El equipo de Colunga Team y yo te damos la Bienvenida a nuestra casa. Deseamos que te diviertas y que convivas con respeto y cariño con los demás integrantes de nuestra gran Familia.
CREO QUE COPIE EL 106 DOBLE, PERDON
BUEN FIN DE SEMANA A TODOS
BESITOS MAGICOS DESDE CUBA
GRISEL
Capítulo 107
_ ¿Se puede Manuel?
_ ¡Pase, Padrino, pase por favor!- le invitó Manuel
saliendo a recibir a Don Urbano a la puerta del despacho en San Cayetano- ¡Qué
bueno que ya llegó!
_ Hoy es domingo hijo, así que vengo a oficiar la
santa misa para tus trabajadores, como siempre- le aclaró Don Urbano
_ Lo sé, padrino, pero es que quería comentarle sobre los planes que tengo
para celebrar el cumpleaños de Matilde.
_ ¿El cumpleaños de Matilde?¿Cuando?
_ El próximo domingo precisamente y es por eso que
quiero que usted me ayude- le explicó Manuel mientras tomaban asiento.
_ De acuerdo, ¿Qué has planeado hacer?
_ Bueno, mientras estuvimos en Ciudad Trinidad- y
Manuel comenzó a contarle los planes hechos con la familia de Matilde- Con
Silvano ya he quedado en varias cosas, pero me falta lo principal: ¿cómo
adornar la hacienda sin que Mati sospeche? Lo estuve pensando y creo que
podemos decir que haremos una feria para recaudar fondos para la iglesia; así
cuando vea los preparativos no los relacionará a su cumpleaños y no se perderá
la sorpresa.
_ Creo que es
buena idea- estuvo de acuerdo Don Urbano- así podremos celebrar la misa y luego
dejar que tus trabajadores celebren la fecha con ustedes. Sabes que Matilde ha
sabido ganárselos a todos.
_ Si, tiene usted razón, Padrino- y Manuel recordó los
días anteriores, después de su regreso a
San Cayetano de Ciudad Trinidad.
El viaje de regreso fue lento, pues aunque
aparentemente no hubo complicaciones derivadas del accidente, Manuel no quería
correr riesgos; Matilde se encontraba muy próxima a la fecha de alumbramiento.
Su gente los recibió con gran alegría que se tiñó de preocupación por la salud
de la señora.
Todos sabían de la gran ilusión que era para los señores la llegada del nuevo niño y
el gran dolor que representaría para todos si pasaba algo malo. Matilde gozaba
de buena salud, pero cada mujer tomó para sí la tarea de acompañarla y cuidarla, por lo que nunca estaba sola.
Siempre había alguna con ella, pendiente de sus menores deseos o gestos.
Matilde ajena a todo lo que sucedía, dividía sus horas
entre su hijo, Manuel, la casa y enseñarle a las niñas de la hacienda a
realizar bordados sencillos con los cuales embellecer sus vestidos de domingo.
Doña Prudencia tenía una tremenda misión pues debía atenuarle la carga del
trabajo de la casa, para que Mati no cometiera excesos y realizar los
preparativos para la fiesta de cumpleaños. Para esto se había agenciado la complicidad de Jacinta y Seferina
y éstas se lo habían contado a las demás mujeres de la hacienda. Entre
todas estaban organizando y realizando
los adornos y todos los preparativos.
El entusiasmo se sentía en el aire, era una fiesta de
todos en San Cayetano; la primera fiesta importante desde que Don Manuel era el
señor. Todos le debían mucho. En el pueblo tenían un hospital con un buen
médico y una escuela para los niños. En San Cayetano los trabajadores tenían
una vida mejor desde que era el patrón.
Ya no había castigos corporales por cometer errores,
los niños y las niñas de los peones asistían a la escuela del pueblo y si
alguno se enfermaba era el mismísimo patrón quién lo atendía y suministraba los
medicamentos sin costo alguno para los enfermos. Y con el retorno de la patrona
todo estaba mucho mejor. Las dispensas, que siempre habían sido muy buenas,
ahora eran mucho mejores, pues
Por eso todos estaban contentos de que el patrón
quisiera hacerle una fiesta sorpresa a la patrona y que quisiera compartirla
con todos ellos.
_ ¿Entonces puedo contar con su ayuda, Padrino?- le
preguntó Manuel, volviendo al presente.
_ ¡Claro que si, hijo! Por supuesto- aceptó Don
Urbano- ¿Cuándo quieres que hable con ella?
_ Hoy mismo si usted quiere- le propuso su ahijado muy
contento.
Se encaminaron
hacia la puerta para salir del despacho.
_ ¿Entonces se queda a almorzar con nosotros?
_ Ante tanta insistencia….- le contestó riendo su padrino y haciendo alusión a la falta de
invitación.
_ Usted sabe que no necesita que lo invite, Padrino-
le contestó Manuel con tono de reproche en la voz y la mirada por la intención
del comentario.
Justo en el instante en que llegaron al pie de la
escalera vieron que Matilde venía bajando seguida por Doña Prudencia. Lucía un
embarazo de casi nueve meses y su andar era lento y pesado, pero seguía tan
hermosa como siempre. En una mano traía su rosario y el libro de rezos y una
mantilla descansaba sobre sus hombros.
_ ¡Padre!- exclamó contenta al ver a Urbano.
_ ¡Matilde, hija!- la saludó mientras la miraba
acercarse- Estás….
_ Si, ya se padre, luzco enorme…- lo interrumpió ella
dejando claro cómo se sentía
_ ¡Pero, hija!- exclamó Doña Prudencia, regañándola
_ No, Matilde, no iba a decir semejante cosa- le
explicó Urbano
_ No se moleste, padrino- lo interrumpió Manuel-
Matilde no le creerá
Había estado en silencio admirando a su mujer mientras
ella se acercaba. Para él no había en todo el mundo una mujer más hermosa que
ella y con la proximidad del final de su embarazo, Mati, parecía florecer: sus
ojos resplandecían, su pelo lucía sedoso y brillante, su piel brillaba. No
había una visión más hermosa para él.
Se acercó a ella y la besó con ligereza por respeto al
padre. Colocó una mano en su cintura, atrayéndola hacia sí y otra sobre el
abultado vientre.
_ Matilde no me quiere creer cada vez que le digo que
luce hermosísima. Y se lo digo cada vez que la veo.
_ Dios le dio a la mujer la bendición de traer los
hijos al mundo, como una gracia divina- sentenció el cura- Y no todas alcanzan
ese privilegio.
_ Si, padre, y no me quejo- contestó Mati acariciando
su pancita y mirando a su esposo- Me encanta traer al mundo a los hijos que
Dios disponga, pero es una espera muy larga- besó la mano de Don Urbano.
_Cierto, hijita, te comprendo, pero ya falta muy poco,
según tengo entendido.
_ Dentro de dos semanas saldrá de cuentas. Buenos
días, padrecito-le saludó, Prudencia.
_ Eso dicen ellas, pero ya les dije que podría ser
mucho antes- replicó Manuel moviendo la cabeza y haciendo un mohín con los
labios de quien estaba harto de tratar de hacerlas entender y lo dejaba todo a
la mano de Dios- Esperemos que todo salga bien. ¡Eso es lo que importa!
Juntos salieron hacia la capilla. El padre entró
seguido de los dos niños que hacían las funciones de monaguillos y que lo
esperaban, para prepararlo todo. Prudencia, Manuel y Matilde se detuvieron en
la entrada, saludando a los trabajadores y sus familias que iban llegando.
Silvano llegó todo apurado temiendo llegar tarde.
_ ¿Y Manuelito?- le preguntó Matilde a Manuel al no
ver al niño
_ Ahí viene –respondió él al voltear y ver a su hijo
que se acercaba con varios hijos de los peones y seguido de cerca por
esperanza.
Ya en la entrada, Prudencia le arregló la corbata al
niño y lo tomó de la mano para ir a sentarse al banco que por generaciones
siempre había sido del patrón y su familia, seguida de Silvano que iba sombrero
en mano. En la puerta y a la vista de todos, junto a la pila del agua bendita,
Manuel tomó la mantilla de los hombros de su esposa y se la colocó con ternura
en sus cabellos; luego mojó los dedos en
el agua y realizó la señal de la cruz sobre ella y besó los dedos sin dejar de mirarla a los ojos. Matilde hizo lo
mismo. Todo el amor del universo se reflejaba en los ojos de ambos. Después
entraron a ocupar sus lugares y
_ La misa estuvo muy hermosa, Padre- comentó Prudencia mientras almorzaban- El sermón fue muy emotivo.
_ Gracias, hija. Le respondió Urbano sonriente y se
volvió a su ahijado- Por cierto, hijo, quería pedirte algo.
_ Usted dirá; Padrino- le instó Manuel dejando de
comer para atenderlo.
_ Hace tiempo que estoy pensando en recaudar fondos
para hacer algunas mejoras en la iglesia y he estado pensando que lo más
indicado sería una feria. Así cada uno podría vender sus productos y de la
venta total se dedicaría un pequeño porciento la iglesia.
_ Creo que es muy buena idea, Padrino- estuvo de
acuerdo Manuel- ¿Y donde la haría? ¿En el pueblo?
_ Bueno había pensado que si para ti no es molestia y
si para Matilde no supone mucho trabajo, podríamos hacerla aquí en San
Cayetano.
_ Por mi no hay ningún inconveniente- estuvo de
acuerdo Matilde- La verdad es que eso me dará algo con lo cual entretenerme
_ Si mi amor, pero sin abusar- le sugirió Manuel atrapando su mano y acariciándola con
el dedo pulgar.
_ No te preocupes hijo-le aseguró Doña Prudencia- yo estaré al pendiente de que no haga
locuras.
_ Yo también cuidaré a mi mamita y a mi hermanito-
exclamó Manuelito.
Todos rieron ante la declaración. Manuel se limpió los
labios con la servilleta, se recostó en el respaldar de su silla y colocando la
servilleta en la mesa le preguntó a su hijo:
_ ¿Acaso no tienes suficientes tareas con cuidar y
entrenar a tu caballo?
_ Si, papito, pero Silvano me dijo que me iba a ayudar
y yo también quiero cuidar de mi mamita, para que mi hermanito llegue pronto-
le explicó su hijo.
_ Creí que habíamos acordado que tu yegua era
responsabilidad tuya, Manuel- le dijo muy serio al niño.
_ Si papito, y lo estoy haciendo, de veras- aseguró
Manuelito mientras hacía énfasis con un movimiento de cabeza de aquiescencia.
_ Es cierto, Manuel- intercedió Silvano-él lo hace
todo, yo solo lo ayudo con lo más pesado. Además es muy chico todavía.
_ Ya hablaremos después- le dijo Manuel mirándolo con una advertencia en los
ojos, después se volvió a su padrino- Entonces estamos de acuerdo, Padrino.
¿Cuándo quiere hacer la fiesta?
_ ¿Podría ser el próximo domingo? Después de la misa-
propuso.
_ De acuerdo- aceptó Manuel con una gran sonrisa y con
una mirada recorrió a todos los presentes y la detuvo en su mujer.
La semana pasaba sin contratiempos. Los preparativos
ya estaban hechos y sólo faltaban los retoques de última hora. Matilde
supervisaba la decoración sin saber que todo aquel revuelo era para celebrar su
cumpleaños.
Doña Prudencia mantenía bajo su mando lo que sucedía
en la cocina, pero sin dejar de esta al pendiente de su sobrina. Fuentes Guerra
también estaba presente en cada cosa que se hacía, acompañado del fiel Silvano,
ayudando, guiando, observando.
Se acercaba el final del año y estaba comenzando a
hacer frío en las tardes-noches. Manuel
insistía en que Matilde se abrigara, por ella y por el bebé. Manuelito, usaba
suéteres continuamente sobre su ropa de montar.
_ Sólo falta poner las iluminaciones del patio y las
flores, pero no podemos hacerlo ahora, lo dejaremos para mañana bien temprano-
le comentaba Silvano a Manuel mientras inspeccionaban los últimos retoques, el
sábado en la tarde.
_ ¿Los músicos?- le preguntó Manuel, luego de
aceptar las explicaciones.
_ Llegaron esta mañana de Ciudad Trinidad- le contestó
_ Están alojados en la posada del pueblo- confirmó
Manuel
_ Eso ya está listo, Manuelito
_ La familia de Matilde llega hoy en la noche- siguió
informándole- hay que aprovechar que Matilde se está retirando temprano, para
alojarlos en la casa sin hacer ruido, para que no los vea antes de tiempo.
_ No te preocupes, Manuelito, ya los hombres están
alertados sobre lo que hay que hacer, pero dime una cosa: ¿no crees que tu
mujer se de cuenta?
_ ¡Si hacemos las cosas bien no tiene por qué- lo
calmó mientras se detenían- Además creo
que está muy cerca el momento en que Matilde dé a luz a nuestro hijo.
_ ¡A poco! ¿De verdad?- se extrañó Silvano.
_ Si. Le he estado observando toda la semana y aunque
lo niega ha tenido algunos dolores- le confió a su fiel amigo.
_ ¿Y eso no es malo?
_ No, es normal cuando se está acercando el momento-
le explicó- Ella cree que no lo he notado, pero veo su rostro y lo noto
contraerse de dolor. Son como ráfagas cortas, de poca duración, pero estoy
seguro que el siguiente es más fuerte que el anterior, hasta que llegue el
momento.
_ Es por eso que no has querido salir de los límites
de la hacienda, ¿verdad?- aventuró Silvano la conclusión y entendiendo al fin
qué era lo que mantenía a Manuel como ausente.
_ Si, Silvano. Quiero estar lo más cerca posible
cuando el momento llegue.
_ ¿Piensas atenderla tú mismo?- indagó incrédulo
_ ¡Claro que sí!- exclamó Manuel y al ver el gesto de duda de su fiel
amigo-¿Qué pasa? ¿Piensas que no puedo? Te recuerdo que soy médico- agregó
riendo y dándole una palmada en el hombro
_ Pues la verdad, no sé, Manuelito….- susurró
dubitativo Silvano mientras se rascaba la nuca buscando la manera de explicarle
el por qué de sus dudas- Ya sé que eres médico, pero la mujer de uno… ¿estás
seguro? En estos casos se llama a una partera, ¿no?
_ Tienes razón-
convino Manuel y le explicó- Las costumbres indican que debe ser una mujer, una
partera, quien ayude en el alumbramiento, pero si tienes a mano un doctor
preparado para si surge cualquier complicación, una partera no es necesaria.
Además le prometí a Matilde que no sufriría como cuando nació nuestro hijo y
para evitarlo dentro de lo posible tengo que estar ahí. ¡Se lo prometí y voy a
cumplirle!
Le dio una palmada en el hombro y se encaminó hacia
donde estaba su caballo. Montó con agilidad y salió rumbo a los pastizales para
ver el arreo del ganado hacia los potreros de Santa Rita, donde serían marcados
los novillos y seleccionadas las reses listas, para vender.
Se reunió con sus hombres y supervisó la labor sin
vacilar en ayudar en los momentos en que era necesario. Trasladaron las reses
por el Paso del Coyote y Manuel sonrió recordando lo sucedido en ese mismo
lugar años antes y que de una forma u otra propició que Matilde aceptara que se
había enamorado de él.
Esperó hasta que el último animal estuvo encerrado en
el cercado y recorrió con una mirada satisfecha todo a su alrededor. Alabó y
agradeció el trabajo de sus peones y seguido de los que vivían en San Cayetano
regresó a la hacienda.
Manuelito montaba su yegua en el prado que había entre
la casa y la entrada de la hacienda, vigilado por un peón que lo estaba
enseñando a montar. Al ver a su papá le gritó para llamar su atención.
_ ¡Papá, mírame!- le gritó contento. Pidió
autorización de su maestro y al obtenerla cabalgó hacia una valla de medio
metro de alto para saltarla.
Manuel detuvo su caballo para ver la maniobra. Sentado
cómodamente le vio afincarse en la
silla, apretar las rodillas y animar al animal con la voz y los talones, para
brincar el obstáculo limpiamente. Una ola de orgullo lo llenó y esperó que el
niño se la reuniera para felicitarlo.
_ ¿Me viste, papito, me viste?- le preguntó ansioso y
exaltado su hijo.
_ ¡Claro que si! ¡Muy bien hecho!- lo alabó
alborotando los cabellos del niño en un gesto cariñoso- ¡Lo hiciste muy bien!
_ ¡No me dio miedo!- le confió contento y orgulloso
Manuelito
_ Por supuesto que no te dio miedo- estuvo de acuerdo
Manuel- Eres un niño muy valiente. ¡Estoy muy orgullosos de ti, hijo!
_ Ramón dice que me va a enseñar muchas más cosas- le
contó el niño mientras se acercaban a la casa
_ Me parece bien y por lo que veo aprenderás muy
rápido.
Matilde sonrió. Había observado todo desde la ventana
de su recámara donde se encontraba
guardando algunas ropas de Manuel. Tenía a las criadas necesarias para que lo
hicieran, pero había cosas que prefería hacer ella misma y estar al pendiente
de las cosas de Manuel y de Manuelito la llenaban de satisfacción.
Se dirigió a la cómoda y abriendo el cajón donde
guardaba las camisas colocó con cuidado la que acababa de doblar para que no se
estrujara. Suavemente deslizó los dedos sobre la tela, tal como había hecho la
noche anterior en el pecho de Manuel. Su Manuel, que a pesar de lo avanzado de
su embarazo cada noche la envolvía entre sus brazos y la colmaba de placer con
sus caricias y sus frases apasionadas, llenas de amor y cariño; y aunque no
tenían relaciones por el mismo motivo, la hacía sentirse especial, deseada.
Una punzada fuerte en la zona baja de la espalda la
hizo contraerse del dolor y lanzar un quejido, mientras que en un acto reflejo
se llevaba la mano al lugar a dolorido respirando profundamente con alguna
dificultad. Se enderezó y caminó hasta la silla más cercana donde se sentó con
cuidado. Se acarició el abultado vientre mientras le susurraba palabras al
intranquilo ser que ya empezaba a mostrar sus deseos de conocer el mundo.
_ No debes hacerme pasar por estos dolores todavía.
Mira que estoy muy emocionada con la fiesta de mañana y tú no debes echármela a perder.
Poco a poco y con el regreso de la respiración a la
normalidad el dolor fue cediendo hasta desaparecer. Se levantó, terminó de
guardar las camisas y con una mirada rápida a su alrededor para comprobar que
todo estaba en orden salió de la recámara. Caminó por el corredor y bajó con
cuidado las escaleras. Decidió ir en busca de unas flores para adornar su
recámara, por lo que siguió hacia el jardín.
Recorrió el jardín aspirando el perfume de las rosas y
demás flores y recogió algunas para el ramo. Se Sentó a tomar un descanso
rápido en la fuente y cerró los ojos cuando la brisa se levantó para danzar por
todo el jardín. Levantó el rostro con los ojos todavía cerrados para disfrutar
más cómodamente de la caricia del aire que le daba de lleno.
Así la encontró Manuel: sentada disfrutando de algo
tan sencillo y a la vez tan vital como era un poco de aire fresco, las flores
sirviendo como marco a su rostro dentro de la prisión de sus brazos. Lucía
hermosa, como un amanecer en el campo; irradiaba una luz propia que la
embellecía y la hacia aún más deseable a sus ojos, el rostro bañado por los
débiles rayos del sol del atardecer. Relajada, tranquila, alegre, feliz.
¡Feliz! Esa era la clave. Matilde estaba feliz y todo en ella lo gritaba a los
cuatro vientos.
Con un gesto de felicidad contenida bajó
silenciosamente los escalones y se acercó a Matilde que no lo oyó. Con sumo
cuidado de no tocarle colocó una flor frente a su nariz y esperó. La fragancia
de la flor llenó las fosa nasales de ella con tal intensidad que abrió los ojos
para encontrarse sorprendida con una rosa roja antes sus ojos y escuchar al
mismo tiempo la vos de esposo que le susurraba al oído:
_ ¡Una flor para la flor de mi vida! ¡Te amo!
_ ¡Manuel!- exclamó contenta aceptando la rosa que le
ofrecía y sintiendo que era sostenida, amada y protegida por los brazos más
cálidos y amantes del mundo, de todo su mundo- ¡Regresaste!
_ ¡Luces bellísima!- le declaró él mientras buscaba
sus labios con ansia y le daba un beso muy sensual
_ ¡Gracias!- respondió sonrojada- ¡Te quiero tanto,
Manuel, tanto!
_¡ Ay, Matilde, siempre con tus sonrojos!- le dijo al
verla, riendo divertido
_ Tú los provocas- se defendió ella- Si no fueras
tan…. Tan…
_ ¿Tan.. Qué?- le urgió mientras besaba su cuello,
provocándole estremecimientos de placer con la caricia- Tan enamorado, tan loco
por ti
_ Tan
imprudente- lo contradijo mientras aparentaba luchar, pero sin hacer verdaderos
esfuerzos por escapar de sus brazos- No miras que aquí nos pueden ver
Publicado por angelitafer5
_ Matilde, mi Matilde- le susurró mientras jugaba con
los mechones de cabello que orlaban su rostro y repartía besitos pequeños en
toda su cara- No soy un muchacho en un encuentro clandestino con una joven. Soy
tu marido, el padre de tus hijos, el hombre que te ama por sobre todas las
cosas y que te debe la dicha de disfrutar de la felicidad mas grande de este
mundo. Te amo y no me importa que la gente lo sepa, al contrario quiero
gritarlo a los cuatro vientos, quiero que todos se enteren; pero sobretodo
quiero que tú no lo dudes nunca.
_ Y nunca he dudado de tu amor- le contestó ella
respondiendo a las caricias con el mismo amor- Sé que me amas como yo te amo a
ti.
_ ¿Cómo te has sentido hoy?- le preguntó él mientras
se encaminaban al interior
_ Bien, aunque un poco cansada- le contó ella
_ ¿No has tenido dolores fuertes?- volvió a insistirle
Manuel
_ No, solo pequeñas molestias, pero no dolores- mintió
Mati y al ver su mirada de incredulidad y duda bajó la vista.
_ ¿Segura?- volvió a inquirir Manuel ayudándola a
subir las escaleras hasta su recámara
_ Claro que si- porfió Matilde
Manuel se recostó en uno de los postes de la cama
observándola mientras Mati iba en busca de un jarrón, le echaba agua y colocaba
en él las flores. No le creía una palabra y le preocupaba que por testarudez le
escondiera que estaba teniendo dolores. Matilde, mientras simulaba estar
ocupada arreglando las flores de espalda a él, para que no se diera cuenta de que le estaba mintiendo. De sobra
sabía que su esposo había aprendido a leer en su rostro cuando le mentía.
_ Matilde…- comenzó a decirle con tono de
reconvención, pero ella lo interrumpió
_ Te vi con Manuelito. Ha aprendido mucho- quería que
cambiaran de tema de conversación. Por ninguna circunstancia le diría de los
dolores que tenía cada vez más frecuentes y más fuertes. Ya los había pasado
con Manuelito y sabía que aún no era el momento.
_ Si- Manuel se daba cuenta de los intentos de cambiar
la conversación y con una sonrisa traviesa en los labios decidió seguirle la
corriente_ Es muy inteligente. Asimila muy rápido todo lo que le enseña Ramón.
Además no tiene miedo a intentar nuevos retos. Es un niño muy valiente.
_ Si, se parece mucho a ti- asintió riendo ella y
llevando el jarrón ya listo hasta la mesita donde iba a colocarlo.
De improviso el dolor de la tarde volvió a repetirse
tomándola por sorpresa y lanzó una queja de dolor, llevándose la mano a la
espalda y buscando apoyo para sostenerse.
Manuel acudió a su lado al instante, le quitó el
jarrón de las manos colocándolo en la mesita mientras la sostenía con el brazo
libre y su propio cuerpo.
_ ¿Qué tienes Matilde?- le preguntó alarmado girando
para verla pero sin soltarla
_ No es nada- jadeó ella con la respiración
entrecortada- Un dolor…
_ ¿Dónde te duele?
_ Aquí- le dijo señalando la zona baja de la espalda-
pero no te preocupes, ya ase me está pasando.
_ Vamos a que te acuestes. Necesito revisarte
_ No hace falta, Manuel, fue un dolorcito y ya se me
pasó. No es…
_ Por supuesto que si es necesario- la contradijo él
tomándola en brazos y llevándola hasta el lecho donde la acostó- tienes nueve
meses Matilde y en cualquier momento pueden empezarte los dolores….
_ Manuel, este no es mi primer hijo- protestó ella- el
dolor que sentí no tiene nada que ver con los que sufrí cuando nació Manuelito.
_Mejor, pero aún así voy a revisarte, así que no
repliques, Matilde, voy a ver si todo esta bien para estar más tranquilos- el
tono usado por su esposo mientras se lavaba las manos fue contundente y terminante.
Un poco después Manuel terminaba de lavarse las manos
después de reconocerla.
_ ¿Y bien?- peguntó con renuencia Mati, mal humorada.
_ Todo parece
normal- respondió Manuel. Se secó las manos y se sentó a su lado- pero me
gustaría que guardases reposo lo que queda de hoy y mañana
_ ¿Por qué? Si dices que todo está bien no veo el
motivo para quedarme en cama y mañana es la fiesta- protestó Mati
_ Si mi vida, todo está bien, pero tu cuerpo ya se
está preparando para el gran momento- le miró sonriendo y haciéndole gestos
para tratar de hacerla entender y que desapareciera el mal humor de
ella-Como médico lo veo, como esposo lo
siento: estás molesta, enojada y hace mucho que eso no sucedía
_ Eso no quiere decir nada- le contradijo todavía
molesta- Estoy enojada por que quieres ver fantasmas donde no los hay y
encerrarme en nuestra recámara con los últimos preparativos que hay que hacer
para la feria de mañana.
Manuel lanzó un suspiro de resignación, movió la
cabeza demostrando que no entendía como ella quería hacerlo pasar por tonto.
_ Escucha, Matilde, ¿quieres asistir a la feria de
mañana?
_ Sabes bien que sí. Me hace mucha ilusión
_ Pues bien, si no guardas cama al menos hoy, lo más
seguro es que no puedas hacerlo. Mientras mayor a esfuerzo y cansancio te
sometas, más pronto darás a luz y de eso estoy seguro- le comunicó con tono
enérgico.
Matilde sopesó las posibilidades, sabía que Manuel
tenía razón. Los dolores eran cada vez más seguidos y fuertes y ella se estaba
excediendo. Debía descansar si quería disfrutar de la fiesta.
_ De acuerdo, me quedaré en la cama- aceptó a
regañadientes.
_ Es por hoy solamente, Mati- la besó en la frente, en
los ojos y las manos- Buscaré a tu tía para que venga a hacerte compañía
mientras yo reviso algunas cosas con Silvano. ¿Quieres que mande servir la cena
para nosotros dos aquí?
_ Si, gracias, Manuel- le sonrió.
Volvió a besarla esta vez en los labios con un beso
dulce y suave y en las manos, recorrió su rostro con un dedo con cariño antes
de incorporarse y salir de la
habitación. Matilde lo siguió con los ojos hasta que la puerta se cerró,
suspiró y se sentó en el lecho acariciando su pancita.
Pocos minutos después llamaron a la puerta y casi sin esperar el permiso
para pasar entró Doña Prudencia.
_ Mi cielo, me dijo Manuel que tienes dolores- se
acercó al lecho apresuradamente.
_ No exageres tía- la reprendió Mati- solo fue un
dolorcito, pero Manuel quiere que guarde reposo por que sino mañana puedo tener
más fuertes y no podré disfrutar de la fiesta.
_ ¿Qué piensas hacer?- le preguntó su tía al ver que se levantaba de la cama
_ Ayúdame a cambiarme- la pidió Mati
_ Muy bien, te ayudo, pero luego a la cama a descansar
_ Si tía. ¿Y Manuelito?
_ Al rato lo trae Esperanza para que le des su bendición antes de acostarse a dormir- le explicó Prudencia.
_ Tía- la llamó- Matilde luego de estar nuevamente
acostada
_ Si, mi cielo- se acercó Prudencia luego de colocar
el ropón de su sobrina bien doblado en el respaldar de una sillón
_ En el tercer cajón de la cómoda, dentro de una
mantilla de encaje, está guardada la ropita que quiero ponerle el niño cuando
nazca- le informó
_ ¿Para qué me lo dice ahora mi vida?- le preguntó
Prudencia sentada a su lado
_ Por que si recuerdo el parto de manuelito, y créeme,
tía, que lo recuerdo; no voy a poder decírtelo- y agregó más bajo- ¡tengo
miedo!
_ No te preocupes mi vida- la tranquilizó su tía
acariciándole el rostro- Tengo entendido que ningún alumbramiento es
igual a toro. Además, ahora tu esposo estará contigo y estoy segura que no
dejará que nada les suceda ni a ti ni al
niño. Manuel es muy buen médico.
_ Si, esta vez Manuel estará conmigo- miró a su tía y
agregó con mirada y tono de convicción- Confío en él. Me lo prometió y sé que
no permitirá que nada malo pase.
Prudencia movió la cabeza repetidas veces asintiendo
mientras sonreía tranquilizadora y
maternalmente.
En el despacho
Manuel revisaba los libros de cuentas. La necesidad de un administrador era
cada vez más evidente, mas se resistía debido al recuerdo de lo que había
sucedido con el último “administrador”. Pero cada día la hacienda crecía más en
producción y exigía mayores atenciones. San Cayetano había sido muy productivo
cuando Don Joaquín vivía, pero la
atención continua de Manuel la estaba haciendo crecer aún más. Silvano era muy
bueno para la atención de las cosechas, pero también Santa Rita de mandaba
atención constante con la compra de las nuevas cabezas de ganado, los
alumbramientos.
Manuel pasaba todo el día atendiendo las dos
haciendas, además de ir dos veces por semana a Barranquillas para pasar un rato
en el hospital y la escuela. Durante días no podía mirar los libros y las
cuentas por pasar a los mismos se atrasaban, requiriendo luego varias horas de
su atención. Se pasó la mano por la cabeza mesándose los cabellos aceptando la
conclusión inevitable. Tendría que recurrir nuevamente a Sixto para que le
buscara un administrador.
Un llamado a la puerta lo devolvió a la realidad.
_ Adelante- ordenó
_ Con su permiso, patrón- Seferina estaba en la puerta
_ Pasa ¿Qué quieres?
_ Pos, en el salón está un señor que dice venir de la
capital a traerle un encargo- le comunicó la criada
_ ¡Que pase, que pase!- le ordenó levantándose con
expectación
Seferina se hizo a un lado y dejó pasar a un caballero
de unos 50 años vestido elegantemente.
_ Adelante, por
favor- le ofreció Manuel
_ ¿El señor Manuel Fuentes Guerra?- preguntó el hombre
cuando se saludaron
_ A sus órdenes- respondió Manuel
_ Soy Bernardo García Bernal y vengo de
_ Sí, gracias. Pensé que no llegaría a tiempo-
contestó Manuel recibiéndolo y abriendo el envoltorio con emoción contenida.
Era un estuche de joyería de terciopelo negro. Al
abrirlo en su interior vio un juego de collar, aretes y brazalete. Era un
collar de brillantes y un colgante en forma de corazón hecho de un solo
diamante rosado con un corte exquisito y orlado de pequeños brillantes. Los
aretes eran de brillantes terminados en un diamante pequeño también rosado y el
brazalete repetía el mismo diseño.
_ Es perfecto- exclamó Manuel admirando las joyas-
Justo lo que había hablado con el señor González
_ Tiene usted muy buen gusto, señor Fuentes Guerra.
Aunque el diamante perdió un poco de su valor al ser cortado, el conjunto ganó
mucho y el trabajo de las piedras es excelente. La dama a quien se lo obsequie
debe ser alguien muy especial y será una
mujer afortunada. Será la feliz propietaria de una pequeña fortuna
_ Tiene usted razón. Mi esposa es una mujer muy
especial, además la vida no tiene precio
y mi esposa es mi vida- declaró apasionado y feliz Manuel- ¿Vino usted solo con
esto?
_ No, vine con una escolta. Como usted dejó pagado la
compra mi misión sólo era traerla con la mayor seguridad. Regresaré mañana
mismo a la capital
_ Muchas gracias, señor García. Infórmele al señor
González que quedé muy complacido. Lo acompaño hasta la salida- se despidió
Manuel, guardó el estuche en la caja fuerte y salió con el caballero hasta la
entrada.
Mientras observaba irse al mensajero, se le acercó
Silvano
_ ¿Y ese quién era?- le preguntó curioso
_ Vino a traerme el regalo que había encargado para el
cumpleaños de Matilde cuando fuimos a la capital.
_ Miguel y Matías fueron al pueblo para esperar la
llegada de tus parientes- le informó Silvano
_ Muy bien, cenaré con Matilde en nuestra recámara.
Estoy seguro que entre mañana y pasado dará a luz por lo que le he ordenado que
descanse hoy.
_ ¿Estás seguro?- preguntó Silvano
_ Si. Por eso no pienso salir de la casa. Di en la cocina que tengan agua hervida
caliente lista a partir de mañana, para cuando llegue el momento- le ordenó
tranquilo
_Muy bien, Manuelito- Silvano lo miró con respeto.
Estaba a punto de traer a su hijo al mudo y estaba tan tranquilo como si nada
pasara. Su admiración por él creció mucho más si era posible.
_ En cuanto lleguen los familiares de Matilde me
avisas. Y por favor, procura que nadie haga o diga algo que la hagan sospechar-
le pidió insistente.
_ Vete tranquilo que yo me ocupo de todo.
Manuel le dio una palmada en el hombro y entró en la
casa. Silvano salió a cumplir con las órdenes.
Manuel, Matilde y Manuelito cenaron en la recámara. La
cena íntima y tranquila que Fuentes Guerra tenía planeado para los dos fue
frustrada por un inquieto Manuelito, que quería estar con su mamita y su
papito. Fue una deliciosa cena en familia, solo ellos tres. Manuelito hacía
muchas preguntas y a veces las respondía con su lógica infantil que provocaba
las risas de sus padres. Saltaba a los pies de la cama tratando de llegar al
dosel del lecho, daba vueltas y cuando menos se lo esperaban les plantaba
sendos besos en la cara o les daba abrazos apretados.
También exigía ver que sus papitos se querían y los
hacia darse besitos y estallaba de risa maliciosa y alegre cuando ellos lo
complacían luego de hacerse de rogar por unos instantes.
Terminada la cena se acomodó más tranquilo entre
Manuel y Matilde, mientras Mati le leía un cuento. Su manito acariciaba la
pancita de su mami y su cabecita descansaba en el pecho de su papá. Así se
quedó dormido y Manuel lo llevó a su camita. Al regresar vio que Mati estaba
profundamente dormida. Sonrió, la besó en los lacios y salió del cuarto. Cuando
iba por el pasillo lo alcanzó Silvano para decirle que la familia de Matilde
acababa de llegar.
Salió a recibirlos y entre abrazos y bienvenidas,
acomodarlos en sus habitaciones ordenar que se les sirviera un refrigerio y
revisar que todo estuviera listo para el día siguiente, cuando se acostó junto
a su esposa estaba cansado pero muy contento. Matilde al sentir su calor se
apretó contra su cuerpo dormida y él la abrazó con cariño.
El día amaneció hermoso, como si la naturaleza supiera
que sería el regalo perfecto. Matilde
despertó con una sensación extraña, como de anticipación. Algo le decía que ese
día sería especial. Al volverse vio sobre la almohada de su esposo una rosa
roja: un precioso botón entreabierto con algunas gotas de rocío brillando en
sus pétalos.
Miró a su alrededor. Estaba sola. Sobre el sillón estaba
su mejor vestido. Las flores del jarrón habían sido sustituidas por otras más
frescas y hermosas. Se levantó con cuidado, se aseó y se vistió. En la noche
había sentido pequeñas molestias, que no llegaban a dolor pero que todavía
tenía. Se asomó a la ventana y vio la fuente y el arco de entrada llenos de
flores. Sonrió feliz y salió rumbo al comedor.
Al irse acercando percibió el sonido de voces y platos
y copas. Parecían muchas personas. Intrigada trató de caminar más rápido, pero
la molestia en su espalda se intensificó
un poco, obligándola a mantener su paso lento.
_ ¿Manuel?- lo llamó antes de llegar curiosa. El
silencio le respondió porque en el acto todas las voces cesaron y los cubiertos
y copas dejaron de sonar.
Manuel que estaba al pendiente apareció en la puerta
de entrada al comedor saliendo a su encuentro.
_ ¿Tenemos visitas?- le preguntó Mati aceptando el
beso de buenos días.
_ ¿Cómo amaneciste?- le preguntó él deteniéndola.
_ Estoy bien. ¿Ya llegó el Padre Urbano? ¿Trajo invitados a la feria?
_ Si, mi padrino esta aquí y también tenemos vistas,
pero debo confesarte algo- le explicó Manuel con carita de pillo y aires de
misterio- en realidad no vamos a celebrar una feria, sino una fiesta-
_ ¿Una fiesta, por qué?
_ ¡Es una sorpresa! Cierra los ojos y no mires- le
pidió Manuel y al verla dudar la instó- ¡Anda, compláceme!
_ Pero….- quiso protestar Matilde
_ ¿Confías en mí?- le preguntó suavemente Manuel
besándola en los labios suavemente
Matilde lo miró sin poder ocultar su curiosidad, pero
sabiendo que nada malo podría ser asintió con la cabeza y cerrando los ojos se
dejó llevar por su marido hasta el comedor. Manuel la guió hasta su asiento en
la mesa y la ayudo a sentarse pidiéndole que mantuviera los ojos cerrados hasta
que él le dijera. Ella sintió movimientos a su alrededor y su curiosidad iba en aumento cuando oyó que
Manuel le susurraba al oído:
_ ¡Feliz cumpleaños, amor mío! ¡Abre los ojos!
Abrió los ojos de golpe tan asombrada por lo que había
oído de labios de su esposo, que al principio no distinguió lo que había a su
alrededor. Un coro de voces le hizo darse cuenta que ante ella estaba toda su
familia reunida.
_ ¡Felicidades, Mati!- le desearon todos al mismo
tiempo- ¡Feliz Cumpleaños!
Aturdida, alegre, feliz con los ojitos brillando de
lágrimas de la emoción se volvió a Manuel que estaba parado detrás suyo y que
se arrodillo junto a ella:
_ ¿Te gusta la sorpresa?
_ ¡Es maravillosa, Manuel, gracias! ¡Es lo más bonito
que se te hubiera podido ocurrir!
_ La idea fue de Josefina, tu hermano y de tu madre. Yo solo ayudé un
poquito- le respondió él y dejó que toda la familia rodeara a Matilde para
felicitarla, saludarle y besarla.
Augusta la abrazó con alegría, besándola en ambas mejillas.
Humberto le beso en la frente y en la mano mientras daba un paso atrás para admirarla
_ ¡Mati! ¡Estás preciosa!- la alabó mientras le daba
un beso en la frente- ¡Felicidades, hermanita!
_ ¡Luzco horrible!- le rebatió sonriendo entre
lágrimas de alegría y devolviendo el beso.
_ ¡Matilde, felicidades!- la saludó Finita mientras le
acercaba al pequeño sobrino de Matilde para que esta lo saludara-
_ ¡Gracia, Josefina!
_ ¡Mi cielito!- beso y le hizo carantoñas a su sobrino
que reía mostrando su boquita sin dientes- ¡Como has crecido!¡Qué precioso
estás!
_ Mamita linda –le dijo Manuelito al llegar a su lado-
¡Te quiero mucho!- y le entregó una flor
Matilde miró a su alrededor y al verlos a todos allí,
junto a ella, se sintió feliz y le agradeció a Manuel con la mirada por aquella
sorpresa.
Cuando llegaron a la capilla también toda adornada de
flores, todos los trabajadores de la hacienda estaban allí, hasta los que
trabajaban en Santa Rita habían venido y todos le desearon felicidades y sus parabienes.
Celebraron la
misa con un ambiente de felicidad y emoción que a todos llegaban. Luego fueron al jardín para que Matilde pudiera atender a sus invitados. Doña
Prudencia estaba feliz al ver tan saludable a su hija, Finita, sentada junto a
su cuñada reía al ver a Manuelito jugar con el pequeño Alberto Joaquín. Prudencia conversaba con su hermana
poniéndose al día de las noticias de sus conocidos de Ciudad Trinidad y Manuel
hablaba con Humberto, mientras tomaban una copa y lanzando miradas ansiosas
hacia la entrada del jardín. Cuando vio aparecer a Silvano sonriente acepto con
la cabeza a una seña que éste le hizo y pidiéndole permiso a su compadre y
cuñado le indicó que se acercaran a las mujeres.
Se acercó a Matilde y se colocó a su lado. Ella lo
miró sonriente y siguió conversando con
su cuñada. El sonido de las “Mañanitas”, interpretadas por los músicos que
habían venido mandados a buscar para amenizar la fiesta llenó el aire. Todos
aplaudieron y se unieron a la canción. Matilde apretó la mano de su esposo que
descansaba sobre su hombro, con emoción mientras lo hacía dar la vuelta y
detenerse frente a ella. Se levantó y en un impulso le dio un gran beso en los
labios.
_ ¡Gracias Manuel, Gracias!
La fiesta continuó y todos se divertían de lo lindo. Cuando
sirvieron la comida (almuerzo) Matilde se entretuvo hablando con una de las
niñas hija de los trabajadores de la hacienda que le había hecho un bordado de
regalo. Les había pedido a todos que se adelantaran al comedor y que allí los
alcanzaría.
Cuando se
dirigía hacia allí una fuerte
contracción la hizo detenerse en seco y doblarse del dolor. Se llevó la mano a los labios para contener
la queja que afloró a sus labios y cambiando de dirección subió lentamente las
escaleras. Llegó a su recámara y haló el cordón de la campanilla para llamar a
los criados.
Seferina se presentó instantes después y la encontró
agarrada con fuerza a uno de los postes de la cama con expresión de dolor en su
rostro
_ ¡Señora!- gritó corriendo hacia ella- ¿Qué le pasa?
¿Qué tiene?
_ ¡Ve a buscar al señor Manuel, pronto!- jadeó
Matilde- ¡Dile que venga, que su hijo ya va a nacer!- y agregó – No quiero que
nadie más lo sepa.
_ Si niña, enseguidita- contestó la criada y trató de
ayudarle a llegar a la cama, pero Mati, la rechazó con un gesto firme
_ ¡Pronto!- le gritó a media voz mientras otra
contracción hacía presa de ella. Sintió como que algo se rompía dentro de ella
y un líquido caliente comenzó a correrle
por las piernas hasta el suelo.
¡Había roto aguas!
Seferina no esperó más. Rauda corrió escaleras abajo y
a duras penas pudo frenar su carrera a la entrada del comedor. Manuel al verla
se dirigió a ella desde su lugar en la mesa interrumpiendo la conversación que
sostenía con su padrino y su suegra
_ Seferina por favor, dígale a la señora que la
estamos esperando.
La criada no sabía que hacer y con voz entrecortada
obvió la petición y entrando al comedor caminó hasta el patrón y sin darse
cuenta que era demasiado obvia se inclinó y le hablo rápido y bajo al oído.
Manuel aventó la servilleta sobre su plato, se levantó
de un saltó y corrió como poseído fuera del comedor escaleras arriba hacia su
recámara sin decir ni una palabra a nadie. Seferina trató de retirarse pero
Humberto la detuvo. Todos se habían quedado de una pieza al ver la reacción de
Manuel y la cara asustada de la criada.
_ A ver, niña- se dirigió a la asustada Seferina- ¿Qué
pasa?
_ Es que la niña Mati está dando a luz a su hijito-
exclamó la mujer y salió corriendo a la cocina.