio ha habido demasiada sangre y aunque
dicen que el rojo es el color de la pasión, para mi tú eres mucho más que una
pasión. Eres el amor, la fuerza, la dulzura, la ternura que nunca tuve y que
siempre le pedí a Dios. Eres mi promesa de una vida familiar, mi remanso de paz
e ilusión.
_ ¡Es…. Bellísimo, Manuel!- susurró emocionada
_Cuatro corazones: dos pequeños, por nuestros hijos,
uno mediano que significa nuestra familia y este-señaló el del collar- que
representa mi amor por ti.
_ ¡Te amo! ¡Te amo tanto, que no tengo palabras para
describirlo!- lo atrajo hacia sí y lo beso con pasión
_ ¡Y yo te amo, te adoro a ti!
Ciudad de México
_ La señora ya viene señor- le informó la criada
_ Gracias- contestó Sixto mientras leía el periódico
recostado cómodamente en un sillón del acogedor saloncito de la casa.
Lanzó una mirada a su alrededor. Dos cómodos sofás
adornados con tapetes de encajes y cómodos cojines de raso a juego con el
mantelillo que adornaba la mesita del centro con un jarrón de flores. En una de
las esquinas y frente al sillón favorito de Sixto un reloj de pie marcaba el
paso del tiempo. Varias sillas y esquineras con adornos de cristal y porcelana
convertían el lugar en un sitio encantador.
Sixto vestía traje completo de seda gris de tres
piezas porque era el último día de trabajo antes de las fiestas de fin de año.
Esperaba que Antonia se reuniera con él para desayunar antes de salir al
trabajo.
_ Perdona la tardanza- entró disculpándose Antonia- quería que todo estuviera listo
_ Voy a engordar como cerdo si sigues consintiéndome
así- le dijo mientras se ponía de pie y le daba un beso que ella devolvió con
alegría.- Parece que quisieras cebarme.
_ No es cierto- rió ella- Lo que pasa que me gusta
cocinar los platillos que se que te gustan. Pasas muchas horas en el despacho
trabajando
_ Y yo te lo agradezco, pero no me casé contigo para
tener una cocinera. Me case para hacerte feliz, para que los dos seamos
felices- le dijo mientras la abrazaba por la cintura
_ Y lo soy- le contestó Antonia apoyando los brazos en
el pecho y recostando la cabeza en su hombro- Más feliz de lo que nunca he sido
_ ¿De veras?- le preguntó Sixto levantándole la cabeza
para que lo mirara
_ Mas feliz de lo que jamás he sido o pensé que podría
serlo- le confirmó ella mirándolo a los ojos
_ Antonia, mi amor. ¡Te amo!
_ Yo también te amo- lo besó ella
_ ¿Vamos a desayunar?- le preguntó él y la guió hacia
el comedor
_ ¿Crees que Matilde ya haya dado a luz?- le preguntó
Antonia mientras se sentaban
_ Bueno sino ha pasado debe estar por suceder. Ya está
en los días- le respondió sirviendo el café él
_Sólo espero que todo vaya bien
_ No te preocupes. Manuel es indoctor excelente y
estará ahí y primero muerto que a Matilde o a la criatura les suceda algo
_ Nunca me has contado cómo se conocieron ustedes
_ No tiene nada fuera de lo común- le empezó a narrar
Sixto- los dos éramos jóvenes con muchos sueños y poco dinero. Don Urbano fue
quien nos consiguió que entráramos en
_ Pero al estudiar cosas tan diferentes debió
separarlos- comentó Antonia
_No, porque vivíamos en la pensión de Doña Elvira. Los
primeros años compartimos habitación y los gasto. Solo cuando empezamos a ganar
unos centavos, como yo tenía que levantarme temprano para ir a trabajar y Manuel
estudiaba hasta tarde (tenía clases en las mañanas y trabajaba en el hospital
de
_ ¿Y Manuel te dijo de quién era hijo?
_ No, nunca mencionó a Don Joaquín. Vine a saber quién
era cuando recibió su título de doctor. Don Urbano logró que en el apareciera
con sus apellidos verdaderos. Cuando ambos nos mostramos nuestros diplomas y le
pregunté me contestó que se llamaba así por un accidente del destino, pero que
no tenía la menor importancia y no dijo nada más. Nunca los usó. Además para
los pobres no importan los apellidos, sino tener un médico que te cure y si es
bueno mejor y Manuel siempre fue el primero de su clase, graduado con honores.
Luego, cuando falleció Don Joaquín y su padrino mandó
por él y lo reconocieron, me mandó a llamar para que lo ayudara a revisarlo todo
me sorprendí mucho, aunque no debí. Aceptó los bienes de su padre con renuencia al darse cuenta de
todo el bien que podía hacerle a su gente. Puso manos a la obra y ya vez, a
pesar de todo lo que Marie e Ives le robaron, logró que su gente siguiera
sacando adelante las haciendas y esperando su regreso.
_ Si- le tocó contarle a Antonia- Siempre atento,
amable con todos, pero firme y justo. Se ganó el cariño de todos los peones. Mi
padre decía que del difunto Don Joaquín, salvo un parecido evidente, gracias a
Dios solo había sacado el orgullo y la dignidad. Nunca dudó de que fuera el
hijo del patrón-
_ Yo le doy gracias a Dios y al padre Urbano, por
permitir que Don Joaquín lo reconociera- le dijo Sixto tomando su mano
_ ¿Por qué?- quiso saber Antonia
_ Por que gracias a eso, te conocí- le confesó y le
besó la mano, luego se levantó- Me voy a trabajar
_ ¿Vendrás a almorzar?- le preguntó risueña
_ Quieres- le preguntó pícaro
_ Sabes bien que si- le contestó ella
_ Entonces vendré
_ Te acompaño- se levantó ella y salieron tomados del
brazo.
San Cayetano
Toc, toc
_ Adelante- ordenó Matilde, que sentada cerca de la
ventana dormía a su hijita
La puerta de la habitación se abrió y la cabeza de
Manuelito se asomó.
_ Entra mi vida- lo llamó al ver que no se atrevía a
entrar- ¿No quieres conocer a tu hermanita?
Manuelito asintió con la cabeza repetidas veces y entró al cuarto. Se acercó corriendo a su
mamá y le dio un beso grande y apretado; luego sacó las manecitas que traía
escondidas a la espalda le dio una rosa.
_ ¿Para mí?- le preguntó Mati
_ Si mamita. La arranqué de una de las matas del
jardín para traértela.
_ Gracias mi amor, está preciosa- le agradeció
_ ¿Te sientes bien mami? – le preguntó el niño
_ Muy bien mi amor, y feliz de tenerte aquí conmigo.
Mira, ésta es tu hermanita
Separó con infinito cuidado las mantas que cubrían a
la bebita y se colocó de modo que fuera cómodo para su hijo mirarlo. Manuel
miró la carita de su hermanita bordeada de rizos castaños tan oscuros que
parecían negros. Observó las manitas pequeñitas y le dijo a su mamá que lo
observaba:
_ ¿Por qué es tan chiquita?
_ Acaba de nacer- le explicó su mamá- Cuando tú
naciste eras igual de chiquitico
_ No es cierto- negó Manuelito muy serio
_ Si lo es- se rió Matilde- eras así de pequeñito,
pero luego creciste y mírate, ya eres todo un hombrecito.
_ Se chupa el dedo- le dijo su hijo mirando a la niña
_ Si- se rió Mati y le dio un golpecito cariñoso en la
nariz con su dedo- y aunque no lo creas tú también lo hacías.
_ De eso si me acuerdo- estalló en risas el niño
_ Entonces, ¿te gusta tu hermanita?- le preguntó una
voz desde la puerta.
Los dos se volvieron a ver entrar a Manuel que se
acercó a ellos, le dio un beso a Matilde, uno a la nena y despeinó con gesto cariñoso a su hijo.
_ Manuel
_ Papito- se lanzó sobre él y lo abrazó
_ ¿Cómo amaneciste hijo?
_ Bien papá. Mi nana me dejó venir a conocer a mi
hermanita.
_ ¿y bien, que te parece?- quiso saber Manuel
_ Es linda- fue el comentario cauteloso del su hijo y
agregó- pero es muy pequeña
_ Tienes razón- rieron Mati y Manuel- pero crecerá.
Además ahora te has convertido en un “hermano mayor”
_ ¿Qué es eso?- preguntó extrañado Manuelito
_ Te conviertes en un hermano mayor cuando tú eres el
más grande de los hermanos y cuidas a los demás- le explicó su papá- Los proteges y enseñas cosas.
_ ¡Si!- gritó emocionado el niño- Yo quiero cuidar de
mi hermanita. Le voy a enseñar a montar y a volar una cometa.
_ Eso será maravilloso- lo alabó su mamá
_ Si hijo, pero tendrás que esperar a que crezca un
poco para eso- le sugirió su padre
_ ¿Y cómo se va a llamar?- preguntó mientras separaba
el gorrito y poder ver mejor a su hermana
_ Rosario- le contestó su madre- ¿te gusta?
_ Si, es un nombre muy bonito y así se llamaba mi
abuelita que está en el cielo- contestó
_ ¿Quién te lo dijo?- le preguntó Mati
_ Mi nana y también Silvano. Dicen que era muy buena y
que me quería mucho
_ Si, te quería mucho y era muy buena.- la confirmó
Manuel- Cuando crezcas más te contaremos muchas cosas de ella.
_ Si- estuvo de acuerdo Mati apretando la mano de su
esposo- ahora ve con tu nana, creo que ya es hora de tus clases de equitación
_ ¿puedo regresar más tarde para ver a mi hermanita de nuevo?
_ Claro que si- le respondieron.
Cuando quedaron a solas acordaron mandar una carta a
Sixto y Antonia, informándoles del nacimiento y de su petición para que
aceptaran ser los padrinos.
Esa noche Matilde bajó a cenar con la familia. Manuel
mandó a buscar a su padrino para que también participara de la comida.
El ambiente era festivo. Josefina, Prudencia y Augusta
no cesaban de alabar a Matilde porque ni se notaba que había estado embarazada.
Seguía con una figura preciosa, resaltada por el vertido de manas largas y
lazos azules (aquel que uso en momentos de tristeza, cuando Manuel la echó de
la hacienda).
La mesa se puso con la mejor mantelería y vajilla y un
precioso ramo de claveles, rosas y margaritas adornaba el centro. Las copas
eran de cristal cortado con borde dorado y cubertería de plata sobredorada.
_ Manuel- le llamó Humberto- Josefina y yo queremos
hacerles una petición a ti y a mi hermana
_ Tú dirás- se limpió los labios con la servilleta
antes de tomar un sorbo de vino y prestarla atención
_ Nosotros- continuó su cuñado- queremos pedirles que
ustedes acepten ser los padrinos de nuestro hijo
Matilde y Manuel se miraron asombrados. Habían pensado
que la demora en bautizar al pequeño Alberto Joaquín se debía a que estaban
esperando el regreso de Renato y Hanna ya que eran los mejores amigos de la
pareja. Nunca pasó por su mente que ellos tomaran en cuenta sus personas para
tal responsabilidad. Ahora caían en la cuenta de que lo que sus compadres
esperaban era que Matilde diera a luz.
_ ¡Por supuesto que aceptamos!- le respondió ella-
¿Verdad Manuel?
_ ¡Será un honor Humberto!- afirmó Manuel serio pero
contento
_ ¿Qué espléndida idea, Betito!- lo celebró Prudencia
_ Estoy seguro que Manuel y Matilde serán los mejores
padrinos- aseguró el padre Urbano
_ ¡Claro que sí padre, mejores padrinos no pudieron
escoger- afirmó Augusta sonriente.
_ Esperamos ser para su hijo como ustedes han sido
para Manuelito- les aseguró Manuel, sonriente a sus compadres
_ ¿Bueno y ya han pensado en quiénes serán los padrinos de mi nieta?-
le preguntó Augusta a su hija
_ Si mamá- respondió ella, miró a su esposo que le dio
su apoyo con un movimiento de cabeza y les comunicó mientras le servía una
ración de viandas a su esposa- Manuel y yo decidimos que serán Sixto Valdés y
Antonia.
El silencio que se hizo de repente fue como una
explosión de tan absoluto que fue. Todos miraron a la pareja con rostros estupefactos por el anuncio. Sólo Don
Urbano sonrió y asintió comprensivo cuando sus ojos se cruzaron con los de su
ahijado. Escondió su sonrisa de detrás de su copa y esperó el estallido, que
por supuesto no se hizo esperar.
_ ¿Sixto y Antonia?
_ ¡Están hablando en broma!
_ ¿Cómo se les ocurre semejante barbaridad?
_ ¿Lo pensaste bien Manuelito?
Mati y Manu esperaron tranquilamente a que el vendaval
pasara para responder una sola vez. Manuel apretaba la mano de su esposa sobre
la mesa, de manera que todos vieran que estaban juntos y eran uno solo en esta
decisión
_ Fue idea mía y Manuel estuvo de acuerdo- comenzó a
decirles Mati, abarcando con la mirada a todos y en voz firme y baja, pero
clara- Sixto es como un hermano para Manuel; es noble, justo, inteligente,
honesto y honrado. Entre ellos existe una gran amistad y estamos seguros que
será un excelente padrino para nuestra hija.
_ ¡Bien!, pero, ¿y Antonia?- le interrumpió impulsiva
Prudencia
_ Antonia también será una excelente madrina, tía-
siguió diciendo Mati- ya sé lo que todos están pensando que ella… que ella y
Manuel… que ella fue su querida- terminó la frase al fin- pero fue porque
estuvo influenciada por personas que supuestamente debían haber querido su
bienestar. Tienen la experiencia de lo que le pudo pasar si no hubiera
encontrado al señor Valdés en su camino. Además todos parecen olvidar que si
hoy estamos sentados aquí, si mi esposo puede llevar nuevamente su apellido que
le corresponde, si mis hijos hoy pueden llamarse Fuentes Guerra y yo no soy una
mujer desprestigiada se lo debemos a ella, a ella que fue la única que buscó
reivindicar la memoria de un hombre que creía muerto y sin tener esperanzas ni
idea de obtener un beneficio de esto.. Antonia se equivocó y me pidió perdón y
estoy segura que aprendió de sus errores, es una mujer fuerte y Manuel y yo
creemos que junto a Sixto será una gran madrina- terminó de decir.
_ Bueno es cierto lo que dices- rompió Humberto el
tenso silencio que siguió a la explicación- ¿Pero crees que tiene capacidad
moral para enseñarle respeto a las buenas costumbres?
_ Si yo hubiera pensado de esa forma, tú hoy no serías
el padrino de mi hijo- le contestó Manuel sin enojo, pero con firmeza—Tú no
tenías los mejores antecedentes que digamos. Además yo también he cometido mis
errores y acabas de proponerme que sea el padrino de tu hijo- agregó con ese
gesto entre irónico y provocativo que quería decir ¿y tú de que te quejas?
_ Es verdad, pero- trató de argumentar Humberto
_ Errar es de humanos, hijos míos- intervino Don
Urbano- Todos estamos hechos de barro imperfecto. Lo realmente importante es
darnos cuenta de nuestros errores y hacer todo lo posible por enmendarlos y
aprender de ellos para no repetirlos. Solo a Dios, nuestro señor, le
corresponde juzgar nuestros actos cuando llegue el momento. Estoy seguro que
Sixto y Antonia serán tan buenos padrinos como Manuel y Matilde y como lo han
sido Humberto y Josefina
¿Dónde quieren celebrar el sacramento del bautizo?
Los cuatro padres se miraron y Josefina sugirió:
_ Ya que estamos todos aquí, ¿por qué no lo hacemos en
la capilla? Es muy hermosa
_ Excelente idea, mi amor. Aceptó Humberto- ¿Qué dices
Manuel, celebramos aquí los dos bautizos el mismo día?
_ Si, por favor sería muy hermoso que mis dos nietos
fueran bautizados el mismo día, juntos- exclamó Augusta
_ Nosotros no tenemos nada que objetar- contestó
Manuel con una gran sonrisa- Hoy en la mañana le mandé un telegrama a Sixto,
así que en cuanto lleguen podemos hacerlo. Padrino- se dirigió a Don Urbano-
¿Nos haría usted el honor?
_ Claro que si, hijo. Será un placer ser quien le de
la bienvenida al reino del señor a estas criaturas.
_ Augusta y yo nos encargaremos de la fiesta- se
brindó Prudencia- ¿A quienes quieren invitar? Manuel, necesitaremos nos de la
lista de invitados para hacer las invitaciones
_ Con gusto se la daré más tarde- accedió él
_ También será un día de fiesta par sus trabajadores-
le dijo Augusta- He visto cuánto lo quieren sus gentes y se que eso te gustaría
_ Tiene razón Doña Augusta
_ ¿Cuánto tiempo crees que demora en llegar el señor
Valdés y su esposa?- le preguntó Josefina
_ Creo que en
unas dos semanas estará aquí- calculó él con gesto feliz, besando la mano de
Mati que sonreía.
Ciudad de México
_ ¿En qué piensas? - le preguntó Sixto a su mujer
mientras regresaban a casa del teatro
_ Aún no puedo creerlo- le contestó ella- ¡Que nos
hayan escogido para ser los padrinos de su hija!
_ ¿Y por qué no?- preguntó él- Ya viste lo que decía
el telegrama
_ Si, sé que para Manuel eres como su hermano, pero
yo, bueno, ya sabes
_ Amor, ¿acaso necesitas más pruebas de que el pasado es eso, pasado?
Antonia meditó
en silencio. Siguieron paseando hasta llegar a un banco donde tomaron asiento.
El telegrama había llegado hacía dos días y ellos partirían a la mañana
siguiente. Ya todo estaba listo: la escolta y el coche contratados y Manuel
debía haber recibido el telegrama de de contesta, aceptando, solo que Antonia
no podía creerlo aún.
Dedicó esos dos días a los preparativos del viaje y a
comprarle a su futura ahijada el ropón más fino para la ceremonia, todo de
cintas, flores y encajes con su gorrito a juego.
Solo al leer el
telegrama había notado cuan profundo era el perdón de Matilde y recordó todas
las cosas desagradables que le había dicho el día que se la encontró en la
calle y le dijo que Manuel iba a comprarle una casa. Respirando profundo decidió que tenía una
deuda que saldar con la señora de Fuentes Guerra. ¡Había algo que debía decirle
a Matilde! Algo de vital importancia, algo que le daría la seguridad absoluta
de ser la dueña del corazón de su esposo y la confianza de haber sido siempre
el único amor de Manuel.
San Cayetano
_ ¿Por que no se despierta, mami? Cada vez que vengo
está dormida. ¡Yo quiero que se despierte!¡Quiero jugar con ella!- protestaba
Manuelito muy enojado
Matilde no pudo contener la carcajada al ver el enojo
de su hijo. Comprendía la frustración del niño, pero como era lógico no podía
complacerlo. ¿Cómo se le explica a un niño de cinco años que los bebés recién
nacidos necesitaban dormir tanto como alimentarse. Era algo que su hijo no
comprendería.
_ Debes tenerle paciencia, Manuelito, es muy pequeñita
todavía- trató de explicarle- Tu hermanita ahora lo que necesita es comer y
dormir para crecer rápido como tú quieres.
_ Yo quería enseñarle mi yegua- se quejó el niño
_ ¿A quién quería enseñarle tu yegua?- preguntó Manuel
que venía con Doña Augusta
_ A mi hermanita, pero cada vez que vengo siempre está
dormida
_ No te molestes hijo. Ella no lo hace a propósito. Es
que es muy chica todavía
_ ¿Y se demorará mucho en crecer?- preguntó fastidiado
_ Un poco
todavía- le respondió su papá
_ Vamos, mi cielo, yo quiero ver a tu yegua- le pidió
su abuela- Aún no me la has enseñado
Cuando la puerta del cuarto se cerró tras ellos,
Matilde abrazó a su esposo apoyando la cabeza en su ancha espalda y con las
manos descansando en su pecho. Manuel echó la cabeza hacia atrás sonriente.
_ No sabía que decirle. Llevaba un buen rato
preguntándome
_ Es un niño muy inteligente- le aseguró su esposo- Se
ve que la quiere mucho
_ ¡Uyy! ¡La adora!- le contó ella mientras él giraba
para quedar frente a ella- Cada día cuando viene trae dos rosas: una para ella
y otra para mi
_ Es natural que sienta curiosidad- le explicó Manuel-
los dos niños a esa edad son muy curiosos por naturaleza. Si a eso le agregas que
han sucedido cosas que son totalmente nuevas para él, tendrás una mezcla muy
difícil de explicar.
_ Tienes razón- le dijo ella y le preguntó curiosa-
¿De donde venías con mi madre?
Manuel caminó
hacia una de las sillas llevándola de la mano, se sentó y la colocó sobre sus
rodillas
_ Tu madre, Josefina y tu tía fueron al pueblo
conmigo. Quisieron que las acompañara para conocer la iglesia, la escuela y el
hospital
_ ¿les gustó?
_ A tu madre le impresionó saber que el hospital lleva
tu nombre y que aunque cuenta con su médico y dos enfermeras de planta, yo
ayudo dos veces por semana- le contó él
_ Pobre mamá, creo que ella nunca imaginó tu calidad
humana- se rió Matilde abrazándolo y besándolo
_ Josefina y tu tía quedaron muy contentas con la
escuela- agregó él después de saborear el beso- Por cierto que cuando venía
pasé por el correo. Llegó el telegrama de Sixto.
_ ¿Qué dice?- preguntó ansiosa
Manuel sacó el telegrama del bolsillo interior de su
saco y se lo dio
_ Léelo tú misma- la invitó
_ ¡Aceptaron!- gritó contenta Matilde y continuó
leyendo- Llegaran en una semana. ¿Crees que podremos prepararlo todo?
_ Espero que sí. Dentro de diez días podremos hacerlo
_ Nuestra Rosario- pronunció con ternura mirando hacia
la cunita
_ Gracias a
Dios y a
_ ¡Eso es!- exclamó Matilde de pronto y brinco de
gusto. Abrazó a su esposo
_ ¿Qué cosa?- le preguntó extrañado él sin comprender
el motivo de tal exclamación
_ Rosario Guadalupe- le dijo ella- Ese será el nombre
de nuestra hija. ¿Te gusta?
Manuel lo pronunció suavemente, en voz muy baja, para
apreciar la musicalidad del mismo.
_ Es un nombre bellísimo, mi amor. Estoy seguro que
sabrá hacerle honor.
Los preparativos para el bautizo y la fiesta se
hicieron con celeridad. Siendo una fiesta campestre, lo acostumbrado era que
cada invitado trajera un regalo que aportar a la fiesta y estos comenzaron a
llegar días antes, junto con la confirmación de la asistencia de los invitados.
Manuel ordenó a varios hombres que junto con Silvano
acompañaran a Matilde, Josefina, Augusta y Prudencia a Ciudad Malte para
comprar los vestidos que usarían y compraran todo lo necesario.
La llegada de
Sixto y Antonia ocurrió sin contratiempos en la fecha acordada. Matilde y Manuel
los recibieron en el patio, mientras el resto de la familia los esperaba en el
salón.
_ ¡Hermano!- saludó Sixto al verlos y saltando del
coche antes de que se detuviera para abrazar a Fuentes Guerra.
_ ¡Hermano que
alegría!- lo abrazó Manuel- ¡Qué bueno verte!
_ Matilde- le tomó la mano para besarla
_ ¡Sixto, que bueno que ya llegaron!- lo saludó ella y
se volvió al coche- ¡Antonia!
_ ¡Matilde! – la saludó Antonia mientras su marido
la ayudaba a bajar- ¡Manuel!
_ ¡Sean bienvenidos!- la saludó Manuel- ¿Tuvieron buen
viaje?
_ Muy bueno- respondió Sixto
_ Entremos- los invitó Mati en lazada del talle por su
esposo.
En el salón se sucedieron los saludos en un ambiente
relajado y alegre. Subieron a su habitación donde ya estaba su equipaje. Los
dejaron para que se refrescaran y descansaran del viaje. Matilde se retiró para
alimentar a ala niña, Prudencia, Augusta y josefina se fueron a descansar y
Manuel, Humberto y Silvano se fueron al despacho, donde poco después se les
unió Sixto.
_ ¿Se puede pasar?- preguntó Antonia al llamar a la
puerta de la recámara de Manuel y Matilde
_ Pasa, Antonia- la invitó Mati, que ya dormía a la
nena- ¿Vienes a conocer a tu ahijada?
_ Si- entró la joven y observó a la nena- Es una niña
muy hermosa. Con esa piel tan clara y esos rizos tan oscuros que parecen negros.
Se parece mucho a ti Matilde, pero tiene el toque de su padre.
_ ¿Si, verdad?- afirmó orgullosa la madre
_ Sin duda alguna- confirmó Antonia y agregó- Mi
esposo y yo estamos muy agradecidos de que quieran que seamos los padrinos de tu hija.
_ No tienes que agradecer- negó mati- Ustedes serán
muy buenos padrinos
Antonia se acercó a la ventana para tomar aire y valor
para abordar el tema que quería. Esperó que ella acostara a ala niña.
_ Si no te molesta, nos tomamos la libertad de
comprarle el ropón para el bautizo- le entregó la caja con el regalo
_ ¡Gracias, no debieron molestarse!- agradeció Mati
abriendo el presente- ¡Es bellísimo! ¡Gracias!
_ Matilde, hay algo que tienes el derecho de saber.
Mati la miró a los ojos con expresión interrogante e
intrigada por el tono de voz empleado. Le invitó a que se sentaran.
_ ¿Qué pasa?
_ Sé que has sido tú quien siempre se ha mostrado más cordial con el perdón que todos me han
dado y ahora con este gesto de confianza lo haces nuevamente.
_ Antonia, no entiendo a donde quieres llegar- comenzó
a decirle pero ella le rogó que la dejara seguir hablando con un gesto.
_ Por favor, no me interrumpas. Esto es muy vergonzoso
para mi- le suplicó- ¿Recuerdas una discusión que tuvimos en una calle de
Ciudad Trinidad? ¿El día que te dije que Manuel gozaba más en mi cama que en la
tuya?
Matilde que recordaba muy bien ese día, se llevó las
manos al cuello, como si quisiera hace bajar el nudo de inquietud que se le
había formado en la garganta. Movió la cabeza afirmativamente, sin encontrar la
voz
_ Te mentí- declaró Antonia simplemente
_ ¿Qué quieres decir?- inquirió atónita Matilde
_ No es cierto lo que te dije aquel día. Estaba
herida, furiosa porque había perdido a Manuel, porque por más que hacía para
conquistarlo, para que se enamorara de mí no había podido lograrlo. Me dio
mucho coraje ver que sólo bastó que volviera a verte para que se olvidara de
mí- le contó roja de vergüenza.
Al ver que a pesar de su silencio tenía toda la atención
de Matilde, continuó sincerándose
_ No fue Manuel quien me sedujo; fui yo. Yo que cegada
por mi amor por él y los malos consejos de Damiana no me detuve ante nada. Me
aproveché de un momento de cansancio extremo y debilidad emocional y física
para casi obligarlo a hacerme suya. Pero no era a mi a quien quería. Me hacía
el amor muy de cuando en cuando, pero era tu recuerdo el que tenía en mente en
esos momentos.
_ ¿Cómo… cómo puedes asegurarlo?- quiso saber mati
_ No era mi nombre el que salía de sus labios en esos
momentos, sino el tuyo- le confesó con sencillez Antonia- No había fuego o
pasión en nuestros encuentros .Solo la necesidad de una satisfacción física.
¡Nunca lo vi al otro día con la misma cara de felicidad que tenía cuando tú
vivías aquí cada mañana, antes de que todo lo de Adolfo Solís se descubriera.
_ No te entiendo- le dijo confundida Mati- ¿cómo
puedes decir que no te quería? ¡Ustedes hacían el amor!
_ No, Matilde. Como ya te dije lo nuestro eran
encuentros físicos. Si hubo amor sólo fue por mi parte. Manuel nunca me hizo el
amor. Eso si, siempre fue tierno y considerado, pero créeme cuando te digo que
ahora sé la diferencia. Ese día en Ciudad Trinidad quería hacerte daño, quería
herirte, molestarte para que sufrieras como estaba sufriendo yo. Pero no puedo
permitir que sigas creyendo una mentira: Tu marido nunca me amó. Si te
traicionó fue solo con el cuerpo, jamás con el corazón. Me quería como se
quiere a una hermana y yo abusé de su cariño. Manuel solo ha amado a una mujer,
y esa… eres tú- concluyó Antonia con el alma en la mirada.
Matilde no habló. A su mente regresaron dos
conversaciones que ahora entendía. La primera con Renato ese mismo día, cuando
él trató de explicarle la diferencia que había en tener intimidad con la
persona amada y con otra que no lo
era. También Renato había asegurado que
Antonia mentía.
La otra conversación que recordó fue la noche de la
llegada de Marie a la casa de la calle de Regina. Manuel diciéndole:
“Lo que sucede es que eres tú la que me gusta. Ninguna
otra tiene tu cara, tu piel, tu boca y de lo que más me atrae es lo que hay dentro de ti: ternura, pasión,
fuerza, mucha dulzura y eso es más de lo que un hombre puede desear”
Lentamente volvió al presente. Tal vez Antonia no
sabía el gran regalo que acababa de hacerle, o tal vez si, pero le había dado
la paz y la tranquilidad que mas necesitaba. Cubrió con su mano una de las de
Antonia que estrujaba un pañuelo lleno de lágrimas con nerviosismo.
_ Gracias, Antonia, gracias por decírmelo
_ Pensé que si íbamos a ser comadres, lo mejor era que
supieras toda la verdad, para que nunca dudes que por Manuel sólo siento cariño, el cariño que se
le tiene a un buen amigo.
_ Es lo que pienso y te agradezco que me lo hayas
dicho
_ ¿Me crees, no es cierto?
_ Te creo, comadre
El día de la fiesta llegó. Se habían dispuesto largas
mesas bajo los árboles del jardín, entre las flores. Las mesas para los
trabajadores estaban dispuestas en el patio interior, cerca de la pista de
baile y adornadas con flores. Una orquesta traída de Ciudad Malte amenizaba la celebración.
_ Todo está listo Manuelito- le informó Silvano cuando
entró al despacho-Ya tu padrino está en la capilla, el día está preciosos. No
deberías estar aquí.
_ Tienes razón- admitió Manuel cerrando el gabinete
donde guardó unos libros de medicina que le habían llegado recientemente y no
había podido leer.- Sólo estaba escondido del caos que es esta casa. Ya iba de
salida. ¿Has visto a Matilde?
_ No, no la he visto- se rascó la cabeza, dudó unos
instantes y comentó con dolor- ¡Sólo falta ella, Rosarito!- el brillo de sus
ojos delató el sentimiento
_ No, Silvano- le palmeó el hombro con fuerza para
reconfortarlo- Ella está hoy más presente que nunca. Siempre confió en Matilde,
siempre luchó porque estuviéramos juntos; porque gracias a su sacrificio me
volvió a dar la vida y permitió que este día fuera posible. En mis hijos, en mi
amor por mi mujer, en nuestra amistad, en el cariño de mi gente la veo a ella y
sé que no nos abandona nunca.
Un llamado a la puerta interrumpió la conversación
_ Adelante- permitió Manuel
Doña Augusta apareció con su nieta en brazos: un
bultito rosa y blanco que se movía con insistencia
_ ¡Manuel, por
favor, vaya usted por Matilde! Ya casi es la hora y comienzan a llegar los
invitados. Creo que hasta el alcalde ya llegó
_ No se preocupes, Doña augusta, lo haré con mucho
gusto- le contestó riendo- Con permiso
_ ¡Aún no estás lista!- regañó a su mujer al entrar en
su recámara, medio en broma
_ Nada más me falta colocarme el collar y el
brazalete- le explicó ella- ¿Me ayudas?
_ Será un placer- accedió acercándose. La basó en el
cuello y le colocó el collar que le había regalado. La besó en la muñeca y le
colocó el brazalete- ¡Estás mas hermosa que nunca!¡Eres una tentación! Casi me
resisto a compartirte con tanta gente- le susurró al oído
_ ¡Zalamero!- bromeó ella y de pronto le tomó el
rostro, lo acercó al suyo y le dio un beso largo, dulce, enamorado.
¿Y esto?- preguntó Manuel gratamente sorprendido
_ ¡Te amo! ¿ Te amo como nunca he amado a nadie!- le
declaró Matilde
_ ¡Yo a ti también!- la besó Manuel y sonrientes,
tomados de la mano salieron a recibir a sus invitados.
Al medio día Alberto Joaquín y Rosario Guadalupe
habían entrado a formar parte del rebaño del Señor, mediante el sacramento del
bautizo.
Después de la abundante y rica comida y de ver los
bailes d los peones, los caballeros fueron a tomar una copa de coñac al salón y
las mujeres quedaron dueñas del jardín. Las nanas se llevaron a los niños para
que descansaran.
La esposa del alcalde le ofreció a Mati que empleara a
la que hasta días antes había sido la nana de sus hijos, para la pequeña
Rosario, pues ellos ya no necesitaban una por estar muy crecidos y la mujer era
excelente con los niños. Matilde quedó en recibir a la señora para
entrevistarla junto con su esposo y tomar una decisión.
Al caer la tarde todos se reunieron nuevamente en el
patio trasero y los músicos se prepararon para comenzar el baile. La pista
estaba vacía, esperando las parejas, iluminada por antorchas y adornada con
guirnaldas de flores y enredaderas.
Manuel observó el regreso de Matilde de alimentar a la
niña y se acercó a los músicos. Les dijo unas cuantas palabras en voz baja y se
encaminó al grupo donde conversaba su mujer.
Las notas de un vals se comenzaron a escuchar. Al
llegar junto a su mujer, Fuentes Guerra se inclinó, extendió la mano hacia ella
y sin dejar de mirarla pícaramente a los ojos le pidió
_ ¿Me permite?
Matilde dejó escapar una risita emocionada y
encantada, con una breve genuflexión aceptó la mano y se dejó guiar al centro
de la pista, donde comenzaron a bailar.
_ ¿Recuerdas?- le preguntó Manuel mientras bailaban
_ Si, es la misma canción que bailamos en nuestra
fiesta de compromiso- recordó Mati, mirándose en sus ojos
_ Si, nuestro primer baile como pareja- susurró
apasionado- Un día tan feliz como éste
_ No, Manuel, éste es mucho más feliz- lo contradijo
Matilde- Por que hoy somos verdaderamente felices los dos
_ Y yo, otra vez vuelvo a estar tan orgulloso, tan
feliz como aquella noche- terminó apasionado- Y todo gracias a ti.
Siguieron bailando en silencio, hablándose con los
ojos, besándose, acariciándose, amándose con la mirada. El recuerdo para
Matilde era agridulce porque iba acompañado de remordimientos. Josefina y
Humberto, Sixto y Antonia y otras parejas danzaban a su alrededor; pero ellos
tenían su propio mundo solo para ellos.
_ ¿Te arrepientes de algo?- le preguntó Manuel
_ Sí
_ ¿De qué?
_ De no haberte conocido mucho antes- le confesó
Matilde- ¿Y tú?
_ De muchas cosas, pero la principal: haber perdido
tanto tiempo lejos uno del otro
Esa noche
Solos en su
recámara Manuel miraba por la ventana, vestido con su bata roja abierta, que
dejaba al descubierto su magnífico torso bronceado y musculoso. No sonreía,
pero tampoco estaba molesto. Tenía la mirada tranquila, casi soñadora y el
cuerpo totalmente relajado.
A lo lejos se
encontraba el portón de entrada de la hacienda, cerrado a esas horas luego de
la partida de todos los invitados. Las luces en las viviendas de sus peones se
había apagado hacía mucho. Mañana sería otro día de trabajo duro. Todo lucía
tranquilo a la luz de la luna y por primera vez en mucho, muchísimo tiempo,
Manuel se sentía en paz.
Ya tenía la familia que tanto había pedido a Dios.
Incluso tenía más de lo que nunca jamás se había atrevido a imaginar: un
apellido importante, fortuna, los dos hijos que tanto había deseado y la mujer
“bonita, dulce y bien dispuesta” que lo amaba como siempre había soñado.
También tenía amigos, buenos amigos: Silvano, Sixto,
Amadeo, Humberto y Renato.
Matilde salió del baño y se le acercó, pero él estaba
tan ensimismado que no la sintió acercarse. Lo abrazó por detrás recostando la
cabeza en sus hombros y calentando las manos en su pecho. Manuel sonrió con esa
sonrisa hermosa preludio de carcajadas hechas a media voz y que mostraban el
placer y la alegría que le provocaba. Le sujetó las manos y se las llevó a los
labios para besarlas; luego con inágil movimiento la haló hacia un lado,
levantó su brazo para hacerla pasar por debajo de el y girar al mismo tiempo
para que quedara de frente a él abrazada por la cintura.
Ambos rieron uniendo sus risas. Se miraron a los ojos
y se besaron con calma, sin prisas, saboreándose mutuamente y disfrutando el
momento. Las manos de Manuel se enredaron en el cabellos de mati y las de ella
jugaron con los rizos de él que se perdían en el cuello de la bata. Giraron
perdidos en un mundo de sensaciones. En el suelo quedaron las prendas que
limitaban sus ansias y movimientos y cayeron en el lecho en medio de risas
sofocadas por besos para no despertar a la niña, suspiros, susurros, pasión y
mucho amor.
Tres días después las familias Valdés y Peñalver
regresaban a Ciudad Trinidad y a la
capital. Después de cenar Manuel se encerró con Silvano en su despacho para
revisar las cuentas, ya que el nuevo administrador llegaría en unos días
recomendado por Sixto y con las generales suyas dadas para evitar nuevas
suplantaciones.
Prudencia y Matilde subieron a la recámara de la
primera, pues Mati ardía en deseos de contarle a su tía la confidencia de
Antonia, mas una vez abierta la puerta de las confidencias también le contó lo
sucedido con Adolfo cuando intentó
violarla.
_ ¿Qué hago, tía?- le preguntó angustiada sentada
junto al lecho que ocupaba Prudencia
_ yo creo que deberías decírselo todo a tu marido, me
refiero a lo de Solís- le aconsejó su tía colocándose el gorrito de dormir- Si
mi cielo, tu marido te adora, pero creo que en el fondo, aún tiene dudas
_ ¿Dudas? ¿De que hablas tía?- se inquietó Matilde
_ ¡Vamos hija que no eres boba! Sabes que tu marido ha
vivido un infierno porque siempre ha pensado que todavía sientes algo por ese
canalla. Lo siento- se disculpó enojada pero si se atrevió a faltarte, lo es. Y
que a él sólo lo amas por su dinero y todo lo que ha pasado
_ Manuel no puede pensar eso de mi- se levantó
inquieta y negando nerviosa lo que en el fondo sabía que era cierto
_ ¿estás segura?- le preguntó con énfasis su tía- ¿Acaso
le has contado que éste es el motivo de tus pesadillas?
_ No, pero…
_ Y sabes que él está muy preocupado con eso , me lo
ha dicho- le confió Prudencia- además, mi cielo, Manuel se merece saber que
Solís ya no es un héroe a tus ojos y que todo tu amor le pertenece a él.
¿Piénsalo bien, Mati, piénsalo bien!¡ Manuel se merece esa explicación si en
verdad lo amas!
_ Buenas noches tía- se despidió pensativa Matilde. Le
dio un beso y salió del cuarto.
En el pasillo se detuvo indecisa, luego tomando una
decisión bajó hasta el despacho. Iba a llamar a la puerta cuando escuchó unas
palabras que la inmovilizaron.
_ ¿pero cómo puedes decir eso?- exclamó Silvano- tu
mujer te quiere
_ Si, Silvano, lo se, pero a veces la veo pensativa,
lejos, sobretodo en estos últimos días y me preguntó si todavía piensa en ése-
respondió la voz de Manuel- Sé que está muerto, que ya no puede quitármela,
pero se que para ella es casi un santo, que lo tiene en un pedestal. ¡Piensa,
Silvano, tres veces me salvó la vida! Si estamos juntos es porque él me soltó y
murió en mi lugar.
_ Pero a ti te ama, Manuelito
_ No se, tal vez esté siendo egoísta al dudar así o al
pensarlo, pero, ¿Cómo puedo evitarlo? Dicen que el primer amor nunca se olvida-
la voz de Manuel sonó atribulada, triste.
Conteniendo un sollozo, con cuidado de no hacer ruido,
Matilde retiró la mano de la manija de la puerta y subió las escaleras con el
corazón apretado y un fuerte dolor en el pecho.