El equipo de Colunga Team y yo te damos la Bienvenida a nuestra casa. Deseamos que te diviertas y que convivas con respeto y cariño con los demás integrantes de nuestra gran Familia.
Cuando las cosas del
todo no van bien
cuando me
siento vencido por caer
te
necesito a mi lado
cuando se
quiebra en pedazos mi alegría
y está de
cuestas treparme por la vida
te
necesito a mi lado
Cuando
contigo estoy tan solo
y no
encuentro otro modo de seguir
Pienso en
ti y lo demás está de más
entonces
vuelvo a comenzar
cuando
pienso en ti te juro gano la batalla
pienso en
ti y lo demás está de más
entonces
vuelvo a respirar
cuando
pienso en ti mi cuerpo recupera el alma
Cuando
decido de pronto que voy a partir
cuando me
alejo en secreto del todo de mí
te
necesito a mi lado
Cuando
derrumbo mis sueños y los doy perdidos
cuando
después de intentar se cierran mis caminos
te
necesito a mi lado
Cuando
conmigo estoy tan sólo
y no
encuentro otro modo de seguir
pienso en
ti y lo demás está de más...
Soledad buenas noches.
Gracias por los
refranes y santoral que cada día nos dejas.
Te deseo un lindo
martes.
Besos Mercedes
SAN IRENEO
Fiesta: 28 de junio
Padre de la Iglesia, nacido cerca del año 130
Obispo de Lyon (hoy día ciudad del sur de Francia)
San Ireneo, educado en Esmirna; fue discípulo de la San Policarpo, obispo de aquella ciudad, quién a su vez fue discípulo del Apóstol San Juan. En el año 177 era presbítero en Lyon (Francia), y poco después ocupó la sede episcopal de dicha ciudad.
Las obras literarias de San Ireneo le han valido la dignidad de figurar prominentemente entre los Padres de la Iglesia, ya que sus escritos no sólo sirvieron para poner los cimientos de la teología cristiana, sino también para exponer y refutar los errores de los gnósticos y salvar así a la fe católica del grave peligro que corrió de contaminarse y corromperse por las insidiosas doctrinas de aquellos herejes.
Recibió la palma del martirio, según se cuenta, alrededor del año 200.
Infancia y Estudios
San Ireneo, educado en Esmirna; fue discípulo de la San Policarpo, obispo de aquella ciudad, quién a su vez fue discípulo del Apóstol San Juan. En el año 177 era presbítero en Lyon (Francia), y poco después ocupó la sede episcopal de dicha ciudad.
Las obras literarias de San Ireneo le han valido la dignidad de figurar prominentemente entre los Padres de la Iglesia, ya que sus escritos no sólo sirvieron para poner los cimientos de la teología cristiana, sino también para exponer y refutar los errores de los gnósticos y salvar así a la fe católica del grave peligro que corrió de contaminarse y corromperse por las insidiosas doctrinas de aquellos herejes.
Recibió la palma del martirio, según se cuenta, alrededor del año 200.
Infancia y Estudios
Nada se sabe sobre su familia. Probablemente nació alrededor del año 125, en alguna de aquellas provincias marítimas del Asia Menor, donde todavía se conservaba con cariño el recuerdo de los Apóstoles entre los numerosos cristianos. Sin duda que recibió una educación muy esmerada y liberal, ya que sumaba a sus profundos conocimientos de las Sagradas Escrituras, una completa familiaridad con la literatura y la filosofía de los griegos. Tuvo además, el inestimable privilegio de sentarse entre algunos de los hombres que habían conocido a los Apóstoles y a sus primeros discípulos, para escuchar sus pláticas. Entre éstos, figuraba San Policarpo, quien ejerció una gran influencia en la vida de Ireneo. Por cierto, que fue tan profunda la impresión que en éste produjo el santo obispo de Esmirna que, muchos años después, como confesaba a un amigo, podía describir con lujo de detalles, el aspecto de San Policarpio, las inflexiones de su voz y cada una de las palabras que pronunciaba para relatar sus entrevistas con San Juan, el Evangelista, y otros que conocieron al Señor, o para exponer la doctrina que habían aprendido de ellos. San Gregorio de Tours afirma que fue San Policarpio quien envió a Ireneo como misionero a las Galias, pero no hay pruebas para sostener esa afirmación.
Sacerdocio
Sacerdocio
Desde tiempos muy remotos, existían las relaciones comerciales entre los puertos del Asia Menor y el de Marsella y, en el siglo segundo de nuestra era, los traficantes levantinos transportaban regularmente las mercancías por el Ródano arriba, hasta la ciudad de Lyon que, en consecuencia, se convirtió en el principal mercado de Europa occidental y en la villa más populosa de las Galias. Junto con los mercaderes asiáticos, muchos de los cuales se establecieron en Lyon, venían sus sacerdotes y misioneros que portaron la palabra del Evangelio a los galos paganos y fundaron una vigorosa iglesia local. A aquella iglesia llegó San Ireneo para servirla como sacerdote, bajo la jurisdicción de su primer obispo, San Potino, que también era oriental, y ahí se quedó hasta su muerte. La buena opinión que tenían sobre él sus hermanos en religión, se puso en evidencia el año de 177, cuando sé le despachó a Roma con una delicadísima misión. Fue después del estallido de la terrible persecución de Marco Aurelio, al tratar a San Potino, el 2 de junio, cuando ya muchos de los jefes del cristianismo en Lyon, se hallaban prisioneros. Su cautiverio, por otra parte, no les impidió mantener su interés por los fieles cristianos del Asia Menor. Conscientes de la simpatía y la admiración que despertaba entre la cristiandad su situación de confesores en inminente peligro de muerte, enviaron al Papa San Eleuterio, por conducto de Ireneo, "la más piadosa y ortodoxa de las cartas", con una apelación al Pontífice, en nombre de la unidad y de la paz de la Iglesia, para que tratase con suavidad a los hermanos montanistas de Frigia. Asimismo, recomendaban al portador de la misiva, como a un sacerdote "animado por un celo vehemente para dar testimonio de Cristo" y un amante de la paz, como lo indicaba su nombre.
Obispado
El cumplimiento de aquel encargo que lo ausentaba de Lyon, explica por qué Ireneo no fue llamado a compartir el martirio de San Potino y sus compañeros. No sabemos cuánto tiempo permaneció en Roma, pero tan pronto como regresó a Lyon, ocupó la sede episcopal que había dejado vacante San Potino. Ya por entonces había terminado la persecución y los veinte o más años de su episcopado fueron de relativa paz. Las informaciones sobre sus actividades son escasas, pero es evidente que, además de sus deberes puramente pastorales, trabajó intensamente en la evangelización de su comarca y las adyacentes. Al parecer, fue él quien envió a los Santos Félix, Fortunato y Aquileo, como misioneros a Valence, y a los Santos Ferrucio y Ferreolo, a Besancon, Para indicar hasta qué punto se había identificado con su rebaño, basta con decir que hablaba corrientemente el celta en vez del griego, que era su lengua madre.
Lucha contra el gnosticismo
La propagación del gnosticismo en las Galias inspiró en el obispo Ireneo el anhelo de defender el cristianismo de sus falsas interpretaciones. Estudió sus dogmas, lo que ya de por sí era una tarea muy difícil, puesto que cada uno de los gnósticos parecía sentirse inclinado a introducir nuevas versiones propias en la doctrina. Afortunadamente, San Ireneo era un investigador minucioso e infatigable en todos los campos del saber, como nos dice Tertuliano y, por consiguiente, salvó aquel escollo sin mayores tropiezos. Una vez empapado en las ideas gnósticas, escribió un tratado en cinco libros, en cuya primera parte expuso completamente las doctrinas internas de las diversas sectas para contradecirlas después con las enseñanzas de los Apóstoles y los textos de las Sagradas Escrituras.
Hay un buen ejemplo sobre el método de combate que siguió. Cuando trata sobre la creencia gnóstica de que el mundo visible fue creado, conservado y gobernado por seres angelicales y no por Dios, quien sin participación seguirá eternamente desligado del mundo, superior, indiferente, Ireneo expone la teoría, la desarrolla hasta llegar a su conclusión lógica y, por medio de una eficaz reductio ad absurdum, procede a demostrar su falsedad. Ireneo expresa la verdadera doctrina cristiana sobre la estrecha relación entre Dios y el mundo que El creó los siguientes términos: "El Padre está por encima de todo y El es la cabeza de Cristo; pero a través del Verbo se hicieron todas las cosas y El mismo es el jefe de la Iglesia, en tanto que Su Espíritu se halla en todos nosotros; es El esa agua viva que el Señor da a los que creen en El y le aman porque saben que hay un Padre por encima de todas las cosas, a través de todas las cosas y en todas las cosas."
Ireneo escribe con estudiada moderación y cortesía, pero de vez en cuando, se le escapan comentarios humorísticos. Al referirse, por ejemplo, a la actitud de los recién "iniciados" dice: "Tan pronto como un hombre se deja atrapar en sus "caminos de salvación", se da tanta importancia y se hincha de vanidad a tal extremo que ya no se imagina estar en el cielo o en la tierra, sino haber pasado a las regiones del Pleroma y, con el porte majestuoso de un gallo, se pavonea ante nosotros, como si acabase de abrazar a su ángel. Ireneo estaba firmemente convencido de que gran parte del atractivo del gnosticismo, se hallaba en el velo de misterio con que gustaba de envolverse y de hecho, había tomado la determinación de "desenmascarar a la zorra", como él mismo lo dice. Y por cierto que lo consiguió: sus obras, escritas en griego, pero traducidas al latín casi en seguida, circularon ampliamente y no tardaron en asestar el golpe de muerte a los gnósticos del siglo segundo. Por lo menos, de entonces en adelante dejaron de constituir una seria amenaza para la Iglesia y la fe católica.
Reconciliador ante el Pontífice
El hecho de que luchara contra las herejía no significa que fuese intransijente. Al contrario. Trece o catorce años después de haber viajado a Roma con la carta para el Papa Eleuterio, fue de nuevo Ireneo el mediador entre un grupo de cristianos del Asia Menor y el Pontífice. En vista de que los cuartodecimanos se negaban a celebrar la Pascua de acuerdo con la costumbre occidental, el Papa Víctor III los había excomulgado y, en consecuencia, existía el peligro de un cisma. Ireneo intervino en su favor. En una carta bellamente escrita que dirigió al Papa, le suplicaba que levantase el castigo y señalaba que sus defendidos no eran realmente culpables, sino que se aferraban a una costumbre tradicional y que, una diferencia de opinión sobre el mismo punto, no había impedido que el Papa Aniceto y San Policarpo permaneciesen en amable comunión. El resultado de su embajada fue el restablecimiento de las buenas relaciones entre las dos partes y de una paz que no se quebrantó. Después del Concilio de Nicea, en 325, los cuartodecimanos acataron voluntariamente el uso romano, sin ninguna presión por parte de la Santa Sede.
Su muerte y veneración
Se desconoce la fecha de la muerte de San Ireneo aunque, por regla general, se estima en el año 202. De acuerdo con una tradición posterior, se afirma que fue martirizado, pero no es probable ni hay evidencia alguna sobre el particular.
Los restos mortales de San Ireneo, como lo indica Gregorio de Tours, fueron sepultados en una cripta, bajo el altar de la que entonces se llamaba iglesia de San Juan, pero más adelante, llevó el nombre de San Ireneo. Esta tumba o santuario fue destruido por los calvinistas en 1562 y, al parecer, desaparecieron hasta los últimos vestigios de sus reliquias. Es digno de observarse que, si bien la fiesta de San Ireneo se celebra desde tiempos muy antiguos en el oriente (el 23 de agosto), sólo a partir de 1922 se ha observado en la iglesia de occidente.
Más adelante, en la fecha del 26 de julio, se encontrará el artículo correspondiente a santa Bartolomea Capitanio, fundadora de las "Suore della Carita" de Lovere, un instituto que se asemeja tanto en su espíritu como en sus actividades a la mundialmente famosa institución de Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul. En la tarea de dar vida a su proyecto, Bartolomea contó con la ayuda y la colaboración de una compañera de mayor edad que ella y también nacida en Lovere.
Caterina Gerosa (el nombre de Vicenta lo adoptó al tomar el hábito de monja) había nacido en 1784 y, durante cuarenta años, llevó una vida muy virtuosa, casi exclusivamente dedicada a obras de caridad y al trabajo doméstico, que debió de desempeñar desde muy temprana edad, cuando perdió a sus padres. Fue entre los años 1823 y 1824 cuando entró en estrechas relaciones con Bartolomea Capitanio, al sentirse las dos íntimamente conmovidas por un llamamiento hecho por Mons. Nava, obispo de Brescia, quien pedía voluntarios para un trabajo de rescate de almas, particularmente por medio de la educación de los jóvenes, terriblemente descuidada en toda la parte de Italia que, por entonces, se hallaba bajo la dominación de Austria. A pesar de que Caterina Gerosa se inclinaba más a cuidar a los enfermos y servir a los pobres, quedó convencida desde un principio de que debía sumar sus fuerzas a las de aquella amiga más joven que se sentía llamada a educar a los niños.
A fin de cuentas, las dos tendencias se fundieron en la institución que ambas mujeres proyectaron, de acuerdo con la Regla de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul. Con gusto se habrían afiliado a la gran orden francesa, pero las ideas políticas del momento, que se negaban a reconocer cualquier organización que dependiese del extranjero, se los impidió. Sin embargo, la tarea prosperó de manera asombrosa, no obstante la falta de recursos y a pesar de que, en 1833, la más joven y activa de las fundadoras murió, a la temprana edad de veintitrés años. Vicenta tuvo que cargar sola con todo el trabajo, pero dio muestras de una extraordinaria entereza, como poseída por el espíritu de Dios. Fue una organizadora admirable y, bajo su gobierno, aumentaron los reclutamientos, y las fundaciones se multiplicaron. Ella, en lo personal, era la más humilde de las criaturas, y a duras penas soportaba las muestras de respeto que se le prodigaban. Siempre que sentía necesidad de fortaleza o de guía, apelaba a los sufrimientos de Nuestro Señor en la cruz. Sobre esa devoción solía decir: «El que no haya aprendido cuál es el significado del crucifijo, nada sabe, y el que conozca a su crucifijo, nada más tiene que aprender». Tras una largu enfermedad que soportó con paciencia inquebrantable, la madre Vicenta murió el 29 de junio de 1847. Fue canonizada por SS Pío XII en 1950.
En 1905, Luigi Mazza, S.J. publicó un detallado relato sobre la beata Bartolomea Capitanio y su institución, complementado en 1910 con una Vita della Madre Vincenza Gerosa. El decreto de beatificación se encuentra en Acta Apostolicae Sedis, vol. XXV, 1933, pp. 300-303 e incluye un resumen biográfico. Ver también a Kempf, The Holiness of the Church in the Ninteenth Century, pp. 204-207.
Más adelante, en la fecha del 26 de julio, se encontrará el artículo correspondiente a santa Bartolomea Capitanio, fundadora de las "Suore della Carita" de Lovere, un instituto que se asemeja tanto en su espíritu como en sus actividades a la mundialmente famosa institución de Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul. En la tarea de dar vida a su proyecto, Bartolomea contó con la ayuda y la colaboración de una compañera de mayor edad que ella y también nacida en Lovere.
Caterina Gerosa (el nombre de Vicenta lo adoptó al tomar el hábito de monja) había nacido en 1784 y, durante cuarenta años, llevó una vida muy virtuosa, casi exclusivamente dedicada a obras de caridad y al trabajo doméstico, que debió de desempeñar desde muy temprana edad, cuando perdió a sus padres. Fue entre los años 1823 y 1824 cuando entró en estrechas relaciones con Bartolomea Capitanio, al sentirse las dos íntimamente conmovidas por un llamamiento hecho por Mons. Nava, obispo de Brescia, quien pedía voluntarios para un trabajo de rescate de almas, particularmente por medio de la educación de los jóvenes, terriblemente descuidada en toda la parte de Italia que, por entonces, se hallaba bajo la dominación de Austria. A pesar de que Caterina Gerosa se inclinaba más a cuidar a los enfermos y servir a los pobres, quedó convencida desde un principio de que debía sumar sus fuerzas a las de aquella amiga más joven que se sentía llamada a educar a los niños.
A fin de cuentas, las dos tendencias se fundieron en la institución que ambas mujeres proyectaron, de acuerdo con la Regla de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul. Con gusto se habrían afiliado a la gran orden francesa, pero las ideas políticas del momento, que se negaban a reconocer cualquier organización que dependiese del extranjero, se los impidió. Sin embargo, la tarea prosperó de manera asombrosa, no obstante la falta de recursos y a pesar de que, en 1833, la más joven y activa de las fundadoras murió, a la temprana edad de veintitrés años. Vicenta tuvo que cargar sola con todo el trabajo, pero dio muestras de una extraordinaria entereza, como poseída por el espíritu de Dios. Fue una organizadora admirable y, bajo su gobierno, aumentaron los reclutamientos, y las fundaciones se multiplicaron. Ella, en lo personal, era la más humilde de las criaturas, y a duras penas soportaba las muestras de respeto que se le prodigaban. Siempre que sentía necesidad de fortaleza o de guía, apelaba a los sufrimientos de Nuestro Señor en la cruz. Sobre esa devoción solía decir: «El que no haya aprendido cuál es el significado del crucifijo, nada sabe, y el que conozca a su crucifijo, nada más tiene que aprender». Tras una largu enfermedad que soportó con paciencia inquebrantable, la madre Vicenta murió el 29 de junio de 1847. Fue canonizada por SS Pío XII en 1950.
Fina buenas noche,
gracias por esta linda canción de Chayanne,
Te deseo un feliz
martes.
Besos Andaluces
Chicas,
como veis cogiendo le gusto a las manualidades,
claro que en mi caso serán de dos en dos.
Jjjjjj.
Menudas vacaciones me
queda
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