Afin de cuentas no viene siendo necesario
preocuparnos por la crisis económica del mundo y sus efectos sobre nuestro destino nacional, ni tampoco censurar a nuestros financistas gubernamentales por su ligereza catarrienta o el vaciado paulatino de las reservas del Banco de México.
Y no se debe al blindaje prometido por don Felipe Calderón; no, de ninguna manera. Menos debemos atribuirle la salvación de nuestro futuro a la siempre milagrosa virgen de Guadalupe ante cuyos pies llevamos las plegarias y rogativas por el bienestar de México desde hace casi cuatro siglos.
De ninguna manera. Hoy nuestra salvación y por consecuencia nuestra felicidad, nos las obsequia la siempre sabia y bienhechora televisión.
Ni se le ocurra a usted hacer caso de las viejas lecciones de don Jesús Silva Herzog o de los hallazgos pacifistas de Muhammad Yunus; ni los diagnósticos precisos de Edward Prescott o Joan Robinson.
Tampoco escuche usted los augurios de Samuelson o Milton Friedman o algún economista mexicano de esos expertos en confundir a las masas. No, mejor escuche usted cómo el pensamiento ilustrado de Lucero, Adal Ramones o Eduardo Yáñez, nos brinda, como bien pudo decir López Velarde, de la dicha nuestra clave.
Las lecciones de economía y valores nacionales con cuyo luminoso y estelar contenido la tele nos quiere sacar de la inminente depresión financiera, especialmente después de la canina semana en la cual la bolsa, el peso y el petróleo se fueron más al fondo del resumidero monumental de las bajas incontenibles, están reunidas en un “spot” difundido hasta la pesadilla por “El canal de las Estrellas”, con una insistencia casi “teletónica”.
Ya sabemos, si el amor hace milagros, la repetición de frases de superación personal —mezcla de La riqueza de las naciones y ¿Quién se robó mi queso?—, más la meliflua exaltación de virtudes y poderes nacionales, ofrece un resultado igual de pasmoso, al menos en la relación medios y poder.
Sobre un ciclorama blanco, infinito como la pureza de la patria, aparece de pronto el señor Fernando Colunga quien nos dice:
— “Hoy el mundo está atravesando una crisis económica muy grande que también está afectando a México…”
El parlamento compartido por luminarias telenoveleras, cuyas líneas escribiré dejando en un paréntesis el nombre de quien retoma el discurso, sigue en boca de Jacqueline Bracamontes:
— “…Pero por más grande que sea, nunca jamás va a ser más grande que nosotros mismos.
— “Piénsalo (Adal Ramones), no existe un solo momento en nuestra historia en donde un problema haya sido más grande que nuestro corazón… y mucho menos (Jorge Salinas) que todos nuestros corazones unidos…
— “…De los temblores (Lucero) nos hemos levantado…
—“…De las inundaciones (Silvia Navarro) hemos salido adelante...
— “…Y de las otras crisis económicas (Ramones), nos hemos recuperado. ¿Cómo?
— (Yáñez) Haciendo lo que sabemos hacer mejor que nadie, echándole muchas; todas las ganas…
— (Colunga) Así que hoy, cuando escuches a alguien decir que esta crisis económica es muy grande… Contéstale (Lucero) que más grande es el amor a nuestro país; más grandes son las ganas de que nuestros hijos tengan un futuro mejor del que nosotros jamás tuvimos…
—Muchísimo más grande es (Yáñez) nuestro esfuerzo…
—(Salinas) ¡Y gigantesco nuestro corazón!”
Cuando esto ha sido dicho en la pantalla aparecen muchos niños quienes en un coro de vocecitas limpias, cristalinas y puras dicen: ¡Por México!
Entonces ya lo sabe usted. Si le quieren vender un dólar en catorce pesos con quien sabe cuántos centavos, dígales: ¡óigame no!, más grande es mi corazón mexicano. Y ya estuvo.
Cuéntenle la historia de cómo nos hemos levantado de los terremotos al tendero; presuma nuestra capacidad de respuesta ante la hidráulica traicionera de las inundaciones al cobrador de los impuestos o el servicio telefónico; pague usted las comisiones de usura de la banca extranjera echándole ganas, muchas ganas en lugar de un kilo de bisteces o un tanque de gasolina o una colegiatura de escuela privada en Morelos; y cierre la puerta de los especuladores en el mercado de los derivados con la simple invocación de nuestra megalocardia nacional.
—¡Ah! Cómo tenemos grandote el corazonzote, válgame Dios.
Pero si ya de la televisión hablamos vale la pena comentar el más reciente trabajo del publicista emocional “Memo Rentería quien a través de su empresa “Memociones” revolucionó la forma de hacer propaganda política.
El reciente trabajo de Memo Rentería consiste en “rebautizar” a AM López, a quien ha empezado a llamar “Don Contreras”. Rentería hizo el anuncio (en realidad hizo tres) para un cliente afín al PAN, quien cuando vio la campaña se echó para atrás.
Una bella joven vestida de blanco, en subliminal evocación de Victoria Dorantes, la tlaxcalteca modelo de González Camarena en la portada
de los viejos libros de primaria dice. No vaya a tirarse al piso con eso de la guerra sucia; no le estoy diciendo incongruente, ni oportunista; ni le estoy diciendo que es un peligro para México…
“Con su terquita y cerrada manera de pensar, flaco favor le hace a la gente. Usted sabe que en México nos urge la reforma energética, señor don Contreras (...) ¡Actualícese! El mundo cambia... México se moderniza, usted ¿por qué no?”.
Y los filopanistas lo dejaron colgado de la brocha. En esas condiciones no se extrañe usted si pronto se confirma esta predicción: “Memo” como publicista del PRI. Si “agarra” esa cuenta, habrá sorpresas y el infarto de un inflado colega suyo.
En 1901 Porfirio Díaz comenzó a preparar los festejos del Centenario. Tanta fue su previsión como para ordenar la columna a la Independencia dos veces, pues la primera iba quedando como la torre de Pisa y fue necesario derribarla.
Hoy los mexicanos no hemos podido avanzar en la organización de los festejos del Bicentenario independiente y el Centenario de la Revolución. Ni a quien le importe en el gobierno federal. Lo único realmente bien hecho es la comisión ordenada en el Estado de México por Peña Nieto, al frente de la cual pidió la colaboración del ex gobernador César Camacho.
Pero desde la designación de Cuauhtémoc Cárdenas por Vicente Fox en junio del 2006, la citada comisión parece afectada por el mal fario. CCS renunció en noviembre de ese año. Después, Felipe Calderón dijo: me haré cargo personalmente, pero le dio la parte cultural y artística, al Conaculto, y poco diligente señor Sergio Vela, cuyo pabilo alumbra poco. Otro petardo. Y el tiempo seguía su marcha.
Luego, ante los nulos resultados, designó (septiembre de 2007) a Rafael Tovar y de Teresa quien fue ungido bajo los mejores augurios. En un año el ex embajador en Italia aventó el arpa.
A ver si para el “tricentenario” ya podemos hacer algo. |