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El equipo de Colunga Team y yo te damos la Bienvenida a nuestra casa. Deseamos que te diviertas y que convivas con respeto y cariño con los demás integrantes de nuestra gran Familia.

CAPITULO 106 (CONTINUACION) DE AMOR REAL

ESTE ES EL 106 Y HOY COMO ES FIN DE SEMAN TOCA DOBLE!!!!
DISFRUTENLO

GRISEL



Capitulo 106

 

La familia Peñalver se encontraba al completo en el jardín de la casa Peñalver. Finita y Humberto habían ido de visita con el pequeño Alberto Joaquín y descansaban a la sombra de los árboles que crecían en el jardín. Colocaron al bebé en una manta junto a su madre, en el suelo y Humberto se tumbó en el piso apoyando su cabeza en  el regazo de  Finita.

_ Está muy hermoso- decía Augusta alabando a su nieto- Ha crecido mucho.

_ Sí, se parece mucho a Betito- contestó orgullosa Josefina mientras ahuyentaba a una mariposa del rostro sonrosado del niño que dormía plácidamente.

_ ¿Se ha sabido algo de Matilde y Manuel?- preguntó Humberto

_ Nada hijo, sólo que están en la Capital para la boda de Sixto. Creo que regresan en unos días más.

_ Se está acercando el cumpleaños de Mati- les recordó Betito- y no debe faltarle mucho para que de a luz a su hijo.

_ Tienes razón hijo- exclamó Augusta que acababa de caer en la cuenta

_ ¿Podremos hacer algo para celebrarlo?-aventuró la idea en forma de pregunta Finita

_ Sería muy bueno- declaró Prudencia sin dejar el tejido que estaba haciendo- Pero creo que debemos consultarle a Manuel

_ Creo que sería muy buena idea celebrarlo aquí- sugirió Augusta

_ Bueno, mamá, eso debemos consultarlo con Manuel, habrá que ver qué decide tomando en cuanta el tiempo que pasen en la Capital y el estado de Mati- razonó Humberto mientras se sentaba para que Josefina pudiera tomar en brazos al pequeño Alberto Joaquín que estaba despertando.

_ De acuerdo, pero no creo que Manuel sea tan desconsiderado de querer regresar de inmediato a San Cayetano- porfió Augusta- Deben quedarse al menos unos días aquí. Me gustaría estar un tiempo con mi hija y mi nieto mayor.

_ ¡Ay! ¡Cómo eres!- exclamó impaciente su hermana, cansada del egoísmo emocional de Augusta- ¡Siempre te tienes que salir con la tuya! Manuel no puede estar mucho tiempo lejos de las haciendas, ya lo sabes. Además si tanto quieres estar con ellos ve de visita a San Cayetano. No creo que Manuel se oponga.- Molesta se levantó y tomó la cesta del tejido.

_ Dámelo cielo- le pidió Prudencia el niño a Finita- lo llevaré adentro para cambiarlo y que le den su comidita. ¿Ya está tomando sus alimentos más preparados?

_ Si, ya está comiendo- confirmó Josefina, mientras le daba el niño sonriente.

 

Prudencia se retiró del jardín con el bebé y se lo dio a la nana al llegar al salón decidiendo que no quería volver con los demás, sino que prefería un poco de paz por lo que se sentó en uno de los sofás de la salita a terminar su tejido. Llevaba unos pocos minutos allí cuando el ruido de unos pasos que se acercaban corriendo la hizo alzar la cabeza.

 

_ ¡Manuelito, Mati!- exclamó Doña Prudencia al verlos entrar  al salón donde se encontraba. Colocó el trabajo en la cesta a su lado y abrazó a un alegre Manuelito que cubría su cara de besos- ¿Cuándo llegaron?

_ ¡Tía, Tía, te extrañé!- le dijo el niño

_ Yo también mi amor. Te extrañé mucho. ¿Te divertiste?

_ Yo siempre me divierto- contestó él  sonriendo- ¿Y mi abuelita, y mis tíos y mi primito?

_ Todos están en el jardín. Ve a buscarlos- le informó ella.

 Manuelito salió corriendo en  esa dirección sin que tuvieran que repetírselo dos veces. Mati aprovechó el momento para abrazar a su tía. Prudencia la besó y la miró fijamente para descubrir en su rostro si de veras estaba bien. 

_ ¡Tía!, ¡que alegría verte!- la abrazó ella

­ _ Mi cielo, que bien te encuentro. ¿Cómo te sientes?

_ Muy bien, tía.  El viaje me ha sentado bien. Compré algunas cositas para el bebé y regalitos para todos- le contó Mati, mientras se quitaba el sombrero y los guantes.

_ Manuel, bienvenidos- besó a Manuel que la abrazó con cariño

_ ¡Doña Prudencia! Me alegro de verla tan bien. ¿Me creería si le digo que la eché de menos?

_ No,…..si lo creería- le contestó riendo- ¿Quién estaba con usted para darle una ayudita con esta loca?

_ ¡Tía!- se escandalizó Matilde con alegría

_ No hizo falta controlarla, Doña Prudencia- le contó Manuel abrazando a su esposa por detrás y haciendo que se apoyara en su pecho- la pasamos muy bien.

_ ¿Mi mamá y mi hermano?- inquirió Mati

_ Están en el jardín. Vamos para que los saluden- les insto Prudencia

_ ¿Y cómo fue la boda?- les preguntó mientras caminaban hacia el jardín para reunirse con el resto de la familia que ya estaba muy alborozada  con la presencia de Manuelito.

 

Todos fueron besos y abrazos y  saludos muy efusivos por parte de la familia Peñalver para con los recién llegados. Habían pasado tantas cosas y los Fuentes Guerra habían sorteado tantos obstáculos y tantas vicisitudes, logrando salir adelante con su amor más grande y más fuerte que nunca, que se habían  ganado el respeto de la familia al igual que el de la sociedad.

 

 Almorzaron todos juntos en el comedor y Augusta y Prudencia no cabían en sí del gozo que les producía tener a toda la familia reunida. Manuel insistió en que Matilde subiera a recostarse un rato para que no abusara. Poco después y aprovechando que Mati había subido su habitación  para descansar un rato, Humberto abordó a Manuel.

 

_ Manuel- le llamó- Aprovechemos que Mati, subió para hablar de algo.

_ Tú dirás- aceptó intrigado por el tono conspirativo

_ Espera- le indicó Humberto.

 

Fue hasta donde se encontraba Ignacia y la mandó que se situara al pie de la escalera y que avisara en cuanto viera aparecer a Matilde. Al ver salir a la criada se acercó a su cuñado que había observado todos sus movimientos extrañado.

 

_Poco ante de llegar ustedes estábamos comentando  que se acerca el cumpleaños de Mati y que quisiéramos festejarlo ahora que toda la familia está reunida, pero queríamos saber tu opinión.

 _ M e parece una idea excelente- exclamó Manuel

_ Entonces se quedarán en la ciudad hasta entonces- dijo Humberto- teníamos dudas porque……

_ No, no, no Humberto- lo interrumpió Manuel- Estoy de acuerdo con celebrar el cumpleaños de Matilde, pero no en hacerlo aquí, en Ciudad Trinidad. No puedo estar tanto tiempo alejado de San Cayetano y tampoco quiero estar yendo y viniendo de aquí para allá. Tu hermana está muy próxima a dar a luz y yo quiero estar ahí cuando eso suceda, se lo prometí y siempre cumplo lo que prometo.

_ ¿Pero entonces que hacemos?- preguntó Prudencia

_ Es muy sencillo- declaró Manu luego de unos instantes, pensativo- Vengan todos a San Cayetano. Pasan unos días en la hacienda, celebramos el cumpleaños de Matilde y esperan a la llegada de nuestro hijo.

_ Es buena idea- comentó Humberto y Finita asintió.

_ Pero eso sería un abuso nuestro- exclamó Augusta y todos se volvieron a mirarla-  Matilde puede demorar días en dar a luz.

_ Puede estar  segura que nada me gustaría más que hacerle los honores de la casa ahora que nos visite- le dijo Manuel tomando la mano de ella y besándosela con cariño, para eliminar la preocupación- la vez anterior que estuvo allá no pude hacerlo. Permítame mostrarle que su hija no vive alejada de todo y en el fin del mundo. Me encantará mostrarle Barranquillas.

 

Humberto, Josefina, y Prudencia se miraron gratamente sorprendidos por el intercambio, mientras Manuel recibía un beso agradecido de Augusta.

 

_ Pueden llegar a la hacienda dos o tres días antes del cumpleaños de Matilde- planeó Manuel volviéndose a los otros.

_ ¿Pero cómo hacerlo de manera que Matilde no sospeche?- cuestionó Finita- La idea es que sea una fiesta sorpresa.

_ Ustedes no se preocupen- les calmó Manuel- Yo me ocupo  de hacer que Matilde no sospeche nada.

_ Yo puedo hacer el pastel: de chocolate con fresas- ofreció Prudencia y soltó una risita de deleite- ¡Es el favorito de Mati!

_ Entonces todo arreglado- concluyó Humberto- Matilde cumple el 22 de diciembre, ¿te parece que lleguemos el 20?

_ ¡Perfecto!- aceptó Manuel sonriendo- El asado, la bebida y lo demás corre por mi cuenta.

 

 

 Al caer la tarde regresaron a la casa de Regina. Matilde se sentía un poco molesta, pues le pesaba el vientre y le dolía la espalda. Manuel la tomó en  brazos al bajarla del coche y subió directamente con ella hasta su alcoba. La acomodó en el lecho y le ordenó a Leonor una cena ligera que tomarían en la alcoba.

Pidió agua para el baño y cuando estuvo preparada, la ayudó a desvestirse y en brazos la llevó hasta la tina, donde la depositó en el agua caliente. Tomó en sus manos el jabón y preparó la esponja hasta que se llenó de espuma. Comenzó enjabonando la base del cuello, los suaves hombros, bajó por el contorno de los senos, cuyos pezones lucían llenos y grandes, preparados para cumplir la misión más hermosa: alimentar a su hijo. Siguió bajando por el abultado vientre, con movimientos circulares para relajar a su mujer y terminó recibiendo una patadita del bebé, lo que provocó una suave risa de Matilde al verlo respingar del susto ante la respuesta imprevista a sus caricias.

_ Creo que sabe lo que me estás haciendo- le susurró Mati

_ Yo más bien creo que le gustaría que su padre jugara con ella- le respondió Manuel mientras la besaba en los labios- pero creo que esta señorita debe aprender desde ahora mismo que por mucho que yo  la quiera a ella y a su hermano, su madre siempre tendrá el primer lugar en mi corazón.

_ ¿Siempre, Manuel?- le preguntó Matilde

_ ¡Siempre. Matilde, siempre!- declaró apasionado mientras la sacaba del agua y la envolvía en una toalla.

_ ¡Te quiero tanto, Manuel-  lo abrazó y besó Mati mientras la llevaba hasta el lecho-  ¡Para siempre!¡Te amo más que a nada en el mundo!

_ ¡Yo te amo más que a mi vida!

 

Cenaron en el lecho entre risas de  Matilde al recibir la comida en la boca que le proporcionaba Manuel haciéndole mil monerías, juegos y besos. Al terminar y Leonor recoger el servicio,  se recostaron en el lecho, Mati con la cabeza apoyada en el pecho desnudo de Manuel y acariciando su tórax con movimientos  suaves, lentos y sensuales. Manu con su sensual sonrisa en los labios acariciaba los cabellos de Matilde con una mano y con la otra la abrazaba  para mantenerla bien pegadita así.

_ ¿Cuándo salimos para San Cayetano?- quiso saber Mati

_ Necesito resolver unos asuntos mañana  que no creo me ocupen mucho tiempo, así  que pasado nos podemos ir.

_ Mañana quisiera ir a comprar algunas cosas, antes de que nos regresemos

_ Está bien, ¿quieres que vaya contigo?- le contestó mientras le alzaba el rostro para que lo viera.

_ ¿No tienes nada más importante que hacer?

_ Nada hay en este mundo más importante que tú y mis hijos- respondió besándole la puntita de la nariz y sonriendo.-. Debo ir a ver al corredor de las cuentas del ganado de Santa Rita y luego pasar al banco a hablar  con Efraín González, pero puedo hacerlo más tarde.

_ No es necesario, amor. Leonor puede ir conmigo.

_ Está bien. Si quieres nos encontramos en el Café de la plaza, nos tomamos una nieve o unos refrescos y nos regresamos juntos a casa.

 

En ese instante se abrió la puerta del cuarto y un huracán en la forma de Manuelito, vestido con su ropa de dormir entró corriendo, seguido de Esperanza y riendo a carcajadas. De un salto trepó en la cama de sus padres y gateó hasta ellos.

_ ¿Qué pasa?- preguntó Manuel entre asustado y risueño por lo que adivinaba era una travesura mientras se separaba de Matilde y le daban espacio entre los dos al niño- ¿Qué haces aquí?

_ ¿Qué tienes mi vida?- le preguntó Matilde que asustada en un principio, al verlo riendo comenzaba a tranquilizarse e imaginar que era una travesura lo que lo había llevado a su recámara a esa hora y de forma tan intempestiva.

 

_ Perdón señora, señor- se disculpó Esperanza desde la puerta- Quería verlos y se me escapó.

_No se preocupe, Esperanza- la tranquilizó Manuel y se volvió a su hijo- este caballerito nos dirá qué era tan urgente que lo llevó a entrar en una recámara que no es la suya sin tocar.

_ Perdón papito- comenzó a disculparse Manuelito al ver que su padre estaba serio- Le dije a Esperanza que quería que  mañana fuéramos a la plaza a tomar una nieve y  me dijo que tenía que pedirles permiso a ustedes, pero pensé que era mejor que ustedes me llevaran.

 

 Manuel y Matilde se miraron intercambiando una mirada de comprensión. Manuelito se dio cuenta y continuó insistiendo

 

_ ¡Por favor mamá!, ¿si? ¡Por favor papito!

_ Está bien, de acuerdo. Mañana saldrás conmigo de paseo y luego iremos con tu mamá a tomarnos una nieve- accedió Manuel- Esperanza, Manuelito pasará la mañana conmigo, así que si lo desea puede salir de compras con Matilde o aprovechar para hacer cualquier cosa que desee. Regresamos pasado mañana a San Cayetano

_ Muy bien, señor. Pero no necesito nada, así que si la señora  no se opone me gustaría acompañarla.

_ Gracias, Esperanza, por supuesto que puedes venir conmigo. Leonor también vendrá- le agradeció Mati

_ Si, señora- y le hizo señas al niño- Vamos; Manuelito, dale las buenas noches a tus papás y vamos a dormir.

_ No, no, no, yo quiero quedarme aquí: que mi papito me lea un cuento y mi mamita lo oiga conmigo.

 

Matilde miró a su esposo y con la mirada le pidió que complaciera al niño. Manuel hizo un gesto de aquiescencia y sonrió.

 

_ Vaya a dormir, Esperanza, le leeré un cuento y lo llevaré luego a la cama.

_ Está bien, señor, buenas noches.

_ Buenas noches, Esperanza, que descanses- se despidió Matilde

_ Buenas noches- se despidió Manuel

_ Buenas noches, nana- le dijo Manuelito y le lanzó un beso.

 

 Como no tenían ninguno de los libros del niño en la recámara, Manuel comenzó a inventar una historia sobre un caballito que se había perdido y quería regresar con su familia. Los caballos eran un tema que últimamente fascinaba al niño. Acomodado entre sus padres, escuchaba con ojitos brillantes y muy concentrado en la historia donde aparecían muchos animalitos que iban ayudando al potrillo en su camino de regreso a casa. Matilde también estaba impresionada, ante ella se abría una nueva faceta de su esposo que no sospechaba. De vez en cuando ella y Manuel intercambiaban miradas felices de entendimiento, por la magia del instante compartido.

 

Poco a poco los ojitos se fueron cerrando y casi cuando Manuel estaba llegando al final de la historia ya el niño estaba profundamente dormido. Matilde le dio un tierno beso, su bendición y Manuel lo levantó con cuidado para no despertarlo, lo llevó a su camita, donde lo arropó, besó, le dio su bendición y regreso junto a su esposa.

 

_ Me parece mentira- comento de pronto ella cuando ya estaban acostados nuevamente.

_ ¿Qué es lo que te parece mentira?

_ Que estemos así, juntos, sin que ninguna preocupación o temor nos impida disfrutar de esta felicidad.

_ Si, es algo de lo que no hemos disfrutado mucho- admitió Manuel- ¿De veras eres feliz?

_ Muy feliz, ¿y tú?

_ Mucho. Tengo lo que siempre quise, una familia como la deseé: Hijos sanos y fuertes, una mujer hermosa, inteligente y cariñosa. Muy bien dispuesta…..

_ ¡Manuel!- se sonrojó y simuló regañarlo-Y yo tengo el matrimonio que siempre soñé: un esposo que me consintiera y me quisiera y del que yo estuviera enamorada, un hijo hermoso y otro que viene en camino, pero lo principal que tengo es el amor, el amor que siempre deseé que hubiese entre mi esposo y yo.

 

Se durmieron abrazados, disfrutando de una tranquilidad que pronto sería puesta a prueba.

 

Ciudad Trinidad en las mañanas era un lugar muy agitado. Pregoneros, vendedores, criados haciendo el mercado, soldados haciendo su ronda antes del cambio de guardias en el recientemente construido cuartel, carros tirados por mulos o caballos descargando mercancías en los almacenes y comercios. Los negocios y las tiendas abriendo sus puertas a la clientela. Damas de sociedad acompañadas por sus doncellas yendo a misa.

Los puestos de flores brillaban con sus alegres colores y sus aromas mezclados con los olores de los puestos de plantas curativas llenaban el aire.

 

Matilde, Esperanza y Leonor salieron temprano de la casa de la calle Regina. Mati iba hablando con la nana sobre algunos trajes de su hijo que debían pasar a recoger de la sastrería y que se habían mandado a hacer  cuando iban de camino a la capital. Luego debían pasar por varios comercios para comprar otras cosas que iban a necesitar en San Cayetano. También pidió la opinión de Leonor  al comprar lo necesario para avituallar la casa de Regina y algunas telas para que las dos muchachas se hicieran unos vestidos.

De regreso pasaron cerca de un comercio donde se vendían avíos de montar. Una preciosa montura estaba expuesta para ser admirada a un lado de la entrada. Mati, guiada por un impulso arrastró a las otras dos hacia el interior.

En una mesa se exhibían espuelas, arreos de gala para los caballos y fustas. La señora Fuentes Guerra lo miraba todo y comentaba con sus dos acompañantes. En ese instante apareció el dueño que había sido alertado por un empleado de la importancia de su clienta.

 

_ ¡Doña Matilde Peñalver de Fuentes Guerra! ¡Qué gusto tenerla en mi negocio! Permítame presentarme. Soy Don Francisco Gómez, el dueño- se presentó mientras cogía la mano que ella le tendía y se la besaba con respeto.

_ Buenos días, es un placer conocerlo, caballero.

_ ¿En qué puedo servirla, señora? ¿Acaso Don Manuel olvidó algo?- le interrogó solícito el hombre

_ ¿Mi esposo estuvo aquí?

_ Hace poco salió de aquí con su hijito de usted, que debo decirle será un jovencito muy despierto y apuesto cuando crezca- le informó Don Francisco- Compró una montura para el niño.

_ ¡Gracias! No, lo que quiero es hacerle un regalo a mi esposo. Me gustarían unos arreos y una fusta a juego- le indicó ella- Veo que tiene cosas muy hermosas pero no encuentro algo como lo que le gustaría.

_ Creo que tengo algo como lo que usted me pide- le dijo rápidamente el dueño- pero como me llegó hasta hace unos días aún no lo saco a la venta. Por favor venga conmigo- le precedió hasta una puerta en una pared lateral del salón de ventas.

 

Matilde la hizo señas a Esperanza de que la siguiera. Dentro de la habitación había varias mesas largas con mercancías, pero en el centro de una había tres arreos con sus fustas a juego. Uno era de plata y cuero, el segundo de cuero repujado y el último (y el que prefirió Matilde desde el mismo momento en que lo vio) era de piel y cuero trenzado. Los arreos eran de piel clara: una banda de cuatro dedos de ancho formando una Y con una argolla cubierta de cuero trenzado para unir las tres partes. La fusta tenía el mango hecho de la misma piel clara de los arreos y se alargaba en un trenzado apretado pero muy bien trabajado y hermoso. Una correa muy fina hecha con el mismo trenzado la sujetaría a la muñeca de su dueño. Era algo fuerte pero al mismo tiempo fino y elegante.

 

_ Quisiera ésta- exclamó Matilde con firmeza.

_ Es muy bella, señora, pero de seguro esta de plata esta mas acorde con…- trató de hacerla cambiar de opinión el dueño

_ ¡No! ¡Ésta es la adecuada!- lo interrumpió ella muy segura y dando por terminada la compra.-¿Puede envolverla y hacer que la lleven hoy mismo a la calle de Regina número tres?

_ Por supuesto, señora- el vendedor no tuvo más remedio que aceptar que ella no cambiaría de opinión- Hoy en la tarde lo tendrá todo en su casa.

_ Estoy segura que a Manuel le encantará – exclamó contenta.

 

Abonó el importe de la compra que aunque considerable no era comparable con lo que hubiera tenido que pagar de haber cedido a los consejos del dueño y comprado la de plata y salió del local.

_Vamos, es hora de reunirnos con Manuel- les dijo a las otras dosmuchahas.

 

_ ¿De verdad voy a tener un caballo para mi?- quiso saber Manuelito.

_ ¿No lo quieres?- Le preguntó Manuel mientras lo miraba al rostro

 

 Los ojitos de su hijo estaban a la misma altura que los suyos pues lo llevaba en brazos. Estaban agrandados de la emoción y su carita resplandecía.

Habían comenzado el día con una visita al nuevo corredor encargado de las ventas del ganado de Santa Rita. Don Marcial era un señor ya en la mitad de la edad, pero aún vigoroso

Publicado por angelitafer5
Publicado el 21/03/2009 13:13 - Total Temas: 59 - Total Mensajes: 247

Habían comenzado el día con una visita al nuevo corredor encargado de las ventas del ganado de Santa Rita. Don Marcial era un señor ya en la mitad de la edad, pero aún vigoroso y sobretodo muy honrado. Le mostró los libros de cuentas, los permisos de exportación y le entregó el producto de las ventas de las tres últimas partidas, las que se habían vendido a muy buen precio y con una gran ganancia, ya que el precio de la carne se había incrementado. Luego habían ido al banco. Don Efraín lo recibió muy contento. Haber recuperado al señor Fuentes Guerra como cliente no era cosa de despreciar. Manuel le había presentado a su hijo y el niño se comportó como todo un hombrecito. Revisadas las cuentas y hecho el nuevo depósito (la mitad de lo que le había dado Don Marcial), Manuel seguía siendo el hombre más rico de Ciudad Trinidad y los alrededores, a pesar del despilfarro que había cometido Marie con su fortuna

 

Camino del Café pasaron frente a la tienda de arreos y Manuelito llamó la atención de su padre hacia la montura que se exhibía en la entrada. Súbitamente; Manuel, decidió dar los primeros pasos para poner en práctica una idea que se le había ocurrido hacía unos meses: regalarle al niño su propio caballo.

El pequeño estaba fascinado con esos animales y le encantaba cuando lo llevaba a recorrer la hacienda montando con su padre. Las veces que se había desaparecido de la casa, luego de poner en pánico a Matilde y muy nervioso a él, lo había encontrado en las caballerizas ayudando al jefe de los palafreneros. En estos momentos había varios potrillos ya domesticados listos para vender (un nuevo negocio que la mente inquieta de Fuentes Guerra la había sugerido poner en práctica de forma experimental) Dejaría que el niño escogiera el que quisiera para regalárselo. Distendió los labios en una sonrisa; ya se imaginaba cuál preferiría su hijo: era una yegua castaña con largas y onduladas crines color caramelo claro y con una mancha en forma de estrella en la frente.

Le escogió una montura adecuada a su tamaño con estrellitas de plata incrustadas, ese detalle fue lo que hizo que Manuelito gritara de deleite. Completó el juego con una pequeña fusta de cuero repujado, liviana, pero resistente. Al preguntar el niño para quien era el regalo que acababa de comprar lo había alzado en brazos y le había dado la noticia.

 

_ ¡Claro que quiero!- respondió Manuelito

_ Muy bien, así será, pero recuerda una cosa: un caballo es un ser vivo. Al tener uno y convertirte en su dueño te haces responsable de él. Hay que cepillarlo, bañarlo, alimentarlo, ejercitarlo- le explicó Manuel- ¿Crees que puedes hacerlo?

_ Si, papito, te lo prometo- asintió muy serio y acto seguido preguntó- ¿Puedo escogerlo yo?

_ Por supuesto, es tu caballo- le dio un beso- Esperemos aquí a tu mamá. No debe tardar.

 

Un ruido a sus espaldas hizo que prestara atención a lo que ocurría a su alrededor. Concentrado en la conversación que mantenía con su hijo no había notado lo que sucedía. Al girarse vio una escena que le heló la sangre en las venas y paralizó su corazón.

 

Un caballo que tiraba de una carreta de la que estaban descargando unos costales y cajas varios empleados de un almacén, al parecer picado por un insecto había dado un salto y tomando desprevenidos a todos había emprendido una alocada carrera por la plaza. Los gritos de los sorprendidos empleados y de los transeúntes llamaron su atención. Apretó al niño en sus brazos como precaución pero al adelantar la mirada para ver el camino que tomaría el enloquecido animal vio a su esposa que sin darse cuenta del peligro que corría, caminaba al encuentro del asustado caballo.

 

Para Manuel ese fue uno de los más terribles momentos de su vida. Ni siquiera en los momentos en que se había expuesto a las balas del enemigo, al duelo con Adolfo, al pelotón de fusilamiento había experimentado un terror más intenso. Lo peor de la situación es que al tener al niño consigo no podía correr a apartarla del peligro sin exponer a su hijo. Aterrado, lívido como un muerto y sintiendo que la sangre se le paralizaba lanzó un grito angustiado y terrible de advertencia ante el peligro:

 

_ ¡Cuidado, Matilde!

 

Todo  ocurrió en cuestión de segundos, pero pareció demorar una eternidad. Matilde que había visto a lo lejos a sus dos amores esperándola aligeró el paso para llegar más pronto donde ellos sin notar el revuelo que tenía lugar al otro lado de la plaza. Caminaba mientras hablaba con Leonor pidiéndole que estuviera al pendiente de la llegada de loa paquetes pues no quería que Manuel viera el regalo que le había comprado y sin darse cuente se interpuso en el recorrido del caballo

 

_ ¡Cuidado, Matilde!

 

 El grito de alerta hizo que se diera cuenta del peligro, pero el miedo la dejó paralizada en el sitio. Quedó inmóvil, con los ojos enormes de miedo, viendo acercarse al enloquecido animal.

Tres cosas sucedieron de golpe. Manuel olvidando que tenía al niño en brazos se lanzó a socorrerla, pero el caballo pasó por delante suyo. Matilde cerró los ojos esperando el impacto que no llegó a producirse. En su lugar se sintió levantada con fuerza y sacada del peligro, sostenida por los brazos de un joven extraño que sin importarle el riesgo, la salvó. Leonor y Esperanza gritaron de terror.

Dos segundos después y antes de que realmente pudiera darse cuanta de nada, Manuel la estrechaba entre sus brazos, dejando a un asustado Manuelito en  brazos de su nana.

 

_ ¡Santo Dios, Matilde! ¿Mi vida, te encuentras bien?- le preguntó mientras la abrazaba y con manos expertas la revisaba.

 

Pero Mati no podía hablar. Un fuerte temblor sacudía sus miembros como reacción al shock que acababa de vivir.

 

_ ¡Está temblando! Llevémosla con un doctor- propuso el joven que la había salvado y acto seguido al ver a Manuel tomar en brazos  a su mujer le preguntó- ¿Qué hace usted?

_ No se preocupe soy médico y es mi esposa- le contestó Manuel mientras cruzaba la calle, sentaba a Mati en una silla del Café y le daba a beber un vaso de agua azucarada.- ¡Despacio, despacio, tranquila, calma!- le dijo a  su mujer mientras la ayudaba a beber.

_ ¡No lo vi venir! ¡No me di cuenta! ¡Dios mío, Manuel!- balbuceó ella con mirada aterrada y rompió a llorar cuando el impacto de lo que había podido ocurrir la golpeó de lleno.

 

Manuel la abrazó contra sus hombros y aunque le susurraba palabras tranquilizadoras dejó que se desahogara para liberar la tensión de esa forma. Por encima de la cabeza inclinada, Manuel  se volvió hacia Esperanza que se ocupaba de darle a beber al niño que lloraba asustado un poco de agua azucarada.

 

_ ¿Está bien?

_ Solo fue el susto, Don Manuel, no se preocupe, está bien. ¿Y Doña Matilde?- le respondió Esperanza

_ Debemos regresar a la casa- le respondió él con urgencia- Necesita recostarse.

 

 Se volvió al caballero que había tenido una reacción tan afortunada y le tendió la mano.

 

_ Estoy en deuda con usted, señor……

_ Carlos Montalvo de Aragón- se presentó el joven saludándolo

_ Manuel Fuentes Guerra- se estrecharon las manos- Salvó la vida de mi esposa y mi hijo. ¿Cómo agradecerle lo suficiente lo que ha hecho?

_ No tiene que agradecerme nada. Me alegra haber podido evitar una desgracia. ¿Seguro la señora se encuentra bien?

_ Creo que sólo ha sido el susto, pero debo revisarla en cuanto lleguemos a casa.

_ ¿Le pido un coche?- se ofreció nuevamente el joven

_ Ya lo hacen, gracias- le agradeció Manuel mientras alzaba en brazos a Matilde

 

Esperanza y Leonor habían detenido un coche que pasaba. Manuel colocó a su esposa e hijo en el mismo y luego a las dos muchachas y montó acto seguido dando su dirección al cochero.

 

Al llegar a la casa de la calle Regina, llevó directamente a Matilde a la recámara y le hizo un reconocimiento, comprobando que todo marchaba bien con el bebé.

 

_ ¿Cómo está mi bebé?- le preguntó ella asustada todavía

_ No pasó nada, no te preocupes, pero quiero que guardes reposo hasta mañana- le dijo él mientras preparaba una medicina en un vaso y al ver que ella iba a protestar agregó- sólo para asegurarme de que no hayan complicaciones. Te falta muy poco para dar a luz y no quiero correr riesgos. Esta medicina te calmará y te dará un poco de sueño.

_ Manuel, ¿me juras que todo está bien?- le preguntó mientras aceptaba el vaso pero sin tomar su contenido

_ ¿Alguna vez te he mentido?- le preguntó mientras se sentaba a su lado en el lecho

_ No, pero….

_ Entonces comprenderás que no voy a hacerlo ahora. Bebe, esta medicina te ayudará a relajarte.- tomó entre las suyas las manos de ella y las besó con pasión- Dios mío, Matilde, no sabes el terror que pasé al ver el peligro que corrías. ¡Pensé que ibas a morir ante mis ojos y que no podría hacer nada para impedirlo!

_ Yo también lo pensé- susurró ella y bebió la medicina

_ ¡Te amo!- le dijo Manuel acariciándole el rostro

_ ¡Y yo te amo a ti! ¿Y Manuelito?- trató de incorporarse en el lecho pero Manuel la detuvo

_Descansa, está muy bien. Después que te hayas dormido iré a verlo. Ahora debes dormir.

_ Tengo sueño- exclamó Mati y él le dio un largo beso en los labios.

 

Esperó que se durmiera para arroparla con ternura y salir del cuarto. Fue hasta la habitación de su hijo, pero también dormía con un sueño tranquilo como reflejaba su respiración acompasada. Colocó en su lugar un rizo del cabello que tenía caído sobre la frente, le dio un beso y salió en silencio. Bajó la escalera y se dirigió hacia su estudio. Una vez allí toda la fortaleza que le había acompañado hasta ese momento pareció desaparecer.

 

Trató de servirse una copa, pero sus manos temblaban tanto que sólo logró derramar la mayoría del vino en la bandeja.  En su mente no cesaba de revivir aquellos momentos terribles que había vivido en la plaza y comenzó a llorar con unos sollozos desgarradores, que lo dejaron mucho más tembloroso. Las lágrimas corrían por su rostro y aunque él trataba de detenerlas, de luchar contra esa manifestación de debilidad, seguían saliendo incesantes.

¡Había estado tan cerca de perderla! ¡De perderla a ella y a su hijita!

 

 Lloró mientras las  imágenes de lo sucedido pasaban ante sus ojos una y otra vez. Cuando al fin logró calmarse, un tiempo después, finalmente pudo servirse la copa y caminó hasta su mesa, sentándose tras ella. Bebió un trago largo y cerró los ojos apoyando la cabeza contra el respaldo de la silla mientras el fuerte líquido impactaba su garganta y golpeaba su estómago, provocándole un calor agradable que se transmitió por todo su cuerpo y trató de relajarse mientras los temblores desaparecían  e iba recuperando el color.

 

Llevaba un rato en el despacho cuando un toque a la puerta lo sobresaltó. Pensando que ocurría alguna cosa con Matilde se abalanzó a abrir. En el umbral estaban Doña Augusta y Doña Prudencia, con sus rostros pálidos y miradas ansiosas.

 

_ ¡Doña Augusta, Doña Prudencia, pasen, por favor!- les invitó a entrar cediéndoles el paso mientras se hacía a un lado.

_ Nos enteramos que Matilde tuvo un accidente en la plaza- comenzó Augusta.

_ Que poco faltó para que la atropellara una carreta con un caballo desbocado- la interrumpió Prudencia

_ ¿Cómo se encuentra?- preguntaron ambas a la vez

_ No le sucedió nada, gracias a Dios –las tranquilizó Manuel- Sólo fue un gran susto que parece no tendrá consecuencias.

 _ ¿Y la criatura?- volvió a preguntar Augusta

_ Ya la examiné y todo está muy bien- les aseguró sonriente para tranquilizarlas- De todas formas para no correr riesgos le di un sedante suave y en estos momentos duerme.

_ ¿De veras está todo bien? ¡No nos ocultes nada, Manuel!- insistió Augusta.

_ De veras, todo está bajo control. Pensaba que volviéramos mañana a San Cayetano, pero como precaución esperaré a ver cómo evoluciona.  La haré guardar cama todo el día de mañana y si no tiene dolores o sangrado regresaremos pasado mañana. No hay porqué exponernos.

_ Tienes razón hijo, es mejor estar seguros antes de emprender el regreso- concordó Prudencia.

_ Si, por supuesto-  asintió Augusta- ¿Podemos verla?

_ Por supuesto- las invitó a salir del despacho y las siguió- Está dormida ahora, pero puede despertar en cualquier momento

_ ¿Y Manuelito, cómo se encuentra?- inquirió Prudencia- ¿Estaba con ustedes?

_ Si, estaba conmigo y lo vio todo – les contó mientras subían las escaleras- Fue una gran impresión pero está bien. Le dieron una tila y también está descansando

_ ¡Pobrecita criatura!- se horrorizó Augusta

_ Sí, fue horrible ver lo que iba a pasar y no poder hacer nada- susurró Manuel y su voz sonó como si volviera a revivir lo ocurrido, dándole por el tono empleado más nociones de la magnitud de lo que realmente había sido para él- Por un momento pensé que el caballo iba a atropellarla y que yo no podría hacer nada porque Manuelito estaba en mis brazos.

_ ¡Virgen del Cielo!

_ ¡Santa María!- exclamaron ambas y Augusta  agregó- ¡Dios Santo Manuel! ¡Cuánto habrás pasado!

 _ Gracias a un caballero que  pasaba no sucedió nada peor. Reaccionó a tiempo y apartó a Matilde del peligro. Me dijo su nombre pero no lo recuerdo.

_ Es natural, hijo, Tú también estás muy afectado- le consoló Prudencia palmeando su mano.

_ Debemos darle gracias a la Virgen que puso a ese joven en  ese lugar en ese momento- agregó Augusta.

 

Habían llegado ante la puerta de la recámara y sin hacer ruido que pudiera sobresaltar a Matilde entraron. Mati dormía tranquilamente. Augusta y Prudencia luego de comprobarlo se sentaron a velar su sueño, esperando que despertara, mientras Manuel regresaba al saloncito donde una visita lo esperaba, según le había informado Tomás.

 

Lo que había oído hablar en el Café de la plaza  sobre la familia Fuentes Guerra, luego de que se hubieran marchado en el coche había despertado su curiosidad.  Fue pura suerte que reaccionara con la suficiente celeridad para apartar a la joven del peligro en el momento preciso.

 

Supo que el señor Fuentes Guerra era un hacendado muy rico, que había sido despojado de lo que por derecho le pertenecía por oportunistas sin escrúpulos, se había visto en la imperiosa necesidad de huir, uniéndose al ejército del Presidente Juan Álvarez, demostrado su derecho a la herencia y al apellido desenmascarando el complot en su contra y recuperando todo lo suyo. Lo que más le había impresionado era que todos decían que lo había hecho por amor; por recuperar  la validez de su matrimonio con Doña Matilde Peñalver.

 

Era una historia por la cual suspiraban todas las jóvenes de Ciudad Trinidad. Don Manuel había sido dado por muerto durante tres años y sólo había reaparecido cuando irrumpió en la fiesta de compromiso de segundas nupcias de Doña Matilde  y se la había llevado consigo para impedir la boda. Después también lo habían dado por muerto al aparecer su nombre en las listas de muertos en combates y había vuelto a reaparecer para continuar su vida junto a su mujer e hijo y ahora estaban esperando su segundo hijo. Con una historia semejante Manuel le había puesto la parada muy difícil a los jóvenes de la ciudad, porque ninguna señorita se quería conformar con menos que un amor así

 

No había podido ver muy bien a Doña Matilde. Los acontecimientos se desarrollaron a tal velocidad que antes de que pudiera siquiera indagar cómo se encontraba, ya Don Manuel había aparecido a su lado para hacerse cargo  de su esposa y se la había llevado a su casa.

Quería saber cómo se encontraba, por lo que averiguó donde vivían, pero más que nada quería conocer a la mujer que había inspirado tal amor en un hombre que había desafiado a la muerte por ella y que varios años después de casados la seguía amando con tal pasión, que había empalidecido de tal modo, que parecía una sábana blanca cuando temió que algo irreparable podía haberle  ocurrido.

 

 

_ Me dijeron que deseaba verme- dijo Manuel entrando en el saloncito y a modo de hacerle notar su presencia al caballero que observaba la colección de monedas antiguas y raras de Don Joaquín y que milagrosamente había escapado a la codicia de Ives y Marie- ¿En qué puedo servirle?

_ Permítame presentarme- contestó el joven volviéndose hacia Manu que lo reconoció en el acto- Me llamo Carlos Montalvo de Aragón.

_ Usted, fue quien impidió que Matilde fuera atropellada- recordó Manuel mientras se saludaban- Es un placer, soy Manuel Fuentes Guerra. ¡Por favor, tome asiento! ¿Gusta usted una copa?

_ Si, gracias- aceptó mientras tomaba asiento- Perdone usted mi  venida a su casa sin  anunciarme y sin ser invitado, pero quedé muy preocupado  con lo sucedido y me tomé la libertad de venir a interesarme por la salud de su señora esposa

_ No es ninguna molestia, al contrario. Me encuentro en deuda con usted- le contestó Manuel mientras le entregaba una copa y le invitaba a tomar asiento a la vez que él hacía lo mismo- Le debo la vida de mi esposa y mi hijo, de no ser por usted…

_ ¡Por favor! - lo interrumpió Carlos con un ademán- No hice nada que usted mismo no hubiera hecho. Solo demos gracias a Dios que me llevó allí justo en el momento preciso.

_ Si, gracias a Dios- aceptó Manuel. ¿Lleva mucho tiempo en Ciudad Trinidad?

_ No, hace solo unas horas que bajé de la diligencia y me registré en el Hotel Imperial. Salí a conocer la ciudad y regresaba para refrescarme y descansar un poco cuando vi lo que sucedía.

_ ¿Viaje de negocios o placer?

_ No. Regreso a casa- explicó el joven- Estuve estudiando en la Capitaly acabó de graduarme de leyes. Mi padre hace unas semanas compró unas tierras cerca de un pueblo llamado Barranquillas y voy a casa para ayudarlo.

_ Entonces su estancia aquí será corta- dedujo Fuentes Guerra

_ Lo sería, pero también tengo que recoger a mi hermana, que llega del internado donde estuvo estudiando. Vendrá acompañada de dos monjas hasta aquí y seguiremos viaje juntos- le contó- Me han dicho que usted también posee varias haciendas

_ Si tengo dos haciendas, a las que de hecho regresaremos dentro de unos días- le contestó Manuel asintiendo con la cabeza y tomando un sorbo de su copa

_ Pero su esposa esta de encargo y muy próxima a dar a luz, según vi. ¿No es riesgoso alejarse de la ciudad en estas condiciones?- se preocupó Carlos

_ Soy médico, ya se lo dije- lo tranquilizó Manuel sonriente- Matilde no corre el menor riesgo.

_ Bueno, entonces me retiro- se levantó Carlos- Me alegra saber que Doña Matilde se encuentra bien.

_ Es usted bienvenido en nuestra casa cuando guste- le ofreció Manu- Si en algún momento me necesita estoy a su disposición.

_ Gracias, lo tendré presente. ¡Hasta pronto!

_ Gracias a usted. Lo acompaño hasta la puerta.

 

Despidió al joven y subió a la recámara de Matilde, quería tener un control absoluto sobre su estado, para evitar posibles complicaciones. Al entrar se encontró con una escena que lo detuvo en la puerta al acudir a su mente que podía estar viviendo todo lo contrario.

 

Manuelito estaba sentado  junto a Mati en el lecho y Prudencia y Augusta habían acercado dos asientos para estar más cerca de ellos. Al entrar Manuel todos reían de una ocurrencia del niño.

 

_ Veo que todo está mucho mejor por aquí- exclamó acercándose al lecho.

_ Si, Manuel- le respondió Augusta con una sonrisa de felicidad

_ ¡Hola papito!- gritó Manuelito saltando en la cama y estirando los brazos para que lo cogiera su padre.

_ Hola hijo- lo saludó Manuel mientras lo tomaba en brazos- ¿Dormiste bien?

_ Si, papito. Ya estoy listo para jugar contigo.

_ Ya lo veo- contestó Manu acariciándole la cabeza y despeinándolo- Pero primero a comer algo. Ve con Esperanza para que te de  de merendar.

 

Lo bajó al suelo y el niño  besó a sus abuelas, le lanzó un beso a su mami mientras corría fuera del cuarto para buscar a su nana y gritaba.

Publicado por angelitafer5

Publicado el 21/03/2009 13:16 - Total Temas: 59 - Total Mensajes: 247

_ Si, papito. Ya estoy listo para jugar contigo.

_ Ya lo veo- contestó Manu acariciándole la cabeza y despeinándolo- Pero primero a comer algo. Ve con Esperanza para que te de  de merendar.

 

Lo bajó al suelo y el niño  besó a sus abuelas, le lanzó un beso a su mami mientras corría fuera del cuarto para buscar a su nana y gritaba.

_ ¡Voy y vuelvo, rápido!

_ ¡Cuidado al bajar las escaleras!- le gritó Mati, sonriendo, pero ya Manuelito había salido

 

En cuanto su hijo salió Manuel se sentó junto a Matilde que lo miraba recostada en unas almohadas

 

_ ¿Cómo te sientes?- le preguntó mientas le examinaba- ¿Te duele algo?

_ No, no me duele nada. Me siento muy bien- le respondió ella que solo tenía ojos para él desde el mismo momento en que había entrado en la recámara.

_ ¿Descansaste?

_ Si me quede dormida enseguida. Pensé que me costaría mas pero….

_ Lo que pasó fue que te di un sedante suave para ayudar a que te relajaras. Tuviste una impresión muy fuerte y podía afectar a nuestra hijita- le explicó Manuel mientras le acariciaba con un dedo la mano que sostenía entre las suyas sin darse cuenta, mientras se miraban a los ojos, ajenos a todo lo que no fueran ellos.

 

Prudencia y Augusta se miraron. Para Manuel y Matilde el mundo había dejado de existir más allá de ellos dos. Con un gesto, Prudencia le señaló la puerta a su hermana y ésta estuvo de acuerdo. Mejor dejarlos solos para que recuperaran la tranquilidad que la experiencia vivida les había quitado. Comenzaron a levantarse e incluso llegaron hasta la puerta sin que ninguno de los dos se diese cuenta. Salieron en silencio muy contentas.

 

_ ¡Creí que moriría!- le confesó Matilde a su esposo- ¡No lo vi venir, te lo juro! Los vi a ustedes esperando del otro lado de la plaza y apresuré el paso para llegar más rápido. ¡Me quedé ahí parada, no podía moverme! ¡Quería moverme,  pero no podía!

_ Ya, ya, ya, tranquila- se apresuró a calmarla- Ya pasó todo. Yo también creí morir al ver que la carreta iba hacia ti. No sabes la desesperación, la impotencia que me consumió. ¡Dios, si algo llegara a pasarte…! No lo soportaría. ¡Te necesito a mi lado, saber que estas bien, verte, oírte!¡ Escuchar tu risa, ver tus sonrojos que nunca dejarán de gustarme. ¡Ojala nuestra hija sea igual a su madre! Que tenga tus ojos, tu boca, tu cabello, tu dulzura- le relataba mientras con el dedo pulgar la acariciaba su barbilla, subía hasta sus mejillas, recorriendo los sonrojados pómulos hasta llegar a los rizos que colgaban junto a las pequeñas orejas y enredando el dedo en ellos.

_ ¿Y mi mamá y mi tía?- se extraño de pronto Mati al notar, por fin, que estaban solos

_ Se fueron- le susurró Manuel

_ ¡Que desconsiderados somos!- protestó Mati- Ni cuenta nos dimos.

_ ¡Es que tú haces que me olvide de todo y de todos!- dijo él mientras la miraba ardientemente

_ ¡Manuel! –exclamó Mati mientras acariciaba su cabello y lo atraía hacia sí

_ ¡Mi Matilde!- susurró Manuel antes de apoderarse de los labios de su esposa en un beso largo y sensual

 

Publicado por angelitafer5
Publicado el 21/03/2009 13:18 - Total Temas: 59 - Total Mensajes: 247

es genial cada capitulo q escribes poder imaginarse escenas tan bonitas muchas gracias.

Publicado por betymadrid
Publicado el 22/03/2009 07:20 - Total Temas: 46 - Total Mensajes: 1920
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