El equipo de Colunga Team y yo te damos la Bienvenida a nuestra casa. Deseamos que te diviertas y que convivas con respeto y cariño con los demás integrantes de nuestra gran Familia.
CAPÍTULO 104
Sixto Y
Antonia se encontraban conversando en el despacho de éste y ultimaban los
detalles finales para la boda.
_
¿Entonces, ya está todo listo?
_ Por mi
parte sí
_ Yo ya
confirmé la iglesia con el padre Mateo y la recepción será en la casa. Seremos
pocas personas- le informó Sixto. Tomó su mano- ¡Pasado mañana a esta hora ya serás mi esposa! No sabes cuánto he
ansiado que llegue este día.
_ Yo
también- le contestó Antonia, sonriéndole- pero necesitaba que estuvieras
seguro de que esto es lo que quieres.
_
Siempre he estado seguro de que quiero
casarme contigo, eras tú quién tenía dudas.
_ Sabes
muy bien porqué. Tenía miedo de que lo que pasó con Manuel fuera algo que se
interpusiera entre nosotros. No puedo borrar lo sucedido. Hice cosas que no
debía pero lo hice por amor. No estoy justificándome y me arrepiento, pero no
puedo borrarlo.
_Antonia-
le dijo tomando su rostro y haciendo que lo alzara hacia él para mirarla- Te lo
diré por última vez y no quiero que se mencione más. Conozco el pasado, lo viví
junto contigo; pero tú eres lo que siempre quise que fuera mi mujer. No me
importa lo que hiciste en el pasado porque has pagado por ello y porque sé que
te ha servido para ser una mejor persona y me permitió conocerte como realmente
eres. ¡Te amo!
_ Yo a
ti también- susurró Antonia con los ojos brillantes, sonrió y suspirando le
preguntó- ¿Recibiste noticias de Manuel?
_ Si, me
mandó un telegrama confirmando que acepta ser nuestro padrino.- confirmó Sixto
contento- Llegará tal vez esta noche o mañana
En ese
momento tocaron a la puerta
_
Adelante- permitió Sixto
_
Perdón, señor Valdés- dijo el secretario asomándose- pero hay un caballero que
insiste en verlo. Dice que es un asunto urgente. Le he dicho que está usted
ocupado pero insiste..
_ Está
bien, señor Joaquín- exclamó Sixto con resignación- Hágalo pasar.
_ Si,
señor
_ Me
retiro- le dijo Antonia- Te dejo trabajar.
_ Perdona-
se disculpó él besándole las manos- No sé que puede ser tan urgente pero…..
_ ¡Yo
creo que el haber hecho un viaje tan largo desde San Cayetano para ser tu
padrino, merece ser recibido con urgencia- se escuchó la voz de Manuel,
mientras la puerta se abría y aparecía en la puerta del despacho.
_
¡Manuel!- exclamaron los dos enamorados. Los dos amigos se dieron una gran y
fuerte abrazo
_
¡Sixto! ¡Qué alegría verte! ¡Antonia!
_
Manuel- lo saludó ella mientras Manuel le besaba la mano
_
¿Acabas de llegar?- le preguntó Sixto
_ No,
llegamos ayer en la tarde
_ ¿Llegamos?-
se extraño Sixto- ¿Quiénes?
_Matilde,
Manuelito y yo
_
¿Doña Matilde también vino?- preguntó
Antonia
_ Si,
por supuesto- le contestó Manuel- Vinimos a vuestra boda y aprovecho para
felicitarlos. Les deseo la mayor felicidad del mundo a los dos.
_
Gracias, Manuel – agradeció Antonia
_ ¿Y
hasta ahora es que te apareces?- le cuestionó Sixto aparentando molestia-
¿porqué no me buscaste anoche? Ya sé. Seguro quisiste mostrarle la capital de
noche a Doña Matilde, y claro, yo podía esperar a enterarme hasta hoy de tu
llegada.
_ No-
Manuel lo miró sonriente, pero regañándolo con la mirada- Te equivocas. Desde
que llegamos nos quedamos en el hotel. El viaje es muy pesado y demasiado largo
para Matilde. Creo que abusé de sus
fuerzas, porque tratando de llegar de día hice muy larga la jornada y claro, en
su estado, llegó exhausta.
_ ¿En su
estado?- le interesó la frase a Antonia
Manuel
la miró como si ella debiera saber lo que estaba pasando; parpadeó confundido y
los miró a ambos que lo miraban fijamente, y de repente cayó en la cuenta.
_ ¡Por
supuesto, ustedes no saben! Es que soy tan feliz que creo que todos deben
saberlo. ¡Matilde está de encargo! ¡Vamos a tener otro hijo!
_ ¡Qué
buena noticia! ¡Felicidades Manuel!- exclamaron los dos
_ ¿Para
cuándo lo esperan?- quiso saber Sixto
_ Bueno,
Matilde está de seis meses, por lo creo que será para finales de año
_ ¿Y la
trajo?- se espantó Antonia- ¿No es muy peligroso?
_
Matilde está haciendo un embarazo normal. Al principio tuvo malestares, pero ya
no. Ella quiso venir para demostrarte que no te guarda rencor y no pude
convencerla de lo contrario. Además se pone muy ansiosa cuando estamos mucho
tiempo lejos y eso sería muy perjudicial
para ella y el niño en este momento. Además quiero disfrutar este embarazo al
máximo.
_
¡Compréndela!- le dijo Sixto sirviéndole una copa a su prometida, a Manuel y
una para sí mismo- Ustedes han pasado por pruebas muy duras y han estado mucho
tiempo separados; es lógico que se muestre temerosa de tus ausencias. Para ella
no han sido nada buenas ni fáciles.
Antonia
tomó un trago muy colorada. No sabía donde colocar los ojos y bajó
apesadumbrada la cabeza. Recordó cuánta responsabilidad y culpa tenía ella en
lo que su prometido y Manuel habían
dicho. Ella en su necedad impidió la reconciliación de los esposos y privó a
Manuel de la posibilidad de disfrutar el embarazo de su primogénito.
Sixto y
Manuel que notaron su silencio quedaron viéndose los dos contritos. Manuel se
acercó a ella, colocó su mano sobre la mano de ella obligándola a mirarlo.
_
¡Manuel, yo…..!
_ No, no
digas nada- no la dejó seguir- Lo pasado en el pasado está. No debemos
recordarlo sino como una enseñanza más que nos da la vida, que nos enriquece y
nos hace mejores. Matilde y yo somos inmensamente felices y estoy seguro que tú
y Sixto también lo serán- le besó la mano.
_
Gracias, Manuel, gracias- susurró ella.
_ Bueno-
trató de cambiar el tema Sixto- ¿Qué tienes pensado hacer? Faltan dos días para
la boda.
_ Quiero
enseñarle la capital a mi mujer y a mi hijo. Matilde está ansiosa por saber de
mi vida antes de ser reconocido y le prometí mostrarle.
_ ¿La
vas a llevar al barrio donde vivías?- se extrañó Sixto
_ Si,
aunque no pienso profundizar el conocimiento, sólo mostrárselo- aclaró Manuel- Bueno y ahora me retiro. Quedé en recoger a
Matilde para llevarlos de paseo.
Caminó
hacia la puerta y se volvió de repente
_ ¿Por
qué no nos reunimos en el hotel y salimos a cenar los cuatro juntos?
_ ¿Crees
que Matilde esté de acuerdo?
_ Por
supuesto. Nos vemos a las 8 en punto.
_ ¿Donde
está papito, mami?
_ No
debe tardar amor. Salió pero regresará enseguida. Mientras lo esperamos debemos
terminar de arreglarnos para ir de paseo- Matilde terminó de acomodarle la ropa
y le dio un beso- Ahora ve con Esperanza para que te lleve a desayunar.
En ese
preciso momento Manuel entró en la habitación. Al verlo Manuelito corrió hacia
él que alzándolo en brazos lo saludó riendo.
_ ¿Dónde
fuiste papito? Hace mucho que desperté y no estabas.
_ Fui a ver
a un amigo- le contestó mientras avanzaba hacia su esposa que lo esperaba
sentada en un sillón.
_
Prometiste que iríamos de paseo
_ Y eso
haremos en cuanto termines de desayunar y lo hagamos nosotros. Ahora ve con tu
nana.
Lo bajó al suelo y quedó viendo cómo se iba
con la joven, luego se acercó a Matilde que daba los toques finales a su
peinado frente al espejo. La besó en el cuello con dulzura mientras se miraban a los ojos en el reflejo del espejo.
Colocó las dos manos en el vientre de su esposa, acariciándolo con dulzura.
_ ¿Cómo
amanecieron mis dos amores? ¿Dormiste bien? ¿Descansaste?
_ Bien,
estamos bien y si descansé muy bien. Perdona que ayer me quedara dormida así
_
Estabas muy cansada, casi exhausta. Eso me hace pensar que tal ves hoy deberías
descansar. Pasado mañana será la boda y un día pesado y tenemos varios días
después para que conozcas la ciudad….
_ ¡De
eso nada! Prometiste enseñarme muchas cosas de
_ De
acuerdo- Manuel caminó hacia la puerta y la dejó salir para guiarla hacia el
restaurante del hotel donde ya estaban desayunando Manuelito y su nana- Si los
vi y los invité a cenar esta noche con nosotros en el restaurante- la ayudó a
sentarse- Espero no te moleste.
_
Hiciste muy bien
Poco
después estaban listos para salir. Ya en el lobby Matilde le arreglo la
corbata.
_ ¿Te he
dicho que luces muy apuesto con este traje? Todas las mujeres te miran.
_ Sí ¿Te
he dicho yo que el rosa es uno de los colores que más hermosos te queda? Hoy
luces preciosa.
_ ¡No
digas mentiras, Manuel! Parezco un botón forrado
_ Un bellísimo botón forrado de rosa- le
siguió la corriente y dándole un beso apasionado- ¡Eres una mujer embarazada
preciosa!
_ ¡Muy
embarazada!- le recalcó Matilde
_ ¡Muy
embarazada y muy, muy hermosa!- le insistió él acercándola mas hacia él sin
importar el lugar donde estaban y colocando su mano sobre su vientre- ¡Eres la
mujer embarazada más hermosa de
_ ¡Yo
también te amo!
Salieron
a la calle y Manuelito se colocó entre sus padres. La nana los seguía risueña.
Decidieron caminar por la alameda que estaba muy concurrida a esas horas: nanas
con sus infantes cogiendo sol, damas paseando y caballeros escoltándolas. Había muy pocas familias en el paseo, por lo
que pronto se convirtieron en el centro de atención. Ofrecían una viste muy
hermosa: el niño viva imagen del padre que corría contento delante de ellos, la
joven y hermosa madre embarazada y el apuesto y orgulloso padre que se desvivía
por atenderlos a ambos.
Caminaron
por entre las calles llenas de comercios de todo tipo. Los pregoneros llenaban
el aire con sus gritos y olores diversos flotaban en la brisa mañanera. Cercana
la hora del almuerzo, ya el niño mostraba señales de cansancio. Decidieron que
Esperanza regresara con él al hotel para que almorzaran y descansaran y los felices
padre seguirían paseando, pero esta vez en coche para que Matilde no abusara de
sus fuerzas.
Manuel
le dio una dirección al cochero y se dispuso a explicarle a su mujer los
lugares por donde pasaban. Poco a poco las casa señoriales comenzaron a escasear
y los barrios dejaron de ser tan concurridos. Las casa ahora eran menos vistosas y las personas ya no vestía tan
elegantes.
Manuel
hizo que el coche se detuviera frente a un edificio de paredes grises y
ventanas pintadas de verde oscuro. Era una construcción de dos plantas y
balcones de hierro forjado.
_
¿Porqué nos detenemos aquí?- preguntó Matilde
_ Aquí
es donde vivía antes de ser reconocido por Don Joaquín- le contestó Manuel-
¿Ves esa ventana a la izquierda, cerca de aquella otra casa? Ese era mi cuarto.
La casera se llama Doña Elvira. Fue muy buena conmigo, aunque me correteaba
mucho para que le pagara la renta cuando me atrasaba, lo que era casi siempre.
_ ¿No
tenías dinero para pagar? ¿Por qué?
_ Mi
padrino me daba una pensión pero casi siempre la usaba para comprar libros de
medicina o algún remedio para algún enfermo que no tenía dinero para comprarlo.
_ Pero,
¿nunca ejerciste tu profesión mientras viviste aquí?
_Uno no
se hace rico atendiendo menesterosos. Muchos no tenían dinero para pagarme y lo hacían
con una gallina, unas mazorcas, unos frijoles. Siempre se los traía a Doña
Elvira, que era quien me daba de comer ¡Pobre! Debe estarse preguntando que fue
de mí. Cuando mi padrino mandó por mi le dije que regresaría, pero nunca lo
hice. Me marché debiéndole dos meses de renta que luego le mande a pagar con
Sixto, pero creo que él no le dijo donde estaba yo. ¿Quieres venir?- la invitó
_ ¡Claro
que sí!
Mati se
bajó del coche y Manuel le pidió al cochero que los esperara. Entraron en un
pasillo estrecho y semi oscuro que daba a una habitación que al parecer era una
especie de recepción y comedor. Varias mesas largas con bancos se alineaban a
lo largo de las paredes y un mostrador que impedía el paso a una puerta oculta
tras una cortina. Unos floreros con
flores silvestres adornaban las mesas y el mostrador. Pero si bien se notaba la
ausencia de lujos, lo que mas llamaba la atención era la extrema pulcritud del
lugar. Todo brillaba de limpio.
Manuel
dejó que su esposa viera todo y tocó una campana para llamar. Unos segundos
después se oyó una voz de mujer que se acercaba. La cortina se levantó y una
señora de mediana estatura y regordeta apareció. Al ver ante sí a dos personas
vestidas tan elegantemente quedó tan desconcertada que balbuceó:
_ ¿Desean
un cuarto los señores?
_ Si el
no. 4 está disponible quisiera verlo- le contestó Manuel guiñándole un ojo a
Matilde que sonreía.
_ Por
supuesto señor. Está disponible. Enseguida lo llevo a verlo. – contestó la
señora que mientras hablaba buscaba las llaves del cuarto. De repente miró
fijamente a Manuel durante unos minutos, como si lo reconociera y luego negó
con la cabeza
_ Si son
tan amables de seguirme- Doña Elvira salió de detrás del mostrador y se dirigió
hacia el pasillo- Perdonen la oscuridad. Enseguida viene Toñita a encender las
velas. El cuarto esta bien alumbrado y ventilado. Lo reservo para personas de
mayor categoría que el resto de mis inquilinos. Es el mejor de la casa,
_ ¿Tiene
muchos inquilinos?- quiso saber Matilde
_ Regular. Hay varias familias que viven aquí
desde hace varios años. También tengo varios jóvenes de provincias que han
venido a estudiar a
_ ¿Hubo
alguno en especial?- inquirió Matilde
Habían
llegado frente a la puerta del cuarto marcado con el número cuatro pintado en
la puerta. La señora abrió y los precedió dentro.
Lo primero
que llamaba la atención era una cama bastante ancha que quedaba a la derecha de la puerta. Un armario de
doble puerta ocupaba la pared opuesta. Una pequeña cómoda con una jofaina y una
jarra, y cerca de la ventana un
escritorio de madera sólida y una silla.
_ Siento
lo del escritorio. Fue del último joven que se rentó aquí. Era estudiante de
medicina, ¿saben?- les contó la señora y en su rostro marcado por las arrugas
apareció un destello de ternura- Aquí estudió todos esos años, se graduó y
luego se quedó ayudando a los que lo necesitaban. Tenía algunas ideas que en su
momento me parecieron raras, pero luego comprobé que no, que tenía razón. Era
un buen muchacho y llegué a quererlo mucho. Siempre me decía que era necesaria
la mayor limpieza posible, que eso evitaba las enfermedades y tenía razón. Por
eso siempre estoy al pendiente de la limpieza y de las ratas. No encontrará
esos bichos inmundos aquí, señora.
Manuel,
que no quiso mantener por más tiempo el
anonimato, se quitó el sombrero y acercándose a la señora la tomó de las manos
y besándole con ternura las manos se descubrió:
_ ¡Yo
también la quiero, Doña Elvira! Sin sus cuidados no creo haber podido llevar
mis estudios a buen término. No habría podido salir adelante.
_
¿Manuel?- dudó la señora mientras lo miraba fijamente- ¿Es usted?
_ ¿Cómo
que usted? ¡Claro que soy yo, Doña Elvira! Y no me trate de usted. Siempre me
llamó Manuelillo.
La pobre
mujer no cabía en si de su asombro. Aquel caballero perfectamente trajeado y
con tanto porte era nada más y nada menos que “Manuelillo”, como gustaba de
llamarlo de tanto cariño que le tenía. El joven estudiante de medicina y luego
doctor que nunca tenía un real para pagar la renta porque el dinero que recibía
lo gastaba en los medicamentos para los pobres que atendía.
_
¿Manuel?- volvió a preguntar para asegurarse que sus ojos no la engañaban.
_Sí, soy
yo- le sonrió él
_
¡Muchacho!¡Manuel!- exclamó la mujer
reconociéndolo al fin y abrazándolo- ¡Qué alegría verte de nuevo! El pillo de
Sixto vino hace unos años a traerme el dinero que me debías cuando te fuiste y
por mucho que le pregunté sólo me dijo que venía a liquidar tu deuda porque no
ibas a regresar, que rentara el cuarto y que te iba bien- lo miró
apreciativamente de arriba abajo- ¡Y muy bien por lo que puedo ver! ¡Estás muy
guapo! ¡Ya sé! Dejaste de atender menesterosos y ahora atiendes a los ricos y
tienes dinero.
_ No,
Doña Elvira. No atiendo a ricos- le contó él entre risas- Lo que pasó fue que
mi padre falleció y me reconoció antes de morir. Me dejó toda su fortuna. Ahora
vivo en el campo, atendiendo mis haciendas y sólo soy médico de mis
trabajadores.
_ ¡Qué
suerte que tiene ellos, eh! ¿Saben apreciar a la joya de médico que eres?
_ Yo
creo que sí- le respondió riendo Manuel- Han pasado casi cinco años pero usted
sigue igual de guapa.
_ No
seas mentiroso Manuel, siempre supe cuando me mentías, lo sabes- le regañó sonriéndole
con cariño- La que está muy guapa es
Manuel
pestañeó confundido y miró con el rabillo del ojo a Matilde que lo observaba como asombrada. Para evitar más indiscreciones
de la parlanchina mujer, acercó a su mujer tomándola por el talle.
_ Déjeme
que le presente a mi esposa, Matilde Peñalver de Fuentes Guerra. Mi vida, te
presento a Doña Elvira.
_ Es un
placer conocerla Doña Elvira. Manuel me ha hablado de usted.
La
señora miró fijamente a Matilde, notando su belleza y su estado.
_ ¡Pero
que preciosa criatura! Bueno, claro que Manuel escogería a alguien tan precioso
como usted. Por como la mira le puedo decir que la adora. ¡Nunca lo vi mirar a
una mujer así! Y eso que las chicas lo perseguían como moscas a la miel. ¡Si lo
sabré yo que tenía que espantárselas para que lo dejaran estudiar y descansar
al pobre- se volvió a Manuel- Y por lo
que veo en camino viene un Manuelillo.
Manuel
abrazó a Matilde, colocó una mano posesivamente sobre el abultado vientre y
ambos se miraron felices.
_ No,
Manuelito tiene cuatro años. Este es nuestro segundo hijo y le rogamos a Dios venga sano y esta vez nos envíe una
niña.
_ ¡Alabado
sea Dios!- exclamó feliz Doña Elvira-
Estoy segura que así será. ¡Felicidades!
_
¡Gracias! Ha sido un placer conocerla y poder ver donde vivió mi marido antes
de conocerlos. Le agradezco mucho lo haya cuidado tanto y su cariño- le dijo
Mati besando las mejillas de la mujer.
Podo
después regresaban al coche. Doña Elvira le había enseñado a Manuel las cosas
que todavía conservaba suyas y él se las había dejado para los pobres los
libros de medicina si los recogió, y notó que Matilde estaba cansada. Se
despidieron y regresaron al hotel.
En la
habitación hizo que Matiz tomara una siesta antes de la cena, para que
estuviera descansada y aprovechó para leer el periódico y ponerse al día de
noticias. Fue leyendo el periódico que supo que Amadeo estaba viviendo en la
capital ocupando un puesto muy importante en el gobierno, tal y como se había
imaginado que sería.
Decidió
escribirle una nota participándole de su presencia en la ciudad e informándole
el hotel dónde se alojaba. Había surgido una buena amistad entre ellos cuando luchaban por el presidente y se había
separado sin despedirse. Entonces recordó que Amadeo lo creía muerto. Dejó
escapar una sonrisa de maldad al imaginar el susto que podría provocarle el leer una misiva escrita por un muerto.
Terminó la carta y llamó al servicio ordenando que la hiciera llegar lo más
pronto posible y pidió agua para el baño.
_ ¿Qué
haces?
La voz
soñolienta de Matilde lo hizo voltear la cabeza. Mati le sonreía desde el
lecho.
_ Pedía
agua para darnos un baño- se sentó a su lado y le acarició el rostro- ¿cansada?
_ Sólo
necesito un baño para estar como nueva- le respondió mientras jugaba con el alfiler
de la corbata. Con un ágil movimiento se lo quitó y deslizó sensualmente la
seda por el cuello hasta que cayó sobre el lecho. Luego concentró su atención
hacia el chaleco. Lentamente fue abriendo botón a botón, hasta dejar abierta la
prenda. Comenzó entonces con los botones de la camisa de seda y sin dejar de
mirarlo. Manuel la dejaba hacer, pero su respiración se iba acelerando y
decidió cooperar de manera entusiasta desvistiéndola y besando su cuello, los
hinchados pechos, el abultado vientre. Se tendió a su lado y lentamente, con reverencia hicieron el
amor.
Cuando
trajeron el agua, se desnudó nuevamente, la tomó en sus brazos y la depositó en
la bañera, se metió y procedieron a enjabonarse mutuamente entre besos
apasionados, risas cómplices, salpicaduras y mucho amor.
Con un
precioso vestido premamá verde claro adornado con encajes blancos apareció
Matilde del brazo de su apuesto esposo en la recepción del hotel y junto a su
hijito. Antonia y Sixto ya estaban allí y avanzaron hacia ellos. Ambos amigos
se saludaron al momento y Sixto cargó a Manuelito para saludarlo, pero Antonia
no sabía que hacer. Matilde fue la que decidió. Se acercó a ella y le dio un
beso en la mejilla.
_
¡Felicidades, Antonia! ¡Me alegro mucho por los dos!
_ ¡Gracias
Doña Matilde!- empezó a decirle pero Mati la interrumpió
_ ¡Por
favor! No creo que debas seguir llamándome así. Si vamos a ser amigas, y deseo
que lo seamos, debes llamarme por mi nombre.
_ ¡Tío
Sixto- exclamó Manuelito- Hacia tiemp
_ Hola. ¡Que
grande estás ya! ¿Vienes de paseo o a mi boda?
_ A las
dos cosas, claro- exclamó muy seguro el niño, provocando la risa de los
mayores.
La cena
fue encantadora. Todos disfrutaron grandemente. Antonia, Matilde y Esperanza hablaron
mucho del día de la boda. Matilde contó historias de su temporada en la capital
con su madre y su tía cuando fueron a comprar su ajuar de novia y Antonia
contó de la preparación de la casa.
Manuel y Sixto conversaban sobre las haciendas y el bufete, aderezada la
conversación con comentarios inocentes y algunos disparates de Manuelito que los hacía reír.
Tomaron
el café y el coñac en un saloncito privado del restorant. La conversación
derivó hacia temas generales y la esperada boda.
_ Será
una ceremonia sencilla. Unos pocos invitados. No conocemos a muchos_ dijo
Antonia.
_ Eso
serás tú, Antonia, porque Sixto conoce a media ciudad- intervino Manuel
_ Si
pero son pocos a los que puedo llamar amigos y sólo uno al que puedo llamar
hermano- le repostó el aludido
_ ¿Quién
te ayudará a vestir, Antonia?
_ Saldré
de la casa que Sixto compró para nosotros y me ayudaran las dos muchachas que
empleamos.
_ ¿Y el
viaje de novios?- quiso saber Manuel—Antonia, no permitas que este truhán lo
posponga para más adelante, mira que a lo mejor tienes que esperar casi tanto
como Matilde y yo- se acercó al sofá donde ella estaba sentada y colocó una
mano en su hombro.. Mati lo miró sonriente.
_ No te
preocupes -le contestó Sixto- Saldremos quince días de viaje, pero no te diré
donde. Eso es una sorpresa que le tengo preparada a Antonia.
_
Entonces esperamos verlos pronto por San Cayetano- les invitó Matilde. Hizo un
gesto y Manuel estaba de inmediato a su lado, ayudándola a pararse- Ahora si me
permiten, estoy cansada. Quisiera retirarme, pero no te preocupes Manuel, Antonia
puede acompañarme, porque deseo darle nuestro obsequio de bodas.
Ambas
mujeres salieron del saloncito. Ya en la habitación, Matilde le entregó a
Antonia un sobre cerrado. Antonia lo miró y luego fijó sus ojos interrogantes
en Matilde.
_ No
debes abrirlo hasta que hayan comenzado su viaje de novios. ¿Lo prometes?- le
explicó Mati- Es una sorpresa que queremos darles- con un gesto de dolor se
acarició la zona baja de la espalda. Antonia hizo un gesto hacia ella
preocupada. Mati la tranquilizó- No te preocupes en esta etapa es normal un
poco de molestias como estas, sobretodo si he abusado un poco. Descansaré y
mañana estaré como nueva. Escucha, Antonia, además de para darte este regalo te
hice venir por que creo que nos debíamos esta conversación.
Matilde
tomó asiento y la invitó a hacer lo mismo.
_ Ambas
sabemos lo que pasó en el pasado y lo
mucho que nos hizo sufrir. No puedo olvidarlo y creo que tú tampoco, pero si
puedo tratar de que quede ahí, en el pasado. Sixto y Manuel son como hermanos y
por ellos debemos tratar de hacer lo posible por ser buenos amigas. Sé que amas
a Sixto, he visto cómo lo miras, por eso sé que para ti Manuel es solo un
amigo. No olvido tampoco que gracias a tu tenacidad mi esposo recuperó lo que
por derecho le pertenecía.
Vas a comenzar una nueva vida y de todo
corazón les deseo a los dos que sean tan felices como lo somos Manuel y yo.
Esperamos verlos pronto en San Cayetano o en Ciudad Trinidad. No te guardo
rencor. Sería muy egoísta de mi parte seguir haciéndolo. ¿Crees que podamos ser
amigas por ellos?
_ Doña
Matilde- comenzó Antonia con los ojos arrasados por lágrimas contenidas- No
sabe cuánto deseo que de veras usted y Manuel me perdonen. Sé que por mi culpa
perdieron mucho tiempo de estar juntos y muchas cosas que compartir. Tal vez mi
justificación parezca vana y egoísta, pero creía que tenía todo el derecho de
pelear por el hombre del que me había enamorado desde el primer momento en que
lo vi. Me negué a aceptar que él sólo me viera como una hermana., más hay algo que
quiero decirle porque usted debe saberlo: Manuel nunca, nunca, jamás dejó de
amarla con locura. Los meses que pasaron separados cuando esperaba a Manuelito,
Manuel era una sombra. El día que la corrió de San Cayetano la alegría, la
felicidad de Manuel, salieron con usted por la puerta. Si puede perdonarme, le juro que nunca más
volverá a suceder y por supuesto que quiero que seamos amigas.
Tomadas
de las manos, Matilde le dijo
_
Entonces nunca más me llames Doña Matilde. Las amigas se llaman por su nombre.
¡Gracias!
_ Éste
es mi regalo para ti- le entregó una cajita de terciopelo rojo- ¡Acéptalo por,
favor!
Antonia
abrió el estuche. Dentro había un collar de perlas y unos pendientes.
_ ¡No
los uses mañana!- le pidió Matilde- ¡Ya sabes, por lo que dicen! Pero me
encantaría que los usaras cualquier otro
día.
_
Matilde, no sé que decir- apenas podía decir Antonia
_ No
digas nada- le sonrió la señora de Fuentes Guerra.
Ambas se
abrazaron, sellando así su nueva amistad.