El equipo de Colunga Team y yo te damos la Bienvenida a nuestra casa. Deseamos que te diviertas y que convivas con respeto y cariño con los demás integrantes de nuestra gran Familia.
_No,
Manuelito, este cuarto no es para ti. Este lo hemos preparado para un nuevo
miembro de la familia que llegará dentro de poco. También es un niño, pero más
pequeño que tú.
_ ¡Ya sé
para quién es! Para mi primito- dedujo con su lógica infantil- Él es más
pequeño que yo y mis tíos me prometieron venir a verme y traerlo con ellos.
_ No, mi
amor-negó Matilde acariciándolo y mirándolo a la cara- No es para tu primito.
_Manuel,
¿Qué te parecería tener alguien con quien jugar y cuidar?- le preguntó Manuel-
¿Qué te parecería tener un hermanito o una hermanita?
El niño
miró a sus padres, serio y no dijo nada de momento. Pasó su mano por la carita
en ese gesto que había heredado de su padre cuando pensaba y luego una inmensa
sonrisa iluminó su rostro. Se abrazó a los cuellos de sus padres y gritando de
alegría:
_ Un
hermanito para mí, ¿de verdad? ¡Hurraaaaaaaa!- y saltando al suelo salió a
buscar a su tía y su Nana para darles la
noticia. Manuel y Matilde se abrazaron contentos y felices.
Ya en la
puerta Manuelito se dio cuenta que algo
faltaba y regresó contento corriendo hacia sus padres que lo recibieron sorprendidos
cuando plantó un sonoro beso en las mejillas de ambos diciéndoles:
_
¡Gracias mamita, eso era lo que yo más quería, un hermanito!- y salió corriendo
y saltando de alegría
_ ¡Es un
niño fabuloso, Matilde, Gracias!- le susurró Manuel al oído
_ Gracias
a ti- lo besó con dulzura ella- Es maravilloso que nos quieras y consientas
tanto. Me parece mentira que después de haber sufrido tanto estemos juntos y
felices, en nuestra casa.
_ Así es
mi amor, pero estoy seguro que ya hemos superado todas las dificultades y que
nuestro amor ha salido vencedor y se ha hecho más grande y más profundo. Ahora
solo nos queda disfrutar de nuestros hijos y de toda una vida juntos.
CAPÍTULO 103
Matilde
descansaba bajo la sombra de un árbol de
magnolias que endulzaba el aire del jardín con su perfume. Doña Prudencia tejía
una chambrita sentada en un banco con una mesita a su derecha donde había una
jarra de agua de limón y unas pastitas para picar. Manuelito sentado junto a su
Nana oía un cuento que ésta le narraba.
La
tranquilidad y sobre todo la felicidad le habían devuelto a Matilde la lozanía
y con el cese de sus preocupaciones, también habían ido desapareciendo los malestares que agobiaban a la joven, por
lo que el embarazo marchaba muy bien y todos en la hacienda lo disfrutaban a la
par de los felices padres.
Manuel
estaba decidido a disfrutar al máximo esta nueva experiencia, porque cuando el
embarazo de Manuelito no había podido y quería desquitarse no perdiéndose ni un
solo momento importante. Para él ver crecer el vientre de Matilde era algo
totalmente nuevo y muy hermoso.
Seferina
se acercó sonriente hasta Doña Prudencia y le habló en voz baja
_ Doña,
acaba de llegar Matías con el correo y
venía esta carta para el patrón.
_ ¿Y por
qué no se lo dejaste en su despacho? – le preguntó Prudencia sin dejar de
tejer.
_ Pos,
porque el patrón no estaba allí y tal vez es algo urgente, por eso se la traje.-
respondió la muchacha un tanto contrariada.
_Bueno,
está bien. Dámela que yo se la entregaré a Don Manuel en cuanto lo vea- aceptó
Prudencia tomando la carta y despidiendo a la criada que regresó a sus
quehaceres.
_ ¿Qué
quería Seferina, tía?
_Mi
cielo, despertaste- dijo con mortificación viendo a Matilde sentarse en el
mantel donde dormía restregando el sueño que aún nublaba sus ojos- ¡Quería que
descansaras un poquito más!
_ ¿Qué
hora es?
_ Debe
ser ya casi hora de almorzar.
_ ¡Y
querías que siguiera durmiendo!- le reprochó Matilde- Un poco más y duermo
hasta la tarde. Dime a que vino Seferina
_ Lo
necesitabas, mi vida. Vino a traer esta carta para tu marido que llegó en el
correo- y le entregó el sobre.
_ ¡Qué
bueno, es carta de Sixto! Manuel se pondrá muy contento – le comunicó Matilde
sonriente al leer el remitente.- Y
Manuelito, donde está.
_ Fue
con Esperanza al huerto y luego ella lo iba a llevar a almorzar.
_
Entonces voy a buscar a Manuel para entregarle la carta y preguntarle si va a
almorzar con nosotras- y diciéndolo se levantó con un poquito de esfuerzo, besó
a u tía sonriente y salió hacia la casa.
No quiso
entrar por la galería que daba al jardín, sino que dio la vuelta por la entrada
de la hacienda. Casi llegaba al arco que dividía el patio exterior del patio
interior de la hacienda cuando sintió que se acercaba un caballo. Se detuvo y
al volverse descubrió que era Manuel el que hacía su entrada y regreso sobre
sus pasos para recibirlo con una gran sonrisa.
Manuel
que llegaba cerca del arco, detuvo el caballo que montaba de un firme tirón de
las riendas y bajó con agilidad del mismo. Le entregó las riendas a un peón que
se acercó corriendo para hacerse cargo del animal y avanzó hacia su esposa con
una gran sonrisa que iluminaba sus ojos.
_ ¿Qué
haces aquí?- le preguntó mientras la abrazaba y la miraba con ternura
_ Te
buscaba y algo me dijo que por aquí te podría encontrar- le contestó coqueta
mientras alzaba sus brazos y lo abrazaba por el cuello, mirándolo a los ojos-
Tenía deseos de verte.
_ ¡Así
que ahora también me adivinas y presientes!- le contestó mientras colocaba uno
de los rizos de ella tras su oreja con dulzura
_ Si.
_ Yo
también tenía unos deseos enormes de verte, por eso me apresuré en regresar -
le confesó- No puedo estar mucho tiempo alejado de ti. No sé qué me has hecho,
Matilde, pero no puedo vivir sin ti. Se que te lo dije una vez, pero si creyera
en eso, pensaría que es brujería.
_ No,
Manuel, es que somos el uno para el otro y la vida se ha encargado de
demostrárnoslo con pruebas muy duras. Me resistí un poco pero, terminé tan enamorada
de ti que el mundo parece acabar cuando estás lejos de mí. Nunca pensé que
llegaría a amarte tanto- replicó con seriedad mirándolo a los ojos.
_ ¡Te
amo, Matilde, te amo más que a mi vida!- le dijo y la besó con tanta pasión que
Mati correspondió con total complicidad de sentimientos, que olvidaron que
estaban en el patio a la vista de todos los trabajadores de la hacienda y la
casa que irrumpieron en gritos de
alegría al ver la demostración del amor que todos y cada uno sabían que sus
señores se tenían.
Matilde
fue la primera en tratar de apartarse al darse cuenta de lo que sucedía.
Realizó intentos muy sutiles de separarse, pero al ver que su esposo no
reaccionaba logró apartar la cabeza y susurrarle al oído:
_
¡Manuel, Manuel, que todos nos están viendo!
Al oírla
Manuel se apartó y mirando a su alrededor notó que varios de sus empleados
celebraban su felicidad y sin soltar a Mati, que sonrojada trataba de
cubrirse el rostro, saludó a su gente y se encaminó hacia la casa con su mujer
tomada del talle.
Manuel
saludó a sus hombres y entró con su esposa a la casa, dirigiéndose al despacho
y cerrando la puerta tras ellos al entrar.
_ Te
buscaba para darte una carta que llegó en el correo. Es de Sixto_- le explicó
Matilde aún toda sonrojada y dándole la carta.
_Espero
que sean buenas noticias. Cada vez que gozamos de un tiempito de paz sucede
algo que lo echa a perder- comentó Manuel mientras tomaba la carta, la abría y
leía su contenido
Matilde
se sentó en un pequeño sofá de dos plazas esperando que su esposo leyera la
misiva. Con aire distraído acarició su vientre que ya mostraba su embarazo de
seis meses. Al desaparecer los malestares la joven había comenzado a disfrutar
de su embarazo y ya desesperaba por saber si esta vez Dios le mandaría una niña. Cerró los ojos al sentir una pequeña
patadita.
_ ¿Te
sientes mal, mi cielo? – le preguntó Manuel suavemente.
Matilde
abrió los ojos al sentir la mano de su esposo sobre su pancita y lo encontró
arrodillado ante ella. Le sonrió con
cariño mientras negaba con la cabeza.
_ ¿En
qué piensas entonces?
_
Pensaba en nuestro nuevo hijo. En cómo será. ¿Qué te gustaría que fuera,
Manuel; niño o niña?- le preguntó acariciando su rostro.
Manuel
le atrapó la mano y depositó en ella pequeños besitos que fueron subiendo por
todo el brazo de Matilde, hasta el hombro y el cuello hasta llegar a los labios
que se abrieron a los suyos como pétalos recibiendo el rocío. El beso se
profundizó con un erotismo tan sensual, que pronto ya ninguno de los dos
recordaba de que estaban hablando y solo importaba sentirse mutuamente,
desearse con dulzura, amarse con pasión.
Sin
decir nada, Fuentes Guerra tomó en sus brazos a su esposa y besándola aún se
dirigió hacia la escalera, para subirla hasta su recámara. Mati, reía entre beso
y beso, pero no se oponía. Había llegado a apreciar en todo su valor estos
momentos espontáneos de amor con su esposo. Ninguno notó a varias criadas que
se encontraban limpiando el salón, ni a Silvano que venía a buscar a Manuel
pero que se quedó parado en seco al verlos. Una gran sonrisa iluminó su rostro.
Cuando los señores desaparecieron en el piso de arriba, se miraron entre todos
y rieron pícaros y felices por la pareja, mientras seguían con sus quehaceres.
Después
de hacer el amor con una dulzura tan sensual que había sido uno de los más
hermosos momentos de intimidad, descansaban abrazados entre las cortinas corridas del lecho.
_ Me
gustaría que fuera una niña – le confesó Manuel mientras le acariciaba los
cabellos y retomando la conversación en
donde la habían dejado en el despacho – Una niña tan hermosa como su madre: con
tus mismos ojos y tu sonrisa y tu dulzura.
_ A mi
también me gustaría que fuera una niña, para ponerle Rosario como tu mamá –
admitió ella – La recuerdo mucho y la
extraño.
_ Yo
también la echo de menos. Se fue cuando apenas nos estábamos conociendo – dijo
él.
_
Quisiera que nuestra hijita fueran tan noble, dulce y fuerte como tu mamá - le
confesó Matilde y sintiendo una patadita tomó la mano de Manuel y la colocó
sobre su vientre para compartir ese milagro que habían creado juntos- Siente,
creo que ella está de acuerdo con el nombre que queremos para ella.
El bebé
pateó más fuerte y Manuel se maravilló del prodigio de ver crecer su bebé
dentro de la única mujer que había amado en el mundo. Miró a los ojos a su
esposa y con los suyos llenos de lágrimas de amor y felicidad le susurró:
_
¡Gracias! ¡No tengo palabras para decirte cuánto te agradezco este milagro!
_ ¡Es
nuestro milagro, Manuel! ¡Nuestro milagro de amor!
Poco después
bajaban ambos al comedor donde ya los esperaban Doña Prudencia, Manuelito,
_ No me
dijiste que decía Sixto en su carta – le dijo a su esposo
_ Se va
a casar con Antonia y quiere que vayamos a su boda – le contestó Manuel y la
miró indeciso.
_
¿Cuándo quieres que partamos?- le preguntó Matilde con naturalidad
_ ¿Irías
conmigo?
_ Por
supuesto. Sixto es tu mejor amigo y le debemos mucho. Y ya hice las paces con
Antonia. No hay motivos por los que no pueda ir.
Manuel
acarició la mano de su mujer sobre la mesa en muda acción de gracias por su
respuesta.
_ ¿Y tu
embarazo, Matilde? – le preguntó Doña Prudencia
_ Hace
mucho que no tengo mareos, náuseas o malestar de ningún tipo. Además falta
mucho para mi alumbramiento y con un médico en casa no creo que corra peligro-
le contestó a su tía - ¿No crees, Manuel?
_ No se
preocupe, Doña Prudencia – la tranquilizó Manuel – Yo cuidaré de ellas.
_ Estoy
segura que si, hijo. Siempre lo has hecho, pero dijiste ¿Ellas? – se sorprendió
Prudencia.
_ Si,
por que estoy seguro de que Matilde me va a dar una hijita tan hermosa como su
madre – aseguró Manuel mirando a la aludida con amor y volviéndose hacia su
hijo que los miraba agregó- Ya tengo un hijo hermoso, fuerte y muy valiente,
que es mi orgullo.
_ ¿Yo
también puedo ir?- preguntó Manuelito
Mati y
Manuel se miraron
_ Claro
que si- accedieron los dos al mismo tiempo.
_ Tú
también vienes con nosotros, tía. Quiero que me ayudes a comprar algunas
cositas para el niño, aunque yo también pienso que esta vez Dios nos mandará
una niña – agregó Matilde mirando a su marido y sonriéndole.
Prudencia
la miró y sonrió con indecisión
_ No te
molestes hijita, pero preferiría pasar los días que ustedes estén en la capital
en Ciudad Trinidad con tu madre. Sabes que no me gusta viajar mucho y entre
líneas en la carta de tu mamá me parece ver que se siente sola. También
quisiera ver a Betico, Finita y al niño. Debe de estar muy crecido. Y cuando
vuelvan me recogen; por que ni pienses que te voy a dejar sola cuando vayas a
tener al bebé.
_ Claro
que no me molesta, tía –
_ Por
cierto, ¿cuántos días piensan estar por la capital? – le preguntó Prudencia a
Manuel
_ Al menos dos semanas, quiero que Matilde
conozca la capital y no me olvido que aún le debo una luna de miel y un viaje a
Europa. Aprovecharé el pretexto que me da la boda de Sixto y al menos cumpliré
parte de lo que no le he cumplido.
Prudencia los miró a ambos y contuvo a duras
penas una sonrisa y una mirada maliciosa que le asomaba a los labios y continuó
comiendo. Matilde muy colorada se llevó una copa de agua a los labios para
esconder su sonrojo, mientras trataba de no ver a su esposo. Manuelito hablaba
en voz baja con su nana y Manuel sonreía muy pillo mientras miraba a su esposa.
Cae la tarde. Las nubes comienzan a teñirse en
una fiesta de colores que van desde el gris, rosáceo, violeta, lila, iluminados
por los débiles rayos del sol poniente. La brisa fresca levanta algunas hojas
caídas de los árboles que dan sombra a la alameda que desemboca en una plaza.
Al fondo se encuentra una pequeña iglesia y a la derecha se encuentra uno de
los mejores hoteles de
Un coche
cubierto de polvo se detiene frente a la escalinata seguido de varios hombres a
caballo; uno de ellos vestido como un señor baja rápido y abriendo la portezuela
del coche ayuda a bajar a un niño y a dos mujeres, una de ellas en avanzado
estado de gestación.
El niño
lo mira todo con ojitos asombrados: las casas, la calle, los coches que pasan
sin parar, las gentes. Hace un comentario y el caballero echa a reír, mientras
la joven embarazada sonríe fatigosamente. Manuel toma entre sus fuertes brazos
a su hijo y guía a una cansada Matilde hacia el hotel.
Ya en
sus habitaciones:
_ Bueno,
ya estamos aquí- le dice Manuel a Matilde, adelantándose para abrir los
ventanales que daban a un precioso balcón sobre la plaza- Ya acomodé a Manuelito y su nana en la habitación
contigua. Tiene su propio baño al igual que nosotros.
Mati le
contestó con una semi sonrisa, mientras dejaba su bolso y sombrilla en una
mesita. Con dedos torpes desató la cinta de su sombrero y se lo quitó,
dejándolo en el mismo lugar.
_ ¡Qué
bueno! ¡Pensé que no llegaríamos nunca! ¡Dios, estoy tan cansada!
_ Si ha
sido una jornada larga- aceptó Manuel acercándose a ella y sosteniéndola cuando
la vio tropezar del cansancio. La cargó en brazos y la llevó hasta el lecho-
vamos, estás muy cansada y tú y nuestra hija necesitan descansar. Pediré nos
suban algo de cenar y luego a dormir
_ No
Manuel- trató de negarse- Sólo necesito asearme y cenaré contigo
_ De eso
nada señora, usted y mi hijo van a descansar para mañana estar listas para
conocer la capital con su hijo y esposo- negó Manuel mientras acariciaba su
rostro y colocaba un rizo rebelde en su lugar- Pediré nos traigan algo de
cenar.
Se
levantó y llamó. Instantes después un sirviente recogía el pedido y una doncella llegaba con una jarra de agua fresca.
Manuel
vació un poco de agua en una jofaina y se acercó a su esposa que descansaba en
el lecho.
_ Vamos-
díjole ayudándola a recostarse en las almohadas y cojines y mojando un lienzo
en el agua- Esto te ayudará a refrescarte y a descansar mejor.
_
Manuel- le sonrió ella- No me siento mal. Sólo estoy muy cansada. Puedo
perfectamente darme un baño y cenar y después acostarme.
_ No lo
dudo, pero como tú misma lo has dicho, estás muy cansada y no quiero que quedes
exhausta. Necesitas recuperar fuerzas. Una vez te hayas refrescado y cambiado
de ropa y hayas comido algo estarás lista para dormir- Le contestó él mientras
pasaba el paño humedecido por su rostro cuello, hombros y pecho. Luego
depositaba un dulce y tierno beso en la huella húmeda que quedaba.
_ De
acuerdo- soltó una risilla de placer y rendición- pero yo puedo cambiarme sola,
no es necesario que….
_ No,
no, no, no, no, señora. Eso es privilegio del esposo y órdenes del doctor- Negó
Manuel riendo.
Terminó
de asearla y se dirigió hacia el equipaje de su esposa, Sacó un salto de cama y
regresó junto a Matilde. La ayudó a cambiarse y después fue a hacerlo él.
Cuando tocaron a la puerta con el
servicio, se puso su bata roja para abrir.
_ Mi
vida,¿ que quieres cenar? Ordené frutas, carnes frías, pasteles, leche…..,
Matilde, Mat…- dijo mientras revisaba el servicio.
Al darse
cuenta que no le respondía se volvió y vio que Mati se había quedado dormida. Sonrió y sirvió leche en una copa. Se
sentó en el lecho y observó el rostro relajado de su amada que denotaba
cansancio. Suspiró y besándola suavemente la despertó solo lo suficiente para
que bebiera la leche.
_ Vuelve
a dormir- le susurró y ella sólo le contestó con una sonrisa ligera, pues ya
estaba dormida.
Regresó
junto a la mesita donde estaban las viandas y cenó. Con una copa en la mano se
asomó al balcón.
La
ciudad donde había pasado hambre y apuros antes de ser reconocido por su padre,
y donde también había sido feliz, se abría ante sus ojos y a sus pies.
_“Una
felicidad pobre y correteada, viviendo al día y ejerciendo mi profesión entre
la gente del barrio. Tan lejos de este al que nunca pensé dejar. ¿Qué habría
pasado si Don Joaquín no me hubiera reconocido? Nunca hubiera regresado a San
Cayetano, no sería su dueño, ni rico; no hubiese conocido a Matilde, el amor de
mi vida. Jamás nos hubiéramos casado y no tendríamos a Manuelito ni estaríamos
esperando otro hijo. Tampoco habría tenido la posibilidad de conocer a mi
madre…. ¡Sí! Creo que en cierta forma debo estarle agradecido a Don Joaquín por
lo que hizo. Estoy seguro que no lo hizo deliberadamente y que de haberlo
sabido no lo habría hecho, pero me hizo muy feliz”
Entró en
la habitación y se sentó a escribirle una nota a Sixto anunciándole su llegada,
pero lo pensó mejor y decidió darle la sorpresa al día siguiente.
La tarde
cedía su lugar a la noche. Afuera comenzaban a encenderse los faroles de las
calles y las plazas. Manuel se cercioró que su esposa dormía y fue hasta la
habitación que ocupaban Manuelito y su
nana.
_
¡Papito!- gritó el niño al ver aparecer a su padre y saltó de la cama donde
estaba preparándose para dormir a los brazos de Manuel, que lo recibió riendo.-
¡Viniste!
_ ¡Claro
que sí! Te prometí leerte un cuento antes de dormir- le dijo mientras lo besaba- ¿Cenaste? ¿ya dijiste tus
oraciones?
_ Ya
cenó, señor, pero no quiso decir sus oraciones esperando por usted- le informó
Esperanza sonriente.
_ Vaya a
cenar usted. Esperanza- le sugirió Manuel a la nana- Yo me encargo de este
jovencito.
_
Gracias, señor, con su permiso. Hasta mañana, Manuelito
_ Hasta
mañana, nana.
_ Bueno,
ahora a decir tus oraciones- ordenó Manuel.
Manuelito
se arrodilló junto a la cama y rezó sus
oraciones junto a su papá, luego Manuel lo arropó y sentándose en el lecho a su
lado tomó un libro que había en la mesita junto a la cama, dejó que el niño le
indicara la página de la historia que
quería oír.
_ ¿Y mi
mamá no viene a darme las buenas noches?- le pregunto el niño justo cuando iba
a comenzar la lectura.
_ Hoy no
hijo. Tu mamá estaba muy cansada por el viaje y se quedó dormida. Pero te mandó
sus besos.
_ ¿Está
enferma? Ya casi no juega a las escondidillas conmigo.
_ No
está enferma, pero ¿recuerdas lo que te conté sobre que pronto vas a tener un
hermanito?
_ Si
_ Pues
ya falta muy poco y mamá se está preparando para ese momento. Por eso se cansa
mucho y no puede jugar contigo a las escondidillas. Después que nazca tu
hermanito todo volverá a ser casi como antes. Ahora vamos a leer el cuento.
Manuelito
se acomodó bajo las sábanas y muy junto
a su papá para escuchar la lectura. Manuel leía cambiando las voces cada vez
que un personaje distinto aparecía o haciendo los sonidos de los animales o las
cosas. Mucho antes de terminar la lectura ya el niño estaba profundamente
dormido. Se levantó con cuidado para no despertarlo, lo arropó y le dio un
besito en la frente; con ternura hizo la señal de la cruz dándole su bendición
y salió del cuarto.
Esperanza
regresaba de cenar en ese momento.
_ Está dormido. Si necesita alguna cosa nos
avisa enseguida- le dijo a la nana.
_ No se
preocupe, señor. Duerma tranquilo. Buenas noches
_ Buenas
noches.
Ya en su
cuarto se preparó para dormir. Apagó las velas encendidas junto al lecho y se
acomodó bajo las mantas. Matilde, dormida, al sentirlo a su lado se acercó
buscando su calor. Manuel la acomodó junto a su cuerpo y le acomodó la cabeza
en la curva de su hombro
_
Manuel- murmuró en sueños
_ Descansa- Besó sus cabellos y la abrazó- Te amo
BESITOS MAGICOS DESDE CUBA
GRISEL