El equipo de Colunga Team y yo te damos la Bienvenida a nuestra casa. Deseamos que te diviertas y que convivas con respeto y cariño con los demás integrantes de nuestra gran Familia.
Capítulo
98
Han
pasado varias semanas desde que Manuel regresó a la hacienda y la vida ha
seguido su curso. Los peones trabajan a gusto porque el patrón ha regresado y
todo ha vuelto a la normalidad. Matilde se encarga de la casa y del jardín y
por supuesto de Manuelito. Si algún miedo albergó en cuanto a la relación del
niño con su padre pronto lo desechó. Manuel era justo, bueno, cariñoso, pero a
la vez firme con él y Manuelito lo adoraba. Cuando no estaba con su papá o
Silvano, descansaba o estaba con ella.
Una
mañana Manuel recibe un telegrama de Ciudad Trinidad y al leer su contenido fue
en busca de Matilde. Después de buscarla en toda la casa la encontró en el
jardín sembrando unas rosas. Durante unos instantes la observó en silencio,
guardando en su memoria la belleza de la vista que aparecía ante él. Matilde
entre las flores parecía una rosa más.
Se acercó a ella
_
Matilde
_ ¡Ay!
¡Manuel me asustaste!- lo reprendió ella al verlo sonriente.
_ Recibí
un telegrama de Humberto.
_ Pasó
algo? ¿Josefina está bien, mi madre y mi tía?-le preguntó ella mientras se
incorporaba rápidamente y en ese momento experimento un vahído que le hizo
perder el equilibrio y habría caído al suelo si Manuel no la sostiene entre sus
brazos
_ Mi
amor, ¿qué tienes?-le preguntó asustado-
_ Nada,
no te asustes mi amor, un mareo pero fue porque me levanté muy rápido-le
contestó ella- Es que llevo mucho rato al sol.
_ ¿Segura?-le
preguntó ansioso- bueno entonces por hoy se acabó la jardinería. Vamos para que
descanses.
_No es
necesario Manuel, de veras- trató de negarse- Dime que te dice Humberto.
_Obedece
Matilde. Las rosas pueden esperar o los peones pueden encargarse. En nuestra
recámara te cuento.
Sosteniéndola
todavía entraron a la recámara y Manuel la ayudó a sentarse cerca de la
ventana. Luego agitó el cordón de la campanilla para llamar al servicio. Al
aparecer Seferina le ordenó un refresco para la señora.
_Dice tu
hermano que pronto Josefina va a dar a luz y que acordándose de cuando tuviste
a Manuelito me pide si puedo estar presente cuando nazca su hijo por si alguna
complicación surge. Quiere que yo la asista en el parto.
_ ¿Y qué
piensas contestarle?
_ Por
supuesto que si. Me agrada Josefina y aprecio a Humberto, son nuestros
compadres. ¿No te gustaría ir unos días a Ciudad Trinidad y estar con tu
familia?
_ Por
supuesto que me gustaría ¿y a ti?
_ Aprovecharé
para hacer algunas cosas que están pendientes.
Tocaron
a la puerta y entró la sirvienta con el refresco. Manuel se lo sirvió y se lo
acercó a Mati. Notó la palidez de su rostro.
_Bébelo
todo. Estás muy pálida. Descansa por hoy y mañana comenzaremos a preparar el
viaje a la ciudad. No te preocupes por Manuelito, yo me encargo.
_ No
hace falta Manuel- le dijo Mati- Me encuentro perfectamente. Fue el sol.
_ Bien, pero aún así quiero que descanses hasta la
hora de la comida. Si te sientes bien entonces comeremos en el comedor-la tomó
del brazo y la hizo recostarse en el lecho- ¡Ordenes del doctor!
Mati se
quedó dormida y cuando despertó se sentía fresca y descansada. Tenía razón
Manuel: últimamente se estaba cansando mucho. Tal vez era debido a la tensión
acumulada tantos días y no era nada serio.
Manuelito
entró al cuarto seguido de Esperanza.
_
Mamita, ¿estás enferma?- le preguntó el niño
_ No mi
vida-lo sentó ella en su regazo- Lo que pasa es que papá quiso que descansara
un poco antes de cenar.
_ La
cena ya está lista señora-le comunicó la nana- Seferina me pidió que se lo
dijera.
_ ¿Ya
cenaste mi vida?
_ Si
mami. Esperanza me trajo para darte las buenas noches. Ya me despedí de mi papá
y Nana me va a contar un cuento-le dijo el niño.
_ Bueno-
Matilde le dio un beso, le dio la bendición y le puso de pie- Ve a dormir
entonces y que sueñes con los angelitos.
_ Hasta
mañana mamita.
_ ¿Dónde
está el señor?- le preguntó a Esperanza
_ Está
en su despacho, señora.
_
Gracias, Esperanza. Buenas Noches.
Silvano
salía del despacho en el momento en que Matilde bajaba las escaleras. En un
instante la vió vacilar y se apresuró a sostenerla para que no cayera.
_ ¿Se
siente bien, niña Matilde?-preguntó mirándola preocupado.
_ Si
Silvano, sólo fue un pequeño mareo. Ya estoy bien, gracias, no se preocupe le
contestó Mati con una frágil sonrisa.
_ Está
usted un poco pálida. Yo creo que lo mejor es llamar a Manuel- sugirió él.
_ No es
necesario. Le repito que estoy bien; además iba al despacho a buscarlo y ya se
lo diré. ¿No cena usted con nosotros?
_ Voy a
dar unas órdenes y regreso.
_
Entonces no lo demoro más.
Manuel
estaba sentado ante su escritorio revisando unos papeles y no alzó la vista al
mandar a pasar a Mati cuando esta llamó a la puerta, pero al verla frente a sí
se levantó y la rodeó con sus brazos:
_ ¿Cómo
te sientes? Hace un rato subí a verte y estabas dormida.-le contó mientras
besaba sus cabellos.
_ Ya
estoy bien. Manuelito fue a darme las buenas noches y me dijo que ya tú lo
habías hecho.
_ Si,
estaba muy cansado. Vamos a cenar.
Los preparativos para el viaje se hicieron sin
demora y dos días después partían para Ciudad Trinidad. Manuelito iba feliz
sentado a caballo con Manuel y cuando se cansaba iba en el coche con Matilde.
Al llegar a la casa de la calle de Regina, Tomás y Leonor los recibieron con
gran alegría muy felices de ver nuevamente al patrón. Matilde quedó preparando
al niño para dormir mientras Manuel mandaba una nota a Humberto comunicándole
su llegada.
_ A ver
mi amor ahora a rezar-le dijo Mati a Manuelito cuando este estuvo en su cama
listo para dormir- Ahora a descansar para mañana ir a ver a tu abuelita y tu
tía.
_ Y mi
papá ¿no viene a darme la bendición?- preguntó Manuelito en el momento en que
se abría la puerta del cuarto y entraba Manuel.
_ Aquí
estoy hijo-le dijo besándole y haciendo la señal de la cruz en su frente- Que
duermas bien. Hasta mañana.
_ Hasta
mañana mamá, hasta mañana papá.
Salieron
tomados de la mano y una vez en el pasillo:
_ ¿Quieres
ir esta noche a casa de tu madre?-la hizo girar para que quedara frente a él y
buscó con sus labios su mentón para depositar allí un beso.
_ No,
estoy muy cansada-negó Matilde- ¿porqué no nos acostamos temprano?
_Como
quieras.
Entraron
en su recámara y Matilde fue al vestidor para cambiarse. Al volver Manuel
estaba vestido con su bata roja y recostado en la cama hojeando un libro y no
notó la presencia de su mujer. Matilde caminaba hacia él cuando el cuarto
comenzó a darle vueltas de manera vertiginosa. Trató de alertarlo pero de sus
labios no salió un solo sonido. Una profunda oscuridad la envolvió como una
capa.
Un sexto
sentido alertó a Manuel que algo raro pasaba. No se escuchaba ningún sonido y
sin embargo en el preciso instante en que Matilde perdió el conocimiento
levantó la vista en su dirección y la vió que iba a caer y rápido como el
pensamiento se lanzó a sostenerla entre sus brazos.
_ ¡Matilde!...
¡Matilde!... ¿Qué tienes?
La
levantó contra su pecho y la llevó hasta el lecho colocándola suavemente. Le
acomodó la cabeza en las almohadas y le aflojó las cintas de la bata. Observo
con mirada clínica la palidez de su esposa. Rápido buscó en su maletín las
sales y se las aplicó.
_ Matilde...
mi amor.... despierta.
Poco
después Mati abría los ojos con mirada un poco desenfocada.
_ ¿Qué
sucedió?-preguntó desorientada
_ Te
desmayaste-le respondió Manuel- Déjame que te revise.
Matilde
hace intento de levantarse pero está muy mareada y pierde el equilibrio. Manuel
la sostiene nuevamente
_ ¡Por
Dios, Matilde, no te levantes!
_ ¡Manuel!
¿Qué me sucede? ¡Estoy muy mareada!- en su voz hay notas de miedo.
_ ¡Tranquila,
mi vida! ¡No te asustes!-trató de tranquilizarla- Calma. Dime que es lo que
sientes y por favor no me ocultes nada. ¿Confías en mí?
_ Si- le
dijo mirándolo a los ojos- Hace días que estoy muy cansada y he tenido mareos y
algunas náuseas, pero nunca me había desmayado.
Al oír
los síntomas que le contaba Matilde una idea comenzó a tomar forma en la cabeza
de Manuel. Sintiendo que una gran ilusión le nacía dentro, pero temiendo
equivocarse tomó dulcemente un rizo de
cabellos de Mati y apartándolo con ternura le preguntó.
_Matilde,
¿has tenido ya tu regla?-al ver que ella enrojecía violentamente y hacía ademán
de protestar con sus prejuicios se apresuró a decirle-Contéstame, por favor, es
muy importante.
_ Bueno,
la verdad es que no.
_ ¿Y
cuántos días llevas de retraso?
Mati
hizo un gesto de concentración como si tratara de hacer memoria para sacar
cuentas y de pronto abrió grandísimos ojos.
_ ¡Manuel,
llevo dos semanas de retraso! ¿Acaso crees que...-se interrumpió mirándolo
emocionada
_Estoy
casi seguro, pero para salir de dudas voy a reconocerte ahora mismo. No, no te
niegues. Ya es hora de que confíes en mí como médico, mi vida –le dijo mientras
se preparaba.
Matilde
agarró su mano y cuando él la miró le confesó:
_ Confío
en ti.
Un poco
después Manuel terminaba de reconocerla y se lavaba las manos. Matilde lo
miraba ansiosa esperando, y al ver su rostro un miedo ahogado le cerró la
garganta. Manuel recogió su instrumental en silencio y la miró serio.
_ Bueno
y ¿entonces?- lo apremió Mati levantándose del lecho y acercándose a él que a propósito se había alejado y le daba la espalda.- Manuel, mírame.¿Qué
tengo?
Manuel
se volvió lentamente y colocó sus manos en la cintura del ella. Su rostro, que
era la viva imagen de la desolación cambió como por arte de magia y expresó la
más radiante alegría. Mientras levantaba a Matilde y daba vueltas por los aires
con ella le dijo:
_ ¡Estás
embarazada! ¡Vamos a tener otro hijo! ¡Vamos a tener un hijo!-y reía loco de contento.
Mati
también reía, pero tantas vueltas comenzaron a marearla y gritó
_Manuel,
por Dios bájame. Me estoy mareando.
_ ¡Dios,
lo siento, mi vida! ¡Perdóname! No quise hacerte daño. ¡Es solo que soy muy
feliz! Me has dado la alegría más grande del mundo.