El equipo de Colunga Team y yo te damos la Bienvenida a nuestra casa. Deseamos que te diviertas y que convivas con respeto y cariño con los demás integrantes de nuestra gran Familia.
Capitulo 105
La
mañana amaneció con un cielo azul lleno de pequeñas nubecitas blancas y
esponjadas. Una ligera brisa mantenía fresca la temperatura. Los pajaritos cantaban en las ramas de los
árboles, como celebrando el fausto acontecimiento que se celebraba.
La
pequeña parroquia lucía muy hermosa con sus guirnaldas de hiedra y flores blancas. Un precioso ramo de lirios y
rosas blancas colgaba en el dintel de la puerta y el pasillo estaba adornado
con cintas blancas y ramos igual al del dintel pero un poco más pequeños, hasta
el altar. Una pequeña escalinata daba acceso a la entrada desde la calle al
pequeño patio rodeado de preciosos canteros llenos de flores blancas.
La
ceremonia fue breve, pero muy emotiva. Antonia lucía hermosa con su vestido que
no era blanco sino de un suave color marfil y su vaporoso velo. Sixto Y ella hicieron sus
votos matrimoniales mirándose a los ojos rebosantes de amor y con voz firme. Un
compromiso de amor, respeto y fidelidad ante Dios y los hombres. Manuel y
Matilde fueron los padrinos y Manuelito llevó muy orgulloso la cola del traje
de la novia.
A la
salida de la iglesia se detuvieron a recibir las felicitaciones y parabienes de
los amigos ahí reunidos. Habían algunos de cuando Manuel y Sixto vivían en casa
de Doña Elvira, que se asombraron y alegraron del cambio que había tenido la
vida de Manuel y lo felicitaron sinceramente. Dos de ellos también se habían
casado y les presentaron a sus esposas al matrimonio Fuentes Guerra.
Nadie
reparó en una figura vestida de negro con una cestita al brazo que espiaba desde la columna del portal de una casa frente
a la iglesia. Nunca imaginó Damiana, que
al salir a comprar unos dulces de los que tanto le gustaban, aprovechando que
sus señores habían salido de paseo con sus hijos, que se encontraría con “su
reinita Antonia” y mucho menos que la vería salir de la iglesia vestida de
novia, del brazo del señor Sixto Valdés. Más lo que más le asombró fue ver
entre los asistentes a la boda al señor Manuel y a la señora Matilde, quien
nuevamente esperaba un hijo. Y su
asombro pasó a ser casi espanto cuando vio a Antonia y a Matilde besarse y
abrazarse para felicitarse; sus ojos parecían de sapo de tan grandes que los
tenía abiertos.
El coche
de los novios esperaba frente a la escalinata, adornado con flores. Los novios
subieron en él y se alejaron rumbo al lugar donde sería el banquete de bodas.
Don Manuel y Doña Matilde con su hijito y la nana montaron en el siguiente y
así todos los invitados siguiendo al coche nupcial.
Una
silenciosa lágrima corrió por la mejilla de Damiana. Que Antonia hubiera
logrado ser feliz la complacía, pero verse sola, alejada e la única persona que
realmente la quiso por ella misma, la hizo darse cuanta de todo lo que había
perdido: la posibilidad de formar parte de una familia. Hizo un gesto de
resignación, rezó una oración deseándole la mayor de las dichas a su reinita,
se santiguó y siguió su camina hasta la casa de sus señores.
El
almuerzo de bodas se celebró en la casa de los nuevos esposos. Unas horas
después partían entre flores, gritos de alegría y muchas felicitaciones para su
viaje de novios. La familia Fuentes Guerra decidió recorrer otros lugares de la
capital y ya era muy entrada la tarde
cuando regresaron al hotel. Manuelito
venía muy cansado, por lo que se había acordado que se bañara y cenara en la habitación para acostarse
pronto.
Al bajar
del coche en la entrada del hotel notaron que existía un gran movimiento de guardias en el lugar.
_ ¿Qué
pasa?- preguntó Matilde al bajar del coche
_ No lo
sé- le respondió Manuel ayudándola y encogiéndose de hombros luego de una
mirada inquisitiva.
Un
nervioso empleado los atendió cuando se acercaron a pedir sus llaves al
mostrador
_ ¡Señor
Fuentes Guerra!
_ ¿Sí?
_ Lo
están esperando señor- tartamudeó el empleado
_
¿Quién?
_ ¡La
policía, señor!
_ ¿La
policía?- exclamó Manuel extrañado
_
¿Manuel Fuentes Guerra?- se escuchó en
ese momento una voz a sus espaldas.
Al
girarse vio parados ante sí a dos
señores muy bien vestidos.
_ ¿Quién
quiere saberlo?- preguntó mientras trataba de calmar a una asustada Matilde
_
Capitán Benito González, señor- se presentó uno de los oficiales- ¿Es usted el
señor Manuel Fuentes Guerra?
_ ¡Sí!
_Debe
tener la amabilidad de acompañarme, señor- Le informó el Capitán
_ ¿Por
qué?- preguntó Matilde con voz rota, aferrada al brazo de su esposo
_ Son
las órdenes que tenemos, señora
_ ¿Puedo
saber porque me detienen?- quiso saber Manuel
_ No
está usted detenido, señor, sólo le escoltaremos a….
_
¡Manuel!- la voz de Matilde fue un susurro.
De
repente su cuerpo pareció oscilar y Manuel se apresuró a sostenerla.
_ ¡Matilde!-
exclamó asustado
Los
oficiales se movieron rápidamente. Mientras uno guiaba a Manuel, que llevaba en
brazos a su esposa, hacia uno de los salones privados del hotel, el otro se
dirigía hacia otro salón. Manuel depositó a Matilde en un sofá. Una camarera
entró apresurada con una bandejita con una botella de coñac y un frasquito de
sales. Manu, cogió el frasquito y lo acercó a la nariz de Mati, que tosió y
comenzó a reaccionar.
_ ¡Cama
mi vida, tranquila!- le susurró Manuel.
_
Manuel, ¿qué sucede?- le preguntó asustada- ¿Qué quieren esos guardias?
_ No lo
sé, mi vida, pero no te preocupes. Debe ser un mal entendido que pronto se
arreglará- trató de tranquilizarla.
Un
movimiento a la entrada del saloncito llamó la atención de los esposos. Amadeo
Corona se acercaba rápidamente hacia ellos.
_ ¡Con
que de veras eres tú!- exclamó abrazando a Manuel, que se había puesto de pie
al verlo- ¡Qué alegría volver a verte! ¡Y vivo!
_ Amadeo-
dijo Manuel recibiendo el abrazo y devolviéndolo- ¿Qué haces aquí?
_
Espera- le pidió Amadeo y arrodillándose ante Matilde le rogó besando su mano-
Ruego me disculpe este incidente. No era mi intención asustarla ni crearle
ninguna molestia. Lo que sucede es que pensé que un impostor estaba usando el
nombre de Manuel; yo realmente creía que estaba muerto. Además no sabía de su
estado: ¡Nunca la hubiera hecho pasar por esta situación de haberlo sabido! ¡Perdóneme,
se lo suplico!
_
¡Amadeo!- le saludó ella sonriéndole- ¡Qué gusto verle! ¿Y su hijita?
_ Ya es
toda una señorita. Se encuentra muy bien, a Dios gracias. Está estudiando en el
colegio de Santa Teresa. Pasa conmigo todos los fines de semana, pues está
interna. Tengo muchas responsabilidades y no es propio que una señorita pase
todo el día sola en casa.
_ Déle
mis saludos por favor, dígale que la recuerdo mucho- le pidió Matilde
_Serán
dados- le aseguró Amadeo- Pero lo mas seguro es que usted misma pueda dárselos,
este viernes llega tempraneen la tarde.
_ Lo que
pasa Amadeo es que nosotros nos regresamos pasado mañana a San Cayetano.
Matilde está muy cercana a la fecha de parto y no quiero correr riesgos; El
viaje hasta Barranquillas en bien largo y quiero estar en la hacienda para
cuando el momento llegue- le explicó Manuel a su amigo al ver que iba a protestar
por la pronta partida- Sólo vinimos por la boda de mi casi hermano Sixto.
Amadeo
quedó pensativo. Tenía muchas cosas que conversar con Manuel, pero requerían de
tiempo, pues quería hacer algunos negocios con él. Se incorporó y se sentó en
un sillón, mientras Manuel lo hacía junto a Matilde.
_ Que
estés vivo es para mí una alegría y una sorpresa muy grata. Tu mente aguda y tus conocimientos de
medicina nos han hecho mucha falta. Sé que eres un magnífico médico y
necesitamos a muchos como tú para que trabajen en los hospitales que se están
haciendo.
_
Agradezco tus palabras, Amadeo, pero yo tengo dos haciendas que atender y
además esta el hospital de Barranquillas
y mis gentes. No podría aceptar tu oferta- le comunicó Manuel
_ Sí lo
se, pero podrías poner un administrador y según recuerdo Barranquillas ya tiene
un médico en su hospital- trato de convencerlo Corona- podrías aceptar. En
verdad te necesitamos.
_ Lo
siento, Amadeo. Tú mejor que nadie sabe todo lo que he pasado por lograr
obtener un poco de paz y tranquilidad. Una vida en familia es lo único que
quiero y no puedo abandonar a mis gentes. Ellos creen en mí, confían en mí.-
acarició las manos de Matilde- Ya hemos pasado por demasiado. Mi familia se
merece tranquilidad.
_ Pero
aquí la tendrías también- quiso alegar Corona- Que aceptes no significa que…-
se detuvo al ver a Manuel moviendo negativamente la cabeza con una semi sonrisa
en los labios. Lo conocía lo suficiente para saber que había tomado su decisión
y nada le haría cambiar de parecer- Veo que no te puedo convencer.
_ No,
pero eres bien recibido en San Cayetano cuando quieras. No olvido todo lo que
me ayudaste cuando más lo necesité- le brindó su mano, que Amadeo estrechó con
fuerza.
_
Gracias amigo. Aceptaré tu invitación en cuanto me sea posible salir de la
capital.
_ Traiga
con usted a su hija- pidió Matilde- Me gustará volver a verla.
_ A ella
también le gustará. La llevaré, se lo prometo- Se levantó del asiento- Con su permiso, me retiro. El señor Presidente
me espera. Ha sido un placer volver a verla Doña Matilde, sigue usted tan
hermosa como siempre, si me permite Manuel decirlo. ¡Manuel! Espero no recibir
ninguna otra noticia de una muerte tuya- exclamó despidiéndose.
_ Dios
mediante, espero que no- estalló en risas Manuel mientras se abrazaban- Ve a
vernos pronto. ¡Buena suerte! ¡Adiós y cuídate mucho!
Al día
siguiente, Manuel recibió un mensaje de Doña Elvira pidiéndole que fuera a
verla; quería que la examinara, pues tenía dolores fuertes en la espalda. Mati aprovechó para salir de compras con Manuelito
y Esperanza.
Caminaron
por las calles viendo escaparates. Mati compró tela para hacerle unos trajes
nuevos al niño, encajes, cintas y lino para pañales para el bebé; un precioso
chal para Esperanza que la joven aceptó bajo protestas y muy apenada y una
mantilla de encaje para ella.
Con las
compras en la mano, Mati decidió ir a visitar a su amiga Pilar. Tomaron un
coche de alquiler y se bajaron frente a la casa donde vivía.
Pilar
los recibió en la pequeña terraza que daba hacia un jardincito interior, lleno
de canteros con flores que cuidaba ella misma. Mati y su amiga se dieron un
gran abrazo. Riendo y con lágrimas en los ojos de alegría se sentaron, mientras
Manuelito jugaba con el hijo de Pilar que acababa de regresar del colegio,
correteando una pelota.
_ ¿Cómo
has estado?- le preguntó Mati a Pilar
_ Bien-
le respondió ella- Aquí nadie ha hecho
eco del escándalo y a Ramoncito le va bien en el colegio; tiene buenos amiguitos
y es bien tratado por sus familias y maestros. A mi me tienen muchas
consideraciones y me siento tranquila. ¿Y tú para cuándo?
_ Dentro
de un mes y medio- le contestó Mati palmeando su vientre, muy feliz- Ya quiero
tenerla entre mis brazos, apretarla contra mi pecho
_
¿Apretarla?- repitió Pilar haciendo énfasis en la palabra
_ Si,
tengo el presentimiento de que esta vez será la niña que Manuel y yo deseamos-
le respondió Matilde sonriendo
_ Ya no
te pregunto. Sólo de verte se hace evidente. Luces hermosa, feliz- comentó
Pilar y le entregó un vaso de jugo de naranja de la bandeja que presentaba una
criada.
_ Si.
Afirmó Mati- Manuel y yo somos muy felices.
_ ¿Has
estado en Ciudad Trinidad?
_ Si,
cuando nació mi sobrino, hace unos meses. Pero la mayor parte del tiempo lo
pasamos en San Cayetano. Manuel mandó arreglar la casa de Santa Rita para que
pasemos una temporada allá ahora que regresemos. ¿A ti cómo te va?
_ Me va
bien. Renato y Hanna deben llegar en unas semanas de Europa. Fueron a visitar a
los padres de Hanna para darles la buena noticia.
_ ¿Cuál?
_ Hanna
está de encargo- le anunció Pilar muy contenta_ ¡Voy a ser tía!
_ ¡Qué
alegría!- exclamó Matilde dando unas palmaditas de la emoción- Imagino que
deben estar muy contentos. Hanna será una mamá maravillosa
_ Si,
están muy contentos. Yo también creo que Hanna será una madre estupenda y
Renato todavía no puede creerlo- contó Pilar entre risas- Casi se muere de la
impresión cuando lo supo.
_ ¿Y tú,
querida, piensas seguir sola? Sin un hombre que te de el amor que mereces. Eres
muy bonita, joven., viuda. No debes permanecer más tiempo sola.
Pilar se
levantó y le dio la vuelta para fingir que observaba los juegos de los niños.
Mati se le acercó y la obligó a mirarla al ver que no decía nada.
_ ¿Qué
sucede?
_
Matilde….., somos amigas desde niñas. Sabes que mi matrimonio con Ramón fue un
arreglo de mis padres con él. No lo amaba, pero lo respetaba, era amable,
atento, cariñoso, me mimaba. Al principio fue bueno conmigo, pero luego las
cosas cambiaron- se detuvo como si el contar las cosas pasadas la hicieran
revivirlas físicamente. Tomó aire y sacudió la cabeza respirando profundo y fue
a sentarse junto a Matilde en un sofacito para hablar en voz baja- Para
todos Ramón fue hechizado por Marie,
pero antes de ella ya me pegaba, me ofendía por cualquier motivo, me
pegaba si no lo obedecía ciegamente. El odio a tu esposo lo cegó de
tal manera que hasta resentía la amistad nuestra. Me pegó, Matilde, sólo por
haberme atrevido a ir a verte y ese fue el principio de sus golpizas; me
culpaba porque no habíamos podido tener más hijos. Me encogía del miedo al
verlo. Cuando murió solo sentí alivio, como si me hubiera quitado de encima un
gran peso y me sentí libre y feliz y ahora tengo miedo, miedo de volverme a casar
y creer en las mentiras de algún hombre que finja nobleza y luego me maltrate,
yo, yo…..
Matilde
no la dejó terminar. La atrajo a sus
brazos y la acuno contra su pecho para calmar los terribles sollozos de su
mejor amiga mientras lágrimas calientes también rodaban por su cara. Por mucho
que se preguntara cómo la dulce Pilar podía vivir con el cerdo de Márquez,
jamás imaginó que su amiga hubiera pasado por tanto.
_ Calma,
Pilar, cálmate. Escucha. No todos los hombres son iguales a Ramón. También hay
hombres buenos.
_ Dices
eso porque tuviste la suerte de encontrarte con dos hombres de esos. Primero
Adolfo y luego Manuel que se matarían antes que hacerte daño.
Matilde
hizo una mueca con tristeza. No valía la pena decirla a Pilar que para ella
también había sido un shock el intento de violación de Adolfo. Una impresión
tan grande que todavía tenía pesadillas terribles que la hacían despertar
sudorosa y temblando y sólo los besos y frases de Manuel lograban calmarla.
Manuel que ya estaba encontrando muy preocupantes las pesadillas de su mujer y empezaba a sospechar
que algo muy grave había pasado entre ella y Adolfo al oír sus gritos de
rechazo dormida. No, debía darle confianza, no aumentar los miedos de Pilar.
Sonrió con valentía y aprovechó la frase de ella, para reforzar sus palabras.
_ Por
eso mismo, si yo pude encontrar en mi camino a dos hombres así y aunque sufrí
mucho, salir vencedora de las dificultades junto a Manuel, tú también lo
hallarás. Dios mediante encontrarás un
hombre que te quiera, te valore y te respete y que sea un buen padre para
Ramoncito- le dijo agarrando sus manos y mirándola a los ojos- No te dejes vencer por el miedo. Tienes
derecho a encontrar un buen hombre, a ser feliz realmente y así será
La visita de Manuel a Doña Elvira se vio
complicada porque al saber que había ido a consultar a la señora, todos sus
antiguos pacientes se presentaron para darle sus respetos y pedir que revisara
a sus hijitos, nietos y ancianos. El comedor de la pensión se transformó en un
consultorio improvisado. Una mesa fue vestida con una sábana limpia y sirvió
como mesa de reconocimiento. Manuel
revisó a varias decenas de personas, se enteró que varios niñitos habían sido
bautizados en su ausencia con su nombre en su honor por haber consultado y
curado a sus padres en algún momento mientras vivió allí.
Empezaba
la tarde cuando Manuel se despedía de
Doña Elvira y salía a la calle. En la entrada de la pensión chocó con una joven
que pretendía entrar con los brazos llenos de paquetes que le impedían la
visión. Al choque los bultos cayeron al
suelo y entre disculpas ambos se agacharon para recogerlos. Al alzar la vista
la joven contuvo el aliento del impacto.
_ Buenas
tardes, Teresa- la saludó él mientras la ayudaba a incorporarse- Perdón por la
torpeza.
_
¡Manuel! No…, no…., no, fue mi culpa no veía por donde caminaba- tartamudeó
ella mientras lo bebía con los ojos y sin reponerse del todo de la sorpresa-
Doña Elvira me dijo que te había visto, que habías venido.
_ ¡Estás
tan hermosa como siempre!- le soltó el cumplido Manuel sin ninguna intención
salvo hacer sentir mejor a la muchacha.
Y era
verdad. Teresa poseía una belleza que muchas jóvenes adineradas envidiarían y
desearían. Ojos negros grandes y almendrados con largas y espesas pestañas. Cabellos
ondulados negros y brillantes peinados en dos largas trenzas, boca generosa y
roja, nariz pequeña. Estatura entre mediana y alta, delgada y con curvas
generosas.
_
¡Gracias! Tú luces más guapo que nunca. ¿Por qué? ¿Por qué te casaste, Manuel?
La señora Elvira me lo dijo y que tu esposa era una señora muy fina y que
esperabas un hijo. ¡Yo te amaba! ¡Aún te amo!
_ Es
cierto, pero también lo es que siempre supiste que para mi eras como una
hermana- le confirmó él y agregó poniendo el corazón en su mirada y el alma en
sus palabras- ¡Me enamoré!
Teresa
iba a replicar, pero lo miró a los ojos y vio tal sinceridad en los de Manuel
que le hizo recordar una conversación que hubiera terminado casi en una pelea
de no ser por la caballerosidad innata de Manuel:
_” ¡Tengo un examen importante, Teresa,
no puedo ir contigo de fiesta!
_ No seas aguafiestas, Manuel. Las
fiestas son para divertirse, llevar a pasear a la novia, presumirla en la
plaza, bailar en la feria. ¡Llévame, anda, no seas malo! Mira que dice Doña
Elvira que todos los hombres te envidiarán cuando vean que llevas a una
muchacha tan linda como yo del brazo- le arrebató los libros de la mano,
escondiéndolos tras ella y luego acercándose para tratar de pasar sus dedos
sobre el cabello de él y coqueteándole descaradamente.
_ En primer lugar – dijo Manuel atrapando
su mano antes de que llegara a rozarlo y manteniéndola sujeta se levantó y con
un ágil movimiento la hizo girar y le quitó los libros; luego la soltó- Tú no
eres mi novia, Teresa. Te lo he dicho miles de veces y sé que presumes por ahí
de eso. No sé cuántas veces te lo tengo que repetir. Y yo tengo un examen
mañana muy importante y no puedo dejar de estudiar.
_ Yo sé que te gusto. Muchas veces me has
dicho que soy muy bonita y me tratas con consideraciones y afecto, lo que pasa
es que no quieres que….
_ Te digo que eres hermosa porque lo eres
y te trato con las consideraciones que se le deben tratar a una mujer, pero
para mi, eres como una hermana.
Nunca he tratado de verte como otra
cosa- trató de explicarle nuevamente al interrumpirla.
_ ¿Por qué, Manuel, por qué no quieres
que sea tu novia?- le preguntó deteniéndose frente a él y con pose seductora, pero con sus ojitos
suplicantes- Soy sana, limpia, joven, bonita. ¿Qué más quieres?
_ Escucha, Teresa- trató de explicarle
Manuel- Es cierto, eres joven, bonita, como bien dices; pero es mucho más lo
que yo quiero de la mujer que sea mi esposa. Podría ser hermosa, pero eso no me
importaría tanto, porque lo que más me importa es la belleza de su alma- quedó
en suspenso unos instantes y luego
siguió describiéndola como si estuviera diciéndoselo a sí mismo- debe ser
tierna, dulce, cariñosa; pero también fuerte, firme, decidida. Encontrará en mí
apoyo, amor, respeto así como yo espero encontrar lo mismo en ella. Debe dar y recibir con la misma
pasión y entrega como la que recibirá de
mí. Debe ser mi amante, mi confidente, mi compañera. La madre de mis hijos; la
mujer de mi vida entera- se detuvo y pareció despertar de un sueño- ¿Entiendes,
Teresa? Eres una buena muchacha, pero no
encuentro eso en ti, yo sólo te veo como a una……
Un sollozo de la joven lo hizo darse
cuenta de cuánto le habían dolido sus palabras, y triste por ser el causante,
trató de confortarla
_ Por favor, no llores, Teresa, no
llores. No es mi intención herirte. Tú eres muy linda y muy joven y las locuras que haces son causadas por ese
motivo. Dentro de unos años el hombre que se case contigo será muy afortunado
_ Pero no serás tú, ¿verdad? ¿No puedes
hacer el intento de amarme aunque sea un poquito?- le reclamó ella
_ No, lo siento, ¡no sería justo para
ti!- se disculpó Manuel
Teresa lo miró fijamente y soltando un
gritito de frustración y dolor salió
corriendo del cuarto gritándole:
_ ¡Te odio, Manuel, te odio!”
_ Espero
que ella te haga feliz, te lo mereces-
acarició su rostro
_ Lo
hace, puedes estar segura. ¡Adiós, Teresa-¡ tomó su mano y la besó con
galantería. Luego detuvo un coche que pasaba y se fue.
En el
hotel le indicaron que su esposa había
regresado hacía poco tiempo. Contento, con el corazón brincando en el pecho de
felicidad, se apresuró por las escaleras y el pasillo hasta su habitación. Al
entrar las miradas de ambos se
encontraron y corrieron a abrazarse. Manuel besó los ojos, los cabellos
perfumados y los labios dulces de su mujer, mientras Matilde se aferraba a sus
hombros como si hiciera mucho que no se vieran. Los dos hablaron a la misma
vez.
_ ¿Estás
lista para regresar a casa?
_
¡Quiero que regresemos a casa!
Y felices comenzaron a reír.