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San Jerónimo | ||
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Doctor de la Iglesia proclamado el 20 de septiembre de 1295 por el papa Bonifacio VIII |
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Información personal | ||
Nombre de nacimiento | Eusebius Sophronius Hieronymus | |
Nombre en latín | Sophronius Eusebius Hieronymus | |
Nacimiento | 342 Estridón, Imperio romano |
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Fallecimiento | 30 de septiembre de 420 (78 años) Belén, Imperio romano de Oriente |
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Sepultura | Belén | |
Religión | Iglesia católica | |
Información profesional | ||
Ocupación | Sacerdote, teólogo, historiador, apologeta, traductor de la Biblia, anacoreta, traductor, poeta, escritor y biblista | |
Información religiosa | ||
Canonización | santo | |
Festividad | 30 de septiembre (Occidente) 15 de junio (Oriente) |
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Atributos | Vestiduras cardenalicias, vida eremita, libro, acompañado por un león | |
Venerado en | Iglesia católica, Iglesia ortodoxa y Comunión anglicana. | |
Patronazgo |
Croacia |
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Obras notables | Vulgata | |
San Jerónimo dominaba el latín, su lengua materna, y conocía en profundidad la retórica clásica de esa lengua, Además tenía un amplio manejo del griego y sabía algo de hebreo cuando comenzó su proyecto de traducción, si bien se mudó a Belén para perfeccionar sus conocimientos de ese idioma. En el año 382, corrigió la versión latina existente del Nuevo Testamento y en la década de 390 comenzó a traducir el Antiguo Testamento directamente del hebreo (ya había traducido fragmentos de la Septuaginta provenientes de Alejandría). Completó su obra en el año 405.
Si Agustín de Hipona merece ser llamado el padre de la teología latina, Jerónimo lo es de la exégesis bíblica. Con sus obras, resultantes de su notable erudición, ejerció un influjo duradero sobre la forma de traducción e interpretación de las Sagradas Escrituras y en el uso del latín eclesiástico.[cita requerida]
Es considerado uno de los Padres de la Iglesia, junto a Ambrosio, Agustín y Gregorio uno de los cuatro Padres latinos, y doctor de la Iglesia. También es reconocido como santo por las iglesias católica,ortodoxa, luterana y anglicana.[cita requerida]
En su honor, se celebra, cada 30 de septiembre, el Día Internacional de la Traducción.
Nació en Estridón (oppidum, más tarde destruido por los godos en 392) en la frontera de Dalmacia y Panonia, entre los años 331 y 347, según distintos autores; más bien a mediados de siglo, ya que era niño cuando murió el emperador Juliano el Apóstata. Sus padres eran cristianos con algunos medios de fortuna, y Jerónimo, cuyo nombre significa 'el que tiene un nombre sagrado', aunque no había sido bautizado todavía, como era costumbre en la época, fue inscrito como catecúmeno y consagrará toda su vida al estudio de las Sagradas Escrituras, siendo considerado uno de los mejores, si no el mejor, en este oficio.
Partió a la edad de doce años hacia Roma con su amigo Bonosus para proseguir sus estudios de gramática, astronomía y literatura bajo la dirección del más grande gramático en lengua latina de su tiempo, Elio Donato, que era pagano. Allí el santo llegó a ser un gran latinista y muy buen conocedor del griego y de otros idiomas, pero por entonces conocía muy poco los libros espirituales y religiosos. Pasaba horas y días leyendo y aprendiendo de memoria a los grandes autores latinos, Cicerón (quien fue su principal modelo y cuyo estilo imitó), Virgilio, Horacio, Tácito y Quintiliano, y a los autores griegos Homero y Platón, pero casi nunca dedicaba tiempo a la lectura espiritual. Hizo amistad allí con Rufino de Aquilea y Heliodoro de Altino, y frecuentó el teatro y el circo romano. Hacia los dieciséis años siguió cursos de retórica, filosofía y griego con un rétor y pidió el bautismo hacia el año 366 d. C. Viajó con Bonosus a las Galias hacia 367, y se instaló en Tréveris, "en la orilla bárbara del Rin". Allí empieza su vocación teológica y compila, para su amigo Rufino, el Comentario sobre los Salmos de Hilario de Poitiers y el tratado De synodis, donde descubre el naciente monacato. Permanece después un tiempo, quizá numerosos años, en una comunidad cenobítica con Rufino y Cromacio de Aquilea y en ese momento rompe su relación con su familia y afirma su voluntad de consagrarse a Dios. Algunos de sus amigos cristianos lo acompañan cuando hace un viaje, hacia 373, a través de Tracia y Asia Menor para detenerse en el norte de Siria. En Antioquía, dos de sus compañeros fallecen y él mismo cae seriamente enfermo varias veces. En el curso de una de esas recaídas (invierno de 373 o 374), tiene un sueño que le hace abandonar definitivamente sus estudios profanos y consagrarse a Dios. En ese sueño, que narra en una de sus Cartas, se le reprocha ser «ciceroniano, y no cristiano». Tras este sueño, renuncia durante una larga temporada al estudio de los clásicos profanos y profundiza en el de la Biblia bajo el impulso que le da Apolinar de Laodicea. Enseña además en Antioquía a un grupo de mujeres, siendo sin duda discípulo de Evagrio Póntico. Estudia los escritos de Tertuliano, Cipriano de Cartago e Hilario de Poitiers.
Deseando intensamente vivir en ascetismo y hacer penitencia por sus pecados, Jerónimo marchó al desierto sirio de Qinnasrin o Chalcis ("la Tebaida siria"), situado al suroeste de Antioquía. Rechazaba especialmente su fuerte sensualidad, su terrible mal genio y su gran orgullo. Pero aunque allí rezaba mucho, ayunaba y pasaba noches en vela, no conseguía la paz y descubrió que no estaba hecho para tal vida a causa de su mala salud:[2]? su destino no era vivir en soledad:
Yo, que por temor del infierno me había impuesto una prisión en compañía de escorpiones y venados, a menudo creía asistir a danzas de doncellas. Tenía yo el rostro empalidecido por el ayuno; pero el espíritu quemaba de deseos mi cuerpo helado, y los fuegos de la voluptuosidad crepitaban en un hombre casi muerto. Lo recuerdo bien: tenía a veces que gritar sin descanso todo el día y toda la noche. No cesaba de herirme el pecho. Mi celda me inspiraba un gran temor, como si fuera cómplice de mis obsesiones: furioso conmigo mismo, huía solo al desierto... Después de haber orado y llorado mucho, llegaba a creerme en el coro de los ángeles.Carta XXII "A Eustoquio".[3]?
Es en esa época de Antioquía cuando empezó a interesarse por el Evangelio de los hebreos, que era, según las gentes de Antioquía, la fuente del Evangelio según San Mateo. Es más, en esta época comienza su primer comentario de exégesis bíblica por el más pequeño libro del Antiguo Testamento, el Libro de Abdías, para lo cual tomó tiempo para aprender bien el hebreo con ayuda de un judío:
Me puse bajo la disciplina de cierto hermano judío, convertido tras los altos conceptos de Quintiliano, los amplios períodos de Cicerón, la gravedad de Frontino y los encantos de Plinio; aprendí el alfabeto hebreo, ejercitándome en pronunciar las sibilantes y las guturales. ¡Cuántas fatigas sufrí! ¡Cuántas dificultades experimenté! A menudo desesperaba de alcanzar mi objetivo: todo lo abandonaba. Luego, decidido a vencer, reanudaba el combate. Testigos de ello son mi conciencia y las de mis compañeros. Sin embargo, le doy gracias al Señor de haber sacado tan dulces frutos de la amargura de tal iniciación en las letras.Carta CXXIV, l2.
Tradujo entonces el Evangelio de los nazarenos, que él consideró durante cierto tiempo como el original del Evangelio según Mateo. En ese periodo empezó además su caudaloso Epistolario.
A su vuelta a Antioquía, en 378 o 379, fue ordenado por el obispo Paulino de Antioquía y poco tiempo después partió a Constantinopla para continuar sus estudios de las Sagradas Escrituras bajo la égida de Gregorio Nacianceno, pero también para evitar las querellas teológicas entre los partidarios del credo del Concilio de Nicea y el arrianismo. Permaneció allí dos años siguiendo los cursos de Gregorio, a quien describe como su preceptor. Es en este periodo cuando descubre a Orígenes y comienza a desarrollar una exégesis bíblica trilingüe, comparativa de las interpretaciones latinas, griegas y hebraicas del texto de la Biblia. Y traduce al latín y completa las tablas cronológicas de la Crónica de Eusebio de Cesarea, una historia universal desde Abraham hasta Constantino.
Regresó a Roma en el año 382 y allí permanecerá tres años. Los obispos de Italia junto con el papa nombraron secretario de este último a San Ambrosio, pero este cayó enfermo y eligieron después a Jerónimo, cargo que desempeñó con mucha eficacia. Viendo sus dotes y conocimientos, el papa Dámaso I le nombró su secretario y le encargó redactar las cartas que el pontífice enviaba. Y más tarde le designó para hacer la recopilación de la Biblia y traducirla. Entonces, Jerónimo descubrió su verdadera vocación, con la que podía servir a Dios: la de filólogo. La traducción de la Biblia que circulaba en ese tiempo en Occidente (llamada actualmente Vetus Latina) tenía muchas variantes, imperfecciones de lenguaje e imprecisiones o traducciones no muy exactas. Jerónimo, que escribía con gran elegancia el latín, tradujo a este idioma toda la Biblia, en la traducción llamada Vulgata (lit. «la de uso común»).
Durante su estancia en Roma, Jerónimo ofició de guía espiritual para un grupo de mujeres pertenecientes a la aristocracia o patriciado romano, entre quienes se contaban las viudas Marcela y Paula de Roma (esta última, madre de la joven Eustoquio, a quien Jerónimo dirigió una de sus más famosas epístolas sobre el tema de la virginidad). Las inició en el estudio y meditación de la Sagrada Escritura y en el camino de la perfección evangélica, que incluía el abandono de las vanidades del mundo y el desarrollo de obras de caridad. Ese centro de espiritualidad se hallaba en un palacio del monte Aventino, en donde residía Marcela con su hija Asella. La dirección espiritual de mujeres le valió a Jerónimo críticas por parte del clero romano, que llegaron incluso a la difamación y a la calumnia. Sin embargo, Paladio afirma que el vínculo con Paula de Roma le fue a Jerónimo de utilidad en sus trabajos bíblicos, pues su padre le había enseñado el griego y había aprendido suficiente hebreo en Palestina como para cantar los salmos en la lengua original. Es un hecho que buena parte del epistolario de Jerónimo se dirigió a distintos miembros de ese grupo, [4]? al cual se uniría más tarde Fabiola de Roma, una joven divorciada y vuelta a casar que se convertiría en una de las grandes seguidoras de Jerónimo. Varios miembros de este grupo, entre ellos Paula y Fabiola, también acompañaron a Jerónimo en diferentes momentos durante su estancia en Belén.
En el Concilio de Roma de 382, el papa Dámaso I expidió un decreto conocido como Decreto de Dámaso que contenía una lista de los libros canónicos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Le pidió a san Jerónimo que utilizara este canon y escribiera una nueva traducción de la Biblia que incluyera un Antiguo Testamento que contuviese los 46 libros que estaban en la Septuaginta y el Nuevo Testamento con sus 27 libros, a fin de acabar con las diferencias que había con la versión de la Biblia que circulaba en Occidente, la llamada Vetus Latina. Comenzó entonces esta labor con la traducción de los Psalmos o Salmos. Y además tradujo, por petición expresa del papa Dámaso, los Comentarios sobre el Cantar de los cantares de Orígenes y el tratado Sobre el Espíritu Santo de Dídimo el Ciego.
Cuando tenía alrededor de 40 años, Jerónimo fue ordenado sacerdote. Pero sus altos cargos en Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social le trajeron envidias, que recrudecieron cuando falleció su protector el papa Dámaso. Sintiéndose incomprendido y hasta calumniado en Roma, donde no aceptaban su modo enérgico de corrección, dispuso alejarse de ahí para siempre y se fue a Tierra Santa, llegando a Antioquía en agosto del año 385 acompañado de su hermano Pauliniano y de algunos amigos. Jerónimo obedecía así un canon del Concilio de Nicea que establecía que los sacerdotes estuvieran en sus diócesis de origen. Fue seguido poco después por Santa Paula y Eustoquio, resueltas a abandonar su entorno patricio para acabar sus días en Tierra Santa. Los peregrinos, recibidos por el obispo Paulino de Antioquía, visitaron Jerusalén, Belén y los santos lugares de Galilea. Se encontraron con Melania la Vieja y Rufino de Aquilea, amigo de la juventud, en Jerusalén, donde llevaban una vida de penitencia y oración en monasterios que Jerónimo cita en sus Cartas. En un comentario de Sofonías (profeta) I: 15, retomó la acusación de deicidio contra los judíos formulada en el corpus patrístico: «Este día es un día de furor, un día de angustia y de aprieto, un día de alboroto y desolación, un día de nubes y de sombras...» Y menciona el hábito de los judíos de ir a llorar al Muro de las lamentaciones: «Hasta este día, estos inquilinos hipócritas tienen prohibido venir a Jerusalén, ya que son los asesinos de los profetas y sobre todo del último entre ellos, el Hijo de Dios; a menos que vengan a llorar, porque se les dio permiso para lamentarse sobre las ruinas de la villa, mediante pago».[5]?
Durante el invierno de 385 a 386, Jerónimo y Paula parten a Egipto, pues allí estaba la cuna de los grandes modelos de vida ascética. En Alejandría, Jerónimo pudo volver a ver al catequista Dídimo el Ciego explicar al profeta Oseas y contar los recuerdos que tenía del asceta Antonio el Grande, fallecido treinta años antes.
En el año 386 regresó a Belén, donde fundó una comunidad de ascetas y estudiosos y pasó sus últimos 35 años en una gruta. Dicha cueva se encuentra actualmente en el foso de la Iglesia de Santa Catalina en Belén. Varias de las ricas matronas romanas, que él había convertido con sus predicaciones y consejos, vendieron sus bienes y se fueron también a Belén a seguir bajo su dirección espiritual. Con el dinero de esas señoras construyó en aquella ciudad un convento para hombres y tres para mujeres, y una posada para atender a los que llegaban de todas partes del mundo a visitar el sitio donde nació Jesús de Nazaret.
Construyó y desarrolló su monasterio durante tres años gracias a los medios de que le proveyó Paula. Ella dirigía el monasterio de mujeres y Jerónimo el de hombres, aunque él asumía la dirección espiritual tanto de los hombres como de las mujeres a través de la exégesis de las Escrituras, cuya exposición tenía un lugar prominente en la vida comunitaria regulada por Jerónimo. Jerónimo asimilaba la Biblia a Cristo y escribió: «Ama las Santas Escrituras y la sabiduría te amará, es preciso que tu lengua no conozca más que a Cristo, que no pueda decir sino lo que es santo».[6]? Y mostró cualidades de pedagogo al escribir un manual de educación para la nieta de Paula: «Que se le hagan letras de boj o marfil, y que las llame por su nombre; que se divierta con ello, de forma que su diversión le sea también una enseñanza..., que juntar sílabas le merezca una recompensa, que así se la estimulará con los pequeños regalos que pueden deleitar en esa edad». Y continúan sus consejos: «Que tenga compañeros de estudios que pueda envidiar, cuyo elogio la incite. Que no se le regañe si ella es un poco lenta, sino se estimule su mente con los cumplidos; que descubra la alegría en el éxito y el fracaso en los problemas. Asegúrese especialmente de que no tome disgusto en los estudios, porque la amargura que se siente en la infancia podría durar más allá de los años de aprendizaje".[7]?
En su correspondencia con algunos romanos que le pedían consejo, Jerónimo muestra la importancia que otorgaba a la vida comunitaria: «Preferiría que estuvieses en una santa comunidad, que no te enseñases a ti mismo y no te comprometieses sin maestro en un voto completamente nuevo para ti», recomendando moderación en el ayuno corporal: «La impropiedad será el índice de la nitidez de tu alma... Una nutrición módica, pero razonable, es beneficiosa para cuerpo y alma», así como evitar la ociosidad: «Reserva un poco de trabajo manual, para que el diablo te encuentre siempre ocupado», poniendo fin a su consejo con la máxima: «Cristo está desnudo, es lo desnudo. Es duro, es grandioso y difícil; pero es magnífica la recompensa por ello».
En Belén profundizó sus conocimientos de hebreo siguiendo los cursos del rabino Bar Anima y estudiando en la biblioteca de Cesarea de Palestina los diferentes escritos de Orígenes, así como el Antiguo Testamento en griego y hebreo. Jerónimo desarrolló comentarios sobre el Eclesiastés; para esto se apoyó en diferentes interpretaciones a fin de poder descubrir el sentido literal y luego hacer comentarios. A petición de Paula y de Eustoquio, tradujo la Epístola a los Gálatas y luego hizo el mismo trabajo con la Epístola a los Efesios y la Epístola a Tito.
En 389 interrumpió su trabajo sobre las Epístolas paulinas a fin de empezar la traducción del Salterio. Comienza la traducción del Libro de Nahúm. Desarrolló entonces su método de exégesis, tomado en gran parte de Orígenes: traducir el libro en sus diferentes versiones para dar luego una explicación histórica, alegórica luego y por fin espiritual. Usó sus comentarios sobre la Biblia para responder a la teología de Marción, quien había cuestionado la unidad del Dios del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Escribe los comentarios al Libro de Miqueas, al Libro de Sofonías, al Libro de Ageo y al Libro de Habacuc.
Gregorio el Iluminador | ||
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Información personal | ||
Nombre en armenio | ?????? ?????????? | |
Nombre en griego | ????????? ?????? | |
Nacimiento | 257 Armenia |
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Fallecimiento | 330 | |
Familia | ||
Padre | Anak the Parthian | |
Hijos | Arisdaches | |
Información profesional | ||
Ocupación | Sacerdote y clérigo | |
Cargos ocupados | Catholicós de Armenia | |
Información religiosa | ||
Canonización | santo | |
Festividad | 30 de septiembre | |
Venerado en | Iglesia católica Iglesia apostólica armenia Iglesia ortodoxa Iglesias ortodoxas orientales Iglesias orientales católicas |
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Patronazgo | Armenia | |
San Gregorio el Iluminador (257-330) fue el fundador y santo patrón de la Iglesia apostólica armenia, llamado el segundo Iluminador de Armenia, tras los apóstoles Judas Tadeo y Bartolomé.
En armenio, su nombre es ?????? ??????????, Grigor Lusavorich, y en griego: ????????? ?????? o ????????, Gregorios Phoster o Photistes.
Gregorio era hijo de nobles parto-armenios[1]?[2]? llamados Anak y Okohe. Anak era un príncipe relacionado con la Dinastía arsácida de Armenia,[3]?, que asesinó a Cosroes II de Armenia, y por lo tanto, trajo la ruina sobre sí mismo y su familia. Su madre, Okohe, según sus hagiógrafos armenios, fue de quien recibió la primera influencia cristiana en el momento de su concepción, que tuvo lugar cerca del monumento elevado a la memoria del santo apóstol Tadeo.
Educado en Cesarea de Capadocia por un cristiano noble llamado Euthalius, Gregorio solicitó, al llegar a la mayoría de edad, ser el encargado de evangelizar en la doctrina cristiana su tierra natal.[4]? A los 22 años se casó con una cristiana de nombre Mariam, de cuyo matrimonio nacen dos hijos, Vartanés y Aristakés. Tras siete años de enlace, interrumpen su vida matrimonial de común acuerdo, siguiendo las enseñanzas de san Pablo. Gregorio se va de Cesarea y Mariam se retira a un convento para llevar una vida retirada, pero sin ser religiosa.
En ese momento reina Tiridates III, hijo del rey Cosroes. Influido en parte por el hecho de que Gregorio era el hijo del enemigo de su padre, capturó a Gregorio y le sometió a un cruel encarcelamiento de catorce años en un agujero en la llanura del Ararat. En ese mismo lugar se levanta hoy en día la iglesia de Khor Virap, cerca de la histórica ciudad de Artashat.
Las crónicas ortodoxas describen numerosas y variadas formas de tortura sufridas por el santo, hasta llegar a ser juzgado y condenado a muerte en doce ocasiones, penas a las que sobrevivió, ayudado, según la tradición, por una mujer creyente que le llevaba cada día un trozo de pan.
Tirídates cayó en profunda tristeza, rozando con la locura y durante un día de caza, comienza una vida errante en el bosque, padeciendo un síndrome similar a la licantropía, ante el que nadie podía acercársele ni llevarlo al palacio. La hermana del rey tiene, según la leyenda, una visión, en la cual Dios le revela que solamente Gregorio, que está en la mazmorra de Artashat, puede curar a su hermano. Gregorio fue requerido para restaurar la razón del rey, sobre la base de su reconocida santidad. Una vez en la corte, predica la religión cristiana y hace oración a Dios para curar al rey Tirídates. Cuando éste sana, pide el bautismo y en 301, Armenia se convirtió en el primer país que adoptó el cristianismo como religión del estado.[5]?
La causa del cristianismo parecía garantizada: el Rey, los príncipes y el pueblo compitieron entre sí en la obediencia a Gregorio. Como resultado, se establecieron numerosos monasterios, iglesias y escuelas. En 302, Gregorio recibió su consagración como Patriarca de Armenia de parte de Leoncio de Cesárea. En 318 Gregorio nombró a su hijo Aristaces como su sucesor.
Hacia el año 331 se retiró a una cueva y vivió como un ermitaño en el monte Sebuh, en la provincia de Daranalia en la Alta Armenia, y allí falleció pocos años después sin que nadie le acompañase. Cuando se descubrió que había muerto, su cadáver fue trasladado a la aldea de Thodanum (o Tharotan). El cadáver del santo fue destrozado y sus restos fueron repartidos por varios países a modo de reliquias. Se cree que su cabeza se encuentra en Italia, su mano derecha en Echmiadzin (Armenia), y su izquierda en la Santa Sede de Cilicia, en Antelias (Líbano).
A su muerte la Iglesia armenia se convirtió en extremadamente rica, pues además de los antiguos templos que el rey había confiscado para los cristianos, se le otorgaron grandes extensiones de tierra. La Iglesia se convirtió en la dueña de aproximadamente 10 000 explotaciones ganaderas, que fueron utilizadas igual por el clero que por los príncipes. Era tal la importancia económica de la institución que durante las épocas de guerras la Iglesia estaba obligada a ayudar al rey con soldados e impuestos. Se sabe que la Iglesia, en un caso de necesidad, se vio obligada a proporcionar al rey 5000 caballeros y 4000 soldados de infantería.
Se atribuyen a Gregorio una serie de homilías, posiblemente espurias, varias oraciones, y una treintena de los cánones de la Iglesia armenia. Las homilías aparecieron publicadas por primera vez en una obra llamada Haschacnapadum en Constantinopla en 1737...
Un siglo después, fue publicada una traducción al griego en Venecia y desde entonces se han editado también en alemán por J.M. Schmid (Ratisbona, 1872).
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